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Cuarenta minutos antes...
Anne Clover era escoltada por una caravana de hombres del servicio secreto ya retirados desde hace un tiempo, pero sólo por insistencia de su padre. Bien sabía que Iker y la señorita Helen le pudieron haber brindado la misma seguridad o incluso mejor. No obstante, la única forma de que su padre, el actual presidente de la nación, se sintiera seguro de que su única hija para nada orgullosa de llevar su sangre estaría a salvo era con gente que él mismo conocía.
Su vehículo iba de camino al Monumento de Eirene, mismo lugar donde se encontraba tallado sobre la piedra los nombres de los hombres y mujeres que dieron su cuerpo y alma para encontrar la paz en el mundo durante la Crisis de las naciones. Evento en el que muchos países sufrieron de la falta de recursos, y dónde murieron muchos inocentes por la escasez de víveres. Ahí fue donde finalmente tuvieron que intervenir las primeras inteligencias artificiales y androides para evitar un completo colapso de la civilización con la creación de CyberTec.
A pesar de que su intención siempre fue y será mantener la paz entre la humanidad, muchas IAs seguían siendo repudiadas por aquellos que creían que iban a tomar el control sobre el mundo y los convertirían en esclavos. Cosa totalmente errónea. Su principal objetivo siempre fue y será cuidar de sus hacedores, incluso cuando ellos mismos estuvieran de acuerdo en matarse entre sí.
Anne había esperado esta oportunidad por meses, pero su padre se había negado a que se mostrará tan abiertamente con el público, precisamente por el hecho de que era su hija. Aún así la joven pensaba que esta era su mejor oportunidad para cerrarle la boca a su viejo y hacerle saber que ella era una emisaria de la paz, como también lo había sido su madre durante la crisis.
—Señorita Clover, ¿ya tiene preparado su discurso? —inquirió su asistente, la cual era una inteligencia artificial ocupando un cuerpo sintético con la complexión de una mujer de no más de treinta años.
—Ya lo tengo memorizado —respondió Anne, tratando de ocultar su emoción para verse como una profesional.
—Ya veo —afirmó Claire con una voz algo robótica —. Su padre debería de estar orgulloso de lo que hace.
Una el sonrisa se asomó por el rostro de su asistente. A pesar de su estructura sintética, era posible ver pequeños rasgos humanos.
—Lo dudo —repuso ella en un susurro, mirando a través del vidrio polarizado de la camioneta que la transportaba.
—Escuché eso. Olvida que no estoy hecha de carne y hueso —habló Claire en reprimenda —. Lo que hace es muy prometedor, le guste o no. Su padre siempre estará orgulloso —mencionó revisando una tabla de datos, repasando los preparativos para el discurso de Anne.
—Lo dices como si realmente hubieras experimentado eso de tener un padre con el cual se discutía cada cena por no hablar de algo que no fuera política o mi mal camino al involucrarme con CyberTec —expresó Anne, viéndola con una ceja en lo alto de su frente —. Él cree que no estoy hecha para esto.
Por esa ocasión los ojos brillosos de Claire abandonaron su punto origen y se posaron sobre la joven.
—No lo tome a mal, señorita. Pero yo tampoco expondría a una persona tan importante para mí en todo este lío. Sobre todo con los problemas que tiene tu gente con la mía.
—Si quiero que algo se haga bien, debo hacerlo yo misma.
Un silencio se armó entre ellas dos.
—Me recuerda a su madre —Claire rompió con el silencio —. Igual de terca con todo lo que hacía, también era imparable con todas sus decisiones —la asistente hizo memoria a Amira Clover, la madre de Anne.
La joven sonrió mirando por breves momentos al suelo, tenía demasiados buenos recuerdos de su madre. Era ella la razón por la que desafío a su padre y siguió sus pasos.
—La extraño mucho —susurró Anne, mirando nuevamente por el vidrio polarizado como era recibida por los habitantes de la ciudad de New York.
La gente agitaba sus manos hacia la caravana, emocionados de poder ver una vez más a la representante más joven de CyberTec, y con más iniciativa, arribar al Monumento Eirene.
En la actualidad, habían más grupos de radicales que amenazaban a los sintéticos por ser diferentes, y otros a los humanos por su indiferencia y racismo hacia quienes los levantaron del polvo. Muchos de ellos incluso cruzaba la delgada línea que los llevaba al terrorismo. El objetivo de Anne era reforzar aún más la unión del humano-maquina al establecer a una IA para que se encargara de la seguridad de todos los habitantes de la ciudad, creada por ella y muchos más técnicos de CyberTec para cumplir su función.
Finalmente la caravana paró en plena calle. Anne y su asistente bajaron siendo escoltadas por hombres bien vestidos con trajes oscuros y bien lúcidos por ellos. La joven descendió saludando a los humildes ciudadanos y se encaminó a la plataforma por la cual llevaría a cabo su esperado discurso.
—Suerte —fue lo último que escuchó de parte de Claire, quién sólo pudo acompañarla hasta las escaleras que la llevarían finamente a la plataforma con el atril en el punto medio de este.
Anne se postró frente a los ciudadanos como símbolo de respeto, seguido de colocar sus manos a los costados del atril, siendo aplaudida por su público. A pesar de haber hecho este tipo de cosas muchas veces e incluso en distintos idiomas, aún le causaba algo de nervios. Más sin embargo, al final sólo necesitaba respirar hondo para comenzar a hablar. Cientos de cámaras noticieras se centraban en ella, así como reporteros esperando su momento para tratar de saber más a fondo sobre el tema o cuestionarla.
—Primeramente antes que nada, gracias. Gracias por estar aquí y rendir honores a los héroes que nos dieron la paz y estabilidad de la que gozamos actualmente —habló con una serena voz. Aclaró su garganta y prosiguió. —. Han pasado ya diez años desde que la Crisis amenazó nuestras tranquilas vidas y nuestro modo de vivir, mismo tiempo en el que hombres y mujeres que trabajan en CyberTec decidieron hacer algo al respecto. No sólo interviniendo en los conflictos con fuerzas de infantería, si no también con la tecnología de la que gozamos hoy. Me alegra ver que aún después de ese tiempo los recordemos, los conservemos en la memoria de la nación y en nuestros corazones —una sonrisa brotó de su rostro.
Sabía lo que era perder a alguien en algo así. Su madre falleció después de una emboscada en una importante misión de rescate a miembros de CyberTec, ubicados al otro lado del mundo.
Los hombres que la protegían hablaban entre sí por medio de un micrófono integrado en una de sus mangas. Eso preocupó un poco a Anne, pero también pensaba que era sólo para asegurarse de que todo estuviera en orden.
—Estamos en momentos difíciles en los que debemos estar unidos, sin importar nuestras diferencias. Es por ello que me gustaría presentarles a Gwisin —pausó por un momento, dejando que la IA hiciera su aparición —, ella será quién velará por nosotros en todo momento y coordinará a elementos de seguridad pública si se da el caso. Incluso podrían tener una charla sobre el clima con ella en todo lugar y en todo momento.
La bella mujer de un aura naranja que vestía con un uniforme completamente distinto a algún otro servidor público, sonreía en todo momento para mostrar el honor que le sería dado al servirle a sus hacedores. Un efecto de glitch difuminaba sus pies.
Anne desde su mismo lugar logró ver como varios oficiales avanzaban entre la multitud a un punto en específico. Trás eso, optó por no prestarle atención y seguir con lo suyo.
—Sé que hay muchos a quienes no les gusta ver a los sintéticos como sus iguales, por lo que sólo les voy a pedir que dejen de lado sus preocupaciones y les den una oportunidad a quienes nos ayudaron a llegar tan lejos —terminó finalmente, abriendo espacio a preguntas de los reporteros.
Uno de los reporteros fue seleccionado por Anne.
—Dicen que han enviado fuerzas de CyberTec a países extranjeros, ¿es eso cierto? —inquirió la mujer de tez oscura, sosteniendo un micrófono en su dirección todo lo que le era posible, mientras que con la otra mano libre sujetaba un aparato cuadrado con el que grababa todo lo dicho por Anne.
—Así es —afirmó Anne en un asentimiento —. Nuestros aliados necesitan de nuestro apoyo.
—Pero, ¿por qué deberíamos de permitir que las máquinas se hagan cargo de todo? —cuestionó un hombre entre la multitud, inconforme con que una IA se hiciera intendente de la ciudad.
—Señor, por favor respete a todos los presentes y pida su lugar para realizar una pregunta —respondió Anne.
Las manos seguían alzadas de parte de los reporteros.
—No ignore mi pregunta. ¡En algún punto perderemos nuestra libertad! —gritó el mismo hombre, tratando de abrirse paso hasta Anne.
Anne miró rápidamente a los hombres que la protegían. Estos hablaron a través del micrófono e inmediatamente más oficiales se sumaron y se abrieron paso entre la multitud para llegar hasta aquel hombre.
—Accederé a su pregunta, siempre y cuando se quede en su mismo lugar para poder responderle —dijo Anne, tratando de ayudar a los oficiales a llegar hasta el hombre.
—¡No lo haré! —contestó el mismo hombre.
Justamente en ese instante lo alcanzó un oficial.
Anne los miró fijamente curiosa de saber que era lo que insinuaba aquel hombre, era normal que se encontrara con alborotadores, pero este hombre era diferente. Había algo en lo profundo de su ser que se lo advertía.
El oficial en la distancia vio algo inusual en el hombre, por lo que desenfundó su arma y le apuntó con ella. Todos a su alrededor se asustaron y comenzaron a alejarse del lugar. Desde el punto de Anne parecía ser que el oficial advirtió varias veces al hombre y luego disparó. Al momento de que las balas perforaron al alborotador, este explotó impulsando a Anne y a todos lo que estuvieran en proximidad con la explosión al suelo gracias a la onda expansiva. Posterior a eso más explosiones se sumaron en la misma zona. La multitud se dispersaba con temor ante las demás explosiones, pero aún más al escuchar disparos al aire.
Los hombres que se encargaban de su seguridad, la levantaron y bajaron de la plataforma con sus armas afuera. Todo había sido tan rápido que muy apenas la joven asimilaba lo que estaba pasando.
—¿Y, Claire? —preguntó preocupada al no haberla visto en el camino.
Ninguno de los hombres respondía. La preocupación e incertidumbre la comenzaba a carcomer desde dentro.
—¡Respondan! —exigió alterada —. ¿Dónde está Claire?
Aveces odiaba la fría profesionalidad con la que actuaban los hombres que la protegían. Por una parte estaba bien, pero al menos podrían ser un poco más... humanos.
—Se la llevaron por otro lugar. No se preocupe, está bien —respondió el hombre a su izquierda.
Eso logró tranquilizarla un poco.
Llegaron hasta la camioneta en la cual Anne se había transportado con anterioridad, cuyo conductor aguardaba fuera en el lado del copiloto también con una arma. A un par de metros de la camioneta, el antes mencionado disparó a los guardaespaldas que la acompañaban. La joven se quedó congela en su mismo lugar.
—Suba —indicó el asesino, apuntándola con el arma.
Anne seguía congelada. Era la primera vez que presenciaba una muerte y que el mismo que las había efectuado ahora le apuntara con un arma.
—He dicho que suba —recalcó el hombre más severo.
Anne asintió nerviosa y caminó a la camioneta. Miró a quien era su conductor, no le quitaba la mirada de encima, tanto que no prestó atención a su alrededor por los gritos y llantos.
Un oficial se abalanzó sobre el atacante, logrando con éxito arrojar el arma de éste lejos de su alcance. Luego desenfundó la suya y disparó a quema ropa. El oficial miró unos segundos más al hombre que había matado, después alzó la vista para ver a la joven asustada de Anne.
—¿Se encuentra bien? —inquirió el oficial, sin guardar su arma.
Anne no era capaz de responder aquella simple pregunta, en esos momentos habían más cosas en su mente.
—Señorita Clover, ¿se encuentra bien? —volvió a preguntar el oficial de cabello castaño.
La joven siguió tratando de procesar la pregunta, aún no lograba concentrarse con aquellos gritos y llantos de los civiles que habían asistido.
—Richard —llamó una mujer con el mismo uniforme apareciendo por el mismo camino que el último hombre, cargando entre sus manos una 9mm —, tenemos que movernos.
Richard asintió. A punto de moverse, la recién anunciada Gwisin se apareció frente a él.
—He movilizados a sus compañeros a unas cuadras al noroeste, procuren reunirse con ellos lo más rápido posible —les indicó, desapareciendo después oficialmente entrando en un estado activo.
El oficial empujó levemente a Anne para que avanzara. Sólo eso le había hecho falta para que la chica volviera a poner los pies sobre la tierra. Apenas una pregunta algo temblorosa logró salir de su boca:
—¿A dónde vamos?
—A un lugar seguro —respondió la mujer a sus espaldas.
El teléfono móvil de Anne comenzó a vibrar y sonar en su bolsillo. La chica lo tomó rápidamente para contestar la llamada al pensar que la persona que quería saber de ella era la señorita Helen.
—¿Anne? —preguntó una voz masculina, preocupado.
Aquella voz la desconcertó. No creía realmente que fuese su padre quien le estaba hablando.
—Escúchame. Mantén la calma y no hagas ninguna estupidez. ¿Con quién estás? —consultó con la misma preocupación presente
—Con... unos policías —respondió igual de nerviosa al verlos brevemente.
—Ellos te protegerán. No sólo ahí están siendo atacados, ha sido en varios puntos del país —le comentó su padre —. Lo único que podré hacer es depender de los oficiales, la guardia nacional y del pelotón Hawk que te recogerá. Sobrevive, por favor.
Anne no sabía que más decir o preguntar, ¿cómo era posible que no haya sido únicamente en New York?
—Póngase esto —le ordenó la oficial, entregándole su chaleco blindado.
La joven se lo colocó gracias a la ayuda de la oficial y siguió avanzando ahora con más kilos encima.
—Sargento, tenemos a la señorita Clover —comunicó la oficial a través de la radio —. Una IA nos informó de nuestro punto de reunión.
Anne escuchó como le contestaban, más no supo con claridad lo que le dijeron.
—Bien. Espero y tengan una buena idea de cómo tratar con esto —comentó Richard apuntando con su arma al frente.
Como si hubiese adquirido un super sentido, divisó una camioneta con varios hombres armados dentro. Empujó a su compañera para ponerla a salvo y abrazó a Anne mientras él también lo hacía cuando los hostiles dispararon contra ellos, cubriéndola del fuego enemigo.
—Hijos de... —maldijo con dolor.
El oficial checó el lugar originario del dolor. En su hombro, con su uniforme comenzando a teñirse de escarlata, una de las balas propiciadas por aquellos desconocidos había impactado. Su compañera salió de su cobertura y disparó contra la camioneta.
—¡Rápido! Los mantendré ocupados un momento —indicó, con su arma fija a esos bastardos.
Anne miró con atención el uniforme de la oficial buscando algo que la identificara, logró ver su pequeña placa por el hombro. Allison Black, tenía escrito en ella. Richard la empujaba para que avanzaran al siguiente punto con el más mínimo de retraso, lugar donde podrían protegerla mejor. —«¡Maldición!»—, gritaba Anne para sus adentros. El día no había sido como ella se lo había imaginado, pues esperaba irse con la mayor tranquilidad posible y esto era todo lo contrario e incluso resultó ser peor de todo lo que se pudo imaginar.
Allison los alcanzó después con la cara y brazos algo raspadas, esta vez ya no portaba su radio y se veía más alerta a cualquier cosa. Siguieron corriendo evitando los espacios abiertos hasta llegar con mas oficiales defendiendo una posición. En cuanto los vieron, el sargento ordenó a sus hombres cubrirlos a toda costa hasta que llegarán a ellos, y así fue.
—¿Cómo se encuentra? —inquirió el hombre de tez oscura.
—No está herida —respondió Richard, tomando un lugar entre las patrullas que ahora servían como barricadas cuando las llantas de estas fueron ponchados a propósito —, pero no puedo decir lo mismo de mi parte.
Allison encaminó a Anne a un pequeño local de ropa que habían abierto por la fuerza para cubrirse, mientras que Richard se acercaba a su compañera Verónica para recibir atención médica.
—No se mueva de aquí —ordenó Allison, saliendo del local para brindar apoyo a sus compañeros.
Anne asintió. Era lo mejor que tenía en el momento, pero no lo más seguro. Colocó sus manos sobre su cabeza al momento de escuchar más bajas impactar tan cerca de las barricadas que los policías habían creado. Ahora lo único que esperaba era poder salir con vida de ese lugar.
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