Quiero amarte plenamente.

Quiero dejar de sufrir en tus manos, de romperte desde adentro, de escupirte sangre a la cara y llorar mientras grito cómo me siento.

Quiero mirarte y sentir paz para siempre, no solo al principio porque luego la perturbaremos con otra discusión.

Tu voz ni siquiera la elevas, no levantas la mano, tal vez querría que lo hicieras, ¿podrías abofetearme?

Viste que alguien lo hizo, gritaste y me pediste perdón. Pero es lo que estaba esperando, es lo que me hizo sentir mejor. Por fin pude odiarle plenamente.

Luego el cariño volvió, luego lo pensé y ¿qué más da? Somos iguales, él y yo.

Tú eres suave. Eres puro amor. Solo estás aferrada a una ilusión y le temes al mundo; me hiciste temerle y sentirme confundido.

¿No ves que te amo? Quiero abrazarte, quedarme en la calidez de tus brazos, pero es eso lo que me está envenenando.

Me fui lejos para respirar, pero solo conseguí adormecerme. La nicotina te está lastimando, aunque sean mis pulmones los que queme.

Quiero irme lejos pero me torcí ambos tobillos. Me estás cuidando de nuevo, siempre es lo mismo. No puedo respirar sin que me nebulices. Me aprietas el estómago para escupir los huesos. Dejé de remar porque el río aumentó con mis lágrimas... Mas fuiste tú quien remó todo el tiempo.

Me dejaste montar en bicicleta, pero me dijiste que era un peligro; así que me caí y me raspé las rodillas. Nadie me empujó, nadie me deseó el mal. Nadie me conoce. Nadie me ama. Nadie más que tú y estoy asustada.

¿Qué pasa si me abandonas? Aunque yo ya te abandoné y sigo corriendo, estoy atrapado en el tiempo.

No puedo hacer nada. No quiero, pero cuando quiero, te pones a llorar y me abrazas.

¿Qué espero? Que me echen y que me pisoteen en la vereda, pero su corazón es tan gélido que esperan a que explote y me vaya por mi cuenta.

Me llamarán ingrato y llorarán por mi pérdida.