liii. war isn't over
liii. la guerra no ha terminado
—Harry, sé que estás ahí dentro. ¿Quieres salir, por favor? Tengo que hablar contigo.
Margaery, quien no estaba de muy buen humor, estaba golpeando la puerta de la habitación que ella y Harry supuestamente tenían que compartir. Luego de no recibir respuesta, decidió abrir la puerta. Harry se dió la vuelta, su baúl estaba cerrado y tenía una capa de viaje.
—¿Qué haces? ¿Huyes?
—No, no huyo —respondió Harry con aspereza, y tiró de su baúl hacia la puerta.
—Tenía entendido que para entrar en la casa de Gryffindor debías ser valiente —continuó Margaery, lacónicamente—. Me da la impresión de que habrías estado mejor en Slytherin. Si les dan a elegir, por ejemplo, siempre prefieren salvarse el pellejo.
—No es mi pellejo lo que intento salvar —repuso Harry y arrastró el baúl por encima de un trozo de alfombra muy retorcido y apolillado que había justo enfrente de la puerta.
—Ah, ya entiendo —comentó Margaery, apoyada en el marco de la puerta—, no es una huida cobarde, sino un acto noble. —Harry no le hizo caso—. Por cierto, tengo un mensaje para ti de parte de Dumbledore.
Harry se dio la vuelta.
—¿Qué mensaje?
—«Quédate donde estás.»
—¡No me he movido! —exclamó Harry sin levantar la mano de su baúl—. Dime, ¿cuál es el mensaje?
—Acabo de dártelo, imbécil —le soltó Margaery sin alterarse—. Dumbledore le ha dicho a Alyssane que me ha ordenado que te diga que te quedes donde estás.
—¿Por qué? —preguntó Harry con impaciencia, y soltó el baúl—. ¿Por qué quiere que me quede aquí? ¿Qué más ha dicho?
—Nada más —respondió.
El genio del muchacho afloró a la superficie como la cabeza de una serpiente asoma por encima de la hierba crecida.
—Y ya está, ¿no? —dijo en voz alta—. ¡«Quédate donde estás»! ¡Eso fue lo único que me dijeron después de que me atacaran los dementores! ¡Quédate quieto mientras los adultos se encargan de solucionarlo, Harry! Pero ¡no vamos a molestarnos en explicarte nada porque tu diminuto cerebro no podría asimilarlo!
—¡Mira —añadió Margaery hablando en voz aún más alta que Harry—, ayer he tenido un día terrible y no me gustaría empeorar este! ¿No se te ha ocurrido pensar, miserable engreído, que podría haber un excelente motivo por el que Dumbledore no te confía los detalles de sus planes? ¿Nunca te has parado a pensar, mientras te sentías tan injustamente tratado, que obedecer las órdenes de Dumbledore todavía no te ha causado ningún daño? No. Claro que no; estás convencido de que eres el único que siente y piensa, el único que reconoce el peligro, el único lo bastante inteligente para darse cuenta de qué es lo que planea Voldemort...
—Entonces, ¿es verdad que planea hacer algo relacionado conmigo? —preguntó Harry inmediatamente.
—¿He dicho yo eso? —comentó Margaery, exasperada—. Mira, si me disculpas, tengo cosas mejores que hacer que escuchar tu elucubraciones... Que tengas un buen día.
Y cerró la puerta fuerte y repentinamente.
—¡Muy bien, vete! —gritó Harry, cuya voz se escuchaba a través de la puerta—. ¡Y dale las gracias a Dumbledore de mi parte!
—¿Y? ¿Qué les pasa? —preguntó Aemma, al ver que los mellizos no se dirigían la palabra en la cena.
—Tu hijo es un grandísimo idiota —masculló Margaery.
—Margaery —la regañó su madre, mirándola severamente.
—No me voy a disculpar —se defendió—. Es un idiota.
—Me pregunto que eres tu, entonces —contestó Harry.
—¿Ah, sí?
—Mary, Harry está preocup...
—Es una estupidez pensar que está poseído —Margaery interrumpió a Alyssane, con enojo—, dado que yo soy la única persona que conoce que ha estado poseída por alguien y porlo tanto puedo explicarte lo que se siente.
Dumbledore le había dicho que su pequeña travesía al laberinto de la prueba final del Torneo se había dado porque alguien había estado en control de su mente. Aunque el profesor no le había dicho si era Crouch o si había sido el mismo lord Voldemort.
—No me acordaba de eso —se excusó Harry, después de unos segundos de silencio.
—Pues tienes suerte —dijo Margaery fríamente.
—Lo siento —se disculpó Harry con sinceridad—. Entonces... ¿crees que estoy poseído?
—A ver, ¿recuerdas todo lo que has hecho? —le preguntó Margaery—. ¿O hay periodos en blanco de los que no recuerdas nada?
Harry se exprimió el cerebro.
—No —contestó tras una pausa.
—Entonces Voldemort no te ha poseído nunca —dedujo Margaery con simplicidad—. Cuando me poseyeron a mí, no recordaba lo que había hecho desde que acompañé a Electra al despacho de Dumbledore hasta que me desperté. De pronto me encontraba en el laberinto y no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta allí.
—Pero ese sueño que tuve sobre el duque de Ille y Vilaine y la serpiente...
—Ya has tenido sueños de ésos otras veces, Harry —terció Margaery—. El año pasado tenías visiones de lo que Voldemort se traía entre manos.
—Esta vez ha sido distinto —aseguró su mellizo moviendo negativamente la cabeza—. Yo estaba dentro de aquella serpiente. Era como si yo fuera ella... ¿Y si Voldemort se las ingenió para transportarme a Londres?
—Algún día escucharás a Hermione o leerás Historia de Hogwarts —dijo Margaery con un tono de profundo fastidio— y quizá te enterarás de que dentro del colegio uno no puede aparecerse ni desaparecerse. Ni siquiera Voldemort podría hacerte salir volando de tu dormitorio, Harry.
—Y Ron dice que no te levantaste de la cama, Harry —intervino Alyssane—. Que te vieron retorciéndote en sueños, por lo menos durante un minuto, antes de que consiguieran despertarte.
Después de unos segundos en silencio, Harry cogió sin darse cuenta un sándwich del plato que había encima de la mesa y, hambriento, se lo metió entero en la boca. Margaery sonrió con suficiencia.
—Resuelto —anunció Margaery, levantándose—. Voy a ver a Angelica.
Besó a su madre y hermana en la mejilla, antes de reverenciarse, y le alborotó el cabello a Harry.
No cabía entre sus posibilidades decirle la verdad a su amiga. Le había hecho jurar a Andrew que no se lo diría a nadie y ella confiaba plenamente en él aunque le había sorprendido mucho que los dos hubieran soñado con lo mismo (o con algo mínimamente relacionado).
Pero, ¿y si Angelica ya lo había deducido? ¿Que haría en ese caso? "Mentirle, por supuesto", pensó al instante. Uno de los espías de su hermana debía haber interceptado la carta y entendido lo que significaba. Además, era lógico que se crearan rumores sobre la legitimidad de los hijos de Alessia si tenían un don que no corría en ninguna de sus familias. Y, para colmo, su familia podía llegar a estar implícitamente relacionada con los niños. Sí, era Angelica a la que le convenía que Margaery se mantuviera cercana a ella y a sus primos. Con Margaery como amiga nada iba a pasarle a su familia porque ella no lo permitiría.
Escuchó voces en la biblioteca y supuso que ese era el lugar en el que estaría. Se acercó a la puerta entreabierta y escuchó:
—No es Margaery, Angelica —comentaba Andrew, distraídamente.
—Era la única que sabía así que no la defiendas —siseaba Angelica.
—Es una locura solo pensarlo —insistía Colette—. Margaery es la persona más confiable que conozco y eso que la conocí este verano. Tu la conoces desde que tenían seis años.
—Ayer estaba histérica —seguía Andrew—. Decía que estaba preocupada porque no quería que tu la culparas por algo que no había hecho. Y estaba preocupadisima por Alessia.
Margaery decidió que había tenido suficiente. Tocó la puerta entreabierta y la abrió suavemente.
—¿Interrumpo algo?
—No —dijo Andrew—. De hecho, Angelica tiene algo para decirte.
—Es por Alessia, ¿verdad? —Margaery suspiró pesadamente—. Yo no le dije nada a Alyssane, te lo juro.
—¿Ves? —habló Andrew—. Siéntate, Val.
—Te lo juro Angelica —repitió—. Estaba igual de confundida que tu anoche.
—Está bien... —suspiró la chica—. Es que estoy muy preocupada. ¿Qué le puede llegar a hacer Alexander a Alessia si lo descubre?
—Como alguien que creció con ellos te aseguro que a Alexander le importa una mierda lo que haga Alessia —dijo Margaery, sentándose a un lado de un muy callado Edward—. Creo que hasta le agradece al padre de esos niños porque nunca sería capaz de encamarse con su propia hermana. —Margaery no pasó por alto la mueca de disgusto de todos en la habitación—. Y como necesita un heredero...
—No la pueden culpar después de todo —declaró Angelica—. Casarse con su hermano... —luego suspiró y añadió—: Voy a ver a Elizabeth.
Y se fue de la habitación, dejándolos en un silencio que parecía carcomerlos.
—No sé que piense tu hermana —comenzó Colette—, pero nadie en mi familia podría...
—Yo soy el padre —soltó Edward de pronto.
El peso de la declaración se quedó flotando en el aire como si fuera una burbuja que esperaba a explotar en cualquier momento. Margaery se sentía aturdida, atontada. Debía de estar soñando. O no había oído bien. En realidad, estaba bastante segura de que su cerebro no había procesado la información correctamente y solo se había equivocado.
—Que chistoso —dijo Colette, poniéndole una mano en la suya—. Pareces salido de un circo.
—No estoy bromeando, Alicent —gruñó el chico.
—¿Edward que estás diciendo? —siseó Andrew, con enojo.
—Que yo soy el padre —repitió—. ¿Se acuerdan el día que se conocieron? —le preguntó a Margaery y a Andrew. Los dos asintieron anonadados—. El día anterior, papá y el padre de Alessia nos encontraron juntos. Por eso, expusieron el caso ante el rey y él propuso que me case con Françoise, que también le había traído problemas. Funcionó en cierta parte porque me olvidé de ella pero... —Edward parecía estar apunto de llorar—. Pero cuando fui a la capital con papá al principio del verano...
Y dejó la frase al aire, pero no necesitaban más palabras. Habían entendido todo.
Margaery respiraba acompasadamente y parecía estar en un profundo estado de incredulidad. Había estado segura de que Edward no era, de que ninguno de los chicos Knight podría haber hecho algo así. Pero ahora...
Margaery no se despertó hasta que Andrew se levantó abruptamente de la silla. Agarró a Edward del cuello de la camisa y lo echó contra la pared.
—¡Andrew!
—¿¡En qué estabas pensando, idiota!? —le gritó—. ¿¡Te das cuenta de lo que has hecho!?
—¡Andrew, déjalo! —gritó Colette, desesperada.
La chica parecía estar inmóvil y Margaery se dió cuenta de que no iba a reaccionar hasta que o Andrew golpeara a su hermano o que Edward lo empujara. Margaery agarró a Andrew por los hombros e intentó alejarlos.
—¡No sabía que iba a pasar esto! —gritó Edward—. ¡No estaba pensando! ¡Me dejé llevar!
—¡Claramente no estabas pensando! —exclamó Andrew, cuya cara se había puesto roja de la ira—. ¡Papá está grave y tu nos sueltas esto!
—¿¡Prefieres que te lo esconda!?
—¡Pues a estas alturas preferiría cualquier cosa más que esto! —ahora era la cara de Edward que se estaba poniendo roja, pero Margaery estaba segura que era por la falta de aire y no por el enojo.
—¡Andrew, suéltalo!
Haciendo un esfuerzo descomunal, Margaery logró separarlos y ella y Andrew tropezaron un poco antes de lograr estabilizarse. Los dos hermanos se miraron muy fijamente antes de que el menor se desprendiera del agarre de la azabache y se retirara de la biblioteca. Cuando Colette se dispuso a ir tras él, Margaery la detuvo.
—Voy yo —dijo, y miró a Edward que todavía jadeaba a causa de la falta de aire—. Quédate con él.
La pelinegra asintió y la azabache salió en busca del chico.
—¡Andrew! —lo llamó cuando advirtió que estaba doblando para llegar al corredor que daba en su habitación. Cuando llegó al dormitorio, abrió y cerró la puerta tan de pronto que a Margaery casi no le da tiempo de frenarse. Golpeó con la palma abierta varias veces—. ¡Andrew, ábreme! ¡Andrew!
Margaery esperó para ver si abría pero, al escuchar cosas caerse, decidió abrirla. Cuando entró, esquivó por casualidad una de las lámparas de las dos mesas de luz, que cayó a escasos centímetros de ella. Andrew se frenó en seco, con una mirada que cambiaba de enojo a preocupación y pareció hacer un gran esfuerzo para calmarse.
—Belleza, estoy... —volvió a respirar—. No quiero desquitarme contigo, así que...
—No me voy a ir —dijo con firmeza y avanzó hasta donde estaba—. Andrew, Edward...
—No me hables de él —gruñó Andrew, agarrándole el mentón—. Yo guardé tu secreto, tu vas a guardar el nuestro, ¿cierto?
—No pensaba en decirle a nadie, Andrew —respondió Margaery—. Pero no deberías haber reaccionado así.
Margaery se ahorró las ganas de decirle que podría haber matado a su propio hermano.
—Creo que ya soy lo suficientemente mayor como para decidir como tengo que reaccionar si mi hermano me dice que tuvo un amorío con la esposa del rey que le usurpó el trono a la reina a la cual mi padre sirve, ¿no crees? —espetó el chico.
—Solo digo que ese arrebato podría...
—¿Vas a hablar de arrebatos, Margaery? ¿Tu? ¿En serio? —preguntó Andrew—. ¿La misma que se puso a gritarle a su hermano mellizo porque había sido expulsado del equipo de quidditch? Creo que esto es una situación mucho más grave que una simple expulsión y que el arrebato —se burló— está justificado.
Margaery estaba segura de que el cuello le comenzaba a doler por la diferencia de altura entre los dos y estaba extendiéndole hacia la cabeza, que se debatía entre pegarle al chico o besarlo.
—Andrew... —habló Margaery, con voz más calmada—, solo te digo que podrías haber reaccionado mejor. Ya tienen suficientes problemas, como para que...
—Amor —la cortó el chico—, ya te lo dije, no me quiero desquitar contigo.
—Y yo te dije que no me iba a ir —repitió Margaery, obstinada. Se separó del chico y comenzó a recoger las almohadas que estaban en el piso—. Ayúdame a limpiar este desastre.
—Este desastre es la forma en la que me obstengo de volver a pegarle al idiota de mi hermano.
—No le pegaste, lo estabas asfixiando —murmuró la chica, en voz baja.
A Margaery le sorprendió la cantidad de autocontrol que tenía Andrew porque si ella hubiese sido él ya estuviese gritando.
—Se lo merecía —respondió escuetamente—. Deja eso, Margaery —la chica se dió vuelta, y vio que Andrew, en frente de ella, arreglaba todo con un movimiento de su varita. La lámpara que casi la había golpeado regresó a su sitio—. ¿Te lastimé?
—Por los pelos.
—¿Fue un sí o un no? —preguntó. Margaery negó con la cabeza—. ¿Sí o no, Margaery? Tienes boca, úsala.
—No —respondió Margaery, tratando de arreglarle el cabello al contrario—. Vas a ir a ver a tu padre en unas horas, deberías arreglarte.
—No quiero ir —Andrew se sentó en su cama, que estaba desarreglada desde la mañana y a Margaery juraba que todavía quedaba un poco de su perfume en las sábanas—. No puedo verlo después de saber esto.
—Seguro que Edward no...
—No quiero escuchar más de Edward, Margaery —la interrumpió Andrew, aunque ella se lo tomó más como un regaño—. No quiero verlo o pensar sobre él, siquiera.
—Tendrás que hacerlo porque van a tener que buscar una forma de solucionar esto —dijo Margaery, arrollidandose frente a él. Sus manos sobre las rodillas contrarias.
—Ya tengo la solución —respondió inmediatamente—. Hacemos como que nada sucedió y listo. Nadie sabe sobre esto. Edward se ahogó con agua en la biblioteca mientras acompañaba a Colette a estudiar y tu y yo no necesitamos explicar por qué estamos juntos porque con lo despeinados que estamos y la cama hecha un desastre tenemos una gran coartada.
—No creo que... —Margaery se frenó, intentando pasar por alto la insinuación de Andrew—. No creo que sea la gran coartada.
—¿No? —preguntó el chico y se acercó para besarla aunque Margaery podía jurar que le había mordido el labio inferior—. Ahora estás sonrojada y tienes los labios hinchados. Dime otra cosa que se te venga a la mente cuando te menciono esas cuatro cosas —Andrew la examinó con una pequeña sonrisa en la cara—. Y es muy entendible para dos jóvenes de diecisiete y quince.
—Creo que es ilegal —murmuró ella, sin mirar a ningún lado en particular.
—Técnicamente tenía dieciséis cuando te besé por primera vez así que...
—Pero ahora tienes diecisiete, sigue siendo ilegal —repuso Margaery.
—No creo que te quejarías si un momento así llega.
—¿Cómo es que terminamos hablando de esto? —repuso Margaery.
—No lo sé, pero me gusta así que continuemos.
—¡Andrew!
—Perdón, perdón —se disculpó, tapándose el brazo en el que Margaery le había golpeado—. Pero no estaba mintiendo.
—Eres la persona más inmadura que he conocido en mi vida —sentenció Margaery, tratando de esconder su sonrisa—. Podrías haber asfixiado a tu hermano y estás hablando de esto.
—Culpame si te hubiese intentado matar a ti.
—Hubieses terminado en el hospital —dijo Margaery, que se había levantado y Andrew la había agarrado por la cintura para sentarla en sus piernas.
—Posiblemente —asintió Andrew—. O quizás tu te hubieses quedado mirándome embobada. Igual que en las clases con el ED.
—Yo no te miro —se defendió Margaery aunque estaba consciente de que estaba mintiendo.
—Es cierto. Me comes con la mirada.
—¡Mentira!
—Verdad —murmuró Andrew, con los labios en contra de los hombros de Margaery. Suspiró temblorosamente—. ¿No le vas a decir nada a...?
—No, Andrew —dijo Margaery, retomando su posición con sus manos en el cabello del chico—. Es un secreto de los cuatro.
—Y posiblemente de Alexander Pendragon y de mi padre —mencionó con pesimismo.
—Alessia lo va a negar. Y nosotros también —lo atajó Margaery—. Y te juro que si Alyssane comienza a sospechar de alguno de ustedes, voy a hacer todo lo que pueda para sacarlos de su atención.
—Puedes decir que nosotros dos estamos más cerca de tener un hijo que Alessia y yo —bromeó él.
—Te voy a matar —rió Margaery.
—No podrías.
—Oh, sí —dijo Margaery, sonriendo—. Voy a entrar en la noche en tu habitación.
—Que lástima que solo entres en mi habitación para desahogarte, para regañarme o para matarme —dijo Andrew en un falso tono decaído—. Podrías entrar para hacer tantas otras cosas...
—Basta —murmuró Margaery, sintiendo sus mejillas enrojecer—. Me voy a ir si sigues.
—Hazlo. Vete —le murmuró contra sus labios—. Pero sabes que no puedes porque te encanta pasar tiempo conmigo. Y por lo tanto te encanto yo.
—Hablas como si a ti no te gustara pasar tiempo conmigo.
—Al menos yo sí lo admito —volvió a murmurar.
—Nunca te escuché decirlo.
—Nunca me preguntaste —y con eso, el chico la volvió a besar.
Esa noche, fue la segunda consecutiva en la que Margaery dormía en una habitación que no era suya y, solo cuando se hubo despertado al día siguiente, se enteró que el día anterior había sido Navidad.
AUTHOR'S NOTE:
SE REVELÓ EL ANDREW AJSJSJJS
btw, tremenda bomba soltó edward en el peor momento. es muy yo coded
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