Ochako siempre le prestaba atención aunque no lo pareciera, y más en esos etéreos momentos que compartía con el poseedor de la mirada desigual.

Era único, teniendo lo mejor de dos mundos distintos, su cabello dividiéndose en aquel tono carmín siendo el color de sus llamas que salían de su áspera mano izquierda y un hermoso blanco imitando a hilos de telaraña u oro blanco tan codiciado por el hombre.

Ojo izquierdo del mismo color que los inicios de un abismo en el mar que la tragaban sin oír clemencia. Orbe café era tan cálido como la tierra por debajo.

Perfecto bicolor.

Perfecto a su pensar.

Perfecto por soportar la adversidad y cada batalla en su vida.

Perfecta fortaleza, forzando cada tendón y músculo para apoyar al herido.

Perfecta sonrisa, tan sincera y sin segundas intenciones.

Perfecta combinación de frío con calor, una personalidad tan fría que a la vez te quema.

Perfecto silencio eternamente preparado para llenarse de risas, lágrimas y suspiros.

Perfecto tacto áspero que marcaban su piel pálida.

Perfecta cicatriz que recorría su ojo izquierdo, que contaba un novela llena de tristezas y obstáculos.

Perfecto corazón que fue hecho para amar de verdad.

Perfecto bicolor.

Que sentado a su lado, rozaba sus dedos con los suyos, casi olvidándose de que sus amigos y toda la UA recorrían la gran cafetería, discretos enredaron sus dedos debajo de la mesa poniendo atención a la conversación del futuro héroe número uno.

Ambos sonrieron levemente no por las oraciones de admiración por parte de Midoriya a Gang Orca, si no por el recuerdo de como nació el amor mutuo, un amor tan extraño e inesperado no siendo conscientes de que otros posaban sus ojos en ellos de la misma forma que los hacían entre los dos.