23. Viviendo sin ti.

Estaba sentado a los pies de su cama y sólo con sus bóxers puestos. El humo de su cigarrillo se había esparcido por toda la habitación, reviviendo el olor añejo a cigarrillo que ya era parte de aquel lugar. Todas las mañanas eran momentos para refleccionar y todos los días se preguntaba si siempre se había sentido así de precario, si ese lugar que estaba tan vacío dentro suyo siempre había estado así.

No entendía cómo todo había salido tan mal, parecía muy loco que nada pudiera salvarlo en ese punto, pero era lo único que sabía. No parecía poder hacerlo, no podía encontrar las respuestas a esa sensación inquietante. Había intentado todo, olvidarse como fuera, pero nada funcionaba. Era difícil creerlo, nunca se volvía fácil. Quizás ya lo sabía desde siempre, porque por alguna razón sabía que nunca podría olvidarle.

Exhaló el humo fuera de sus pulmones y cerró los ojos. Quien estaba del otro lado de la cama se movió, despertándolo de su ensoñación.

- Jimin... vuelve a la cama, hace frío – dijo ella.

- Chaeyoung, no me siento bien, prefiero que te vayas... - habló por lo bajo.

- ¿Qué? – preguntó con irritación - ¿Sólo así?

- Sí, por favor...

- Nunca cambias, Park – se quejó ella. Tenía razón.

- Lo siento – se disculpó, mientras ella se cambiaba y él no la miraba – Pero será mejor que dejemos de vernos.

- ¿Qué dices? ¿Así de repente? – cuestionó entre sorprendida y enojada - ¿Hay alguien más?

- Sí.

- Já, eres increíble – bufó – Y dime, ¿Quién es la víctima? – preguntó con un humor amargo.

- Mi mejor amigo.

- ¿Amigo? – preguntó y se hizo un silencio rotundo en el lugar. Jimin no contestó - ¿Un hombre? – abrió sus ojos grandes como platos - ¿Te gustan los hombres?

- Supongo, no lo sé – el chico sonaba tan devastado que la chica sólo rodó los ojos y se sentó en la cama otra vez.

- ¿Y por qué te acuestas con cuantas mujeres quieres? ¿Por deporte? – alzó una ceja, aún sintiendo enojo.

- Porque no puedo tenerle.

- ¿Pues no te parece más aceptable ir con él e intentar conquistarlo? No te comportes como idiota, Jimin.

- No es sencillo, ya lo perdí.

- ¿Cuántas veces lo intentaste? – preguntó, no obtuvo respuesta – ¿Nunca? – alzó ambas cejas – Oh, dios, ¿qué les pasa a los hombres? – se llevó sus manos masajeando su sien – Okay, sabes... - se levantó de la cama, se puso su abrigo y tomó su bolso – ...no digas que lo perdiste si no lo intentaste, y luego las complicadas somos nosotras – Se preparó a salir de la habitación y volvió a mirar al castaño - ¿Él te quiere?

- No lo sé.

- Pues, ¿Tienes algo más que perder? Vivirás tu vida preguntándotelo si no lo averiguas – Jimin suspiró, aunque no mirara a la chica, agradecía lo que le decía – Haz que todo valga la pena, si vas a sufrir, al menos hazlo con una razón, luego de ser rechazado oficialmente – salió de la habitación y se dirigió a la puerta, abriéndola hasta que una mano la detuvo.

- Gracias, Chaeyoung – dijo con la mirada al suelo. Ella le miró y su expresión enojada se calmó, sabía que no podía culpar a alguien con el corazón roto.

- Sólo estoy siendo honesta – suspiró – No es nada.

Tan rápido como se fue cerró la puerta, dejando al castaño sólo en aquella amplia casa. Sus lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Jimin jamás había llorado tanto en su vida como lo había hecho los últimos meses, se sentía patético, un completo perdedor porque no merecía llorar, no merecía darse ese lujo, debía de soportarlo, no quejarse, no temblequear pero en cambio no podía hacer otra cosa que lamentarse.

Se dirigió a su habitación y tomó su celular, el que había cambiado hacía tres meses. Sus manos le temblaban, quizás por los nervios o por el llanto que intentaba controlar, o ambas. Comenzó a marcar su número, porque lo conocía de memoria, pero se detuvo en la mitad. Se sentó en su cama y escondió su rostro en sus brazos. Incluso aunque lo había intentado tantas veces, no tenía el valor suficiente para llamarle.

¿Por qué le llamaría? ¿Por qué le atendería? Temía que Jungkook le odiara, que si llegaba a escuchar su voz le diría uno y mil insultos, mandándolo a la mierda, expresándole todo el odio que le tenía. Se imaginaba que no podría jamás perdonarlo, que jamás podría verle a la cara. Él tampoco podía, no podía pensar si quiera en mirarle a los ojos porque no lo merecía, porque después de haberle destrozado, ¿Cómo podría si quiera atreverse a mirarle? No tenía derecho. Jungkook ya le había dicho que le odiaba, entre lágrimas, y ese recuerdo le acosaba mentalmente.

Se culparía siempre por ello, por no ser capaz de darle lo que él merecía, de hacerlo sentir amado, de hacerlo sentir especial porque lo era, era más que eso, era todo. Se había atrevido a tratarle igual que todos esos hombres inmundos que se acostaban con él en vez de demostrarle que para él valía más que sólo sexo. Quería golpearse, quería que alguien le golpeara innumerables veces en la cara porque lo merecía por haber sido un maldito hijo de perra.

Le extrañaba, le extrañaba terriblemente, y su vacío no era más que eso, la falta de algo fundamental. Si pudiera deshacer todos los males que le hizo lo haría, pero sólo había ido a parar a ser parte de la escoria que Jungkook solía conocer.

Si pudiera enterrar en el olvido aquella parte de él, lo haría sin dudarlo. Si pudiera volver el tiempo atrás correría hasta poder abrazarlo, pero era demasiado tarde. Ahora estaba completamente solo, sin más remedio que llorar, sintiéndose miserable. Se lo merecía.

Él sólo formaba parte de su pasado, al igual que todos los recuerdos que hasta ahora atesoraba. Con él había dejado atrás todo lo bueno que tenía, todos los mejores recuerdos, los mejores sentimientos. Se aferraría a ellos con toda su fuerza, sin querer dejarlos ir porque aun así, era lo que le permitía seguir viviendo.

Parecía como si hubiera sido ayer cuando era feliz, cuando las cosas estaban bien y nada le pesaba cuando él estaba cerca, ahora estaba demasiado lejos, inalcanzable e inolvidable. Era feliz con tan solo mirarle, verle sonreír, ver la luz en sus ojos y su sonrisa, como si el mundo se resumiera a él. Viviría recordando su rostro en su mente, deseando que aún fuera él el que provocaba su sonrisa, pero sabía que eso era una mentira.

Se sentía como nuevo cada día que despertaba a su lado, mirándose como si nada hubiera cambiado, como si ellos pudieran fluir con el universo como si fueran uno.

Se sentía como si el mundo fuera distinto frente a sus ojos y cualquier cosa que podía doler ya no existiese. Porque cuando estaban ellos dos solos, todo era perfecto.

Qué estúpido que había sido.

Se había convertido en una débil luz entre todas las estrellas. Parecía un mal sueño, una pesadilla o una mala broma, pero era su realidad y no podía escapar de ella, sólo podía aceptarla y llorar.

Había tenido miedo de sus sentimientos, porque no quería que nada cambiase entre ellos. Había sido egoísta porque no planeaba aceptarlo. Era mejor callar y seguir, porque era fácil, pero sólo los destruyó a los dos. ¿Cómo sabía que era amor si nunca había amado en realidad? Todo estaba mal, porque jamás supo qué era esa emoción al mirarle. Ahora lo entendía a la perfección, había sido así desde siempre.

No pasaba ningún día donde no pensara en él y deseó poder volver a estar en sus brazos, como si nada hubiera cambiado, como si fueran los mismos de siempre. No pasaba ni un sólo día donde no se arrepintiera de lo tonto que había sido, donde no quisiera verle o escuchar su voz una vez más.

Salió de su habitación, y con sólo una chaqueta encima, salió de la casa, afuera estaba helado, caminó siendo azotado por el viento, sin tener ningún destino en particular. Sólo quería sentirse vivo, sentir el frío chocar con su rostro porque últimamente se sentía entumecido, paralizado dentro de un mal sueño. Quería despertar pero nada parecía cambiar su única verdad.

Haría lo que fuera necesario para ser mejor.

No había sido suficiente, no había sido capaz de darle lo que él merecía y había destruido todas sus ilusiones como si nada. Le había roto en pedazos sin dejar nada donde había de todo. Le había hecho llorar y se había destruido por su culpa, sin piedad alguna. Simplemente no podría jamás entenderse a sí mismo. Jamás podría perdonárselo.



El tiempo pasaba para Jimin, los meses se deslizaban de su calendario y todo seguía igual de monótono y muerto que siempre. A penas sentía interés por hacer algo con su vida. Sólo miraba televisión, estudiaba y jugaba video juegos muy de vez en cuando porque prefería usar ese tiempo para dormir y ya. 

- ¿Cómo está él? – preguntó con inseguridad y hasta miedo.

- Ya te dije que no te diré nada, es lo justo – respondió Taehyung desde la otra línea – No creo que yo deba darte información de él cuando él ni siquiera sabe que estás en Busan con los locos de tus padres, estudiando allí.

- ¿No puedes decirme al menos cómo está? – preguntó frustrado.

- Me lo has preguntado mil veces, ya ríndete – se quejó el ahora pelirojo – Dime, ¿Cómo te está yendo?

- Lo mismo de siempre, escapando de mis padres cada que quieren hacerme participar en alguno de sus estúpidos eventos de negocios, y estudiando, ahora viviendo en el campus de la universidad.

- Oh, así que pudiste independizarte de ellos – sonó emocionado y contento por su amigo. Luego prosiguió - Hm... - Jimin lo escuchó como si estuviera dudando de algo.

- ¿Qué?

- ¿Sólo eso? Me extraña no haya por ahí alguna novia – rió pero a Jimin le molestó más que hacerle gracia.

- Pues ni novias ni polvos.

- ¿Quéeee? – preguntó con dramatismo – Ni tú te la crees.

- Vete a la mierda Taehyung.

- Bueno, bueno, está bien. ¿Cuál es el motivo?

- No me siento con ganas de nada.

- ¿Depresión?

- ¿Será? – el chico se tiró en su cama, mirando al techo y miró hacia su costado, la otra cama que en ese momento estaba vacía – ¿No puedes decirme al menos si está bien? ¿Si es feliz? – escuchó a su amigo quejarse.

- ¿Para qué quieres saber?

- ¿Para no sentir que quiero morirme?

- ¿Y qué quieres escuchar? ¿Qué él está deprimido como tú, o que él es feliz sin ti?

- Que él es feliz.

- ¿Sin ti?

- Que es feliz, simplemente, cállate la boca Tae – suspiró - ¿Ha estado... saliendo con alguien? – su voz tembló por anticiparse a la respuesta y Taehyung rió.

- No, sólo quería asustarte.

- Eres una mierda.

- No me insultes, intento ayudarte.

- ¿Ayudarme? Sí, quizás estás haciendo mi suicidio más tentativo. Gracias, me diste el último empujón – habló con molestia.

- No, no hagas tonterías.

- Entonces ayúdame y dime si él está bien.

- Sabes, ¿Por qué no le preguntas tú?

- ¿Eres imbécil?

- Hablo en serio.

Jimin llegó a pensar que su amigo realmente no entendía nada de lo que había pasado. No había forma que Jimin pudiera darse el lujo de hablarle como si nada, de preguntarle cómo estaba. No después de haber desaparecido, no después de haberle hecho todo lo que le hizo.

- Nunca le hablaste, nunca respondiste sus llamadas o mensajes, cambiaste tu celular, le diste la espalda totalmente.

- No tuve opción, nada hubiera cambiado si no me iba.

- ¿Y ahora qué cambió?

- Que yo ya no estoy cerca para dañarlo – el contrario hizo una pausa, un silencio que incomodó al castaño.

- ¿Te consideras alguien violento, Jimin?

- ¿Sinceramente? Sí.

- No seas estúpido, jamás te vi golpear a alguien en tu vida a menos que se tratara de defender a Jungkook – habló Taehyung con cierto tono indignado. A Jimin le parecía todo lo contrario, sus últimos recuerdos eran de él siendo horrible con Jungkook – Amas a Jungkook, ¿Cierto?

- Sí.

- Pues ya sabes que él también, te lo dije mil veces, incluso aunque era demasiado obvio por parte de él, entiendo que quieras ser un idiota y no verlo.

- No me haces sentir mejor.

- Me refiero a que ambos se aman, y si quieres saber cómo está Jungkook, o le llamas o traes tu culo para Seúl nuevamente y hablas con él.

- No puedo ni verle a la cara.

- ¿Y seguirás así toda tu vida? – le preguntó. Recordó lo que la última chica con la que él había estado, Chaeyoung, le había dicho aquella vez – Haz las cosas como un verdadero hombre, Jimin, y no huyas.

- Él me odia, Taehyung. Si él me amaba, pues eso es parte del pasado ahora.

- Maldición... - el chico bufó, y sabía que si su amigo estaba ahí le golpearía en la cara – Mierda, Jimin, si te digo esto es por algo, de lo contrario te diría que no te acerques nunca más a Jungkook. Ambos son mis amigos y lo mínimo que le debes a Jungkook es una explicación y hablar ambos como personas adultas.

- No estoy listo aún...

- Eso es otra cosa – hizo una leve pausa mientras tomaba de la gaseosa que tenía en su mano – Prepárate, Jimin. Deja atrás tu pasado para dejar de herirte y para ser la persona de la que Jungkook se enamoró antes, porque sé que lo amas, y sé que no volverás a equivocarte.

- ¿Por qué confías en eso?

- Porque confío en ti, y confío en Jungkook – Jimin se sintió algo confundido – Sé que Jungkook no te dejará hacerlo de nuevo.

Llevaba casi un año sin Jungkook. Había pasado el tiempo sin notarlo desde que se había ido a Busan sin decir nada. La única persona con la que había mantenido contacto era su amigo Taehyung, sólo para tener a alguien para charlar y no sentirse tan solo y perdido, y le estaba ayudando, porque él era quien más lo conocía a él, y quien más conocía a Jungkook.

Las semanas en su universidad, en la sede de Busan, habían estado bastante bien. Le había venido como anillo al dedo que habilitaran nuevamente el campus de aquella sede, así pudo mudarse y escaparse de sus padres una vez más, porque no importaba cuánto tiempo pasara, su relación con ellos nunca sería digna.

El campus era espacioso, y las habitaciones también, no estaban nada mal. Lo único que le había llamado la atención al llegar allí a vivir al principio, fue que su compañero de cuarto era de hecho una chica. La muchacha se llamaba Wheein, y tenía el cabello corto hasta los hombros y color azul ceniza. Era bastante animada aunque bastante temperamental, tenía su carácter y al principio a ambos les había costado llevarse bien, ya que ambos eran muy testarudos y Jimin no hubiera ido a parar con una chica de no ser que ya no había cupos disponibles en el campus.

Las semanas pasaron y ambos pudieron salvar sus diferencias para tener una buena relación, y Jimin estaba feliz de aquello, porque la chica resultó ser una buena y confiable amiga, ya necesitaba alguien así cerca de él que le hiciera olvidarse de cómo el tiempo iba pasando y él aún se sentía estancado en las idas y vueltas que su cerebro ejercía con los recuerdos de su mente.

- Sabes, tu cara larga me deprime – la chica entró por la puerta, cerrándola detrás de ella y le lanzó una lata de cerveza, Jimin la atajó a tiempo antes que le diera en el estómago, despertándolo de su divagar. Se escuchó el chasquido que hizo la lata al ser abierta – Estamos a unas tres semanas de los exámenes y te veo holgazanear... - bromeó aunque con tono serio. Se sentó en su cama apoyando su espalda contra la pared.

- No puedo concentrarme en nada... - habló desanimado, sentándose para abrir su cerveza y beber al igual que su compañera.

- ¿Ahora en qué piensas? – cuestionó, tomó un sorbo de la bebida - ¿Jungkook? – No obtuvo respuesta, el silencio fue muy oportuno de todas formas - ¿Por qué insistes en no llamarle?

- No querrá hablar conmigo.

- Nunca lo sabrás realmente...

- No tengo derecho de todas formas – su mirada estaba clavada en las burbujas que veía dentro de la lata – Wheein, ¿Alguna vez te han lastimado? – ella le miró sorprendida por la pregunta. Permaneció pensativa y luego respondió.

- Sí, ¿A quién no? – preguntó con algo de gracia, pero al ver la preocupación en los ojos de Jimin y lo tan compenetrado que estaba en los posibles pensamientos que le atormentaban, suspiró y continuó – Mi ex, de hace unos cinco años, me golpeaba.

Los ojos de Jimin no fueron capaces de encontrarse con los de ella, aun así sus oídos estaban más que atentos a escuchar lo que ella tenía para contar. Simplemente no tenía la fuerza suficiente para mirarla, se sentía mal por ella, y apenado por sí mismo. ¿Qué pensaría ella? ¿Jimin sería igual que su novio?

- Él era una persona demasiado orgullosa y asquerosamente posesiva. Y me lastimó mucho, tanto física como mentalmente – su tono de voz era calmado, sus ojos igual – Vivía con él y cada vez que nos peleábamos yo volvía a la casa de mis padres, quienes siempre me advertían que no les gustaba cómo era mi novio – sonrió de forma amarga – Intentaba esconder las marcas que él me dejaba pero a veces era imposible y mis padres me gritaban, se enojaban conmigo y tenían mucha razón, pero a mí no me importó.

- ¿Qué hacías entonces? – Jimin sentía que se quedaba sin voz, porque tenía un nudo en la garganta y en su pecho.

- Volvía a vivir con él, así por un año – ella siguió tomando de su bebida. Jimin pudo esta vez mirarla – Todo se volvió muy difícil, y yo no podía ver el problema, él me alejó de mis amigas, de mis amigos, e incluso de mi familia, y yo sentía que él era todo lo que yo necesitaba, porque era el único que me comprendía mientras el resto no podía entender que yo realmente le amaba.

- ¿Le amabas?

- Sí, pero luego... - se acomodó en su lugar y dejó la lata ya vacía en la mesa de luz – Me golpeó tan fuerte que estuve inconsciente por tres horas.

Jimin sintió su cuerpo helarse por completo, el sudor apareciendo en su frente. Aquella chica, que él veía como alguien con mucho carácter, segura de sí misma y carismática, había llegado a aquel punto. No podía si quiera imaginárselo. ¿Cuántos golpes debía recibir una persona para terminar inconsciente por tres horas? ¿Qué hubiera sucedido si su novio cruzaba el límite? Un golpe más, dos quizás, hubieran sido determinantes.

¿Qué hubiera ocurrido si Jimin no se obligaba a irse de su apartamento aquella vez? ¿Hubiera sido capaz de seguir lastimando a Jungkook hasta ese punto?

- Me desperté sola en su casa, y me sentí tan mal, me sentí tan arruinada que no pude seguir y aproveché ese momento para llamar a una de mis amigas, y ella me refugió en su casa. Con el apoyo de mis amigos nuevamente, pude alejarme de él y levanté cargos en su contra.

- Me imagino que fue muy duro para ti... - bajó su mirada, sintiéndose horrible. Sintiendo cómo aquel nudo crecía en su interior, odiándose porque le parecía terrible que alguien le pudiera haber hecho algo así a otra persona, y el recordar que él lo había hecho le hacía querer desaparecer. Jamás se lo perdonaría.

- Sí, fue muy duro – suspiró, como quitándole importancia – A veces no sabemos expresar el amor, ¿No crees? – sonrió – Yo creo que realmente lo amaba pero no pensaba que merecía algo mejor que él. Me dejaba golpear y tenía miedo de él, pero más miedo tenía de alejarme de él. Nos gritábamos mucho, e incluso nos insultábamos, hasta que él terminaba golpeándome para callarme, y yo lloraba, lloraba demasiado – se peinó hacia atrás su cabello y se recostó en la cama, aún mirando a Jimin – Pero ahora estoy bien, y eso ya está en el pasado.

- Es increíble cuando decimos que amamos a alguien... pero terminamos haciéndole daño – no pudo evitar castigarse con pensamientos de autodesprecio en su mente.

- Creo que todos lastimamos a alguien importante, sea consciente o no – aquello llamó la atención de Jimin – Él tenía miedo de que yo le dejara, y por más ilógico que pareciese, su forma de mantenerme cerca suyo era así, amenazándome y debilitándome por dentro para que yo sólo dependiera de él.

- ¿Le odias?

- No – negó y eso sorprendió aún más al castaño – No creo que odiarle solucione nada – lo que Jimin se hubiera esperado, era que ella expresara el rencor que le tenía a su ex, y ver que ella parecía simplemente aceptar todo eso, le impresionó – Incluso hay parejas que dicen amarse, y se insultan cuando discuten, ¿No crees que eso es bastante feo también?

- Sí, lo creo...

- No merezco ser golpeada, ni merezco ser insultada ni ofendida por nadie cuando yo estoy dándoles un buen trato. Cada vez que veo a parejas discutir, y decirse cosas hirientes, me parece igual de ofensivo que la violencia física, sólo que ésta última está más estigmatizada – Hizo una leve pausa - ¿Y tú, le has lastimado? – Jimin tardó en responder, porque se sentía tan inseguro y tan mal que no sabía si quería realmente hablar de ello ahora.

Jimin no podía hacer más que pasar su vida pensando y replanteándose sus acciones. Luego de conocer la historia de su compañera de cuarto, él siguió preguntándole sobre ello, obviamente antes preguntándole si a ella no le molestaba. Ella notó que parecía que algo le inquietaba al castaño de sobre manera, probablemente en relación a algo que Jimin no se podía perdonar, el haber dañado a Jungkook de alguna manera que ella desconocía específicamente.

Aún así, sin saber a qué venían las preguntas del chico ella le ayudó, porque parecía estar buscando las respuestas a las dudas que le atosigaban y no le dejaban dormir por las noches. Y es que Jimin quería saber qué había sentido Jungkook en aquella relación tan deformada que tenían. Quería comprender cómo el aprecio que él le tenía se convirtió en un amor enfermizo que si se extendía quizás terminaría como le había sucedido a su amiga, o incluso peor, algo imposible de revertir.

Incluso en ese momento, él lo veía irreversible. Veía casi imposible la probabilidad de que su ex mejor amigo le perdonase o le quisiera cerca, y aun así, aunque sentía que amaba a Jungkook, porque sentía algo tan fuerte en su pecho cada vez que le besaba, seguía convencido de que sus acciones eran contradictorias.

Los celos le habían carcomido porque recordaba que por momentos odiaba tanto ver que Jungkook estaba con otros hombres que él sólo podía sentir un enojo imparable y ganas de que el pelinegro sólo tuviera ojos para él.

El último mes que ambos habían pasado juntos, pensó, peligrosamente, que si Jungkook salía con Taemin entonces quizás encerrarle en su habitación era una buena idea. Aquello le asustó en ese entonces y quizás lo único que hizo bien fue irse, abandonarlo, para liberarlo de él.

Aún no podía explicarse cómo sus sentimientos resultaron así de turbulentos y dañinos. Recordaba y sentía aquella desesperación dentro de él que le gritaba la necesitad que tenía del amor de Jungkook porque se sentía tan abatido y agobiado por todo lo que sucedía en su vida que sus emociones y pensamientos no tenían límites, eran inestables.

Quería que Jungkook estuviera allí para él, necesitaba que le abrazara para olvidarse de que en el laboratorio donde trabajaba le repetían que él era un fracaso.

Sentir el rechazo de Jungkook con aquellos ojos miedosos y su labio herido la última noche que le vio, le hizo comprender que no quería ser eso. Le hizo recordar que Jungkook había sido roto ya en el pasado. No quería seguir su camino a convertirse en el monstruo que destruiría a lo más preciado que él tenía en su vida.

Extrañaba tanto la sonrisa de Jungkook, pero había estado tan ensimismado con sus problemas, con su estrés, con su tormenta de emociones y pensamientos que no había notado que lo último que había estado viendo en Jungkook habían sido miradas tristes y lágrimas. No tenía perdón.



El tiempo pasó, demasiado lento para ambos, y aunque la distancia los separase, aunque la ignorancia de lo que ambos estaban haciendo les hacía sentir aún más distantes, como si fuesen desconocidos, ambos pensaban en ellos, en su pasado, en todas aquellas cosas que habían hecho, tanto buenas como malas. Estaban unidos de alguna manera, no por sus pasados sino por aquella necesidad de saber del otro.

Ambos se preguntaban si el otro estaría en sus pensamientos, porque todo el día Jimin se preguntaba si Jungkook pensaba en él, en los mismos instantes donde el pelinegro se hacía la misma pregunta.

Ambos se sentían solos, al fin y al cabo ambos compartían lo mismo o así se sentían, una vida perdida, con una luz que se había extinguido, imposible de revivir. Ambos compartían el mismo corazón roto, porque ambos se habían encargado de destruirse en nombre de sus sentimientos, de sus necesidades. No habían sabido amarse correctamente, no habían sabido apoyarse en el otro como debían haberlo hecho.

Compartían la misma miseria, el mismo dolor de haber terminado estancados con una historia rota. Y si tuvieran la oportunidad, se harían saber que lo entienden perfectamente, que aún si cometieron sus errores ambos lo entienden, y no están solos, porque comparten el dolor, ambos se sienten igual.

No tenían dudas de que sus malas decisiones, la mala forma en la que trataron sus sentimientos y se hicieron cargo de ellos, fue el error que ambos cometieron.

Sus camas siempre se sentirían vacías, a sus hogares siempre les faltaría algo, siempre estarían divididos a la mitad, un lugar vacío donde no podría encastrar ninguna otra pieza que no fuera esa parte que el otro tenía.

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