Capítulo 3
BIENVENIDAS A LAS NUEVAS BESTIES, PIDAN LINK Y UNANSE AL GRUPO DE WSP, CADA VEZ SOMOS MÁS.
BESITOS PARA TODAS, LAS LEO.
NISA.
Tragué grueso cuando estiró sus manos para tocarme, casi me hice ilusiones si no fuera porque tomó directamente mis brazos, reparando en las líneas irregulares provocadas por los rasguños de esa mujer, analizándolos con detenimiento.
— Mi secretaria no puede ir por ahí luciendo de esta manera — observándome con esos ojos penetrantes y fríos— Procura no lastimarte, imagina que te necesitan para que juegues a las modelos otra vez ¿Cómo vas a ocultar esto?
Yo no supe que decir, normalmente soy bastante dominante en todas las situaciones habidas y por haber, pero el aura dominante de Can supera la mía en estos momentos, sigo un poquito vulnerable por la crisis en el ascensor, y si le sumo lo que sucedió con la sangre, ya tuve suficiente por una noche.
No he dormido y comienzo a alucinar, hasta ganas de lanzarme sobre este hombre arrogante y canalla me están dando, algo que en mis cabales ni siquiera pensaría.
— ¿Me estás escuchando, huesos?
Dejé de mirarme los brazos para mirarlo a él, sosteniendo el peso de esos ojos color miel, iluminados por la luz artificial que cae sobre nosotros, probándole que no me atemoriza, no va a ganarme.
— Sí.
— ¿Y bien? ¿No tienes nada que decir?
— Hay cosas que no se pueden evitar — encogiéndome de hombros— Esto no pude evitarlo — señalando mis brazos con la cabeza— ¿Vas a curarlos o no? Podría irme a casa ahora.
— No vas a irte a ningún lugar — cambiando de posición, empujándome sobre la cama y él acomodándose frente a mí— Te quedarás, curaré esto, traerán ropa para ti, necesito tus medidas, incluida tu ropa interior y calzado, nos iremos juntos a la compañía. Leorio llevará tu computadora, le dije que me encargaría de vestirte hoy, los hombres abajo ya se fueron.
Bufé.
— Eres un pervertido de primera, teniéndome así nada más — cruzándome de piernas, consciente de cómo se recogió la toalla, mostrando casi la totalidad de mi muslo— Que poco caballero, ya veo por qué te llaman el príncipe canalla, eres... despreciable.
Carcajeé por lo bajo cuando tuve su mano sujetando con fuerza mis mejillas, acercando el rostro lo suficiente para sentir el olor mentolado de la pasta dental mientras el canalla bufaba de la rabia.
— No soy el único a quién le tienen apodos, tú eres una maldita arpía en ambos trabajos, perversa y mentirosa, engañando y haciendo uso de tu cuerpo para conseguir lo que quieres.
— Pero lo consigo ¿O no? Dime, jefe ¿No es esa mi razón de ser? ¿Cumplir mis objetivos sin importar los medios? Tú y tu padre ordenan, yo cumplo, así funciona esto.
Se acercó un poco más y sujetó mi rodilla para separarme las piernas, anclando la suya entre estas, apoyando su mano libre en el colchón, teniéndome apresada y semi acostada, sosteniendo mi peso por los antebrazos, manchándole el edredón con mi sangre.
— Alguien debería enseñarte modales, no pareces saber con quién estás hablando, voy a hacer que me respetes a la buena o a la mala, Nisa.
— Señorita Yildiz para ti.
Alzando el mentón, perdiendo la compostura al sentir sus dedos recorrer mi muslo desnudo con tanta suavidad que cosquilleaba, y a pesar del roce casi superficial, podía sentir la aspereza de sus callos, poniéndome los pelos de punta.
— Señorita Yildiz ¿Quieres que te corrija como sé que deseas?
Ascendiendo en lentas caricias, regresando a mi rodilla y volviendo a subir, siempre deteniéndose en el mismo punto, antes de llegar a dónde realmente lo quería.
— ¿Cómo podrías saber lo que quiero? Y si fuera un castigo... ¿Por qué me consultas si lo deseo?
Soltó mi rostro y sujetó mi rodilla, separándome las piernas otro par de centímetros, la punta de la toalla cubre mi entrepierna, y mi jefe parece hambriento, desesperado por observar lo que hay debajo.
— Jamás toco a nadie que no de claras señales de desearlo, y tú pareces querer matarme todo el tiempo.
— Es que lo deseo — las aletas de su nariz se abrieron por la forma profunda en la que respiró, emocionado— Deseo matarte con cada célula de mi cuerpo.
Complementé, viendo la molestia apoderarse de su rostro.
Hacerlo enojar podría ser de mis pasatiempos favoritos ahora.
— El sentimiento es mutuo — empujándome hacia la cama hasta que mi espalda tocó el colchón por completo— Deseo romperte — trazando líneas con su dedo desde mi garganta hasta cada una de mis clavículas— Deseo hacerte llorar de dolor — delineando el borde de mis pechos— Deseo hacer que supliques — usando su otra mano para trazar lentas caricias por mis muslos otra vez— Deseo tanto verte arrodillada en el piso, besando mis zapatos para que te deje vivir... rozando tus mejillas por mis piernas, pidiendo clemencia...
Hablando con esa voz gutural que se carga, hipnotizándome.
Sus manos encienden mi piel, soy consciente de cómo comienza a teñirse levemente de rosa debido al placer, se me humedece la entrepierna y dudo mucho poder mantener la boca cerrada por mucho tiempo, me pone mucho que quiera someterme de esa manera, y en los juegos de roles en cuanto al sexo, me pone el tema de la humillación, yo me dejaría hacer, lo dejaría jugar conmigo, él no se sometería a mí, reconozco la clase de hombre que tengo en frente cuando comienza el juego previo, y Can Vural me destrozaría sin dudarlo.
— Creo que te equivocas de mujer ¿Recuerdas que soy una arpía? Una come hombres que te devoraría antes de tener oportunidad de probar cualquier cosa conmigo.
— Te he visto en ese ascensor con más hombres de los que podría recordar — su rodilla estaba tan cerca de mi entrepierna, que, si se acerca más, podría sentir lo húmeda que me tiene y eso es peligroso para mi plan de parecer difícil— Y no he visto jamás que te quedes así de quieta con ninguno.
— Fácil, yo no soy juguete, yo soy la dueña ¿Comprendes la diferencia?
Me puse nerviosa cuando terminó por presionar su rodilla en mi entrepierna, sonriendo victorioso al sentir cómo me tenía, he perdido en esta batalla de poder, mi farsa se está cayendo a pedazos.
— ¿Y tú comprendes que el dueño aquí soy yo? Tú eres mi juguete, eres el juguete al cual no puedo arrancarle la cabeza por más que quiera para ver de qué está hecho por dentro ¿Tendrás sangre caliente o fría? ¿Pulso? — inclinándose hacia mí, lamiendo mi cuello hasta tras la oreja, haciéndome temblar— Mmm... Sí lo tienes, estás viva, por ahora, felicidades —Besando sobre la yugular— ¿Qué sonidos harás? ¿O eres de esas arpías frígidas?
Carcajee con los dientes apretados.
— Has visto mis grabaciones, dime ¿Soy frígida? ¿Cuál es tu opinión de experto? Digo, después de haberme visto follar tantas veces.
— No lo sé, tendría que probar por mi mismo para comprobar que esa boca que solo sabe insultar y debatir, también puede hacer otros sonidos.
Alguien carraspeó.
Giré el rostro rápidamente, viendo al señor Engin cargado en el marco de la puerta con un cigarrillo entre los labios, observando en absoluta seriedad a su hijo.
— ¿Qué fue lo que te dije?
Advirtió y yo conozco ese tono, significa problemas.
— Mi pito no la está tocando — se defendió— Aún.
Engin se acercó sujetándolo por la nuca para sacármelo de encima, extendiendo la mano hacia mí, instintivamente me encogí, apretando las manos en puño, pegándolas a mi pecho, temblando.
— Oh, lo siento, lo olvidé — se apresuró a apagar el cigarrillo sobre el cenicero en la mesa de noche de su hijo— Listo, nada en las manos — me mostró—Vamos ángel, curemos esos brazos mientras el incompetente de mi hijo soluciona su problema.
— Sí, señor.
Esta vez sí tomé su mano y me puse de pie, viendo al señor Engin tomar la cajita de curaciones y sacarme del cuarto consciente de la mirada desconcertada de Can Vural.
Caminamos hacia el comedor y abrió la silla para mí, esperó a que tomara asiento y luego caminó hasta tomar asiento al otro extremo de la mesa, pidiendo que le mostrara los brazos, los revisó en silencio y abrió la cajita, comenzando a sacar lo que necesitaría.
— ¿Qué pasó, ángel?
Preguntó de pronto, llenando el silencio.
— ¿Cuándo?
¿En qué momento? ¿Mis brazos? ¿Mis pintas? ¿Ahí atrás con su hijo en el cuarto? ¿Cuándo?
— El trabajo primero, jamás te la pasas toda la noche en esto, revisé la caja, había siete pares de dedos ¿Siete? ¿Por qué siete?
Sonaba un poco molesto, Engin suele ser sobreprotector a su manera.
— Mi jefe pidió siete, y siete le traje, soy una mujer competente.
— Tus heridas ¿Cómo?
— Me rasguñó una mujer cuando estaba asfixiándola, pero no me duele.
Tanto.
— Me contaron que tuviste una crisis con la sangre, un imbécil te pasó por alto y le disparó, te salpicó.
— Bueno... sí, lo siento por eso... pero me ayudaron a limpiarme.
Avergonzada de mi actuar.
Una sicaria con terror a ser salpicada por la sangre... Vergonzoso, sí, pero tengo una razón muy buena, no soy torpe y temerosa sólo porque sí.
— Llegaste aquí descalza y en camiseta ¿Por qué?
— Porque mi ropa estaba empapada y me dio frío, así que me cambié por algo seco, se supone que entregaría los dedos sin ver al señor Can, pero abrió la puerta antes de que pudiera irme, fue mi error, había demasiados pisos, el ascensor... me bloqueó, no traje audífonos, no fui suficientemente rápida, yo me equivoqué, lo siento, señor Engin.
Suspiró desinfectando las heridas, asintiendo.
— No fue tu culpa, ángel, nada de esto, tuviste una noche difícil, tomate el día libre y regresa mañana al trabajo.
— Por supuesto que no, tengo mucho que hacer, señor — haciendo una mueca cuando presionó un poquito más fuerte, eso me dolió— Estoy bien, su hijo no intentaba nada indebido, llegué con una... crisis y él intentó ayudarme a su manera, ya me había dicho que no iba a ponerme una sola mano encima porque soy una arpía frígida — carcajee bajo— Así que no hay de qué preocuparse, yo conozco mis limites y no me acuesto con mis jefes.
¿Por qué estoy protegiéndolo?
Ya lo veremos.
— Lo vi, ángel, encaramado sobre ti como un animal.
A mi me tenía como animal, a dos segundos de saltar y morderle el cuello... Y no con la intención de lastimarlo.
— No fue así ¿No ha escuchado que para una crisis de pánico lo mejor son los abrazos fuertes? Estos reducen la sensación de tristeza o ansiedad, disminuyen la frecuencia cardiaca, mejora la presión, ya sabe, él estaba haciendo eso, pero a su manera, creo que le doy un poco de asco, mi reputación de come hombres le desagrada.
Pasos escuché acercándose a nuestra posición, el señor Can sujeta mi móvil enseñándome el nombre de mi abuela, sonrió malicioso viendo que se me desfiguró la cara del susto, mi abuela debe estar hecha una furia porque no desayuné antes de salir de casa.
Es más, el muy hijo de puta contestó y presionó el altavoz, apoyando el móvil en la mesa junto a mí.
— ¿Dónde estás, chiquilla? Preparé el desayuno como todas las mañanas, te llamé, pero no respondiste, fui a ver tu cuarto y estaba vacío, la ventana abierta y la cama estirada ¿Cómo es posible que te fueras sin decir buenos días, jovencita? ¿Dónde están tus modales y tus promesas? ¿Qué fue lo que me prometiste hace años?
Me sonrojé.
El señor Engin hizo su mejor esfuerzo por no hacer ruido mientras se ríe.
— Abuela, yo...
— ¿Qué me prometiste, jovencita?
Insistío.
Suspiré.
— Jamás salir de la casa sin darle un beso de buenos días a la abuela — dije rendida— Lo sé abuela, y lo siento, es que salí temprano porque tengo muchos asuntos del trabajo que resolver y no quise despertarte.
— Saliste sin el auto, a mí no me haces tonta. No cenaste, cielo ¿Ahora no desayunas? Me preguntas a mí por mis medicamentos, pero ¿Te tomas los tuyos?
Intenté quitar los brazos para cortar la llamada, ya me arreglaría yo con ella después, pero al par de Vural que tengo en frente le parece muy divertido mi tortura, optando por sujetarme las manos para mantenerme en mi lugar.
— En el almuerzo, los tomé, luego no tomé más, hoy tampoco... pero pienso hacerlo, abuela.
— ¿Cómo? Los dejaste en casa.
Mentalmente me golpee la frente con la palma extendida.
— Lo solucionaré, abuela, lo juro, pero ahora de verdad tengo que irme.
— Quiero una fotografía de ti tomando tus medicamentos.
Exigió.
— Abuela...
— Nisa Laena Yildiz — me regañó y Can tuvo que cubrirse la boca para no reírse— Si no me envías una fotografía, iré a tu universidad cuando tú estés en clase y te haré pasar una vergüenza tan grande que jamás olvidarás cuidar de ti misma otra vez.
Suspiré.
— Ok abuela... te enviaré la foto —me rendí— La del desayuno y la del almuerzo, compraré mis medicinas.
— Y desayuna. Quiero una foto de tu desayuno, sé que siempre doble desayunas, el chiquillo este... ¿Cómo se llamaba? El que viene en ocasiones para el día de lasaña.
— Ese es Tansu, abuela. Mi compañero de trabajo.
Can dejó de sonreír y me miró curioso.
— Ese, ese — recordó— Él comenta que siempre desayunas lo mismo todos los días en la compañía, dobles desayunos es mejor que no comer nada, estas delgada, hija.
Tuve que aguantar su sermón y sus recomendaciones por casi quince minutos más, el señor Engin terminó de curarme los brazos y fue a preparar el café mientras Can me sujetaba las manos para que no pudiera cortar la llamada, yo ya estaba pensando si alcanzaría el móvil si intento apagarlo con la nariz, pero afortunadamente logré calmarla y cortó antes de seguir avergonzándome frente a mis jefes por hablar de más.
— Asya sigue siendo la misma mujer de siempre — sonrió Engin, llevándose la taza de café a la boca— Mentiste bien, se lo creyó.
— No entiendo varias cosas aquí ¿Qué es eso de las crisis y los medicamentos? ¿Estoy trabajando con una loca?
Ambos miramos mal al señor Can quien sigue con ese rostro de no entender nada, mirando con el ceño fruncido las marcas en las palmas de mi mano que me apresuré a ocultar, recogiendo los brazos, apoyando las manos en mi regazo.
— No estoy loca, Canalla.
— Loca, tozuda, mal hablada, una arpía — enumeró con sus dedos— Llorona, una mocosa que aún hace rabietas, incapaz de escuchar, una...
— Ya basta, los dos — nos regañó Engin— Tú — señalándome— Vístete.
Miré mis pintas con vergüenza, hasta ahora reparo en que voy casi desnuda... esto no debería pasar.
— Señor Engin... no tengo ropa.
Sonrojándome.
— ¿Qué hiciste al respecto? — preguntó el señor Engin al señor Can— Es tu secretaria, tú solucionas este tipo de cosas.
Presionó.
— No me a dado sus medidas, sigo esperando para que le traigan ropa.
Tomando una taza de café, observándome con desaprobación al igual que su padre.
— Ángel, tus medidas.
— ¿Ahora?
— Pues claro, no puedes quedarte así.
Con toda la vergüenza del mundo, les di mis medidas, y con esa información el señor Can hizo que me trajeran un buen montón de cosas para elegir mi vestimenta de hoy mientras el señor Vural padre pone frente a mí un ice coffee y un brownie, sabe lo que me gusta comer, lo respeta, y es más, supuso que los medicamentos no los tendría conmigo y me compró lo necesario, con eso, pude enviarle una foto a mi abuela en cuanto me vestí, leyendo su mensaje cariñoso y tranquilo.
El tiempo avanzó y llegó la hora de ir a la compañía, mi jefe el desabrido no me dejó poner música en su auto, ni siquiera habló sobre lo que pasó en su departamento, como si hubiese sido un mal sueño del que su padre lo despertó.
Y no es como si lo deseara, tengo para elegir, por lo mismo, fui con tres sujetos diferentes al ascensor de carga, le enseñé el dedo medio a la cámara que hasta ahora pensé que estaba mala porque no prende ninguna luz como las otras, y follé hasta que me cansé, yéndome a almorzar luego, enviándole las dichosas fotografías a mi abuela, regresando veinte minutos después a la oficina para terminar de orquestar la feria del libro, explicándole a mi jefe los proyectos en los que estamos trabajando, mostrándole la distribución en el archivador, enseñándole los contratos que difieren según el área en el que se desempeñan, permitiéndole quedarse para interactuar con las nuevas personas de la firma, bajando juntos hasta el piso de contabilidad para solucionar un par de problemas pequeños y luego por fin, llegó el horario de salida, agradecí a Leorio por llevarme el auto en ese momento y me fui directo a la universidad para alcanzar a tomar mis clases.
Carcajee en voz baja, molesta, viendo como una vez más me repelen mientras camino, consciente de la forma apresurada en la que se corren para no toparse conmigo ni por casualidad, consciente de las dos personas que me siguen de cerca, escoltas que el señor Engin hace que me sigan procurando que nada le pase a su ángel nunca.
No me detuve a comprar algo para merendar y fui directo al salón de clases, viendo como el lugar se llena y nadie se digna a ocupar los cuatro lugares vacíos en la fila que ocupo, siempre lo mismo, siempre sola, siempre esforzándome de más porque nadie quiere hacer sus trabajos conmigo debido al tatuaje que llevo en la muñeca, nadie quiere involucrarse con una chica que es parte de Las Águilas, menos si los señores Vural son como mi sombra... más bien, yo soy su sombra.
— Nisa, el señor Can.
Avisó uno de los hombres que me siguen, acercando su móvil para que tome la llamada.
— ¿Qué quieres? ¿Tienes otros siete expedientes para mí?
— No salgas de la universidad hasta que te lo diga y atiende el móvil cuando te llamo.
No suena nada contento ¿Y ahora qué pasó?
— Lo tengo cargando cerca del pizarrón ¿Qué ocurre?
— La policía hizo explotar mi casa, una de ellas, mi padre y yo estábamos dentro, me llamaron por teléfono luego y otras tantas propiedades sufrieron el mismo destino, autos que perdieron los frenos, sujetos heridos de bala, todo es... una mierda ahora mismo, así que no dejes la universidad hasta que vaya a buscarte.
— ¿El señor Vural?
— Bien, no te preocupes, y yo estoy bien también por si tienes la duda.
— Por mi que te mueras, no me importa, pero ahora debo irme ¿Y si le ocurre algo a mi abuela? Iré directo a casa.
— No te muevas de la universidad, Nisa.
— Jódete, no dejaré a mi abuela desprotegida.
Levantándome del asiento.
— Nisa, está vigilada y segura, si la sacas así como así, sabrá que algo pasa ¿Puedes confiar en mí por esta vez? Nada le va a ocurrir.
— No me digas Nisa.
Con el corazón latiéndome a mil por hora, asustada.
— Es tu nombre, Nisa, madura ¿Vas a obedecerme? Recuerda como son las cosas, yo ordeno, tu obedeces, así es como logramos mantener el equilibrio.
— ¿Me juras que Asya estará bien? Si me lo juras, te dejaré llamarme por mi nombre cuando no estemos en la oficina o estemos solos.
— Trato hecho, huesos, nada le va a pasar, y tú espérame en el mismo salón dónde debes estar ahora, donde haya bastante gente, estoy saliendo por ti, te quedarás con nosotros hoy, tu abuela estará más segura sin ti en la casa, confía.
— Está bien, lo que sea por Asya, puedo aguantarte por una noche.
— No me dejas llamarte por tu nombre, pero tú me tuteas ¿Es eso justo?
— No me interesa lo justo en estos momentos.
— Cómo sea, paso por ti en quince minutos.
Cortó la llamada y a mí no me quedó de otra que devolver el móvil a mi escolta e ir por el mío para estar al pendiente en caso de que algo sucediera, escuchando el comienzo de la clase sin dignarme a sacar los cuadernos o un lápiz al menos para tomar nota, viendo con aburrimiento al profesor, contando los minutos, viendo la puerta principal ser abierta justo cuando las manecillas del reloj de la pared contaron quince minutos exactos desde que me llamó, viendo al señor Can interrumpir la clase, asustando con su presencia al profesor que se calló de inmediato, mirándome así como me miran todos los que siempre hacen como si yo no existiera.
— Vamos, Nisa, no tendrás clases hoy.
Avisó mi jefe, extendiendo su mano hacia mí para que me apresurara.
— Sí señor.
Respondí intentando mantener cierto grado de formalidad con un superior, tomando mi bolso y echándomelo al hombro, comenzando a bajar las escaleras, consciente de que soy el centro de atención.
— Lo siento por la interrupción, profesor.
Me excusé parándome frente a él.
— No es problema, señorita Yildiz, si un Vural lo ordena, no se puede evitar.
Sonreí apenada y seguí mi recorrido hasta mi jefe, apoyando mi mano sobre la suya, siendo sacada del salón con rapidez, mis escoltas cerraron la puerta y caminaron tras nosotros en lo que yo quito mi mano y la limpio en su ropa.
— No vuelvas a hacer eso, me diste miedo ¿Qué fue eso de darme la mano, sucio idiota?
— Se le llama tener modales y prisa — tomándome la mano de nuevo— Eres muy lenta, si te tiro de la mano, caminas más rápido.
Acelerando el paso a propósito.
— Esa es una excusa muy barata para tocarme ¿Quedaste con ganas por lo de esta madrugada?
— Gracias a mi cara, mi cuerpo y mi posición, mujeres es lo que menos me falta, así que no te creas la gran cosa.
Ralentizando el paso de todas maneras para no llevarme a tirones.
— Voy en mi auto, te sigo — sonriéndole cuando me miró de reojo— Y por si queda la duda, mi cara, mi cuerpo y mi carisma hacen que todo idiota al que quiera, caiga redondito por mí, de seguro viste mi video de hoy en el ascensor, eres un voyerista que le encanta mirarme.
— No me encanta, Nisa.
— Lo viste.
— No te creas la gran cosa.
— Lo miraste por horas y te pusiste duro.
Carcajee bajo viéndolo arrastrarme hacia su propio auto.
— Oye... mi auto...
— Dale las llaves al personal, nos vamos en el mío.
— Pero quiero escuchar música, tú eres un aburrido.
— Te dejo usar el radio, ahora entrega las llaves.
Rodé los ojos y le di las llaves a mis escoltas, subiendo a su auto de mala gana, esperando a que se pusiera en marcha, colocando algo de música para aligerar el ambiente, sintiendo sus miradas furtivas cada tanto.
— ¿Qué?
Pregunté de mala gana, cruzada de brazos, mirándolo fijo.
— Deja de follar en el ascensor para que te vea.
— Antes de ayer ni siquiera sabía que me mirabas, no seas egocéntrico.
— Estoy seguro de que lo hiciste con intención el día de hoy, me enseñaste el dedo medio más veces de las que puedo contar.
— Corrección, se los enseñé a la cámara, si tú pasas pegado a la computadora esperando verme desnuda, es tu problema, ve a terapia.
— No me provoques, bien podría doblarte en ese ascensor y follarte hasta que comiences a respetarme, luego te haría ver ese video sentada sobre mis piernas mientras me empapas con tu coño, hoy estabas muy húmeda y apenas estaba comenzando, te sentí a través del pantalón.
Me sonrojé, apretando las piernas, ya sabía yo que no me libraría tan fácil de haber sido pillada.
— Lo dice quien estuvo duro la mayor parte del tiempo.
— Yo despierto duro, huesos, y aunque no lo esté, sigue marcándoseme en la ropa, no se puede evitar y no puedo ocultar algo que no quiere ser ocultado.
Su seguridad hace que me cosquillee el cuerpo, sin duda su aura dominante es mayor que la mía.
— ¡Cuidado!
Giré el manubrio con brusquedad al ver que los escoltas estaban cada vez más pegados a nosotros, acelerando y acelerando.
Mi jefe presionó el freno subiendo medio vehículo a la vereda, observando como mi auto cruzó con tal velocidad, saltándose un par de luces en rojo perdiendo luego el control, chocando de frente con otro auto, lamentablemente, quienes quedaron vivos, no tuvieron oportunidad de abandonar los autos, el mío terminó explotando, arrastrando al otro consigo, eyectando uno de los cuerpos hasta caer sobre el parabrisa de uno de los vehículos que cruzaba por su lado.
Una completa catástrofe.
— Mierda, sí que quisieron matarme, eso fue para mí.
Observando con rabia y temor lo sucedido, sintiendo el auto ponerse en movimiento otra vez.
— Vas a quedarte conmigo hasta que encontremos al causante de todo esto.
— Pero mi abuela...
— Dijiste que confiabas en mí, pues confía en que la mantendré segura.
— Si algo le sucede, voy a revelar todo lo que sé de ti, entregaré pruebas, seré testigo, cooperaré con la policía y luego me colgaré, así que cumple tu promesa y protégela.
— Es la segunda vez que me amenazas con delatarme ¿Debería matarte de inmediato, huesos?
Desvié la atención de su amenaza, escuchando mi móvil sonar, se trata de la abuela, no dudé en contestar.
— Hola Asya ¿Ya me extrañaste? Tengo algo importante que decir.
— Cariño, tu madre está aquí...
Sentí la sangre abandonarme el rostro, no quiero a esa mujer cerca de mi abuela, si esa mujer está en casa significa que él...
— Llévame a mi casa.
Clavando los dedos en el brazo de mi jefe.
— Nisa, olvida que...
— ¡Llévame a mi casa ahora! Es urgente maldita sea, es urgente, tengo que ir, será rápido, sólo... sólo llévame...
— Ok, maldita sea, ok, pero que sea rápido.
Regresé a la llamada escuchando de fondo la voz de mi madre, estaba cerca de mi abuela.
— Oye Asya, no me cortes, voy de camino, llegaré pronto.
— ¿Estás con alguien, cielo?
— Mi jefe, pero no es relevante ahora — lamiendo mis labios resecos— Asya ¿Él está ahí?
— Sí.
Respondió de forma seca, debe estar al pendiente de la conversación.
— Ok, abuela, escúchame —nerviosa— Ve a mi cuarto y escóndete ahí, cierra bien la puerta y bloquéala, yo estoy llegando, me faltan cinco minutos.
— Hay gente cuidando a tu abuela, los haré entrar, no te preocupes, Nisa, estás temblando.
Interrumpió Can, tomando su móvil, llamando mientras conduce con una mano.
— Abuela, escóndete — pedí— Sólo quiero asegurarme, hay gente que entrará a la casa, gente que está para cuidarte, así que no te asustes.
— Nisa, cariño, no entiendo nada...
— Abuela, por favor, hazme caso esta vez, te explicaré todo ¿Sí?
— Bueno... bueno... buscaré tus medicinas ¿Las dejaste en el cajón de siempre? Te he dicho que no las olvides, chiquilla olvidadiza, te enviaré una fotografía para que recuerdes el nombre y las compres por allá.
Una mentira piadosa, está mintiendo para salvarse.
De reojo miré a Can cortar la llamada luego de dar la orden de entrar a la casa y cuidar que "Ese hombre" cómo él definió, no la tocara en lo que llegamos nosotros.
Sé que Asya se va a poner como loca cuando vea quién es mi jefe, pero si eso la mantiene a salvo, no me importa que se enoje.
Ese maldito no puede lastimarla, y esa mujer que se hace llamar mi madre no puede tener el descaro de pisar mi casa con ese sujeto, voy a tener que darle una buena lección, e ir con Can Vural será más que suficiente para que no quiera volver a ir.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
BUENAS BUENAS BBCITAS!
AHORA NO SÉ SI QUIERO MÁS AL PADRE, AL HIJO O A AMBOS, SI QUIERO A NISA, SI ME GUSTA LEORIO, NO SÉ JAJAJAJA ME GUSTAN TODOS
QUÉ ESTÁ PASANDOOOOO
QUIÉN ESTÁ EXPLOTANDO COSAS Y HACIENDO QUE LOS AUTOS PIERDAN LOS FRENOS?!
QUIÉN ESTÁ CON LA ABUELA?
QUIEN ES "ÉL"
CAN Y NISA LLEGARÁN A TIEMPO?
QUÉ DIRÁ LA ABUELA?
ENGIN TE NECESITAMOOOOS, DADDY ENGIN!
NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO BEBAS
BESITOS EN LA COLAAA
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