lxxxix. the loser has to fall
lxxxiv. el perdedor tiene que caer
Por la mañana recogieron la tienda y se pusieron en marcha bajo un deprimente aguacero. La lluvia las persiguió hasta la costa, donde de nuevo montaron la tienda esa noche, y persistió a lo largo de toda la semana, mientras recorrían terrenos empapados que a Margaery le resultaban inhóspitos y lúgubres.
Aunque el ambiente siguiera deprimente y oscuro, Margaery tenía esperanzas de que, dentro de la tienda, Alessia se lo hiciera olvidar. Sin embargo, ninguna de las dos volvió a tocar el tema de su pequeño encuentro y tampoco volvieron a repetirlo. A Margaery le daba la sensación que, desde ese día, Alessia estaba más deprimida y triste que nunca y Margaery, para aclarar sus pensamientos, lo anotó:
No sé lo que es, lo que somos, lo que hicimos, lo que es ella ni lo que soy yo. Siento un pequeño vacío aún, aunque pequeño es una palabra minúscula para referirme a la traición que todavía da vueltas en mi cabeza. Andrew parece estar batallando una pelea en contra Alessia para determinar cuál de los ocupa más partes de mi cerebro.
Mis amigas, probablemente Electra, me golpearían si admitiera en voz alta que lo extraño. Debería golpearme a mi misma cada vez que pienso en él. ¿Dónde están esos días felices? Parecen tan difíciles de encontrar. Traté de alcanzarlo pero me cerró su mente. ¿Qué pasó con nuestro amor? Ojalá lo entendiera, solía ser tan lindo, solía ser tan bueno.
Cuando considero que he pensado demasiado en él, trato de cambiar mis pensamientos pero, al estar en constante aislación, todos se dirigen a Harry, mi mamá e inclusive Electra. Cuando recuerdo que ellos tampoco saben nada de mi, que Harry también está desaparecido, que mi mamá está al borde de la locura y que mi mejor amiga debe estar sufriendo también me agarra una desesperación capaz de hacerme correr de vuelta a Lyonesse.
No sé donde estamos ni que día es. Alessia cree que ya pasamos el 25 de diciembre pero no estoy del todo segura. Quizás ya estemos en 1998 y yo no lo sepa, de cualquier forma, nunca había estado tan desconectada del mundo y me vuelve loca.
Conseguimos una radio pero todas las emisoras hacen como si nada pasara y estoy bastante segura de que no es así. Me calma el hecho de que, en cuanto salgamos del bloque que hay en Camelot, lograré buscar algo de información.
Y hacía lo mismo en el momento que le tocaba montar guardia. Escribía y escribía, todo lo que se le pasara por la cabeza o el corazón.
Alessia me desespera. Andrew también me desesperaba. No, de hecho me desesperan sus acciones en el pasado pero él nunca hizo nada mal además de lo que ya sé. No sé porque no menciono lo que me hizo. Quizás para salvarlo de la posible culpa que sienta o quizás porque si no lo menciono se me va a hacer más ameno poder superarlo.
Volviendo a Alessia. Alessia, Alessia, Alessia. Por poco me dirige la palabra y cuando lo hace siento su voz disminuida y débil. Quizás la pérdida de Leia la este afectando más ahora que antes pero no lo sé. Yo también extraño a Leia y que haya muerto y yo no haya podido hacer nada me pesa, pero nunca lo va a hacer tanto como a su madre.
Hay tantas cosas que esperaba enseñarle a mi pequeña. Y siento la necesidad de ponerlo por escrito. Es una manía mía, una que esperaba que Leia descubriera y le pareciera graciosa cuando leyera todo lo que quería escribirle pero ya que no puede leerla, voy a escribirle a la nada.
Mi querida Leia;
Alexander Pendragon lo describió bien en una carta que me escribió, "sé malvada, sé valiente, sé imprudente, sé disoluta, sé despótica, sé anarquista, sé sufragista, sé lo que quieras. Pero por favor, no me recuerdes como el peor hombre que has conocido en tu vida." Nunca pensé que pudiera ser un buen hombre, menos un buen padre, pero veo lo que heredaste de él, aunque ni siquiera compartan sangre.
Quería que fueras fuerte. Que fueras aplicada. Que fueras concienzuda. Y eso nunca se consigue escogiendo el camino fácil. Excepto, claro, cuando el camino ya sea fácil de por sí. A veces, sucede. En tal caso, no es buena opción buscarse uno nuevo más complicado. Sólo los mártires van a buscar los problemas de manera deliberada. Toma como ejemplo las palabras de tu tía, que te adora aunque estés muerta por su culpa, y que ha buscado problemas a tal punto que la convirtió en un mártir sin siquiera quererlo.
Cuida a tu hermano desde el cielo. Quiérelo mucho, porque lleva tu sangre y cuando dudes o tengas problemas, él será el que estará a tu lado. Y cuida al mío también, por favor. No lo conociste, y yo tampoco, pero sé que es buena persona. Cuida a mi Aerys, Leia, por favor. Ríete. Ríete mucho y con ganas. Y, cuando las circunstancias pidan silencio, convierte la risa en sonrisa.
No te conformes. Descubre lo que quieres y persíguelo. Y si no sabes lo que quieres, ten paciencia. Todas las respuestas llegarán a su debido tiempo y verás que tus deseos han estado ante ti todo el tiempo. Y recuerda, recuerda siempre que tienes alguien aquí abajo que siempre va a cuidarte.
Perdoname, Leia, por favor. Sé que era mi trabajo cuidar de ti y de tu hermano y que no lo cumplí. Te pido perdón por eso. Yo sé que en algún momento, tarde o temprano, nos veremos de nuevo. ¿Quién sabe? Quizás logre conocer mejor a tu padre y quizás conozca a mi hermano y al tuyo y me reúna con mi padre. Quizás haya más paz ahí, quizás tu madre y yo no tengamos que estar huyendo y nuestra vida esté más a salvo. De todas formas, eso no va a ser posible hasta un rato largo. Te ruego que me perdones y que esperes el momento en que nos veamos de nuevo, que sé va a ser en algún momento.
Hasta entonces,
Tu tía, Margaery
Margaery sólo pensaba en el supuesto dragón que habían dejado atrás. Era como si en su interior hubiera prendido una llama que nada, ni siquiera la rotunda incredulidad de Alessia podría apagar. Sin embargo, cuanto más intenso era su deseo de encontrar al animal, más desgraciada se sentía, y de ello culpaba a su compañera, cuya decidida indiferencia era tan perjudicial para su moral como la implacable lluvia; no obstante, su certeza era absoluta. La fe de Margaery en el dragón y su deseo de encontrarlo la consumía a tal punto que se sentía aislada de su prima y de su aparente caída en desgracia. Incluso el misterio del dragón plateado, del que su prima se empeñaba en seguir hablando, le parecía a Margaery menos importante ya; era un mero entretenimiento secundario.
También sentía una enorme irascibilidad al encontrarse totalmente aislada y pasaba horas intentando conectar una radio que no siguiera la línea de Voldemort. Pero no fue hasta el mes de febrero cuando la suerte le sonrió por fin. Alessia montaba guardia en la entrada de la tienda, contemplando un macizo de jacintos que habían conseguido brotar en la gélida tierra, cuando Margaery, dentro de la tienda, gritó de emoción.
—¡Encontré una! ¡Y este es Lee Jordan!
«... que nos disculpéis por nuestra ausencia temporal de la radio, debida a las diversas visitas a domicilio que últimamente han realizado esos encantadores mortífagos en nuestra zona... Ya hemos encontrado otro refugio —iba diciendo Lee—, y me complace comunicaros que esta noche me acompañan dos de nuestros colaboradores habituales. ¡Buenas noches, chicos!»
«¡Hola!»
«Buenas noches, Río.»
«Pero antes de escuchar a Regio y Romulus —prosiguió Lee—, vamos a informar de esas muertes que la cadena Noticiario Radiofónico Mágico y El Profeta no consideran dignas de mención. Con enorme pesar hemos de informar a nuestros oyentes de los asesinatos de Ted Tonks y Dirk Cresswell.»
Margaery notó un vacío en el estómago.
«También han matado a un duende llamado Gornuk. Todo parece indicar que Dean Thomas, hijo de muggles, y otro duende, los cuales presuntamente viajaban con Tonks, Cresswell y Gornuk, lograron huir. Si Dean nos está escuchando, o si alguien tiene alguna idea de su paradero, que lo comunique, porque sus padres y hermanas están desesperados por saber algo de él.
»Entretanto, en Gaddley, los cinco miembros de una familia de muggles también han sido hallados muertos en su casa. Las autoridades muggles lo han atribuido a una fuga de gas, pero miembros de la Orden del Fénix me han hecho saber que fueron víctimas de una maldición asesina. Ésa es otra prueba más, por si no teníamos ya suficientes, de que la matanza de muggles se está convirtiendo en poco menos que un deporte recreativo bajo el nuevo régimen.
»Por último, lamentamos informar a nuestros oyentes que se han encontrado los restos de Bathilda Bagshot en Godric's Hollow; todo parece indicar que la bruja murió hace varios meses. La Orden del Fénix nos ha comentado que su cadáver presentaba inconfundibles heridas producidas por magia oscura.
»Queridos oyentes: quiero invitaros a guardar con nosotros un minuto de silencio en recuerdo de Ted Tonks, Dirk Cresswell, Bathilda Bagshot, Gornuk y los muggles anónimos, pero no por ello menos recordados, asesinados por los mortífagos.»
Se produjo un silencio. Por una parte, Margaery estaba deseando saber más cosas, pero por otra le daba miedo escuchar lo que pudieran decir a continuación. Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía completamente conectada con el mundo exterior.
«Gracias —dijo la voz de Lee—. Y ahora vamos a hablar con nuestro colaborador habitual, Regio, para que nos ponga al día de cómo el nuevo orden mágico está afectando al mundo de los muggles.»
«Gracias, Río», dijo una inconfundible voz, grave, comedida y tranquilizadora.
—¡Es Kingsley! —saltó Margaery.
«Los muggles todavía no saben cuál es el origen de sus padecimientos, pero mientras tanto continúan sufriendo muchas bajas —dijo Kingsley—. Sin embargo, seguimos conociendo historias verdaderamente ejemplares de magos y brujas que han puesto en peligro su propia seguridad para proteger a sus amigos y vecinos muggles, muchas veces sin que éstos lo sepan. De modo que desearía hacer un llamamiento a nuestros oyentes para que sigan su ejemplo; quizá los ayudarían realizando un encantamiento protector a todas las viviendas de su calle. Si tomáramos algunas medidas tan sencillas como ésa, podríamos salvar muchas vidas.»
«¿Y qué les dirías, Regio, a esos oyentes que argumentan, dado que estos tiempos son tan peligrosos, que deberíamos "dar prioridad a los magos"?», le preguntó Lee.
«Pues les recordaría que sólo hay un paso entre "dar prioridad a los magos y los sangre limpia" y luego acabar diciendo: "dar prioridad a los mortífagos" —contestó Kingsley—. Pero hay que tener en cuenta que todos somos humanos, ¿no? Y por tanto, todas las vidas tienen el mismo valor y hay que protegerlas por igual.»
«Muy bien dicho, Regio. Si algún día salimos de este lío en que estamos metidos, te garantizo mi voto para ministro de Magia —prometió Lee—. Y ahora, Romulus presentará nuestro popular espacio "Amigos de Potter".»
«Gracias, Río», dijo otra voz que también le resultó familiar.
—¡Tío Remus!
«Dime, Romulus, ¿sostienes todavía, como has hecho todas las veces que has participado en nuestro programa, que Harry Potter está vivo?»
«Sí, así es —respondió Remus sin vacilar—. No tengo ninguna duda de que los mortífagos divulgarían la noticia de su muerte por todo lo alto si se hubiera producido, porque eso asestaría un golpe brutal a la moral de los opositores al nuevo régimen. El niño que sobrevivió continúa siendo un símbolo de nuestra causa: el triunfo del bien, el poder de la inocencia y la necesidad de seguir resistiendo.»
«¿Y qué le dirías a Harry si supieras que nos está escuchando, Romulus?»
«Le aseguraría que estamos todos con él en espíritu —afirmó Remus, y vaciló antes de añadir—: Y le aconsejaría que obedeciera a sus instintos, que casi nunca fallan.»
«¿... y las últimas novedades sobre los amigos de Harry Potter, que tanto sufren por su lealtad?», iba diciendo Lee.
«Bueno —respondió Remus—, como sabrán nuestros oyentes habituales, algunos de los más destacados defensores de Harry Potter han sido encarcelados, entre ellos Xenophilius Lovegood, incansable editor de El Quisquilloso».
«También hemos sabido en las últimas horas que Rubeus Hagrid —Margaery sofocó un grito y estuvieron a punto de perderse el resto de la frase—, el famoso guardabosques de Hogwarts, se ha librado por los pelos de que lo detuvieran en los mismos terrenos del colegio, donde se rumorea que celebró una fiesta en favor de Harry Potter. Con todo, no llegaron a apresarlo, y creemos que en estos momentos huye de la justicia.»
«Supongo que, a la hora de escapar de los mortífagos, debe servir de ayuda tener un hermanastro que mide cinco metros, ¿no?», comentó Lee.
«Sí, eso te coloca en una posición ventajosa —concedió Remus con seriedad—. Pero permíteme añadir que, aunque aquí, en "Pottervigilancia", aplaudimos el temple de Hagrid, instamos incluso a los más devotos seguidores de Harry a que no sigan el ejemplo del guardabosques, porque las fiestas para apoyar a Harry Potter no son muy prudentes, dada la coyuntura actual.»
«Tienes razón, Romulus —coincidió Lee—. ¡Así que os sugerimos que sigáis demostrando vuestra lealtad al chico de la cicatriz en forma de rayo escuchando "Pottervigilancia"! ¿Qué piensas, Romulus, de Margaery Potter? ¿Y qué crees que tiene que estar haciendo en estos momentos? La Princesa de Lyndor ha demostrado ser igual de escurridiza que su hermano mellizo dado que nadie parece poder encontrarla.»
«Seguro que Margaery Potter debe estar huyendo a la seguridad —dijo Remus con seriedad pero un toque de preocupación—. Y que está tan viva como su hermano. Para los que han estado sintonizando "Pottervigilancia" sabrán que la hermana del niño que sobrevivió fue tomada como rehén por los partidarios de Alexander Pendragon pero nosotros estamos seguros que ya ha logrado escapar sus garras y ahora se encuentra sobreviviendo por su cuenta.»
«Margaery, si estás escuchando esto, estamos contigo. Mantente fuerte —animó Lee, con un tono esperanzador que hizo que a Margaery le lagrimearan los ojos—. Y ahora, pasemos a las noticias relacionadas con otro mago que está demostrando ser tan escurridizo como los mellizos Potter. Nos gusta referirnos a él como el Gran Mortífago, y para ofrecer desde aquí sus opiniones sobre algunos de los más descabellados rumores que circulan sobre él, me gustaría presentar a un nuevo colaborador: Roedor.»
«¿Cómo que Roedor?», dijo otra voz, también familiar.
—¡Es mi tío Aemmond! —gritó Margaery.
«¡Me niego a que me llaméis Roedor! ¡Os dije que quería que me llamarais Rejón!»
«Está bien, está bien, pues Rejón. Vamos a ver, ¿podrías abordar las diversas historias que hemos oído últimamente sobre el Gran Mortífago, por favor?»
«Claro que sí, Río —dijo Aemmond—. Como ya deben de saber nuestros oyentes, a menos que se hayan refugiado en el fondo del estanque de un jardín o en algún sitio por el estilo, la estrategia de Quien-vosotros-sabéis de permanecer oculto está creando un considerable clima de pánico. Pero, naturalmente, si diéramos crédito a todos los que aseguran haberlo visto, tendría que haber como mínimo diecinueve Quienes-vosotros-sabéis por ahí sueltos.»
«Y eso le conviene, por supuesto —intervino Kingsley—. Esa aureola de misterio está dando lugar a más terror que si se dejara ver.»
«Estoy de acuerdo —corroboró Aemmond—. Así que ya lo sabéis: hay que calmarse un poco. La cosa ya pinta bastante mal para que encima nos inventemos historias como, por ejemplo, ese nuevo rumor de que Quien-vosotros-sabéis es capaz de matar con una simple mirada. Eso lo hacen los basiliscos, queridos oyentes. Pero es fácil hacer la prueba: observad si ese personaje que os mira tiene piernas; si las tiene, no hay peligro en devolverle la mirada, aunque, si de verdad es Quien-vosotros-sabéis, probablemente eso será lo último que hagáis.»
Por primera vez en muchas semanas, Margaery rió al mismo tiempo que se le aligeraba el peso de la tensión.
«¿Y esos rumores de que lo han visto en el extranjero?», preguntó Lee.
«Bueno, ¿a quién no le gustaría tomarse unas vacaciones después de haber estado tan atareado? —replicó Aemmond—. Pero amigos, no os relajéis demasiado pensando en que se ha marchado del país. Quizá lo haya hecho, o quizá no, pero lo cierto es que, si quiere, puede desplazarse más rápido que Severus Snape cuando le enseñas una botella de champú. Así que, si planeáis correr algún riesgo, no contéis con que esté demasiado lejos. Nunca creí que diría algo así, pero ¡la seguridad es lo primero!»
«Muchas gracias por tus sabias palabras, Rejón —dijo Lee—. Queridos oyentes, con esta intervención llegamos al final de otro episodio de "Pottervigilancia". No sabemos cuándo podremos emitir de nuevo, pero os garantizamos que volveremos. No dejéis de buscarnos en el dial; la próxima contraseña será "Ojoloco". Protegeos unos a otros y no perdáis la fe. Buenas noches.»
El dial de la radio giró por sí solo y las luces detrás del panel se apagaron. Margaery estaba radiante. Escuchar esas voces conocidas y amigas era extraordinariamente reconfortante; Margaery se había acostumbrado tanto a su aislamiento que casi no recordaba que existían otras personas que presentaban batalla a Voldemort. Era como despertar de un largo sueño.
Y de repente el recuerdo que se había removido al oír la voz de su tío destelló en la memoria de Margaery, que visualizó al reluciente patronus del dragón que se le había aparecido.
Aemmond había enviado ese patronus. Antes de que él fingiera su muerte, Margaery le había preguntado porque no podía montar un dragón y él había dicho que solo los artúricos podían montar dragones. Los Pendragon rubios. Margaery se tocó el cabello, instintivamente. Margaery era azabache en ese entonces, así que Aemmond le prometió que irían a volar en su dragón, un hébrido negro. Igual que el patronus que se le apareció...
Margaery recordó otra cosa, corrió hasta su mochila, sacó de ahí Historia Regum Camelot y comenzó a leer. "El rey Maegor siempre trata de complacer; cuando se enfrenta a alguna dificultad, responde con palabras tibias, mientras que la respuesta de Aemmond es siempre sangre y fuego. Serviría mejor explicarlo en palabras de la pequeña Margaery Potter, sobrina de ambos: "el rey se inclina a un lado o a otro como un junco, y el príncipe es rígido como un rejón."
Su tío no era un traidor y la había llevado al borde de ese acantilado para que viera algo, para que viera aquel dragón. Era real, ella tenía razón. Aemmond Pendragon aún quería a Margaery Potter como el primer día que la sostuvo en brazos. Y Margaery había vuelto a querer al hombre que la había criado y educado.
Margaery, con el corazón en la garganta, salió corriendo hacia afuera de la tienda pero su emoción se evaporó al ver que Alessia no estaba en ninguna parte. La buscó alrededor del campamento y dentro de la tienda, por las dudas, hasta que la encontró. Al borde del acantilado y con el viento moviendo su cabello y su vestido celeste.
—¡Alessia, espera! —gritó Margaery. Era consciente que estaba fuera de los hechizos protectores y que cualquiera podría escucharla, pero poco le importaba.
Alessia se dió la vuelta. Había trazos de lágrimas en sus mejillas y tenía los ojos rojos. Tenía la libreta de Margaery en su mano. La rubia la miró con los ojos de par en par y solo apartó su mirada cuando Alessia, con un movimiento de su varita, recogió su campamento en unos segundos.
—P-perdón, Mary... Y-yo nunca quise que esto fuera así... p-pero y-ya n-no puedo... —hipó la pelirroja.
—No, no, no... Lessie, escuchame... Podemos arreglar lo que sea... —rogó Margaery desesperada—. Te juro... Por favor no...
—Te amo.
—Ángel, por favor...
Pero ya era muy tarde. Margaery soltó un grito de horror que no se oyó; muda e inmovilizada por alguien, se vio obligada a ver cómo Alessia saltaba por los aires. Su prima quedó suspendida una milésima de segundo bajo los relucientes rayos del ocaso; luego se precipitó lentamente, como una delicada muñeca de trapo, y se perdió de vista.
AUTHOR'S NOTE:
regalo para mi nena x su cumple
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top