xiv. the dog, the cat and the rat (and a broken leg)


xiv. el perro, el gato y la rata (y una pierna rota)



A Margaery se le quedó la mente en blanco a causa de la impresión. Los cinco se habían quedado paralizados. Los últimos rayos del sol arrojaron una luz sanguinolenta sobre los terrenos, en los que las sombras se dibujaban muy alargadas. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.

—¡Hagrid! —susurró Harry. Sin pensar en lo que hacía, fue a darse la vuelta, pero Ron y Hermione lo cogieron por los brazos.

—No podemos —dijo Ron, blanco como una pared—. Se verá en un problema más serio si se descubre que lo hemos ido a visitar...

Alyssane respiraba floja e irregularmente.

—¿Cómo... han podido...? —preguntó jadeando, como si se ahogase. En la última oración, Margaery noto un deje de enojo—. ¿Cómo han podido?

—Vamos —dijo Ron, tiritando.

Reemprendieron el camino hacia el castillo, andando muy despacio para no descubrirse. La luz se apagaba. Cuando llegaron a campo abierto, la oscuridad se cernía sobre ellos como un embrujo.

—Scabbers, estate quieta —susurró Ron, llevándose la mano al pecho. La rata se retorcía como loca. Ron se detuvo, obligando a Scabbers a que se metiera del todo en el bolsillo—. ¿Qué te ocurre, tonta? Quédate quieta... ¡AY! ¡Me ha mordido!

—¡Ron, cállate! —susurró Hermione—. Fudge se presentará aquí dentro de un minuto...

—No hay manera.

Scabbers estaba aterrorizada. Se retorcía con todas sus fuerzas, intentando soltarse de Ron.

—¿Qué le ocurre?

Pero Margaery acababa de ver a Crookshanks acercándose a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando pavorosamente en la oscuridad. Margaery no sabía si el gato los veía o se orientaba por los chillidos de Scabbers.

—¡Crookshanks! —gimió Hermione—. ¡No, vete, Crookshanks! ¡Vete!

Pero el gato se acercaba más...

—Scabbers... ¡NO!

Demasiado tarde... La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor, y antes de que los demas pudieran detenerlo, Ron se salió de la capa y se internó en la oscuridad.

—¡Ron! —gimió Hermione.

Ella, Harry, Margaery y Alyssane se miraron y lo siguieron a la carrera. Era imposible correr a toda velocidad debajo de la capa, así que se la quitaron y la llevaron al vuelo, ondeando como un estandarte mientras seguían a Ron. Oían delante de ellos el ruido de sus pasos y los gritos que dirigía a Crookshanks.

—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...

Oyeron un golpe seco.

—¡Te he atrapado! La tengo, Ron.

Harry y Hermione casi chocaron contra Alyssane. Y Ron y Margaery con Harry y Hermione. Alyssane estaba tendida en el suelo. Le entregó a Scabbers y Ron sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.

—Vamos, Ron, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un minuto.

Pero antes de que pudieran volver a taparse, antes incluso de que pudieran recuperar el aliento, oyeron los pasos de unas patas gigantes. Algo se acercaba a ellos en la oscuridad: un enorme perro negro de ojos claros.

Margaery quiso coger la varita, pero era ya demasiado tarde. El perro había dado un gran salto y sus patas delanteras le golpearon en el pecho a Harry, que cayó de espaldas, con un fardo de pelo.

Pero el empujón lo había llevado demasiado lejos. Se apartó rodando. Aturdido, sintiendo como si le hubieran roto las costillas, trató de ponerse en pie.

Ron se levantó. Cuando el perro volvió a saltar. Alyssane y Ron empujaron a Harry hacia un lado y el perro mordió el brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo. Alyssane agarró a Ron por la pierna, pero aún así, el can los llevaba a ambos.

Entonces, algo surgido de no se sabía dónde golpeó a Margaery tan fuerte en la cara que la derribarlo. Oyó a Hermione y Harry chillar de dolor y caer también. Margaery manoteó en busca de la varita, parpadeando para quitarse la sangre de los ojos.

—¡Lumos! —susurró.

La luz de la varita iluminó un grueso árbol. Habían perseguido a Scabbers hasta el sauce boxeador, y sus ramas crujían como azotadas por un fortísimo viento y oscilaban de atrás adelante para impedir que se aproximaran.

Al pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y a Alyssane y metiéndolos por un hueco que había en las raíces. Ambos luchaban denodadamente, pero sus cabezas y sus torsos se estaban perdiendo de vista.

—¡Lys! ¡Ron! —gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible trallazo que lo obligó a retroceder.

Lo único que podían ver ya de Alyssane era la pierna con la que se había enganchado en una rama para impedir que el perro los arrastrase. Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo. La pierna de Alyssane se había roto y el pie desapareció
en aquel momento.

—Harry, Margaery tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ella también sangraba. El sauce le había hecho un corte en el hombro.

—¡No! ¡Este ser es lo bastante grande para comérselos! ¡No tenemos tiempo!

—No conseguiremos pasar sin ayuda.

Otra rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.

—Si ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Margaery, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.

—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin
moverse del sitio—. ¡Por favor...!

Crookshanks dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco. De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.

—¡Crookshanks! —gritó Hermione, dubitativa—. ¿Cómo sabía...?

—Es amigo del perro —dijo Harry con tristeza—. Los he visto juntos... Vamos.
Tengan la varita a punto.

En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola de brocha. Margaery lo siguió. Entró a gatas, metiendo primero la cabeza, y se deslizó por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo. Crookshanks estaba ya lejos de él y sus ojos brillaban a la luz de la varita de
Margaery. Un segundo después, entraron Harry y Hermione.

—¿Dónde están Alyssane y Ron? —le preguntó con voz aterrorizada.

—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada,
siguiendo a Crookshanks.

—¿Adónde irá este túnel? —le preguntó Hermione, sin aliento.

—No sé... Está señalado en el mapa del merodeador, pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca. Se sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade...

Avanzaban tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks. El pasadizo no se acababa. Parecía tan largo como el que iba a Honeydukes. Lo único en que podía pensar Margaery era en Alyssane y en lo que le podía estar haciendo el perrazo... Al correr agachada, le costaba trabajo respirar y le dolía...

Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear, y Crookshanks había desaparecido. En vez de ver al gato, Margaery veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura.

Se detuvieron jadeando, para coger aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura. Levantaron las varitas para ver lo que había al otro lado.

Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.

 
Harry miró a Margaery, que parecía muy asustada, pero asintió con la cabeza. Harry salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras. Hermione volvió a cogerse del brazo de Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas tapadas.

—Harry, Margaery —susurró—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.

Margaery miró a su alrededor. Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios trozos y una pata.

—Eso no lo han hecho los fantasmas —observó.

En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo.

Tan en silencio como pudieron, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había dejado una estela
ancha y brillante.

Llegaron hasta el oscuro descansillo.

—Nox —susurraron a un tiempo, y se apagaron las luces de las varitas.

Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro.

Sosteniendo la varita ante sí, Margaery abrió la puerta de una patada. Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al verlos. En el suelo, a su lado, sujetándose la pierna que sobresalía en un ángulo anormal, estaba Alyssane y detrás de ella, como si lo estuviera protegiendo, estaba Ron. Harry, Hermione y Margaery se les acercaron rápidamente.

—¡Lys! ¡Ron!, ¿se encuentran bien?

—¿Dónde está el perro?

—No hay perro —gimió Alyssane. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, Margaery, atrás mío. Hermione, tu igual.

—¿Qué...?

—Esto es una trampa... Él es el perro. Es un animago...

Ron miraba por encima del hombro de Harry. Harry y Margaery se dieron la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras ellos.

Una masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los codos. Si no le hubieran
brillado los ojos en las cuencas profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. La piel de cera estaba tan estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Una mueca dejaba al descubierto sus dientes amarillos. Era Sirius Black.

—¡Expelliarmus! —exclamó, dirigiendo hacia ellos la varita de Alyssane.

Las varitas que empuñaban Harry, Margaery Hermione saltaron de sus manos, y Black las recogió. Dio un paso hacia ellos, con los ojos fijos en Harry.

—Pensé que vendrías a ayudar a tu amigo —dijo con voz ronca. Su voz sonaba como si no la hubiera empleado en mucho tiempo—. Tu padre habría hecho lo mismo por mí. Habéis sido muy valientes por no salir corriendo en busca de un profesor. Muchas gracias. Esto lo hará todo mucho más fácil...

Margaery oyó la burla sobre su padre como si Black la hubiera proferido a voces. Notó la quemazón del odio, que no dejaba lugar al miedo.

Harry se adelantó, pero algo se movió a sus costados, y dos pares de manos lo sujetaron y lo hicieron retroceder.

—¡No, Harry! —exclamó Hermione, petrificada.

Alyssane, sin embargo, se dirigió a Black:

—Si quieres matar a Harry, tendrás que matarme a mi primero —dijo con fiereza, aunque el esfuerzo que había hecho para levantarse la había dejado aún más pálida de lo que ya era.

Algo titiló en los ojos sombríos de Black.

—Échate —le dijo a Alyssane en voz baja— o será peor para tu pierna.

—¿Me escuchaste? —dijo Alyssane, apoyándose en Harry para mantenerse en pie—. Tendrás que matarme.

—Sólo habrá un asesinato esta noche —respondió Black, acentuando la mueca.

—¿Por qué? —preguntó Harry, tratando de soltarse de Ron y de Hermione—. No le importó la última vez, ¿a que no? No le importó matar a todos aquellos muggles al mismo tiempo que a Pettigrew... ¿Qué ocurre, se ha ablandado usted en Azkaban?

—¡Harry! —reprimió Margaery—. ¡Cállate!

—¡ÉL MATÓ A NUESTROS PADRES! —gritó Harry.

Y haciendo un último esfuerzo se liberó de Ron y de Hermione, y se lanzó. Había olvidado la magia. Había olvidado que era bajito y poca cosa y que tenía trece años, mientras que Black era un hombre adulto y alto.

Tal vez fuera por la impresión que le produjo ver a Harry cometiendo aquella necedad, pero Black no levantó a tiempo las varitas. Harry sujetó por la muñeca la mano libre de Black, desviando la orientación de las varitas. Tras propinarle un puñetazo en el pómulo, los dos cayeron hacia atrás, contra la pared.

Hermione, Margaery y Ron gritaron. Vieron un resplandor cegador cuando las varitas que Black tenía en la mano lanzaron un chorro de chispas que por unos centímetros no dieron a Harry en la cara. Harry sintió retorcerse bajo sus dedos el brazo de Black, pero no lo soltó y golpeó con la otra mano. Pero Black aferró con su mano libre el cuello de Harry.

—No —susurró—. He esperado demasiado tiempo.

Apretó los dedos. Harry se ahogaba. Las gafas se le habían caído hacia un lado.
Entonces vio el pie sano de Alyssane, salido de no se sabía dónde. Black soltó a Harry profiriendo un alarido de dolor. Margaery se arrojó sobre la mano con que Black sujetaba la varita y Harry oyó un débil tintineo.

Se soltó del nudo de cuerpos y vio su propia varita en el suelo. Se tiró hacia ella, pero...

—¡Ah!

Crookshanks se había unido a la lucha, clavándole las zarpas delanteras en el
brazo. Harry se lo sacudió de encima, pero Crookshanks se dirigió como una flecha hacia la varita de Harry.

—¡NO! —exclamó Harry, y propinó a Crookshanks un puntapié que lo tiró a un lado bufando. Harry recogió la varita y se dio la vuelta.

—¡Apartaos! —gritó a Alyssane y a Margaery.

—¿Estás loco? —preguntó la mayor, casi desvaneciéndose del dolor.

Sin embargo, Margaery, sin aliento y con sangre en el labio, se hizo a un lado, recogiendo su varita y entregándole a Alyssane la suya.

Black yacía de cualquier manera junto a la pared. Su estrecho tórax subía y bajaba con rapidez mientras veía a Harry aproximarse muy despacio, apuntándole directamente al corazón con la varita.

—¿Vas a matarme, Harry? —preguntó.

 
Harry se paró delante de él, sin dejar de apuntarle con la varita, y bajando la vista para observarle la cara. El ojo izquierdo se le estaba hinchando y le sangraba la nariz.

—Usted mató a mis padres —dijo Harry con voz algo temblorosa, pero con la
mano firme.

Black lo miró fijamente con aquellos ojos hundidos.

—No lo niego —dijo en voz baja—. Pero si supieras toda la historia...

—¿Toda la historia? —repitió Harry, con un furioso martilleo en los oídos—. Los entregó a Voldemort, eso es todo lo que necesito saber.

—Tienes que escucharme —dijo Black con un dejo de apremio en la voz—. Lo
lamentarás si no... si no comprendes...

—Comprendo más de lo que cree —dijo Harry con la voz cada vez más temblorosa—. Usted no la ha oído nunca, ¿verdad? A mi madre, impidiendo que Voldemort me matara... Y usted lo hizo. Lo hizo...

Antes de que nadie pudiera decir nada más, algo canela pasó por delante de Harry como un rayo. Crookshanks saltó sobre el pecho de Black y se quedó allí, sobre su corazón. Black cerró los ojos y los volvió a abrir mirando al gato.

—Vete —ordenó Black, tratando de quitarse de encima al animal. Pero
Crookshanks le hundió las garras en la túnica.

Pasaron unos segundos y Harry seguía inmóvil, con la varita en alto. Black lo
miraba fijamente, con Crookshanks sobre el pecho y Alyssane atrás, que se mantenía de pie milagrosamente. Margaery parecía estar a punto de vomitar. Hermione permanecía en silencio.

Y entonces oyeron algo que no habían oído hasta entonces. Unos pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.

—¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! —gritó Hermione de pronto—. ¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE PRISA!

Black sufrió tal sobresalto que Crookshanks estuvo a punto de caerse. Harry apretó la varita con una fuerza irracional. Y Alyssane apuntó la suya hacia la puerta. Pero los pasos que subían las escaleras se oían cada vez más fuertes.

La puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Harry se volvió cuando Remus entró en la habitación como un rayo, tenía la cara exangüe, y la varita levantada y dispuesta. Miró a Ron, a Hermione, a Margaery,  a Alyssane, a Harry, que
no dejaba de apuntar a Black con la varita; y al mismo Black, desplomado a los pies de Harry y sangrando.

—¡Expelliarmus! —gritó Remus.

—¡Protego! —gritó Alyssane.

La varita de Harry salió volando de su mano. También lo hicieron la de Hermione, Ron y Margaery. Pero Alyssane mantuvo la suya. Articuló con los labios un simple "no te atrevas". Remus cogió todas hábilmente y luego penetró en la habitación, mirando a Black, que todavía tenía a Crookshanks protectoramente encaramado en el pecho.

Entonces habló Remus, con una voz extraña que temblaba de emoción contenida:

—¿Dónde está, Sirius?

Margaery miró a Remus. No comprendía qué quería decir. ¿De quién hablaba? Se volvió para mirar de nuevo a Black, cuyo rostro carecía completamente de expresión. Durante unos segundos no se movió. Luego, muy despacio, levantó la mano y señaló a Ron. Desconcertado, Margaery se volvió hacia el sorprendido Ron.

—Pero entonces... —murmuró Lupin, mirando tan intensamente a Black que parecía leer sus pensamientos—, ¿por qué no se ha manifestado antes? A menos que... —De repente, los ojos de Lupin se dilataron como si viera algo más allá de Black, algo que no podía ver ninguno de los presentes— ...a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras... sin decírmelo...

Muy despacio, sin apartar los hundidos ojos de Lupin, Black asintió con la
cabeza.

—Remus, ¿qué pasa? —interrumpió Harry en voz alta—. ¿Qué...?

Pero no terminó la pregunta, porque lo que vio la dejó mudo. Lupin bajaba la
varita. Un instante después, se acercó a Black, le cogió la mano, tiró de él para
incorporarlo y para que Crookshanks cayese al suelo, y abrazó a Black como a un hermano.

Margaery se sintió como si le hubieran agujereado el fondo del estómago.

—¡NO LO PUEDO CREER! —gritó Hermione.

Lupin soltó a Black y se volvió hacia ella. Hermione se había levantado del suelo y señalaba a Lupin con ojos espantados.

—Usted... usted...

—Hermione...

—¡... usted y él!

—Tranquilízate, Hermione.

—¡No se lo dije a nadie! —gritó Hermione—. ¡Lo he estado encubriendo!

—¡Hermione, escúchame, por favor! —exclamó Lupin—. Puedo explicarlo...

Harry temblaba, no de miedo, sino de una ira renovada.

—Yo confié en ti —gritó a Lupin, flaqueándole la voz— y en realidad eras amigo de él.

—Estáis en un error —explicó Lupin—. No he sido amigo suyo durante estos
doce años, pero ahora sí... Dejadme que os lo explique...

—¡NO! —gritó Hermione—. Harry, no te fíes de él. Ha ayudado a Black a entrar
en el castillo. También él quiere matarte. ¡Es un hombre lobo!

Se hizo un vibrante silencio. Ron miraba a Remus, pero los Potter miraban a Hermione

—Te aseguro, Granger, que el hecho de que Remus sea un hombre lobo no significa que forme parte de un complot para matar a Harry —contestó Alyssane, con una voz fría, que pocas veces habían escuchado.

—Estás acertando mucho menos que de costumbre, Hermione —dijo—. Me temo que sólo una de tres. No es verdad que haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry... —Se estremeció visiblemente—. Pero no negaré que soy un hombre lobo —se volvió a Hermione y le dijo:— ¿Cuánto hace que lo sabes?

—Siglos —contestó Hermione—. Desde que hice el trabajo para el profeso Snape.

—Estará encantado —dijo Lupin con poco entusiasmo—. Os puso ese trabajo para que alguno de vosotros se percatara de mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre estaba enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al verme?

—Las dos cosas —respondió Hermione en voz baja.

Lupin lanzó una risa forzada.

—Nunca he conocido una bruja de tu edad tan inteligente, Hermione.

—No soy tan inteligente —susurró Hermione—. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!

 
—Ya lo saben —dijo Lupin—. Al menos, el personal docente lo sabe. Y Harry, Margaery y Alyssane, claramente.

—¿Dumbledore lo contrató sabiendo que era usted un licántropo? —preguntó Ron con voz ahogada—. ¿Está loco?

—Hay profesores que opinan que sí —admitió Lupin—. Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de fiar.

—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HAS ESTADO AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO!

Señalaba a Black, que se había dirigido hacia la cama adoselada y se había echado encima, ocultando el rostro con mano temblorosa. Crookshanks saltó a su lado y se subió en sus rodillas ronroneando.

—No he ayudado a Sirius —dijo Lupin—. Si me dejáis, os lo explicaré. Mirad... —Separó las varitas de Harry, Ron, Margaery y Hermione y las lanzó hacia sus respectivos dueños—. Ya veis —prosiguió Lupin, guardándose su propia varita en el cinto—. Ahora vosotros estáis armados y nosotros no. ¿Queréis escucharme?

Margaery no sabía qué pensar. ¿Sería un truco? Harry y Alyssane, aún así, mantuvieron su varita apuntada hacia Black.

—Si no lo has estado ayudando —dijo mirando furiosamente a Black—, ¿cómo sabías que se encontraba aquí?

—Por el mapa —explicó Lupin—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi
despacho examinándolo...

—¿Sabes utilizarlo? —le preguntó Harry con suspicacia.

—Por supuesto —contestó Lupin, haciendo con la mano un ademán de impaciencia—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático... Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.

—¿Usted hizo...?

—Lo importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron, Hermione, Margaery y Alyssane intentaríais salir furtivamente del castillo para visitar a
Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y estaba en lo cierto, ¿a que sí? —Comenzó a pasear sin dejar de mirarlos, levantando el polvo con los pies—. Supuse que os cubriríais con la vieja capa de su padre.

—Pero éramos invisibles...

—Que llevéis una capa invisible no os impide aparecer en el mapa del merodeador. —dijo Lupin, repitiendo el ademán de impaciencia—. Vi primero primero Alyssane, que fue sin la capa, y luego os vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde dejasteis a Hagrid y volvisteis hacia el castillo. Pero en aquella ocasión os acompañaba alguien más que Alyssane.

—¿Qué dices? —interrumpió Margaery —. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.

—No podía creer lo que veía —prosiguió Lupin, todavía paseando, sin escuchar a Margaery—. Creía que el mapa estaría estropeado. ¿Cómo podía estar con vosotros?

—¡No había nadie con nosotros!

—Y entonces vi otro punto que se os acercaba rápidamente, con la
inscripción «Sirius Black». Vi que chocaba con vosotros, vi que arrastraba a tres de vosotros hasta el interior del sauce boxeador.

—¡A dos de nosotros! —dijo Alyssane enfadada.

—No, Alys —dijo Lupin—. A tres.

Dejó de pasearse y miró a Ron.

—¿Me dejas echarle un vistazo a la rata? —dijo con amabilidad.

—¿Qué? —preguntó Ron—. ¿Qué tiene que ver Scabbers en todo esto?

—Todo —respondió Lupin—. ¿Podría echarle un vistazo, por favor?

Ron dudó. Metió la mano en la túnica. Scabbers salió agitándose como loca. Ron tuvo que agarrarla por la larga cola sin pelo para impedirle escapar. Crookshanks, todavía en las rodillas de Black, se levantó y dio un suave bufido. Lupin se acercó más a Ron. Contuvo el aliento mientras examinaba detenidamente a Scabbers.

—¿Qué? —volvió a preguntar Ron, con cara de asustado y manteniendo a Scabbers junto a él—. ¿Qué tiene que ver la rata en todo esto?

—No es una rata —graznó de repente Sirius Black.

—¿Qué quiere decir? ¡Claro que es una rata!

—No lo es —dijo Lupin en voz baja—. Es un mago.

—Un animago —aclaró Black— llamado Peter Pettigrew.

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