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Allison Black, una oficial de New York, apenas se preparaba para un nuevo día en el trabajo. Salió de su cómoda cama en sólo ropa interior, caminando a la sala donde siempre y por costumbre, encendía la televisión para escuchar los noticieros mientras ella se preparaba un desayuno. No había nada nuevo que pudieran reportar y que no fuera sobre atentados en distintos puntos del mundo y los conflictos con más cyborgs e inteligencias artificiales, quienes ahora coexistían con el humano. Cambió el canal para ver algo nuevo de lo cual sí estaba completamente enterada: la esperada visita de Anne Clover a la ciudad.
Resulta ser que Allison montaría guardia entre la multitud acompañada de su compañero, Richard. No le era tan emocionante, ya que siempre había hecho cosas parecidas con otros políticos.
El contestador del teléfono fijo sonó.
—Estás llamando a los Black, por favor deja un mensaje —la voz de ella en conjunto de su padre era la contestadora cuando no se podía, o no se deseaba atender la llamada.
—Allison, espero y no te hayas olvidado de este día —habló su compañero, Richard. Algo de aire interfería en el micrófono de su móvil. —. No tardaré en llegar a tu casa.
—No creo que sea posible olvidar lo pesado que será —replicó ella, como si Richard lo pudiera haber escuchado mientras licuaba frutas y tostaba un par de panes.
Al terminar de preparar su desayuno, contempló el noticiero una vez más mientras comía. Con todo eso pasando en el televisor, le recordó que su padre debería estar en algún lugar del mundo realizando su trabajo. Y después de ya siete meses de su ausencia, lo extrañaba tanto. Para su mala suerte nunca llegó a conocer a alguna otro familiar más allá de su padre, quien la educó, también; por ello siempre había seguido sus pasos, incluso los que él no quería.
Una vez con el hambre complacida, procedió a ponerse su uniforme. Tomó su querida 9mm que escondía debajo del buró, y enseguida le dio un lugar en su cinturón.
—Soy todo un desastre —se dijo a sí misma al ver los greñeros oscuros que tenía como cabello en el reflejo de la oscura pantalla de su teléfono.
Comenzó con su aseo personal, y al terminar se dirigió nuevamente al sofá donde reposó unos minutos hasta que la llamaron en la puerta. Richard estaba de pie frente a ella.
—¿Estás lista? —preguntó, con una sonrisa presente en su rostro.
—La duda ofende —replicó ella con la misma sonrisa, cerrando la puerta detrás de sí y tomando su lugar de copiloto.
—Así que vamos a ser un muro humano entre la famosísima Anne Clover y los habitantes de esta ciudad —comentó su compañero, encendiendo el vehículo —. Suena bien, ¿no?
—Al menos la paga será buena —respondió Allison, colocándose el cinturón de seguridad.
La mujer se giró a su compañero, arqueando una ceja.
—¿No crees que hubiese sido mejor que hablara con la gente a través de una pantalla? —cuestionó, poniéndose cómoda en su lugar —. Se ahorrarían muchas cosas.
Richard encogió los hombros.
—Tal vez sí, pero aún así estaríamos protegiendo a alguien más.
Llegaron lo más pronto posible a la jefatura para abastecerse de lo que necesitaban antes de tomar posiciones. Más oficiales conocidos y desconocidos para ellos se encontraban ahí.
Un gran reloj proyectado por un holograma anunciaba la hora, e incluso servía de alarmas. Ambos compañeros se enfocaron en los números señalados ahí. Se habían retrasado.
—Buenas noches —saludó Josiah, otro oficial de distinta área ya equipado con lo esencial.
—Sólo han pasado cinco minutos —mencionó Richard, comprobando la hora en el reloj sobre su muñeca derecha.
—Díselo al sargento —soltó Josiah con una leve sonrisa en su cara.
Claramente se sabía que el sargento Jhonson los cambiaría de patrulla para penalizarlos, o quizás algo peor. Nunca se sabía con qué los castigaría.
Bajaron al piso inferior por medio de las escaleras y buscaron su casillero para terminar de prepararse. Ambos tomaron un chaleco blindado, se lo equiparon y sincronizaron sus radios en la misma frecuencia.
—Black, Raimond. ¿Qué son estas horas de llegar? —reprendió su sargento, claramente molesto.
—Sólo ha pasado siete minutos —insistió Richard en su defensa.
Aquel hombre seguía prestando atención al tiempo, pero en esos momentos sólo se centró en su mayor de tez oscura. Por sus sienes se lograban ver varias canas que cada vez parecían extenderse más y más por toda su cabellera. En su rostro era posible ver las arrugas de su frente más marcadas por su retraso. Quizás pronto el sargento dejaría el servicio, pero nunca habría nadie como él para mover a todos los oficiales. Solo pocos eran capaces de ser grandes líderes.
—¿Sabe? Dicen que el estrés es malo —agregó el castaño.
Allison le dio una par de codazos como reprimenda por hablarle así a su superior. Jugar con su edad no siempre era bueno.
—Siete minutos de los cuales ya pudieron estar listos y conduciendo de camino a su lugar —replicó Jhonson, tomando su escopeta entre sus manos como si deseara dispararle a Richard justo en ese instante —. Que no vuelva a pasar —advirtió finalmente para que ellos terminaran de prepararse.
Cuando el viejo creyó que había sido suficiente y sus oficiales habían entendido, se retiró del lugar con el cañón de su escopeta apuntando hacia abajo. Parecía que le iba a disparar a alguien en su camino.
Ambos asintieron, tuvieron suerte de que no los mandara por los barrios más bajos de la ciudad por el simple hecho de que ese día era importante.
—Si pudiera, el sargento ya te habría pegado un tiro —lo regañó Allison, con una sonrisa burlona presente en su rostro.
La mujer ingresó la llave del cerrojo colocado en su casillero. Ahí dentro tenía de todo: munición, fotografías, e inclusive algo de dinero. Richard también abrió su casillero y tomó de ella una pequeña fotografía de su hermosa y rubia novia. Trás contemplarla con una mirada llena de amor y admiración, la guardó entre el chaleco y aseguró su casillero.
—¿Cómo va todo con Jennifer? —preguntó Allison, imitando la acción de su compañero.
—Bien. Pienso hoy invitarla a cenar —respondió Richard, con una sonrisa presente en su rostro con tan sólo el hecho de haber pensado en ella.
Una sonrisa de mejilla a mejilla también apareció en su compañera. Cuanto no se alegraba de que su gran amigo fuese feliz con una buena mujer como lo era Jennifer.
—He escuchado que han abierto un nuevo restaurante de comida italiana a unas manzanas de aquí —mencionó, enfundando nuevamente su arma en la fornitura.
Richard pareció haber quedado en trance, pensando mientras caminaba a la salida para esperar a su compañera ahí mismo.
—No sería mala idea ir ahí.
Allison pasó aquella puerta seguido de Richard para volver a ascender por las escaleras y proseguir su camino hacia una gran sala. Lugar en el que esperaban recibir las indicaciones de su sargento.
—Podrías regalarle algo lindo, no tan simple y tampoco de un alto precio —habló la mujer, desviando su vista cuando entraba en el mismo trance que Richard.
Ambos estuvieron en silencio, pensando.
—¿Una sortija podría ser? —Richard cortó el silencio creado entre ellos dos.
De un momento para otro su compañera de menor estatura se abalanzó sobre él en un gran abrazo tan fugaz que para cuando él se dio cuenta, Allison ya había retornado a su lugar.
—¡Ya era hora! —exclamó, alegre.
Allison siempre los veía tan felices a él y su novia durante un par de años, pero no aparentaban nada serio; casi creía que no planeaban un futuro entre ellos dos.
—Debo decir que esto me da algo de nervios —comentó él, alzando un poco la vista.
—Bueno, supongo que deberías. ¿Qué tal si quiere tiempo para aceptar? O que exista la posibilidad de que le tenga miedo al compromiso —contestó Allison, con la intención de molestar un poco a su amigo.
—No me ayudas —se quejó Richard, aún más nervioso a sabiendas que todo eso ocurriría horas más tarde.
Allison correspondió eso con una sonrisa. Molestarlo de alguna forma era su pan de cada día. Para reforzar la amistad, decía.
Ellos dos se comportaban como si fuesen hermanos. Aunque en realidad lo eran, y no necesitaban tener la misma sangre para eso. Sobre todo Allison, quién desde que lo conoció en la academia lo había visto de aquella manera. Sí se pusieran a pensarlo, les impresionaría todo el tiempo llevaban de amistad.
Finalmente llegaron a su punto, el sargento se encontraba al frente de todos los demás oficiales asignados a una área en específico.
—Vaya, les encanta hacer enojar al sargento —habló un gran amigo de Richard, Bradley, con una no tan notable sonrisa en su rostro.
—Es nuestra forma de decirle cuánto lo apreciamos —contestó Allison, y tomó lugar recargándose en la entrada para escuchar atentamente a su sargento.
Jhonson seguía cargando su escopeta. Todos los presentes conocían a la perfección el valor sentimental que tenía aquella arma para su sargento, pues no sólo era por la gran eficacia en un combate cercano, si no también por ser un obsequio de parte de un camarada caído.
—Presten atención —indicó con la misma autoridad, haciendo que todas las miradas estuvieran fijas a él —. La señorita Clover llegará escoltada de sus hombres, y nos han dejado el trabajo fácil. Sólo mantendremos en calma a todo el público asegurándonos de que todo esté en orden. En caso de cualquier actividad sospechosa tienen permiso de interferir y asegurarse de que no sea un peligro. Nos comunicaremos en la misma frecuencia, no apaguen sus radios y mantengamos toda la comunicación posible.
Los oficiales bajo su mando siguieron en silencio en la espera de las últimas instrucciones, las cuales serían sobre la posición que ocuparían alrededor de toda el área. Jhonson desplegó un mapa holográfico con la área marcada que cada oficial ocuparía. Richard y Allison estaban al frente junto con otros oficiales, mientras los demás rodearían el lugar.
—En marcha —ordenó nuevamente Jhonson.
Todos los oficiales se encaminaron a sus vehículos para ir al lugar correspondiente.
—Primera fila —dijo Richard, fingiendo su entusiasmo.
Era ahí dónde más gente se concentraría y eso sería como estar encerrado en un elevador con el límite de personal en él, sólo que esta vez con cientos de personas impacientes y bruscas. ¿Qué podría ser peor que eso?
—No será mucho tiempo. Podemos con esto —mencionó ella, subiendo nuevamente en el asiento del copiloto.
Richard hizo una mueca expresando un "tal vez" con eso. Subió a la patrulla y condujo por las únicas calles que no habían sido bloqueadas por el evento hasta llegar al lugar establecido.
—Hemos llegado, sargento. Iremos a tomar posición —anunció Richard por la radio, bajando de la patrulla.
Ambos oficiales se avanzaron hacia su posición cerca de la plataforma con un atril preparado. Allí mismo ya se encontraban reporteros y camarógrafos haciéndose con los mejores lugares. Poco después llegó la esperada caravana con la subdirectora de CyberTec dentro. La multitud parecía verse emocionada, mientras otros se veían disgustados e inconformes con todos los problemas entre los humanos y sintéticos.
Allison prestó atención a la mujer que ascendía por las escaleras, así como a las personas a su alrededor. Era demasiada la gente la que ocupaba toda el área, y eso haría su trabajo algo difícil.
Anne Clover comenzó a hablar a todo su público.
—Hay movimiento sospechoso —indicó Ethan por la radio, éste se encontraba al otro extremo del área de Allison y Richard.
—Tienes permiso para verificarlo —respondió Jhonson con una gran calma.
Fueron los más largos minutos en lo que hablaba la joven, hasta que acabó finalmente.
—Prepárate, ya viene lo difícil —le dijo Richard a su compañera, pues era hora de que los reporteros tratarán de acercarse todo lo posible a Anne Clover.
Los reporteros, tal y como se había mencionado antes, se abalanzaron sobre los oficiales haciendo preguntas y tratando de tener una buena toma de la joven.
—Señoras y señores, retrocedan por favor —más que una indicación, para algunos fue una sugerencia.
Richard tuvo que empujar a varias de esas personas atrás y confiar en que las barreras de metal oscuras con franjas amarillas fuesen a ser de más ayuda. Anne Clover comenzó a responder una de las preguntas del público, en cuanto terminó un misterioso hombre replicó entre la multitud.
La oficial Black alzó la vista para buscar aquella persona entre tanta gente, lista para interceptarlo de ser necesario.
—Yo iré —interrumpió Andrew, quién también le fue establecido un lugar junto a ellos.
Éste caminó acompañado de su compañero entre la multitud para calmar al hombre o llevarlo lejos. Otros dos oficiales ocuparon los lugares que ellos dejaron vacíos.
—Accederé a su pregunta, siempre y cuando se quede en su mismo lugar para poder responderle —propuso Anne, escuchándose por los altavoces para tartar de ayudar a los oficiales.
—¿Qué está pasando allá delante? —inquirió el sargento por la radio.
—Un alborotador —informó Allison, arrugando la frente al ver como otro oficial se sumaba en detener al hombre —. Ethan, ¿fue lo mismo por allá? —preguntó, curiosa.
No recibió absoluta respuesta de parte del oficial Ethan.
—¿Ethan? —preguntó el sargento, esperando que a él sí le respondiera.
Otro silencio se hizo presente en el canal, al menos hasta que alguien más se dedicó en tratar de aclararlo.
—No he visto a Ethan desde que buscó a una persona entre los locales —respondió Connor, el aparente compañero del mencionado —. Lo último que me dijo fue que se perdió en la multitud.
Richard escuchó todo eso, llevando su mirada a Allison. Tenía un un mal presentimiento.
—¡Las manos donde las pueda ver! —escucharon entre gritos a Andrew.
Realmente algo estaba mal.
Un gran estruendo se escuchó cuando el arma del oficial disparó, y otro acompañado de una gran explosión que con su onda expansiva empujó a todas las personas cercanas. Así mismo matando al instante a cientos incluyendo a los oficiales que se habían acercado a investigar.
Un ensordecedor zumbido se había apoderado de Allison cuando abría de poco en poco los ojos. Observó a Richard ponerse de pie algo mareado, quien luego la ayudó también a levantarse al extenderle la mano. Ambos desenfundaron sus armas y miraron con atención a su alrededor. Hombres y mujeres corrían lejos del sonido, unos polvorientos y otros cubiertos de su sangre o de una ajena. Pronto más explosiones se hicieron audibles en las lejanías del lugar.
—Andrew... —susurró Allison, viendo el cráter donde antes se encontraba su compañero un par de minutos antes de la explosión.
Richard la miró, igual de preocupado. Cual fuese la causa de la explosión, era obvio que no se trataba de un simple accidente. Posterior a eso le palmeó el hombro a su compañera para captar su atención e indicarle por donde avanzar.
—Vamos, Allison —le dijo, tratando de hacer que se concentrara.
Ella realizó un rápido asentimiento, avanzando con él y cubriéndole la espalda. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza como un presentimiento de que todo apenas acababa de comenzar.
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