xxxvi. dinasty

xxxvi. dinastía

El desayuno fue muy bullicioso en el Gran Comedor la mañana de la tercera prueba.

Llegó una lechuza para Electra llevándole su acostumbrado ejemplar de El Profeta. Lo desplegó, miró la primera página y escupió sin querer el zumo de calabaza que tenía en la boca.

—¿Qué...? —preguntó Margaery, mirándola.

—Nada —se apresuró a contestar ella, intentando retirar el periódico de la vista.

Pero Margaery lo cogió y miró el titular

HARRY POTTER, «TRASTORNADO Y PELIGROSO»

El muchacho que derrotó a El-que-no-debe-ser-nombrado es inestable y probablemente peligroso, escribe Rita Skeeter, nuestra corresponsal especial.

Recientemente han salido a la luz evidencias alarmantes del extraño comportamiento de Harry Potter que arrojan dudas sobre su idoneidad para competir en algo que exige tanto de sus participantes como el Torneo de los tres magos, e incluso para estudiar en Hogwarts.

Potter, como revela en exclusiva El Profeta, pierde el conocimiento con frecuencia en las clases, y a menudo se le oye quejarse de que le duele la cicatriz que tiene en la frente, vestigio de la maldición con la que Quien-ustedes-saben intentó matarlo. El pasado lunes, en medio de una clase de Adivinación, nuestra corresponsal de El Profeta presenció que Potter salía de la clase como un huracán, gritando que la cicatriz le dolía tanto que no podía seguir estudiando.

Es posible (nos dicen los máximos expertos del Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas) que la mente de Potter quedara afectada por el ataque infligido por Quien-ustedes-saben, y que la insistencia en que la cicatriz le sigue doliendo sea expresión de una alteración arraigada en lo más profundo del cerebro.

«Podría incluso estar fingiendo —ha dicho un especialista—. Podría tratarse de una manera de reclamar atención.»

Una cosa de lo más preocupante es que, al parecer, su propia hermana melliza, Margaery Potter, es su mayor víctima. Conocida en las cumbres de Camelot como "Margaery, la dulce", es, según sus compañeros en Hogwarts, manipulada por su hermano para hacerle creer de su inocencia ante todos los problemas en los que se ha metido.

Además, El Profeta ha descubierto hechos preocupantes relativos a Harry Potter que el director de Hogwarts, Albus Dumbledore, ha ocultado cuidadosamente a la opinión pública del mundo mágico.

«Potter habla la lengua pársel —nos revela Draco Malfoy, un alumno de cuarto curso de Hogwarts—. Hace dos años hubo un montón de ataques contra alumnos, y casi todo el mundo pensaba que Potter era el culpable después de haberlo visto perder los estribos en el club de duelo y arrojarle una serpiente a otro compañero. Pero lo taparon todo. También ha hecho amistad con hombres lobo y con gigantes. En nuestra opinión, sería capaz de cualquier cosa por conseguir un poco de poder.»

La lengua pársel, con la que se comunican las serpientes, se considera desde hace mucho tiempo un arte oscura. De hecho, el hablante de pársel más famoso de nuestros tiempos no es otro que el mismísimo Quien-ustedes-saben. Un miembro de la Liga para la Defensa contra las Fuerzas Oscuras, que no desea que su nombre aparezca aquí, asegura que consideraría a cualquier mago capaz de hablar en pársel «sospechoso a priori: personalmente, no me fiaría de nadie que hablara con las serpientes, ya que éstas son frecuentemente utilizadas en los peores tipos de magia tenebrosa y están tradicionalmente relacionadas con los malhechores». De forma semejante, añadió: «Cualquiera que busque la compañía de engendros tales como gigantes y hombres lobo parece revelar una atracción por la violencia.»

Albus Dumbledore debería tal vez considerar si es adecuado que un muchacho como éste compita en el Torneo de los tres magos. Hay quien teme que Potter pueda recurrir a las artes oscuras en su afán por ganar el Torneo, cuya tercera prueba tendrá lugar esta noche.

—Hija de puta —insultó Margaery, doblando el periódico—. Nunca había leído una mayor cantidad de estupideces como aquí.

Electra asintió.

—Sí... no suele prestarme mucha atención a mi asi que me salvo —pero Margaery notó que Electra decía eso con un poco de envidia—. Ningún medio me presta atención, de hecho.

—Pero, ¿no es eso mejor? —preguntó desconcertada—. Puedes hacer lo que quieras.

—No es mejor cuando tu hermana es la futura reina —repuso Electra, malhumorada.

—La mía lo es...

—Sí, pero tú no disfrutas de la atención —explicó ella—. Yo sí.

Margaery no decidió responder, pero su preocupación fue más que evidente. Sabía que Electra anhelaba por un poco de atención, había nacido en las sombras de su hermana y eso le molestaba de sobre manera, pero nunca se había quejado tan explícitamente de ello.

—¿Vamos al examen de Historia de la Magia? —le preguntó Electra, mirando su expresión—. Si no salimos ahora, vamos a llegar tarde.

—Sí, claro —asintió Margaery, terminando su jugo. Caminaron hasta el aula de Historia de la Magia sin apresurarse—. Recuerda; En 1752, la segunda rebelión duende ocurrió en Gran Bretaña. Fue debido a la mala organización contra esta rebelión, que el Ministro de Magia Albert Boot renunció. Su sucesor, Basil Flack, duró sólo dos meses en el cargo, renunciando cuando los duendes se aliaron con los hombres lobo. Hesphaestus Gore fue elegido entonces Ministro.

—Sí, Marg —le dijo Electra, sonriendo—. Ya lo sé.

Entraron al aula y luego de unos minutos el profesor Binns comenzó a repartir las hojas de los exámenes. Margaery encontró estos relativamente fáciles. Tenían preguntas tales como: ¿Cuál fue el desenlace de las Revoluciones Artúricas? ¿Quién fue Arthur VIII? o ¿Quién fue Alexander VII? También hablaba de las rebeliones duendes, pero Margaery sabía mucho sobre eso como para que se le hiciera difícil. Salió primera, luego de unos veinte o veinticinco minutos.

Margaery pasó el resto de la tarde en los jardines con Electra, Angelica y Alessia.

—De veras espero que Harry gane —murmuró Alessia.

Margaery sonrió y se convenció de que el odio de sus hermanos hacia la joven Pendragon, a quien Margaery ahora llamaba prima, estaba totalmente incorrecto desde cualquier punto de vista. Una hora más tarde, Alexander llegó y se llevó a Alessia muy rápidamente. A Margaery eso no le gustó nada, parecía preocupado y estaba pálido y agitado.

Volvieron al castillo para la comida.

—¡Tía Margaery! —exclamó Margaery, entrando al Gran Comedor.

Su tía, jovial y radiante como siempre, estaba sentada con Arya, Alyssane y Harry en la mesa de Gryffindor. Varias personas cuchicheaban alrededor del grupo de Pendragon. Su tía la abrazó fugazmente y la dejó que se sentara. Luego de unos minutos, Catherine, Ron, Victoria y Hermione llegaron y se sentaron con ellos.

—¿Trastornado y peligroso? —preguntó tía Margaery, frunciendo el ceño al leer el artículo de Skeeter—. Bueno, no podíamos esconderlo por mucho más. Le dije a tu madre que nunca debería haberse juntado con James. Muchos genes...

—¿Inquietos?

—¿Alborotadores?

—¿Hiperactivos?

Trataron de adivinar Alyssane, Harry y Margaery, respectivamente.

—Se acaban de describir a ustedes mismos —asintió Margaery Pendragon, haciendo que todos rieran.

En ese momento, Cedric llegaba a la mesa. Alyssane se levantó sonriente.

—Tía Margaery —anunció ella, tomándolo del brazo—. Él es Cedric... mi novio.

Margaery vio a Harry y Arya chocar los cinco por atrás de Alyssane. Aun asi, Margaery pensó que su tía no aprobaba a Cedric, dado que lo examinaba demasiado. Pero, luego de unos segundos, ella sonrió.

—Bienvenido a la familia, niño —Margaery vio a Cedric suspirar de alivio—. Trata de mantenerte alejado de los dragones.

—Tranquila, Su Alteza, no me voy a acercar a un dragón de nuevo jamás en mi vida.

Hubo más platos de lo habitual, pero Margaery, que empezaba a estar realmente nerviosa, no comió mucho. Cuando el techo encantado comenzó a pasar del azul a un morado oscuro, Dumbledore, en la mesa de los profesores, se puso en pie y se hizo el silencio.

—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Harry se levantó. A lo largo de la mesa, todos los de Gryffindor lo aplaudieron. En fila toda su familia abrazó a Harry, le desearon buena suerte y salió del Gran Comedor, con Cedric, Fleur y Krum.

—Si les llega a pasar algo voy a incendiar toda Inglaterra —prometió Alyssane, mirando como salían Cedric y Harry.

Cinco minutos después salieron hacia el campo de quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Mientras las gradas se ocupaban, el aire se llenaba de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.

—Merlín... nunca había estado tan nerviosa —susurró Victoria Britannia a un lado de Margaery.

Su grupo ocupaba toda la esquina de las tribunas; las dos Margaery, Alyssane, Arya, Angelica, Andrew, Edward, Françoise, Electra, Philip, Theo, Victoria, Catherine, Hermione y Ron. A Margaery le confortó muchísimo saber que, por más que se conocieran desde hace unos meses, todos, o la mayoría, se apoyaban entre sí.

Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:

—¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! —Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro—. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! —Más aplausos—. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons! ¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán Harry y Cedric! —dijo Bagman—. Tres... dos... uno...

Dio un fuerte pitido, y Harry y Cedric penetraron rápidamente en el laberinto. Margaery le apretó tan fuerte la mano a Andrew, quien estaba a su lado, que pensó que se la iba a romper.

—Perdón... —susurró.

Pero él solo sonrió y, en vez de soltarle la mano, le dio otro apretón un poco más suave. No llevaba la cuenta de la cantidad de veces que le había pedido perdón a Andrew cuando apretaba su mano muy fuerte.

—Deja de pedir perdón —le dijo él en tono juguetón—. No tienes tanta fuerza como para lastimarme...

—Igual —susurró ella—, perdón...

Y la cosa que hizo seguido a eso la hizo sonrojarse aún más. Pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia él. A Margaery eso le dio la sensación de paz más potente que había tenido en mucho tiempo.

—Hay casi cero probabilidades de que tu hermano no gane —le susurró—. Ese desgraciado sale vivo de todo.

Lo último hizo reír a Margaery.

Habían pasado aproximadamente quince minutos desde que había empezado la tercera prueba cuando un grupo de unos cinco hombres, vestidos en trajes de negro subían por las escaleras de las gradas. Margaery notó que se veían demasiado imponentes y serios, mas de lo que a Margaery le hubiera gustado ver.

—Ay, no. Nunca es bueno cuando vienen en grupo —murmuró Victoria.

—Victoria —llamó Electra, que estaba arriba de ellas—. ¿Qué ese no es Richard Barlowe? Del séquito del rey...

—No conozco a nadie del séquito... pero seguro estás mal —contestó Victoria, frunciendo el ceño.

—Sus Altezas —los cinco hombres se reverenciaron ante las princesas—. Me han pedido que la escolte al palacio. Con los príncipes de Francia.

Margaery miró a los hermanos Valois-Orleans, que parecían tan confundidos como Victoria.

—¿Y... —comenzó Electra— no tendría que ir yo también...?

—Lo siento, Alteza —se disculpó el mismo hombre—. Tenemos órdenes de llevar a la Princesa Heredera, al Príncipe Real y al príncipe Theodore.

Electra asintió pero Margaery no la vio muy convencida, al contrario, parecía más indecisa que nunca. Victoria, Theodore y Philip se fueron de las gradas, aunque Victoria puso mucha resistencia dado que quería quedarse hasta el final de la prueba.

—No puede ser —renegó Electra, que ahora estaba sentada a un lado de Margaery—. Soy la hija de los reyes. No me pueden dejar aquí mientras llevan a mi hermana.

—Seguro que todo está bien —le dijo Margaery separándose, con mucho pesar, de Andrew.

—No, Marg —negó Electra con la cabeza—. El séquito del rey solo se encuentra con el heredero cuando... —Electra se detuvo, pero a Margaery no le hicieron falta más palabras.

Margaery abrazó a Electra, tratando de convencerla de que se había equivocado y que todo estaba bien.

Pero, claramente, nada estaba bien. Cinco minutos después, la profesora McGonagall se acercó a tía Margaery y le susurró algo, aparentemente gravísimo porque la cara de preocupación, enojo y tristeza de su tía era algo que Margaery no había visto jamás.

—¿Tía Margaery? —preguntó Arya, mirándola. Alyssane estaba muy preocupada mirando el laberinto como para escuchar—. ¿Qué pasó?

Su tía habló muy bajo, pero fue suficiente como para que Margaery escuchara.

—Operación Paso de Ynys Witrin.

A Margaery se le cayó la vida. Literalmente.

Se sentía muerta inclusive si ella no había muerto. Alguien más lo había hecho...

El rey de Camelot estaba muerto y eso, irremediablemente, hacía a su hermana reina.

Sentía un dolor de cabeza que la empezaba a inundar desde el centro de su cerebro. Estaba como dormida, como en una nube.

Arya tenía la misma expresión, pero peor. Examinaba todo a su alrededor, desde el laberinto hasta el palco de los jurados. El primer ministro británico había desaparecido, tal como la profesora McGonagall y el profesor Dumbledore.

—Alyssane —anunció Arya, levantándose—. Te tengo que sacar de aquí. Vámonos.

—No me voy a ir —sentenció Alyssane—. Mi novio y mi hermano menor están en esa cosa. No sé cuando van a salir y tengo que estar aquí.

—Alyssane Pendragon —advirtió Arya, de nuevo—. Vámonos ya.

Margaery notó el uso de "Pendragon" y no "Potter", otro indicio de que algo terrible estaba pasando.

—No.

Tía Margaery se le acercó para murmurarle algo más, que hizo que Alyssane tomara una expresión parecida a la que Margaery debía estar teniendo.

—¿Le dijo Pendragon? —le susurró Andrew.

Margaery, con un nudo en el estómago y con los ojos llenándose de lágrimas, asintió y le tomó la mano. Alyssane no dijo nada más, pero al parecer había aceptado irse, porque bajó entre Arya y tía Margaery.

—Marg, cielo, cuando tu hermano salga vayan inmediatamente con Dumbledore. Si no vas con él te quedas aquí —y acto seguido le besó la coronilla y bajó con sus sobrinas.

—He tenido suficiente —murmuró Electra, dos segundos después—. Voy a buscar a mi hermana.

Claramente, eran las únicas dos que creían que estaba algo mal. Andrew si bien las miraba confundido, pero los demás las miraban ocasionalmente y volvían su vista hacia el laberinto.

—Voy contigo —dijo Margaery, parándose. Vio la mirada de Andrew, advirtiéndole que se quedara pero ella decidió ignorarla—. Estaré bien... dile a Harry...

—Irá con Dumbledore, te lo aseguro —le prometió él.

Margaery logró sonreírle y acto seguido bajó con Electra, que se murmuraba a ella misma: "todo está bien, todo está bien". Pero a Margaery no le parecía que nada iba a estar bien. Tenía un nudo en el estómago y en la garganta, que no le permitía hablar bien. El sentimiento de estar muerta seguía ahí, pero Margaery supuso que era solo por el simple hecho de estar pasando tantísimos nervios.

—Deben estar en la oficina de Dumbled... —y justo en ese momento, cortando la oración de Electra, Margaery soltó un quejido.

Tenía un dolor insoportable en el brazo derecho, toda la manga de la túnica empapada de algo que la hacía más oscura y que le caía hasta las manos. Estaba sangrando y se había cortado con, aparentemente, la nada misma. No había nada al alcance con la capacidad de cortarla de esa manera, pero lo cierto era que el corte estaba ahí y dolía más de lo que Margaery había sentido en mucho tiempo.

—¿Estás bien? —preguntó Electra, corriendo a su lugar.

—Sí, sí —asintió Margaery—. Ve con Victoria yo iré con Madame Pomfrey...

—¿Estás segura?

—Ve, Lectra. Es solo un corte

Electra dudó unos segundos pero terminó por irse corriendo hacia el despacho del director. Margaery suspiró y se llevó una mano al corte, manchándose la mano izquierda de sangre. Luego, jadeando de dolor, caminó hasta la tienda de Madame Pomfrey de vuelta en el campo de quidditch. Pero cuando llevaba unos metros recorridos, algo la impactó y la hizo olvidar todo. Excepto de una cosa.

"Entra al laberinto y mata a Cedric Diggory"

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