iii. royal boggarts


iii. boggarts reales

El primer día de clases había sido uno de los peores que Margaery había tenido en mucho tiempo.

La supuesta muerte de su hermano la había tenido nerviosa. Ni siquiera los chistes malos de Remus habían logrado subirle el ánimo. Y Margaery se sentía totalmente preocupada por él.

Aunque, al parecer, la preocupación solo estaba en Margaery. Porque cuando se lo contó a Alyssane y a Arya, no parecían para nada preocupadas. En cambio, solo se rieron.

—Lo de siempre... —comentó Alyssane al aire, mientras terminaba de hacer la tarea de Runas Antiguas—. Sybil predijo mi muerte también, dijo que iba a "ser consumida por el más grande de los dragones" —imitó de una pésima manera a la profesora, haciendo que Margaery ría—, lo cual es tonto porque soy, literalmente, inflamable. Harry estará bien, además te aconsejo que no te creas todo lo que la profesora Trelawney diga. Si estás así de preocupada con lo de Harry, no me imagino cuando te toque a ti.

—Pero... —protestó Margaery, mirando a su hermana

—Prestame el tintero, el mío ya se acabó —mencionó Alyssane, tomando el tintero de Arya—. Babbling me odia, definitivamente. "Llyfr" significa libro, no escritura en Drílico.

Drílico era una lengua muerta, tal como el latín y era hablada mayormente por los Pendragon. A algunos niños nobles se les enseñaba el idioma como señal de su noble educación pero actualmente la mayoría de los nobles no entendían el idioma por lo que quedaba prácticamente reservado para los Pendragon.

—Quizás solo se haya equivocado —sugirió Margaery, enrollando uno de los pergaminos que tenía en mano.

—No. Me odia —sentenció Alyssane.

La conversación con su hermana no había fluido de la mejor manera. Si bien, apreciaba su consejo, seguía preocupada pensando que no le estaban dando la atención que merecía la advertencia.

Pero cuando lo volvió a consultar, esta vez con Electra, la respuesta no cambió.

—De ojos lo único que Trelawney tiene es 5 grados de astigmatismo y 7 de hipermetropía. —comentó mientras caminaban hacia la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Margaery rió

Remus no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor. Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comidas abundantes.

—Buenas tardes —dijo—. ¿Podríais, por favor, meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaréis las varitas mágicas.

—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tenéis la amabilidad de seguirme...

Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusieron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Éste los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura. Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una monótona canción:

—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin...

Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.

—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas.

Filch era el conserje de Hogwarts, un brujo fracasado y de mal genio que estaba en guerra permanente con los alumnos y por supuesto con Peeves. Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta.

El profesor Lupin suspiró y sacó la varita mágica.

—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volviendo la cabeza—. Por favor, estad atentos.

Alzó la varita a la altura del hombro, dijo ¡Waddiwasi! y apuntó a Peeves.

Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y
fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remolino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldiciones.

—¡Chachi, profesor! —dijo Dean Thomas, asombrado.

—Gracias, Dean —respondió el profesor Lupin, guardando la varita—. ¿Continuamos?

Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado profesor Lupin con creciente respeto. Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.

—Entrad, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso.

En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando el profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:

—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su túnica negra ondeaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído.

Neville se puso colorado. Margaery echó a Snape una mirada fulminante; ya era desagradable que se metiera con Neville en clase, y no digamos delante de otros profesores.

El profesor Lupin había alzado las cejas.

—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.

El rostro de Neville se puso aún más colorado. Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.

—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las túnicas de repuesto. Cuando Remus se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.

»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.

Casi todos pensaban que un boggart era algo preocupante. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.

—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?

Hermione levantó la mano.

—Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.

—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir, se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?

Margaery supuso que era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero Harry hizo un intento:

—¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?

—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir, en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en medio dragón y media persona. No daba ni gota de miedo, inclusive fue gracioso. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tenéis que hacer es obligarle a que adopte una forma que vosotros encontréis cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repetid conmigo: ¡Riddikulus!

—¡Riddíkulus! —dijeron todos a la vez.

—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como veis, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.

El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.

—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.

Neville miró a su alrededor, con ojos despavoridos, como implorando ayuda. Luego dijo en un susurro:

—El profesor Snape.

Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. Margaery frunció el ceño y se preguntó por milésima vez en sus años en Hogwarts como Snape había llegado a ser profesor. Remus, sin embargo, parecía pensativo.

—El profesor Snape... humm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?

—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se
convirtiera en ella.

—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.

Neville estaba asustado, pero dijo:

—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.

—¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.

—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.

—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese
atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?

—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.

—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará
la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en
voz alta: ¡Riddíkulus!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el
boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso
grande y rojo.

Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.

—Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquéis un momento a pensar en lo que más miedo os da y en cómo podríais convertirlo en algo cómico...

La sala se quedó en silencio. Margaery meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?

Lo primero que le vino a la mente fue la muerte de sus padres. Pero antes de haber empezado a planear un posible contraataque contra el boggart, se le apareció una imagen horrible: un castillo, demasiado destruido como para reconocerlo, alguna de sus torres y murallas habían colapsado, revelando vigas de madera carbonizadas y escombros humeantes. Y una lluvia de ceniza, que simulaba la nieve, impregnaba todo el aire.

Margaery se estremeció. Miró a su alrededor, deseando que nadie lo hubiera notado. La mayoría de sus compañeros tenía los ojos fuertemente cerrados. Catherine murmuraba para sí:

—No la dejes caer.

Margaery no pudo adivinar de qué se trataba. Quizás eran las alturas o dejar caer algo desde una gran altura

—¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.

Margaery se horrorizó. Ella no estaba preparada. Pero no quiso pedir más tiempo, probablemente por la vergüenza, porque todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban. Harry, a un lado de ella, tenía una expresión parecida a la que ella seguramente tenía.

—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él

Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había remangado la túnica y tenía la varita preparada.

—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!

Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.

Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...

—¡Ri... Riddíkulus! —dijo Neville.

Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.

Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:

—¡Electra! ¡Adelante!

Electra avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció dos personas, una era Electra y la otra, uno que parecía ser un arzobispo, el segundo parecía colocarle una corona a la primera. Margaery no tardó en entender que era una coronación. Electra tragó y exclamó "¡Riddíkulus!", y en cuestión de segundos la escena de transformó en una similar pero con una diferencia significativa: era una coronación en forma de juego, su hermana, Victoria era quien le ponía la corona pero estaba rota y era de juguete. Las únicas risas que se escucharon fueron las de las hermanas.

Margaery vió a Remus sonreír.

—¡Parvati, tu sigues!

Parvati imito a Electra. Ahora ambas hermanas se giraron hacia ella, pero, luego del pequeño click, en su lugar apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...

—¡Riddíkulus! —gritó Parvati.

Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.

—¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.

Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.

¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee.

Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Margaery los pelos de punta.

—¡Riddíkulus! —gritó Seamus.

La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.

¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.

—¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Catherine!

La rubia se adelantó.

¡Crac! El ojo se convirtió en una escena de Catherine con una corona en la punta de los dedos. Un segundo pasó para que Boggart-Catherine soltara la corona que se dividió en varias partes.

—¡Riddíkulus! —gritó Catherine y la imágen cambio a una de la familia real en las celebraciones del día de la Commonwealth.

—¡Excelente! ¡Margaery, sigues tu!

Margaery tragó con fuerza y caminó hacia delante.

¡Crac!

El boggart tomó la forma de un velo oscuro, negro y brumoso que ocultaba algo de Margaery. La azabache tomó aire y exclamó "¡Riddíkulus!". El boggart se transformó en un espectáculo de fuegos artificiales.

—¡Perfecto! ¡Ron sigues tu!

Ron se dirigió hacia delante.

¡Crac!

Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Margaery pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces...

—¡Riddíkulus! —gritó Ron.

Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Alzó la varita, pero...

—¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia la araña.

¡Crac!

La araña sin patas había desaparecido. Durante un segundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, que dijo ¡Riddíkulus! casi con desgana.

¡Crac!

—¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.

—¡Riddíkulus! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.

—¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos—. Muy bien, Neville. Todos lo habéis hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffindor y Hufflepuff por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Hermione y otros cinco por Harry.

—Pero yo no he intervenido —dijo Harry.

—Tú y Hermione contestasteis correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, vais a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaréis el lunes. Eso es todo.

Los alumnos abandonaron entusiasmados la sala de profesores. Margaery pudo notar que Harry, no estaba contento. Remus, su propio tío, le había impedido deliberadamente que se enfrentara al boggart. ¿Por qué? ¿Era porque había visto a Harry desmayarse en el tren y pensó que no sería capaz? ¿Había pensado que Harry se volvería a desmayar?

—¿Habéis visto cómo he podido con la banshee? —decía Seamus.

—¿Y Snape con el sombrero?

—¿Y mi momia?

—Me pregunto por qué al profesor Lupin le dan miedo las bolas de cristal —preguntó Lavender. Margaery apretó los labios.

—Ha sido la mejor clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido. ¿No es verdad? —dijo Electra, emocionada, mientras regresaban al aula para coger las mochilas.

—Parece un profesor muy bueno —dijo Hermione—. Pero me habría gustado
haberme enfrentado al boggart yo también.

—¿En qué se habría convertido el boggart? —le preguntó Ron, burlándose—, ¿en un trabajo de clase en el que sólo te pusieran un nueve?

Margaery vió como Victoria le pegó un manotazo a Ron y se echó a reír.

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