20. Una razón para no abandonarlo todo
Había dado vuelta el departamento, como si se tratara de que pudiera hacerle aparecer con eso. Lo poco que había en la mesa, junto con aquella nota que había dejado, terminó por lanzarlo todo al piso.
Tomó una silla y la tiró contra la pared, y luego la otra. La rabia y la desesperación eran insostenibles.
Las lágrimas desbordaban de sus ojos rojos, como si nada fuera capaz de detenerlas, mientras todo lo que podía hacer era gritar de furia, de dolor y de arrepentimiento. Golpeó la pared con sus puños, dejando manchas rojas en ella cuando la piel de sus nudillos comenzó a romperse.
- ¡¿Por qué?! – gritos guturales llenaron el departamento - ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué te fuiste?! – Sus manos no sentían el dolor, estaban entumecidas, al igual que todo su cuerpo. Apoyó su espalda contra la pared cuando sus piernas ya no pudieron sostenerle y se dejó caer - ¿Por qué...? – sollozó golpeando su cabeza contra la pared. Apretó sus ojos y mordió sus labios, incluso el dolor que había sentido en éste el día anterior se había esfumado, el de su rostro también. Lo único que sentía era ese dolor irreparable en su pecho, que le estrangulaba el corazón – No puedes... - su voz temblaba, apenas podía pronunciar bien las palabras porque su garganta era un nudo al igual que su estómago y sentía que iba a explotar en agonía – No puedes dejarme... - se llevó sus manos a su cabello y lo agarró fuerte, jalándolo - ¡No puedes dejarme! – Se paró, tambaleándose y dirigiéndose a la habitación de Jimin, viéndola vacía, sin su ropa, sin nada allí – Maldito hijo de puta... - acercándose a la cama arrancó las frazadas y las sábanas. Sus brazos estaban rojos, incluso su cuello, por la ira que le llenaba y la tristeza que le vaciaba - ¡No puedes enamorarme y dejarme! – tomó el colchón con todas sus fuerzas y lo lanzó, quitándolo de la cama. No sabía qué hacía, sólo sabía que quería destruir todo, quería gritar hasta que el dolor en su pecho se desvaneciera - ¡Maldito hijo de puta! – golpeó con sus puños el armario, rompiendo a penas la madera y lastimando aún más sus manos – Te odio... - susurró sin más fuerzas y su rostro empapado en lágrimas, dejándose caer de rodillas – No puedes dejarme solo...
Incluso aunque había agarrado su teléfono, le había llamado y dejado mensajes, nunca atendería. Gritó todo lo que pudo, todo lo que fue capaz de gritar. Incluso sus amigos habían ido cuando él llamó a Taehyung aún en su ataque de ira y desespero. Insultando a Jimin y diciéndole que iba a matarse, porque sí, eso quería hacer.
La vida sin Jimin no era vida, no tenía sentido para él. ¿Qué más podía haber allí para él cuando Jimin se había llevado todo? Ni ilusiones ni esperanzas. Todo estaba destrozado y de todas formas no tenía la motivación suficiente como para pensar en una forma de sobrevivir a la angustia que sentía. Algo había sido arrancado y no podía lidiar con eso.
Ya ni si quiera tenía recuerdos de cómo se había sentido cuando habían abusado de él, aquel lugar oscuro en el que se encontraba parecía incluso más brillante que el lugar donde se encontraba ahora, porque ya no estaba Jimin para aliviar su desesperación. Era eso, desesperación, y era imposible soportarla porque sentía que quería huir de su cuerpo, hervía en su sangre y no le dejaba respirar.
Taehyung y sus amigos llegaron justo a tiempo cuando Jungkook había tomado más de la cuenta y se había cortado los brazos hasta el punto de perder la sangre suficiente como para dejarle inconsciente.
De todas formas, aquella escena que había sido bastante traumatizante y shoqueante para sus amigos, no había sido más que un susto. Jungkook pasó tres días en el hospital y con asistencia psiquiátrica una semana.
Gracias a que sus amigos no le dejaron solo en ningún momento y fue ayudado por un psicólogo por un tiempo, Jungkook había podido mantenerse distante de lo que le había ocurrido y de todo lo relacionado a Jimin.
Se sintió mal, porque a pesar de que la razón de su existir se le había esfumado de sus manos en un abrir y cerrar de ojos, allí a su lado había personas que lo querían y se preocupaban de su bienestar. Sus amigos estaban consternados por su estado, y eso le hizo sentir culpable.
Como podían le hacían reír, le hablaban de sus ocurrencias y sus intentos por pasar las clases aburridas de esos días en los que el pelinegro no había podido asistir por estar en el hospital. Le decían que aunque habían sido pocos días le extrañaban, que las clases y los recreos no eran lo mismo sin él, que se tenía que mejorar para estar bien, y él no podía dejar de pensar en el martirio que sería volver sin que Jimin estuviera allí. De alguna manera era como estar atrapado en un sueño, del que pronto despertaría y se daría cuenta que, definitivamente, Jimin no estaba ya en su vida.
A pesar de parecer mejorar con los días, la espina estaba tan clavada en su interior no dejaba de latir y provocarle dolor.
Lloraba todas las noches, intentando no llamar la atención de las enfermeras, pero cuando no lo lograba una de ellas se acercaba a hablar con él y decirle cosas que a su parecer eran bonitas, cosas sobre la esperanza y aprender a caminar hacia delante y Jungkook pensó en que le hubiera gustado sentirse así, con algo de esperanza y capaz de avanzar. Sonaba lindo, pero algo muy distinto era sentir que de verdad podría llegar a hacerlo, y estaba muy lejos de ello.
Aun así, las semanas pasaron y el dolor seguía pero de alguna manera se había acostumbrado a vivir con él. Las distracciones eran útiles, salir con sus amigos, hablar de tonterías, enfocarse como pudiera en sus estudios y, por sobre todo, nunca estar solo.
Dejó atrás ese departamento para vivir con Taehyung e intentar olvidarse de aquella habitación vacía que él mismo se encargó de hacerla quedar irreconocible.
De a poco, los pensamientos de odio se convirtieron en algo menos frecuente pero la culpa ahora estaba latente, porque comprendió todas aquellas cosas que podría haber evitado y tal vez si no hubiera dejado que su amor le cegara, nada de aquello habría pasado y Jimin aún estaría a su lado, y aunque entendió que nada justificaba la violencia, y la culpa no solucionaba nada, él también perdió el control sobre sus acciones en algún punto del partido.
Había oído a gente prometerse vivir una vida sin arrepentimientos pero, ¿Era eso algo posible? La única conclusión a la que podía llegar era que no importaba cuánto se esforzara en dar lo mejor, siempre habría algo que hubiera deseado hacer diferente, un arrepentimiento. Ese sabor amargo que no puedes sacarte de ninguna manera. Jungkook no tenía forma de no encontrar errores en su pasado respecto a Jimin. No podía si quiera reconocer el momento exacto donde su relación pasó de ser cariñosa a agresiva.
Podía recordar como si fuera ayer las caricias que Jimin le proporcionaba mientras estaban juntos, sus besos cálidos y suaves le hacían sentir tan querido que olvidaba por un segundo que su pasado le hacía sentir el ser más despreciable del mundo. Cuando pensaba que la persona que él amaba jamás podría quererlo porque había sido utilizado y ultrajado, Jimin le besaba y le abrazaba tan fuerte que juntaba todos sus trozos rotos, lo que él había intentado hacer con su amigo y no logró.
Era tan hermoso y tan cariñoso, amaba que le sonriera mientras lo tocaba, mientras recorría su cuerpo con dedicación y miedo a romperlo. Sus manos eran tan delicadas que sus yemas se sentían como pétalos sobre su piel. Sus besos quemaban pero no ardían, le llenaban de calor el cuerpo y su amor crecía. El recordar cuando le besaba el cuello hasta hacerle cosquillas, y unían sus labios riendo sobre los del otro, era algo que antes le hacía sentir lleno y ahora sólo le envolvía en soledad.
No podía recordar en qué momento Jimin había dejado de ser cariñoso con él para tratarlo igual que los hombres con los que había tenido polvos de una noche. No podía recordar en qué momento, repentinamente, habían dejado de reír y mirarse con la complicidad que los caracterizaba.
Sus amigos no le habían dejado, y probablemente era la única razón por la cual no había vuelto a querer tirar todo por la borda, aunque ganas no le faltaban.
Quizás se había cansado de seguir cometiendo errores, de caminar hacia atrás sobre las pisadas que él mismo había dejado.
El futuro era incierto, lo sabía desde siempre y más ahora, pero por lo tanto, el no saber lo que pasaría le dejaba esperanzas y aunque no quería vivir dependiendo de ello algo dentro suyo siempre esperaría eso, una pequeña razón, un pequeño rayo de luz que le dijera que pasara lo que pasara, sea donde sea, volvería a encontrarse con esos ojos que habían significado el comienzo de la vida para él.
Seguiría llamándolo en sus sueños hasta el cansancio y esperaría que quizás, por las leyes del Universo, por las fuerzas magnéticas de La Tierra o la energía de los astros, sus caminos volvieran a cruzarse para darles la oportunidad de construir lo que ellos mismos habían destruido.
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