lviii. princess don't cry
lviii. las princesas no lloran
Para subrayar la importancia de los próximos exámenes, una serie de folletos, prospectos y anuncios relacionados con varias carreras mágicas aparecieron encima de las mesas de la Sala Común de Hufflepuff poco después de que las vacaciones finalizasen, y en el tablón de anuncios colgaron un letrero que decía:
ORIENTACIÓN ACADÉMICA
Todos los alumnos de quinto curso tendrán, durante la primera semana del trimestre de verano, una breve entrevista con el jefe de su casa para hablar de las futuras carreras. Las fechas y las horas de las entrevistas individuales se indican a continuación.
Margaery revisó la lista y vio que la profesora Sprout la esperaba en su despacho el lunes a la una y media. Margaery y los otros alumnos de quinto habían pasado una parte considerable del último fin de semana de las vacaciones de Pascua leyendo la información sobre diferentes carreras que habían dejado en la torre para que los alumnos la examinaran.
—Bueno, la Sanación no me atrae —comentó Ron la última noche de las vacaciones. Estaba enfrascado en la lectura de un folleto en cuya portada se veía el emblema del hueso y la varita cruzados de San Mungo—. Aquí pone que necesitas como mínimo una «S» en los TIMOS de Pociones, Herbología, Transformaciones, Encantamientos y Defensa Contra las Artes Oscuras. No son exigentes ni nada, ¿eh?
—Bueno, ten en cuenta que es una profesión de mucha responsabilidad —observó Hermione, que estudiaba minuciosamente un folleto de color naranja titulado: «¿CREES QUE TE GUSTARÍA TRABAJAR EN RELACIONES CON LOS MUGGLES?»—. Para especializarte en relaciones con los muggles no es necesario estar muy bien cualificado; sólo te piden un TIMO de Estudios Muggles. Mira lo que dice aquí: «¡Son mucho más importantes tu entusiasmo, tu paciencia y tu sentido del humor!»
—Te aseguro que para relacionarse con mis primos hay que tener algo más que sentido del humor —intervino Angelica con sarcasmo—. Un buen sentido del escondite, por ejemplo. —Estaba leyendo un folleto sobre la banca mágica—. Escuchad esto: «¿Buscas una carrera interesante que implique viajes, aventuras y sustanciosas bonificaciones en metálico relacionadas con experiencias peligrosas? Pues plantéate si quieres trabajar para Gringotts, el Banco Mágico, que recluta a rompedores de maldiciones y les ofrece emocionantes oportunidades en el extranjero.» Pero piden Aritmancia; ¡tú podrías hacerlo, Hermione!
—No me interesa mucho la banca —repuso ella con vaguedad, pues estaba leyendo otro folleto titulado: «¿TIENES LO QUE HAY QUE TENER PARA ENTRENAR A TROLS DE SEGURIDAD?»—- Pero tu eres buena en Aritmancia, Lettie.
—Ah, no. Yo voy a seguir mis estudios en la Escuela Alta —dijo Colette—. Voy a ser Senadora y quizás especializarme en Relaciones Muggles. Pasame ese, Hermione —señaló el folleto de color naranja.
—¡Ah, ya encontré lo nuestro! —exclamó Angelica cuando agarró un folleto rojo que tenía como portada el escudo con los dos dragones dorados entrecruzados, escupiendo fuego—. «¿Buscas abogar por la paz, la diplomacia y la cooperación? Pues tu opción es el Senado de Camelot, que recolecta las mentes más brillantes en el Mundo Mágico y les ofrece la oportunidad de hacer de nuestro mundo uno mejor.» Piden aprobado en lo mínimo.
—¡Y una que se mata estudiando en las pruebas! —se quejó Margaery, con indignación—. ¡Si lo hubiera sabido me hubiera saltado estar en la Escuela Baja desde que tenía seis años!
Margaery se había sacrificado a si misma desde que tenía nueve, el año en que empezó a rendir para apelar a una posición en el Senado. Su hermana siempre solía decirle que no se esforzara tanto que, a fin de cuentas, ella le iba a otorgar un puesto en el Senado cuando fuera reina pero Margaery siempre se había negado. Desde que tenía memoria había sido la "ordinaria" entre sus hermanos, la "no especial", la "común y corriente" y no pensaba que la única cosa que la resaltaba, su afilado ingenio y su don para la oratoria, no le diera la posición que ella quería obtener. De niña, Margaery siempre solía decir que ella iba a ser la más grande de las senadoras bretonas. Ahora, que sabía lo duro que eran los exámenes y lo cruel que podían ser algunas personas, no estaba tan segura.
Aun así, su voluntad no cambió cuando, al día siguiente, llegó la hora de la entrevista de orientación académica con Sprout y la profesora le preguntó:
—Bueno, Potter, ¿has pensado ya qué te apetecería hacer cuando salgas de Hogwarts?
La profesora Umbridge estaba sentada con un sujetapapeles sobre las rodillas, una recargada blonda alrededor del cuello y una sonrisita petulante en los labios.
—Ah... esto... —el rasgueo de la pluma que oía detrás no la dejaba concentrarse—. Pues sí... He querido ser Senadora desde que tengo uso de razón.
—Para eso necesitarías muy buenas notas —replicó la profesora Sprout—. Piden cinco ÉXTASIS como mínimo, y por lo que veo no aceptan notas inferiores a «Supera las expectativas». Además, te obligan a someterte a una serie de rigurosas pruebas de personalidad y aptitudes en la Escuela Alta. Es más, creo que hace tres años que no aceptan a nadie que venga directamente de Hogwarts. —En ese momento la profesora Umbridge emitió una débil tosecilla, como si quisiera comprobar lo discretamente que era capaz de toser. La profesora Sprout no le hizo caso—. Supongo que querrás saber qué asignaturas tendrías que estudiar, ¿verdad? —prosiguió sin elevar ni un poco la voz.
—Ah, esto... Yo ya he pasado las pruebas —aclaró Margaery—. Aprobé todo excepto Ley y Ética Mágica y mi nota más baja es un Aceptable en Diplomacia Magi-Muggle y Negociación de Interespecies. Estuve a cargo de abogar por los derechos de los semi-gigantes, yo soy la que escribió el discurso para el señor Vraya en el Ministerio hace dos años —la profesora Umbridge dejó salir un ruidito desdeñoso con la lengua— y también he participado en varios actos públicos en Camelot. Pero tengo que tomar los TIMOS de todas formas así que... sí.
—Eso cambia las cosas. Felicitaciones, por cierto —sonrió la profesora Sprout—. Naturalmente, Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo la profesora Sprout con tono resuelto—. Y también te aconsejaría... —La profesora Umbridge volvió a toser, esta vez un poco más fuerte—. También te aconsejaría que estudiaras Transformaciones. También deberías estudiar Encantamientos, que siempre son muy útiles, y Pociones. Sí, Potter, Pociones —añadió, y esbozó una brevísima sonrisa. La profesora Umbridge soltó la tos más pronunciada hasta el momento—. ¿Quiere una pastilla para la tos, Dolores? —preguntó con aspereza la profesora Sprout sin mirar a su colega.
—No, muchas gracias —contestó ésta con aquella sonrisa tonta que tanto odiaba Margaery—. Sólo me preguntaba si le importaría que hiciera una brevísima interrupción, Pomona.
—No, no me importaría. Adelante —indicó la profesora Sprout apretando los labios.
—Me estaba preguntando si es aceptable dicha carrera para la señorita Potter —comentó la profesora Umbridge con dulzura.
—¿Ah, sí? —dijo la profesora Sprout con altivez—. Bueno, Potter —continuó, como si la interrupción no se hubiera producido—, el hecho de que ya seas embajadora te lo pone todo más fácil pero el Senado ha advertido que, debido a la situación en la que se encuentra el reino, no aceptarán a nadie sin los TIMOS básicos. La profesora McGonagall me ha dicho que eres excelente, tal como lo han hecho el profesor Flitwick y yo, por supuesto. Aunque en Pociones... bueno, tendrás que mejorar porque el profesor Snape no acepta a ningún alumno que no haya conseguido un «Extraordinario» en su TIMO, así que... En cuanto a Defensa Contra las Artes Oscuras, siempre has sacado buenas notas; el profesor Lupin, particularmente, creía que tú... ¿Seguro que no quiere una pastilla para la tos, Dolores?
—¡Oh, no, Pomona! Gracias, pero no la necesito —dijo con la misma sonrisa tonta la profesora Umbridge, que había vuelto a toser aún más fuerte.
—Sí, Potter, como iba diciendo, el profesor Lupin opinaba que demostrabas tener excelentes aptitudes para la asignatura, y como podrás suponer, para ser transitar la situación actual de tu nación...
—¿No ha entendido mi nota, Pomona? —la interrumpió la profesora Umbridge con tono meloso. Esta vez se le había olvidado toser.
—Claro que la he entendido —respondió la profesora Sprout, pero apretó tanto los dientes que apenas se distinguieron sus palabras.
—Bueno, pues entonces no me explico... Me temo que no comprendo cómo puede dar falsas esperanzas a Margaery de que...
—¿Falsas esperanzas? —repitió la profesora McGonagall, que seguía resistiéndose a mirar a la profesora Umbridge—. Ha sacado muy buenas notas en todos sus exámenes de Defensa Contra las Artes Oscuras...
—Oh, no, no, no —negó Umbridge con dulzura—. No lo niego, es una estudiante... ciertamente remarcable. Pero, he recibido noticias, deseos, —hizo una pausa, abriendo su bolso rosado, sacó un pedazo de papel algo arrugado y comenzó a leer:—. "Como usted bien sabrá, el Senado mantiene lealtades cambiantes y no desearía que mi apreciada hermana menor, como miembro de la familia real y segunda en línea al trono, se relacione con dicho entorno". Y continúa "le agradezco infinitamente su intento de llevar a mis hermanos por un buen camino y, si a usted no le molesta, me gustaría que aleje a mi hermana de aquellos caminos turbulentos y la encamine hacia uno más respetable, como el del Ministerio de Magia. Le aseguro que encontrará a una aliada de lo más leal y servicial en la princesa Margaery".
Margaery miró a la profesora Sprout pero ni siquiera ella parecía tener la respuesta. Margaery se levantó y extendió la mano hacia la profesora.
—¿Sería tan amable de pasarme la carta, profesora? —preguntó Margaery y Umbridge, con una sonrisita de suficiencia, la entregó.
Era claramente una carta de su hermana. Tenía la misma caligrafía, cuadrada pero delicada, había palabras que solo Alyssane utilizaría, por su fuerte conexión con otros idiomas, y la crueldad que significaba privar a su hermana de lo que siempre había querido y usarla como un peón en un juego de manipulación e interés, era algo que solo la nueva Alyssane hubiera hecho. Aun así, Margaery notó un error que, probablemente, hubiera hecho apropósito y la remitió a una conversación que habían tenido hace varios años.
—¿Por qué el abuelo firma con una B al lado de su nombre, Aly? —había preguntado una Margaery pequeña, viendo los papeles de abdicación de su abuelo.
—Porque así es como firman los reyes bretones, Mary —le había explicado su hermana—. Los reyes británicos, por ejemplo, firman con una R.
—¿Y qué significa?
—La B es por Brenin y la R por Rex —explicó Alyssane y luego se agachó a la altura de su hermana menor—. Pero recuerda esto; cualquier monarca bretón que firme con una R es un traidor y por lo tanto sus palabras no tienen significado.
—Y por lo tanto, como verá, no puedo permitir que Margaery...
—Es falso —sentenció Margaery.
—¿Cómo dice? —preguntó la profesora, confundida.
—Que la carta es falsa, profesora —dijo con un deje de burla y señaló la pequeña "R" que le seguía al nombre de su hermana—. ¿Ve ahí? Es una R, no una B. Los monarcas bretones firman con una B. Así que, lo siento mucho pero ha sido engañada —y luego, con un poco de crueldad, añadió:—, profesora. Ahora, si me disculpan, le prometí a mi hermano que lo iba a ayudar con su tarea. Gracias, profesora Sprout, ha sido de mucha ayuda.
Sprout le sonrió y Margaery dejó atrás a una muy agitada profesora Umbridge.
Cuando se aseguró de estar muy lejos, se recostó en la pared y se permitió dejar salir algunas lágrimas.
"Le aseguro que encontrará a una aliada de lo más leal y servicial en la princesa Margaery"
Su hermana se había convertido en alguien sumamente cruel. Y Margaery no estaba lista para aceptarlo. Pero cuando comenzó a llorar más fuertemente, recordó algo más que su hermana había dicho.
"Las princesas no lloran, Mary"
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