26 || Ten things I don't hate about you

Diez cosas que no odio de de ti

Así que hice una lista.

O más bien tamborileé el lápiz dos horas, primero en mi mejilla y cuando me dolió la piel, en mi cuaderno. Tuve que parar cuando el sonido estaba estresándome.

—Sí, la lista.

—La lista de cualidades.

—La lista de cualidades y virtudes de Jackson Frost.

Suspiré.

—Jack Frost —corregí.

Volví a bajar la mirada a la hoja que había adornado con florecitas de resaltador morado para animarme a hacerlo, igual lo tendría que hacer; ¡más me valía hacerlo! Esto lo hacía completamente por mi bien.

Imagina cuando te toca gimnasio y no quieres ir o más fácil, tienes tarea y no la quieres hacer.

Fui al baño, me acabé mi agua, me serví otro vaso, dejé ese vaso en el fregadero y lo lavé, fui a agarrar otro y acomodé los secos en la alacena, cuando lo hacía, me di cuenta que tenía una bolsa de café cerrada; nueva, la alcancé y la tomé. Esa era la vida que me decía que no me iba a escapar de esta. Resoplé.

Recordé como me había encontrado con Jack Frost cuando regresaba del supermercado con mis bolsas de café en la mano, como, claramente alarmado, se estiró para alcanzar la manija de su puerta del copiloto y tras abrirla, me invitó a subir.

Eso era algo que nunca odié de Jack Frost, de hecho, era de las cosas que me encantaba de él: Lo servicial.

Sin soltar la bolsa de mi pecho me dirigí hasta mi hojita y con una letra medio fea enumeré en el primer lugar el no-defecto: Que seas servicial y tengas interés en ayudar. (Este es uno solo, no te engañes por el nexo).

Le sonreí a la hoja y festejé mi triunfo de haber comenzado, me lo merecía. De hecho, me merecía una buena siesta después de mi considerable progreso.

Y cuando estaba pensando en esto recordé como Jack solía desearme un buen descanso todas las noches. Solía llamarme y contarme de su día algunas veces, así como preguntarme sobre el mío. Los días que estaba muy ocupado, simplemente me mandaba un mensaje de texto con una carita feliz y un corazón formado por un menor qué y un número tres.

Otra cosa que no odio de ti: Que seas atento.

A la mañana siguiente, Jack se aparecía en mi habitación muy temprano en la mañana y me animaba a salir a correr a la pista de la universidad. Las primeras veces me molestaba mucho, no estaba arreglada y me daba mucha vergüenza que me encontrara en pijama. Jack decía que le encantaba mi versión desarreglada, pero aún así comencé a levantarme un poquito más temprano para ponerme maquillaje que pareciera natural y peinarme el cabello, no me quitaba la pijama con la intención de que se hiciera a la idea de que así despertaba en las mañanas y reemplazara el recuerdo que ya tenía.

Hasta que un día llegó aún más temprano y ya teniendo llave de la habitación, se pasó y se metió a mis cobijas. Traté de reaccionar cuando sentí la presencia extraña y casi me llevo un infarto cuando lo vi ahí acurrucado detrás de mí. Le di de almohadazos y él se mostró arrepentido al principio, después me hizo cosquillas.

Ahí van otras dos cosas que no son tan malas de ti: El que te preocupara nuestra salud integral y el que fueras muy espontáneo. Esta última cosa solía pretender que la detestaba, pero en realidad le daba sabor a mis días.

Luego nos duchábamos y nos íbamos a desayunar, recuerdo que yo siempre pedía ensalada fría con pasta y él un sándwich con papas a la francesa.

Después de compartir clases en la facultad, algunas veces salíamos en citas fugaces, otras nos quedábamos estudiando y nos platicábamos como nos había ido en el día. Y aunque había días que no sucedía y pasábamos la tarde separados siempre nos despedíamos antes de dormir.

Aún recuerdo la pasión de Jack en sus prácticas, si puedo usar este término para que me entiendas, Jack tenía una enorme convicción por hacer justicia. Su sueño de hecho, era volverse abogado familiar y siempre que pudiera, representar a aquellos que no podían permitirse pagar los servicios, de todas maneras, Jack no estudió derecho por interés económico. Renunció a eso cuando sus padres murieron en aquel accidente y Mary quedó a cargo del negocio nupcial, que ya era una agencia medianamente grande, Jack valoró más apoyarla que sus propias fantasías, al final no iba a cambiar al sistema como pensaba a los diecisiete.

Agregué a la lista la convicción por las causas justas y el amor a los niños, pero no pude agregar lealtad.

Quedó hasta este punto en el número seis.

Y aquí fue donde me di cuenta que había hecho trampa: La convicción por la justicia, lo servicial, el ser atento y el amor por los niños podían resumirse simplemente en nobleza. La cual abunda en su persona, abarcó cuatro espacios de mi lista. Aún así, decidí dejarla como estaba.

Me esforcé entonces en pensar en otra cosa. Vagabundee un rato por el baúl de los recuerdos y así fueron apareciendo una tras otra, estas cualidades que sin duda me gustaban mucho de ti: Lo gracioso, lo valiente, lo relajado y lo rebelde. Cosas que, sin duda, me hacían mucho bien. Me hacían mucho bien, de hecho, porque desde que lo recuerdo he sido muy rígida, así que nunca sabía como lidiar con mi ansiedad o mi estrés y aunque en un principio fue muy difícil afrontar esos componentes de mi personalidad, con paciencia lograste que me adaptara a ti y que incluso pudiera tomarlos para mi propio crecimiento personal.

Suspiré y me rehusé a mirar a mi hoja. Había determinado diez, ¡específicamente diez! cosas que iba a escribir sobre Jack y me llenaba de frustración el hecho, no solo de que había sido increíblemente más sencillo de lo que había fantaseado, pero de que ahora me veía obligada a añadir un elemento más. No solo había nadado dentro de ese río fresco y cristalino con total calma y serenidad, sino que ahora tenía lo que parecía ser una desviación en lugar de un final.

Once: tu infinita paciencia.

Cálmate, Elsa, no es tan grave. Diez no es un número sagrado que signifique definitivo y once tampoco significa "vas a casarte con él y estarán juntos el resto de la eternidad". Tampoco es que el uno sea el número de la perdición y al fusionarlos crees un peligro inminente para la humanidad. Aunque ya van dos series que advierten no confiar en quien porte el uno. ¿Coincidencia?

--Tengo que tomar aire.

Y antes de que pudiera hacer algo más me salí a comprimir mis pulmones con la presión del aire. Que diga, a correr. Decirlo así fue por el hecho de que no duré mucho tiempo corriendo como si fuera una chita frenética, estaba eufórica y poco pensé lo que hacía. Ya un a paso más lento metí mi mano en la bolsa buscando mis audífonos y en uno de esos momentos en el que reafirmas que los milagros existen, los encontré enredados en ese pants. Reí ante recordar cuando me ha sucedido también que he encontrado dinero en las bolsas de mis pantalones o mis sudaderas. Los desenredé y simplemente seguí corriendo.

Me di cuenta de que me había tomado casi toda la tarde en procrastinar hacer la lista y junto a una brisa de aire frío, me invadió la sensación de satisfacción por haber podido terminar la lista. En ese momento estuve segura de que hacer el ejercicio definitivamente me había cambiado la perspectiva. No iba a perdonarle lo que hizo mal y cómo me lastimó solo por que tenía buenas cualidades también, pero él es tan humano como yo capaz de equivocarse e incluso de cambiar. Y no he de presionarme a mi misma por ninguno de esos episodios incómodos, nada había sido mi responsabilidad. Iba a poder con esto.

Seguí corriendo esta vez tranquilamente, decidí rebuscar un poco en mis recuerdos de esa etapa de mi vida que ya tenían telarañas. Recuerdos tan mundanos como los suyos y tan únicos también, tan pasajeros como especiales e importantes. Conocer a Merida, a Tooth, a Aster, a Naamari, mi primera compañera de cuarto, y a muchas otras bellas personas que me aportaron en mayor o menor medida.

Cayó la tarde y me detuve en la cafetería de siempre. Los mismos colores acogedores, las mismas personas agotadas o concentradas, los mismos olores embriagantes. Pero en lugar de café, pedí un helado de menta. Y me senté a comérmelo contenta.

¿Un capítulo chiquito?, sí.
¿Daba para más? No.
¿Era relevante entonces? Creo que sí.

Jaja.

Abordar a Elsa convenciéndose de qué va a sobrevivir a Jackson Frost y sacudiendose el estrés un poco se me hacía absolutamente necesario, pero no quería tampoco que fuera el drama enorme y exagerado, sí poquito, pero no tanto.

Dedicado a Lovepeachy12 porque leer tus Os me dio una recordada cañón de porqué me encanta Jelsa en primer lugar. Esta historia me ha puesto una revolcada peor que ola de Acapulco y ha veces que he estado tan pérdida de qué dirección debe tomar. Juro que a veces me dan ganas de soltarle el hilo y ver a dónde llega, pero pues por eso que uno les hace estructura. Así que, cariño, eres una brújula que ocupaba.

De paso, se lo dedico a "103.5 Dawn FM" de The Weekend porque me acompañó mientras lo escribía. Tenía un bloqueo pequeño y me ayudó a escribirlo desde el inconsciente.

(Tipo te distraes y dejas de enfocarte en que estás bloqueado. )
Así que igual y se notan cambios bruscos de ritmo provocados por él.

La referencia del uno es al Juego del Calamar y a Stranger Things, ninguna mí serie preferida, pero coincidía. Y la rima del final no fue a propósito jaja

En fin, hasta la próxima.

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