Muñeca.

Oí cómo prometiste amarme,
entre muchos otros delirios,
luego cedieron los barrotes,
me arrastraron del martirio
para deshacerme en tus brazos.

Limaron mis cuernos,
me cosieron la boca,
me cubrieron los pechos,
las costillas extrajeron
para compensar el espacio.

Fue tan fácil comprarme,
te bastaron unos kilates,
incluso debió sobrarte;
recuerda guardarlo bien
para los daños colaterales.

Seguro en cuanto me tocaste
pensaste en la primera queja,
¿por qué siendo bella la muñeca,
en su boca hay tal contraste?
Son como fauces infernales.

Mas el reembolso no es viable
si ya me has mancillado,
el cuerpo y la mente quebrados,
tras tus muestras de amor,
y otros gestos despreciables.

Deberás terminar y romperme,
triturar sin falta cada fragmento,
de lo contrario, si quedo inerte,
el rencor en mí exigirá su puesto;
la perfección volverá a abrazarme.

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