lxxxviii. sparks
lxxxviii. chispas
tw ! incesto , infidelidad
—¿De quién se enamoró Alyssane I luego de que su medio-hermano negara su reclamo al trono?
La voz de Alessia llegaba a los oídos de Margaery a través de los rugidos de dragón y de las risas de Leia. Con la cabeza en la falda de Alessia, Margaery estaba acariciando un bordado hecho por la pequeña Leia que le había regalado.
—De un hombre —respondió Margaery.
—¿Cuál era su nombre? —preguntó Alessia.
—Lord algo —contestó la rubia, mirando a Leia jugar con su abuela y Aemma.
—Siempre eres así cuando estás preocupada —dijo Alessia, apoyando su peso en su brazo derecho—. Estás preocupada por algo, ¿no?
—No es nada —respondió Margaery—. Sólo espero que mi hermana tenga un heredero rápido para que yo pueda dejar de serlo.
—¿Quieres que tenga un hijo? —preguntó Alessia, confundida.
—Quiero zarpar contigo y Leia en un barco, ver las Siete Maravillas del mundo muggle y comer solo pastel —respondió Margaery.
—Estoy hablando en serio —la regañó Alessia—. ¿No te preocupa tu posición?
—Me gusta esta posición —repuso Margaery—. Es bastante cómoda.
Alessia la miró con reproche y Margaery levantó los hombros. Ambas miraron a Leia, que reía con Aemma mientras Yvette las observaba.
—¿Sabías que tu mamá y la mía...? —comenzó Alessia.
—Sí —la cortó Margaery, cuya memoria la traicionó y se remitió a las cartas que había leído esa mañana.
—Te parece... ¿raro? —cuestionó Alessia, como si estuviera tanteando el terreno.
—Para nada —respondió Margaery—. Digo, es mi mamá, eso es lo... incómodo. Pero no el resto. ¿Quién te lo dijo a ti?
—Alexander lo descubrió —dijo Alessia—. Luego de la muerte de mi padre. No fue muy... agradable.
—¿Cuándo ha sido agradable? —ironizó Margaery.
—Yo creo que te tenía en... una especie de estima —comentó Alessia.
Mi corazón se destruye un poco cada vez que recuerdo que no soy nadie para ti así como tú lo eres todo para mí.
—¿Una especie? —dijo Margaery, con sorna—. No le demostraba del todo bien.
—No era como si nos dejaran —respondió Alessia.
Era cierto. Margaery sabía que había cierta rivalidad entre ambas familias y que Yvette prohibía a sus dos hijos que se juntaran con sus primos. También lo hacían Aemmond y Margaery, los tíos de los Potter-Pendragon, que parecían tener una riña a muerte con los Pendragon-Britannia.
—Buen punto —musitó Margaery.
La rubia y la pelirroja se quedaron en silencio, viendo a Leia. Aemma parecía un tanto incómoda en la presencia de la niña y Margaery se preguntó cómo hubiese sido su madre si hubiese vivido lo suficiente como para criar a sus tres hijos.
Cuatro, se recordó. Margaery había tenido un hermano mayor... La información parecía no almacenarse en su cerebro por más que las palabras de Merlín se repitieran y se repitieran y se repitieran como si fueran una combinación de notas en una canción que estaba siendo tocada en un piano descompuesto.
¿Cuál habría sido su nombre? ¿Sería como Alyssane? ¿O sería completamente lo opuesto a Aemma y Aemmond? ¿Habría sido tan cariñoso como lo habían sido Alyssane y Aemmond con Margaery y luego habría descendido a la locura? ¿O no habría sido capaz de expresar sus sentimientos como Arya? ¿Tendría la sonrisa de Margaery pero la actitud de Harry?
La respuesta a cada una de esas preguntas era: no lo sabía. Y jamás lo sabría.
—¿Te irás para tu cumpleaños? —la voz de Alessia la sacó de sus pensamientos. Margaery la miró.
—Sí, solo por el treinta y uno. Quiero pasarlo con mi hermano —respondió Margaery—. Voy a volver, te lo prometo.
—Lo sé —le sonrió Alessia—. Y si no lo haces no podría culparte. No tienes obligación de quedarte con nosotras.
—Sí la tengo —respondió Margaery—. Soy la madrina de Leia.
—Pero no tienes obligación conmigo.
¿Cómo le explicaba que Margaery posiblemente había arruinado todas las posibilidades de Alessia de escapar de su familia?
—Sí la tengo —murmuró la rubia—. Eres la madre de mi ahijada. Y mi prima.
—Alexander es tu primo y el padre de tu ahijada —le recordó Alessia—. No sientes la misma devoción por él, ¿verdad?
Margaery se quedó en silencio, las palabras parecían haber muerto en sus cuerdas vocales. Quería decirle que era porque Alexander era un usurpador pero sabía que Alessia respondería que él no lo había querido y que a quienes debía culpar eran a sus padres. Ya habían tenido esa conversación, no quería volver a tenerla.
Se quedaron en silencio, una vez más. Sin sonrisas, o chistes, ni buenos recuerdos. Solo silencio. Margaery casi podía olvidarse del sentimiento de culpa y remordimiento que la inundaba cada vez que estaba cerca de Alessia.
Casi.
La pelirroja le corrió el cabello rubio, aún indomable, y se lo escondió detrás de las orejas, haciendo que el azul brillante, que parecía haberse oscurecido, se encontrara con el verde que aún guardaba un tanto de inocencia. Margaery sintió algo treparle por la piel, vibrarle en el pecho y atascarle la garganta. Alessia se le acercó y si no hubiese sido porque la rubia se alejó, sus labios hubiesen estado pegados.
Margaery nunca había besado a una chica y tampoco había tenido la curiosidad de saber cómo se sentía. Ahora en cambio, una pregunta le asestó la mente: ¿sería igual que besar a un chico? No era como si Margaery tuviera mucha experiencia besando pero algo dentro de ella le decía que no era ni remotamente parecido.
Quizás podría confirmarlo si se acercaba... No, ella tenía novio. Estaba mal. Y Andrew jamás había nada malo como para que Margaery le pagara así. Además, Leia, Yvette y Aemma, aunque ellas no pudieran ver a Margaery y Alessia, estaban solo a metros de ellas. No estaba bien, se repitió Margaery, "no se te ocurra hacerlo, Margaery Aemma. No te atrev..."
Antes de que pudiera atrapar el mensaje que su mente le daba, los brazos de Alessia la rodearon y la besó, suavemente al principio y luego con con más intensidad. Tal intensidad la hizo aferrarse a ella como la única cosa sólida en un mundo que se balanceaba en contra de su voluntad. La boca insistente de Alesia separaba los labios temblorosos de Margaery, enviando salvajes temblores a lo largo de sus nervios, evocando en ella sensaciones que nunca había sabido que era capaz de sentir.
Y antes de que un vértigo la hiciera girar, supo que le estaba devolviendo el beso. Se separó cuando cayó en la cuenta de lo que hacía pero, aun así, no se movió de la falda de Alessia hasta que su madre le anunció que ya debía ser la hora de la cena. Ese día, 30 de julio, se cumplía un mes desde que Alyssane había conquistado la capital.
Pero sus lealtades estaban en otra parte. Y el sabor del beso de Alessia, agridulce y extraño, permaneció con ella durante todo el camino de regreso a su habitación, balanceándose y somnolienta mientras cerraba la puerta, derritiéndose con tristeza y belleza, un dolor estrellado que la elevaba por encima de todo.
Su mente se debatió por largo rato sobre si decirle a Andrew sobre su pequeño desvío. Quizás era mejor no decirle pero tampoco quería mentirle. Aunque no lo había visto desde el día anterior. No podría culparla o es lo que intentaba convencerse. No contaba como engaño, solo omisión.
Aunque sí era engaño. El simple hecho de que los labios de Margaery hubieran reposado en los de Alessia contaba como engaño. Pero Andrew se había ido ayer y, por más que le hubiera prometido que iba a volver, no lo había hecho. Si él le preguntaba qué había hecho se lo contaría pero si no... Solo sería omisión, un secreto entre ella y Alessia. Un secreto que nadie tendría porqué saber.
Todos cometían errores, ¿no?
La mañana del 31 de julio Margaery agradeció que la iluminación en su habitación le diera el indicio de que sería un día soleado. Aunque no agradeció el baldazo de agua y confetti que se le pegó al cuerpo cuando un grupo de personas decidieron despertarla.
—¡Feliz cumpleaños!
Cuando Margaery abrió los ojos vio a Angelica, Colette, Elizabeth, Paulette y Andrew. El estómago de Margaery se contrajo, y no por la sorpresa, cuando vio al chico. Antes de que siquiera pudieran decirse "hola", Paulette se le abalanzó encima. A Margaery le recordó vagamente a Leia.
—Pau, espera... —rió Margaery—. Estoy toda mojada...
—Mi idea —comentó Angelica, orgullosamente.
—¿Gracias por conspirar contra mí? —ironizó Margaery, sonriente.
Andrew la miraba con fijeza, pero a ella le costaba sostenerle la mirada: era como mirar directamente una luz muy brillante.
—¡Ya tienes diecisiete! —festejó Paulette, abrazándola.
—¡Vaya, es verdad! No me acordaba.
Margaery cogió la varita mágica, que estaba al lado de su cama, apuntó al desordenado escritorio donde había dejado una de sus tiaras y dijo: «¡Accio tiara!» Aunque las tenía a sólo un palmo, le produjo una gran satisfacción verla volar hacia ella, al menos hasta que la peineta se le enterró en el cuero cabelludo.
—¡Vaya estilo! —rió Colette.
Para celebrar que se le había desactivado el Detector, Margaery hizo volar por la habitación un par de flores que estaban en el jarrón. Margaery también intentó atarse los cordones mediante magia (aunque luego tardó varios minutos en desatar los nudos a mano). Luego, sólo por probar, cambió el rojo de las cortinas por un azul intenso. También se secó el pijama e hizo que los confetti volaran hacia Angelica, Elizabeth y Colette. Las cuatro se fueron de la habitación con la excusa que tenían que envolver el regalo de Margaery pero ella sabía que solo se habían ido para dejarla sola con Andrew.
—Genial. Oficialmente ya eres...
Pero Margaery había alzado la mano y lo había atraído hacia ella, y el resto de sus palabras se perdieron en su boca. Andrew la besó suavemente, con cuidado, pero no era gentileza lo que ella quería, no después de lo que había hecho. Necesitaba una forma de demostrarle quien era su prioridad, sin decirle lo que había hecho directamente. Él profirió un gemido bajo y suave en su garganta, y luego sus brazos la rodearon, pegándola más a él, y rodaron sobre la cama, juntos y enredados, todavía besándose.
El colchón aún estaba mojado, y le dolía la cabeza donde se había incrustado la tiara, pero a ella no le importaba. Todo lo que existía era Andrew; todo lo que sentía, esperaba, respiraba, quería y veía era a Andrew. Nada más importaba.
—Feliz cumpleaños —murmuró él, cuando se separaron.
—Ah... gracias...
—Espero que me disculpes que no te haya comprado nada —comentó Andrew, escondiéndose en el cuello de Margaery.
—Estás perdonado, sí —rió Margaery—. ¿Dónde te fuiste ayer... antes de ayer, cuando me dijiste que ibas a volver por la mañana y no lo hiciste?
Andrew suspiró.
—A sacar a tu hermano de Potter Manor —le dijo Andrew—. Con la Orden
—¿Y por qué no me dijiste? ¡Yo quería ir! —protestó Margaery.
—Uno, eras menor de edad —empezó el chico—. Dos, ni yo ni tu hermano te íbamos a dejar. Y tres, mejor que no hubieses ido con lo que pasó.
—¿Y qué pasó? —preguntó Margaery, que comenzaba a angustiarse.
—Nos emboscaron unos mortífagos. Aparentemente sabían que íbamos a trasladar a Harry ese día y...
—¡Claro que lo sabían! —exclamó Margaery—. Debía haber varios mortifagos deambulando por ahí y cuando vieron a Harry avisaron al res...
—Había siete Harrys —la paró Andrew—. Una larga historia...
Y luego le explicó brevemente que los mortífagos se habían percatado de quién era el Harry auténtico; entonces dejaron de ir tras el resto y debieron de avisar a Voldemort, que apareció cuando Hagrid y Harry estaban a punto de llegar a uno de los refugios.
—¿Y tu te fuiste sin decirme ni una palabra de nada? —cuestionó Margaery, cuya angustia fue reemplazada por un toque de enojo.
—No te iba a decir porque sabía que ibas a querer ir —replicó Andrew, despreocupado.
Margaery iba a protestar pero recordó que no podía estar enojada con él. La memoria del beso que había compartido con Alessia le nublaba los sentidos y hacía que su mente se llenara de remordimiento. Quizás se arrepentía de haberlo dado porque la verdad era que le había gustado.
Margaery se debatió entre decirle o no. No podía mentirle de esa forma... pero no le estaría mintiendo solo estaría ocultándole algo que él nunca había preguntado. ¡Era más de lo mismo! Sintió algo que ya había sentido anteriormente: algo treparle por la piel, vibrarle en el pecho y atascarle la garganta.
—Me besé con alguien —soltó de pronto. Margaery notó como los dedos de Andrew, que anteriormente recorrían la suave tela de las sábanas, paraban—. O sea, ese alguien me besó a mi...
—¿Quién fue? —preguntó Andrew, con voz queda.
—No importa —replicó Margaery, rápidamente.
—A mi me importa.
Margaery lo miró y él le devolvió la mirada. Azul contra azul. Los de él, fríos y oscuros como un huracán, contra los de ella, cálidos y brillantes como un día soleado de verano. Margaery no sabía si ella se inclinó hacia él primero o si Andrew la atrajo hacia él. Tal vez ambas. El beso habló. Casi suplicó.
—¿Lo disfrutaste? —preguntó el chico en casi un gruñido.
Margaery puso su mano libre sobre la mejilla de Andrew; su mandíbula se tensó, como si le preocupara que su ira se apoderara de él. Pero ella lo dejó cuando se levantó y presionó su boca contra la de él de nuevo.
—Yo n- —Margaery jadeó y se echó hacia atrás
—¿No?
—No —repitió ella.
Sus ojos se encontraron otra vez. Andrew tenía la mandíbula apretada y sus ojos emitían un destello peligroso.
—¿Su Gracia? —cuestionaron desde afuera de la habitación—. La reina madre ha solicitado su presencia.
—Creo que deberías irte —mencionó Andrew.
—Pero, yo quería hab...
—Ve —la cortó Andrew.
Margaery lo miró por unos segundos más antes de que algo parecido al enojo se apoderara de ella. Se zafó de su agarre y caminó hasta su ropero. Entró al vestidor y estuvo unos segundos ahí adentro, abotonando la chaqueta de tela escocesa que iba encima de la seda con furia. Cuando salió, se sentó en el tocador y agarró el cepillo para deshacer las trenzas que habían quedado del día anterior. Andrew tomó suavemente el peine de sus manos y comenzó a deshacer él mismo una de sus trenzas más pequeñas.
—Trata de quedarte... lejos de él —le dijo Andrew, sin mirarla y con la voz queda. "Otro detallito", pensó Margaery, mirándolo. El chico la miró por el espejo, tomando un mechón de su cabello—. ¿En serio?
—Yo no quise —se defendió Margaery—. Ella se me abalanzó y...
—No te negaste —terminó Andrew.
—Lo corté... en cuanto pude —musitó Margaery. Se volvieron a mirar pero sus ojos se apartaron en cuanto pasaron unos segundos—. Perdón...
—No te disculpes. Lo hecho, hecho está —respondió Andrew.
—¿No estás...? —Margaery se aclaró la garganta—. ¿Enojado...?
—Furioso —asintió Andrew—. Pero aprecio que me lo dijiste y no lo ocultaste.
Margaery asintió pero se quedó unos segundos con la cabeza gacha y sentada en el tocador. Sentía un nudo en el estómago, otro en la garganta y culpa que parecía querer comersela entera.
—Perdón, en serio. Yo no quer...
—Val —la volvió a cortar él—. Ya me dijiste perdón y te dije que ya estaba. Además, me dijiste que no lo quisiste. Eso es suficiente.
—Sí, pero yo podría haber...
Andrew se inclinó a su altura y miró sus ojos a través del espejo.
—Basta —dijo él—. Deja el tema.
—¿Me perdonas, entonces? —murmuró ella.
—Me dijiste que no habías querido —dijo Andrew—. No tengo nada que perdonarte, entonces —Andrew la besó y sus brazos la envolvieron. Margaery sonrió y suspiró—. Ve, tu madre te debe estar esperando.
Cuando Margaery escuchó que su madre la quería ver pensó que quizás le trajera noticias de Harry o que le explicara porque ella no se había enterado de que iban a sacarlo de la Potter Manor pero nunca se imaginó un sermón.
—Te vi —fue la primera cosa que dijo Aemma en cuanto Margaery entró—. Con Alessia. Ayer.
Margaery palideció y unió los labios en una línea fina para prevenir que ninguna maldición se escapara de ellos.
—¿Disculpa? —murmuró Margaery, sonando demasiado formal sin quererlo.
—No digas "disculpa", dí "que" —espetó Aemma—. ¿Qué hacías con ella?
—Nada —respondió Margaery con tanta rapidez que se asombró a si misma.
—No juegues conmigo, Margaery Aemma —la regañó su madre.
"No el nombre completo", pensó con terror.
"Pero si es tu nombre", comentó la voz del pequeño Modred, "no es nada malo"
"La gente con padres dicen que es algo malo", respondió Margaery.
"No tengo padres"
"Ni yo"
—¿Te gusta ella? —la voz de su madre le perforó los oídos una vez más—. ¿Estás atraida en alguna manera o es solo... un juego?
—Alessia no es ningún juego —replicó Margaery, con un tanto de enojo.
—¿Entonces va en serio?
—Nada va en serio porque ella y yo no somos más que grandes amigas —dijo Margaery—. Es la madre de mi ahijada...
—¿Ahijada? —inquirió Aemma.
"Mierda", pensó Margaery.
"La cagaste", dijo Modred.
—No le digas a Alyssane —suplicó Margaery—. Por favor, mamá...
—¿Y Andrew? —la interrumpió Aemma
—¿Qué con él?
—Esa es mi pregunta —repuso Aemma—. ¿Qué con él?
—Nada —repitió Margaery
—¿Nada con todos Margaery? —dijo Aemma en tono enojado.
—¿Por qué te importa tanto, mamá? —preguntó Margaery—. A mi no me importó si te habías besado con Yvette o si...
—Es diferente —aclaró su madre.
—¿Lo es? Por que la única diferencia aparente es que nada pasó entre Alessia y yo y entre tu e Yvette pasó más de lo que quizás quieras admitir...
—No me sermonees sobre Yvette o sobre lo que creas que haya pasado —dijo Aemma, en tono duro.
—¿Entonces por qué tu me sermoneas con Alessia? No es como si fuese una niña...
—¡Es que lo eres! —exclamó Aemma—. Aún eres una niña y no sabes como son ellos. Como los han criado...
—Suenas como Aemmond —repuso Margaery.
—Gracias.
Margaery la miró mal
—Creen que soy una niña indefensa que necesita que todos la cuiden. Y seguro que crees que Alexander y Alessia son peligrosos y que son unos monstruos. Su único crimen es que Alexander fue concebido fuera del matrimonio...
—Alexander no es hijo del otro Alexander. Los dos son iguales de inútiles, de todas formas —soltó Aemma—. Aunque Yvette tuvo suerte de que salió muy parecido a ella.
—¿Y? Alyssane tampoco nació dentro del matrimonio —espetó Margaery—. No es un crimen. Y de todas formas, ¿por qué culpar a Alessia de lo mismo?
—Esa niña debe ser igual que su madre —escupió Aemma, con veneno—. Interesada, aprovechadora...
—Y aún así tú pasas más tiempo en las cámaras de Yvette que yo en las de Alessia —masculló Margaery.
—Cuidado —le advirtió su madre—. Alyssane podría matarte si se entera
—Que me mate —soltó Margaery—. La estoy esperando.
Leproducía una sensación extrañísima estar allí plantada, en medio de aquel completo e incómodo silencio, sabiendo que quizás hubiese ido demasiado lejos.
—Entiendo que no la consideres como tu hermana pero ella fue la madre que yo no pude ser, ¿o no? —comenzó Aemma, un poco más calmada—. Yo entiendo mejor que nadie a amb...
—No lo haces —la interrumpió Margaery
—¿No? —inquirió Aemma, irónica—. Crié a cuatro de mis doce hermanos luego de que mi padre nos desheredara a Aemmond y a mi. Todos los bastardos que Arthur IX tuvo caían sobre nosotros dos y sobre una alcohólica en una casa que se caía a pedazos. Habían días, semanas incluso, en los que no teníamos nada para comer.
»Pero aún así seguimos adelante. Aunque no hubiese comida en mi plato siempre había en el de ellos y no me arrepiento. Pero claro, luego nombraron a Aemmond príncipe y enviaron a Ayse, Daenerys, Margaery y Hilal al norte. Sin mi, que fui enviada con mis abuelos maternos a Gales. Ahí conocí a Yvette. Fueron varios meses de locura, sueños crueles y desatención de los únicos familiares que mequedaban...
»Luego Hilal murió, durante las vacaciones de navidad de mi séptimo año. Algo así como una venganza a mi padre por la Guerra de la Nieve. Los Knight lo hicieron, decían los rumores. Si lo fueron, no puedo culpar a los hijos o nietos. Menos cuando Ayse estaba tan enamorada de la tía de tu novio, Livia. Sí, aparentemente ambas salimos un tanto... desviadas.
—No creo que sea un desvío amar a alguien —repuso Margaery.
—El resto de la historia ya lo conoces —continuó Aemma—. Se impuso la realidad, encarnada en mi hermano, un joven tosco, ambicioso e infinitamente más admirable que yo.
—Lo dudo —bufó Margaery.
—Él te crió, ¿no? —dijo Aemma, mirándola ceñuda—. Y con cariño, por lo que Margaery me ha contado. Aemmond te aprecia, Mary, muchísimo.
—Lo sé —musitó Margaery.
Margaery recordaba como se sentaba, viéndolo entrenar, afilar sus espadas, o alimentar a su dragón en completo silencio y, luego volvían al castillo, en donde ella aprovechaba para contarle de su día. Margaery había guardado esos recuerdos bajo incontables capas de polvo, que se transformaron en odio con el tiempo.
"Nunca te voy a lastimar, ¿si? Créeme. No importa lo que nadie diga, voy a protegerte. Te lo prometo."
Aquella promesa no había durado mucho porque Aemmond había muerto unos meses después. Muerto, pensó con burla, como si no hubiese preferido fingir su muerte y dejarme.
—Aemmond me dijo —prosiguió Aemma—, lo mismo que yo te dije sobre Alessia. Que era peligrosa y que solo se estaba aprovechando. Yo no le hice caso pero, aunque ella me había jurado que íbamos a escaparnos juntas lejos de los hombres a nuestro alrededor, se casó con mi hermano, Alexander. Estaba embarazada, descubrí luego. ¿El padre? No quise saber.
»Quizás fue... apresurado y estúpido haberme enojado con ella por eso pero era joven y aún tenía ilusiones. Así que yo iba por todos lados hecha una nube de tormenta hasta que Aemmond me detuvo y me confrontó. La discusión derivó en una pelea y la próxima vez que escuché de él, me estaba invitando a su boda.
»Ahí fue cuando tu padre y yo hablamos... bien. Sin ningún insulto de mi parte y ningún coqueteo de la suya. Ambos teníamos problemas un tanto similares... James tenía que contraer matrimonio para poder heredar parte de la fortuna de la familia de su padre y yo tenía que casarme para poder igualarme a Aemmond e Yvette.
—Para darles celos —dijo Margaery.
—Podría decirse —concordó Aemma—. De todas formas, mi padre estaba furioso con ambos porque no nos habíamos casado entre nosotros, que era lo que él siempre había planeado. Aun así, propuso que tuvieramos un hijo porque sabía que Maegor no iba a poder tenerlo. Aemmond y yo éramos los únicos descendientes de sangre artúrica totalmente pura. Tu padre propuso lo mismo y nació Alyssane. Luego nacieron ustedes dos, cuando James y yo decidimos intentar... concebir un heredero para su casa y no la mía.
—Pero Alyssane no nació sola, ¿verdad? —soltó Margaery sin poder contenerse.
Aemma pareció palidecer. Margaery pudo ver el nudo en su garganta aparecer, sus orificios nasales expandirse y sus manos agarrar la madera de la silla. Margaery temió por un segundo que hubiese sido muy dura y desconsiderada.
—No... —musitó Aemma—. Hubo un niño... Murió pero no sé si nació muerto o si murió luego.
—¿L-le... pusieron un nombre? —preguntó Margaery.
—Aerys —respondió su madre—. Aemmond lo mencionó una vez y nunca lo discutimos mucho.
—Pero... ¿por qué lo ocultaron? —susurró Margaery.
—Porque creo que ninguno de los dos terminó de aceptarlo —respondió Aemma.
—¿Alyssane...?
—Sí, sabe —asintió Aemma—. Creo que es por eso que es la Alyssane que pareces odiar...
Margaery guardó silencio y Aemma continuó hablando.
—Ayse murió unas semanas antes de que... nosotros muriéramos. Una explosión en las catedrales pero, de nuevo, había sido una venganza contra mi padre —Aemma rió secamente—. ¿Te preguntaste por qué me había peleado con Margaery y Daenerys? —Margaery negó—. Nos escondieron, a Aemmond y a mi, que Ayse había sobrevivido. Tenía algunas... secuelas pero estaba viva y recluida. Por eso fue que Aemmond huyó...
—Me había prometido un viaje en dragón —murmuró Margaery, con tristeza—. Ni si quiera me dijo adiós.
—Yo tampoco le dije adiós a él —dijo Aemma, con el mismo tono.
Margaery intentó no llorar pero las palabras de su madre no la ayudaron. Margaery pensó que había pasado por mucho en esas últimas semanas (años inclusive) como para no llorar en los brazos de su madre. Sintió como cargar con Alessia y Leia; el asesinato de Luke; la crueldad de Alyssane; el poder que ella misma cargaba; que Aemmond, quien la había criado y había sido la persona más cercana a ella, estuviese vivo y atento a ella y las cartas que había leído y que había descubierto que Alexander guardaba le pasaron por encima de la nada y la tiraron abajo.
Y cuando menos lo imaginaba, estaba llorando en los brazos de su madre en el cuarto cumpleaños de diecisiete que había pasado con ella.
AUTHOR'S NOTE:
margaery diciendo que el beso fue un error y yo me imagino que alessia estaba viendo corazones y flores ajjsjajaj
pd.: a partir de este capítulo no hay más advertencias al comienzo (o sea que va a ser un cacho más maduro)
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