Capítulo 11: Mi otra mitad

{Jason Sullivan}

Sentado en el suelo observaba mi teléfono, había entrado a un sitio Web para leer algún manhwa, pero lo que me había aparecido me había dejado totalmente confundido, la historia trataba de dos compañeros de trabajo que se enamoraban.

¡Dos chicos!

Mis mejillas permanecían rojas mientras veía la escena donde ambos chicos estaban en una oficina, besándose...

—Así que también te gustan de estos —al escuchar esa voz detrás de mí chille apagando el celular para girarme a ver a Chris.

—¿Qué mierda Christopher? Toca la puerta como las personas normales, deja de entrar por la ventana —gruñí molesto.

—No te sientas avergonzado, es normal tener curiosidad sobre ese tipo de relaciones —tocó mi mejilla y yo golpeé su mano—. Hasta yo debería investigar un poco.

—Ya cállate.

El pelinegro rio poniéndose de pie y me ofreció su mano.

—¿Qué? —lo miré desconfiado.

—Ven —insistió dándome su mano, yo suspiré resignado y tomé su mano para ponerme de pie.

Christopher puso música en su celular y me miró sonriendo mientras lo dejaba sobre mi cama.

—¿Jazz? —alcé una de mis cejas, él se encogió de hombros y tomó mi mano acercándome hacia él.

Con nuestros cuerpos juntos, entrelazó nuestras manos, mientras la otra permanecía alrededor de mi cintura, nos movíamos al suave ritmo de la música, escondí mi rostro en su cuello mientras escuchaba su suave risa ante mi gesto.

Suspiró contra mi oído y dejó un suave beso en mi mejilla consiguiendo ponerme nervioso.

—¿Tendrías una cita conmigo?

Me alejé abruptamente al escucharlo preguntar aquello, lo miré incrédulo, con las mejillas rojas y los labios entreabiertos.

—¿Qué dijiste?

—Jason... —suspiró y se acercó a mí tomando mis manos para darles suaves caricias—. Ten una cita conmigo.

—¿Por qué? —fruncí mi ceño confundido.

—Porque te quiero, bobo.

Tocó mi nariz haciéndome cerrar los ojos, cuando los volví a abrir este estaba mirándome con una sonrisa boba y acariciando mi mejilla.

—Quiero descubrir que tanto te quiero... quiero profundizar en nuestro amor.

Volví a alejarme negando.

—Amor ni amor, estás mal del coco Sax, atiéndete.

Él volvió a acercarse a mí, agarró mi pulóver y me haló contra su cuerpo, quedando muy cerca.

—¿Te desagradaría que yo te ame? —volví a alejarme llevando mis manos a mi pecho y mirándolo desconfiado.

—Ya cállate loco.

—¿A qué le temes?

—¿Quién dijo que le temo a algo?

—¿Temes darte cuenta de que sientes cosas por mí? —comenzó a acercarse a mí con pasos lentos mientras yo retrocedía— ¿Temes que tu cuerpo comienzo a desear el mío?

¡Que alguien lo calle!

Me pone nervioso...

Casi se me sale el corazón cuando ni espalda tocó la pared y quedé a su disposición, demasiado cerca.

—¿Temes que yo no sienta nada y tú termines sintiéndolo todo? —su mano agarró mi cintura y me pegó a él.

Chillé y lo empujé fuerte para alejarlo de mí, él no paraba de reír y eso solo me enojó más.

—¡No le temo a nada! ¡Idiota!

—Ya, JayJay, los amigos también tienen citas —alzó una de sus cejas y yo bufé.

—¿Habrá comida? —pregunté resignado, él asintió.

—Por supuesto.

—Vamos —emprendí camino haciéndome el duro y él me siguió de inmediato riendo.

Cuando llegamos al lugar indicado me quedé boquiabierto, era en el jardín de Chris, había puesto una manta sobre el césped y encima una canasta de pícnic, supongo que adentró estaría mi amada comida. Había flores hermosas alrededor, corrí inmediatamente y al sentarme vi un ramo de flores.

—Oh, son para ti —Chris se sentó frente a mí y me extendió el ramo de flores.

Lo tomé totalmente sorprendido y olfateé este, nunca había recibido flores en toda mi vida.

—Huele muy bien... gracias Chris —él sonrió satisfecho y comenzó a sacar la comida para acomodarla.

—Ya puedes ir comiendo —sonreí y asentí comenzando a comer de todo un poco.

Cuando una fresa apareció frente a mis ojos alcé rápidamente mi cabeza encontrando a Chris ofreciéndome esta.

—Aaaa —insistió para que yo abriera la boca.

Lo miré desconfiado, pero ya que, comida es comida.

Abrí mi boca dándole una mordida a esta feliz, él llevó lo que quedaba a su boca comiéndolo, mis mejillas se pusieron rojas.

—Anda, estás todo rojito —gruñí y bajé mi cabeza para comer en silencio, tonto que es—. Pareces una ardillita.

Volví a gruñir ¿No le enseñaron que cuando se come no se habla?

—¿Me estás ignorando?

¡Al fin se dio cuenta!

—Jayjay.

Lalalalala

—Jason.

No te oigo soy de palo tengo orejas de pesado.

—Jason Sullivan —ante su voz demandante alcé la vista con las mejillas rojas.

Christopher estaba muy cerca de mí, en un rápido movimiento besó mi mejilla y volvió a su lugar.

—No me ignores —asentí rápidamente aún algo perdido.

[♤]

Cuando éramos pequeños, un día Chris salió de compras con su madre, al parecer ella se compró una cartera, él le preguntó que por qué tenía tantas carteras, ella le contestó que allí guardaba todo lo necesario para que ni se le quedara en casa o se le perdiera, por eso le gustaba tener varias, para cada ocasión.

En ese momento Chris dijo "Quiero regalarle uno a JayJay", pero su madre le comentó que yo no necesitaba usar carteras.

Como Chris no paró de insistir terminaron comprándome el monederito de naranjita, y sus padres aprovechaban cada ocación para molestarlo con ello.

—Jason atiendemeeeee.

Giré a ver a Charlie, el cual estaba haciendo berrinche sobre mi cama.

—¿Qué decías? —sonreí avergonzado.

—¿En qué tanto piensas?

—En nada...

—Me mata tu desconfianza. Anda para ya tu culo de ahí, casi es la hora, deberíamos arreglarnos.

—Yo ya estoy listo —él me miró mal, como si estuviera a punto de asesinarme.

—Ni lo sueñes —me agarró y comenzó su "efecto Charlie" que en resumen consistía en peinarme, vestirme y perfumarme a su antojo.

Terminé vestido con un suéter ancho, unos jeans rotos, los converse de siempre y un pequeño colgante plateado de adorno.

Por su parte Charlie se puso unos pantalones de vinil, una camisa blanca bastante reveladora y una chaqueta negra, de accesorios llevaba varios aretes, un colgante con una cruz y pulseras rockeras. Echó su cabello rubio hacia atrás y sonrió al espejo, guiñó un ojo y tocó sus pecas, maldito bastardo que aprovecha lo guapo que es.

Así lo quiero.

El timbre sonó y Charlie aplaudió contento.

—¡Vamos! —agarró mi mano haciéndome bajar, abrimos la puerta observando a Chris, el cual nos sonrió.

—¿Listos? —ambos asentimos y salimos.

Nos dirigíamos a un circo que estaba de paso en el pueblo, a petición de Charlie, el cual no quería ir solo porque le daba miedo.

Al llegar a este tomamos asientos y comenzó la función, apareció un malabarista y Charlie gritó emocionado.

—Que habilidad —nos miró alzando varias veces sus cejas, yo bufé negando y seguí mirando al frente.

El rubio se divertía en demasía, Chris daba caricias discretas en mi mano, y yo solo mordía mi labio intentando concentrarme en la función.

—¿Quieres? —al sentir la voz ronca de Chris llegar a mis oídos en un susurro mi piel se estremeció.

Observé que sostenía palomitas de maíz así que asentí y comí un poco.

—Gracias.

Sentí un grito a mi lado y me giré a ver a Charlie.

—¿Ahora que te dio?

—Payasos —me abrazó asustado y yo miré al techo rogando por ayuda.

Dios, ya sabes que no soy tu mejor guerrero.

Tomé un puñado de palomitas y se las metí a la boca, ya la gente nos miraba mal por los gritos.

[♤]

El tortuoso circo había llegado a su fin, por suerte, luego de dejar a Charlie en su casa caminaba lentamente con Chris hacia la mía, íbamos en silencio, disfrutando del momento.

—¡Dios mío se está quemando!

Miré en dirección de aquella voz viendo como la casa entera se prendía en fuego, retrocedí asustado y mi espalda chocó contra el pecho de Chris.

—Shh no veas —me giró para ocultar mi rostro en su pecho—. Vamos a casa.

Asentí y este me guio durante todo el camino.

[♤]

Desperté en medio de la noche, al mirar a mi lado y ver a Chris dormir plácidamente boca abajo sonreí, pasé de forma suave las yemas de mis dedos por su espalda descubierta, juntando sus lunares para crear figuras, subí hasta los pequeños que tenía en su rostro y volví a sus hombros, amaba las constelaciones que adornaban su cuerpo.

Y en medio de esa paz, volví a entregarme a Morfeo.

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