xxiv. love's eyes
xxiv. ojos de amor
—¡No me lo puedo creer! —exclamó Margaery asombrada cuando los alumnos de Hogwarts, formados en fila, volvían a subir la escalinata tras la comitiva de Durmstrang—. ¡Krum, Electra! ¡Viktor Krum!
—No es más que un jugador de quidditch —dijo Hannah, detrás de ellas.
—¿Nada más que un jugador de quidditch? —repitió Susan, mirándola como si no pudiera dar crédito a sus oídos—. ¡Es uno de los mejores buscadores del mundo!
Cuando volvían a cruzar el vestíbulo con el resto de los estudiantes de Hogwarts, de camino al Gran Comedor, Margaery vio a Lee Jordan dando saltos en vertical para poder distinguir la nuca de Krum. Unas chicas de sexto revolvían en sus bolsillos mientras caminaban.
—¡Ah, es increíble, no llevo ni una simple pluma! ¿Crees que accedería a firmarme un autógrafo en el sombrero con mi lápiz de labios?
Los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Hufflepuff y observaban el Gran Comedor con expresión crítica, cosa que desanimo a Margaery y Susan porque eso significaba que los de Durmstrang ya no se sentarían con ellos.
—Menos mal que se sentaron los franceses aquí... —murmuró Electra, por más que el grupo francés estuviera a un lado de ella.
La verdad es que Electra tenía razón. No solo los hombres, pero las mujeres también gozaban de una belleza superior, y por mucho, a los de Durmstrang. La mayoría eran rubios, otros pelirrojos. Entre el grupo de pelirrojos vio a dos que conocía; Alessia y, por desgracia, Alexander Pendragon. La menor de los dos saludo a Margaery sacudiendo la mano y con una sonrisa, antes de que su hermano se la bajara y mirara a Margaery con una cara que le costó reconocer. No sabía si era lástima o molestia. Entrecruzados estaban dos chicos que saludaban a Electra, Margaery supuso que eran los príncipes de Francia y en frente de ellos estaba alguien a quien Margaery conocía muy bien; Angelica Knight, quien estaba sentada al lado de Alessia, y justo al otro lado de la mesa sus primos; Edward y, a Margaery se le había formado un nudo en el estómago de la emoción, Andrew.
—Pst, Angie —había tratado de llamar su atención.
—¡Hola, Marg! —saludo Angelica con una sonrisa.
Habiendo entrado todos los alumnos en el Gran Comedor y una vez sentados a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos. Los últimos en la fila eran el profesor Dumbledore, el profesor Karkarov, la princesa Eleanor y Madame Maxime. Al ver aparecer a su directora y subdirectora, los alumnos de Beauxbatons, excepto uno de los dos que conocía a Electra, se pusieron inmediatamente en pie. Algunos de los de Hogwarts se rieron. El grupo de Beauxbatons no pareció avergonzarse en absoluto, y no volvió a ocupar sus asientos hasta que la princesa Eleonor se hubo sentado a la izquierda de Madame Maxime.
—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes —dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros—. Es para mí un placer daros la bienvenida a Hogwarts. Deseo que vuestra estancia aquí os resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.
Una de las chicas de Beauxbatons, que seguía aferrando la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.
—Vamos, Fleur. No seas asi... hay que sacarle provecho a Gran Bretaña. Quizás te encontremos a alguien —dijo Andrew en un indiscutible francés con acento bretón. El grupo alrededor de ellos rio en voz muy baja y a Margaery se le escapó una sonrisita.
—El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete —explicó Dumbledore—. ¡Ahora os invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvierais en vuestra casa!
Como de costumbre, las fuentes que tenían delante se llenaron de comida. Los elfos domésticos de las cocinas parecían haber tocado todos los registros. Ante ellos tenían la mayor variedad de platos que Margaery hubiera visto nunca, incluidos algunos que eran evidentemente extranjeros.
—¿Qué es esto? —dijo Susan, señalando un pequeño plato con algo parecido a una mayonesa, pero naranja
—Seguramente rouille —dijo Electra.
—Ah... si, claro. Obvio —respondió Susan, irónica, dejando el plato de rouille de lado.
El Gran Comedor parecía mucho más lleno de lo usual, aunque había tan sólo unos veinte estudiantes más que de costumbre. Quizá fuera porque sus uniformes, que eran de colores diferentes, destacaban muy claramente contra el negro de las túnicas de Hogwarts. Una vez desprendidos de sus pieles, los alumnos de Durmstrang mostraban túnicas de color rojo sangre. Mientras que las de los Beauxbatons eran azul pálido.
Margaery escuchó una pequeña discusión en francés. Hablaban francés, pero Margaery apostaba que eran de Camelot. Por lo que Margaery entendió, estaban discutiendo sobre pedir algo a alguien.
—Eso es ratatouille, ¿verdad? —pregunto Hannah, señalado un plato.
—Así es —asintió Margaery e iba añadir más, pero un carraspeo, algo tímido, la interrumpió.
—Val... —era Andrew. El corazón de Margaery saltó de la emoción, aunque también podría haber sido por los nervios—. Pasame la rouille... por favor.
Electra la miro confundida, seguramente por el apodo.
Margery la ignoró y agarró el plato de rouille para pasárselo al chico.
—Ahí tienes —le sonrió Margaery. Andrew murmuró gracias y, sin moverse mucho, le pasó la rouille a Alexander Pendragon. Margaery miró al rubio con reproche—. Si hubiese sabido que era para él no se la hubiera pasado.
—Es que es un poco cobarde —respondió Andrew, como si no quisiera ser regañado por Margaery.
—¿Solo un poco? Si hubiese querido se la hubiese pasado —argumento Margaery, de nuevo
—Yo estaba más cerca —se defendió Andrew, dudoso
—No lo defiendas —dijo Margaery, aunque sonaba más como un reto.
—No lo defiendo —dijo él, de nuevo como si estuviera evitando el regaño por parte de Margaery.
Margaery levantó una ceja en incredulidad y se dio la vuelta, al mismo tiempo que Andrew se enderezaba.
—¿Quién es? —preguntó Electra, mirándolo de reojo.
—Andrew Knight —respondió Margaery, rápidamente—. Lo conocí en vacaciones.
—¿Fuiste a Francia? —cuestionó, con asombro.
—Fui a Kermes —al ver la cara de confusión de Electra, añadió:— es una ciudad libre de Camelot. Pero no lo conocí ahí, lo conocí en la casa de esa chica que ves allá. No Alessia, Alyssane y mi tía me matan antes, la castaña. Se llama Angelica y es prima de Andrew, con quien estaba hablando recién.
—Pues no se quien es mas lindo. Si él o su prima —soltó Electra, haciendo reír a Margery.
El primer pensamiento que se le vino a la cabeza fue "Andrew. Mil veces".
—Pues seguro que Margaery lo elige a él —dijo Susan, señalándola con la cuchara—. ¿No has visto como lo mira?
—¿Cómo lo miro? ¿Con los ojos? —ironizó Margaery, un poco roja.
—Ojos de enamorada —corrigió Hannah con una sonrisita.
—¿Podrían hacerme el favor de bajar la voz? ¡Está sentado a un lado de nosotras! —protesto Margaery en un susurro, mientras sus amigas reían
Margaery y Electra fueron a buscar a Angelica y uno de los príncipes de Francia, respectivamente, aunque solo la princesa británica obtuvo resultados porque Margaery tuvo que esperar un tanto más para ver a su amiga. En cambio se encontró con Alexander, quien no parecía muy conforme con intercambiar más palabras con Margaery que un simple saludo.
—Prima.
—Alexander, hola —saludó Margaery con una pequeña sonrisa. No quería hablarle mucho más, temiendo que su hermana o prima los vieran, pero se armó de valor y le habló una vez más—. ¿C-cómo estás?
Alexander la miró, un tanto sorprendido. No era como si ellos dos hubiesen sido los grandes amigos o se hubiesen llevado del todo bien pero se toleraban el uno al otro. Inclusive hubo un tiempo en el que podían considerarse amigos pero eso fue hasta que Alexander le dejara de hablar y la tratara como trataba al resto de sus primos, horriblemente. Luego se habían mudado a Tintagel y Margaery casi no había tenido oportunidades de verlo.
—Lo mejor que puedo estar en este... castillo —comentó Alexander, con desagrado—. Si es que se puede llamar castillo.
—Está en mejores condiciones que el de Lyonesse —trató de bromear Margaery.
—Todo está en mejores condiciones que Lyonesse —respondió Alexander, con una pequeña sonrisa que se veía más por obligación que por otra cosa. Margaery lo vio dudar un tanto antes de que le preguntara—. ¿Cómo estás tú?
—Bien —sonrió Margaery, asintiendo—. No sabía que estudiabas en Beauxbatons. Pensé que te instruían en casa.
—¿Y quedarme con mis padres? —ironizó el muchacho—. No, gracias.
—Me imagino...
—¿Eso era todo? —preguntó Alexander, con un deje de irritación.
Margaery abrió la boca para replicar mordazmente pero algo dentro de ella la hizo calmarse
—Solo quería saber cómo estabas —farfulló Margaery.
—Nunca te has mostrado muy interesada en eso —replicó Alexander, fingiendo confusión.
—Mentira —se defendió Margaery—. Hubo un punto en que sí. Consideraba que éramos amigos y sí me im...
—Pues consideraste mal —la interrumpió Alexander—. Porque si me hubieses considerado tu amigo habríamos seguido en contacto. Y claramente no fue así.
—Porque tú decidiste que no fuera así —espetó Margaery.
—¿Así que ahora es mi culpa? —inquirió él, con una ceja alzada.
—Pues sí, lo es —respondió ella, que estaba colorada.
Alexander sonrió, irónicamente y se dió media vuelta.
—Que tengas buen día, corazón.
Y, aunque Margaery quería decir algo, toda réplica (inclusive un básico "espera") murió en su lengua.
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