24 || Miguel Rivera ft Elsa Arendelle
Recuerdo muy claro que yo estaba en una sesión matutina de mascarillas con mi gardenia cuando la puerta de Anna sonó y ella salió en fachas a abrir. Miguel ni siquiera esperó a tener permiso y simplemente entró. Anna farfulló indignada y cerró la puerta tras ella, luego fue tras él.
—Miguel, cuando te dije que esta era "tu casa", fue únicamente cortesía. —Mi hermana tenía los puños en la cadera.
—Anna, cuando te dije que Penny era "mi esposa" era literal. —Ella se quedó boquiabierta—. Ya pasa más tiempo contigo que conmigo y te ha hecho más favores a ti. Asumí que esta ya era su casa también.
—Que exagerado.
—Ahora, con permiso, me robaré a tu hermana.
—¿Te traigo a mi novio de una vez?
—Mejor tráeme un café, que sea de Veracruz.
—¿Eh?
—No voy a aceptarte otro café que no sea el de Veracruz, Anna, tanto dinero y te lo gastas en café mal preparado.
—No es café mal preparado.
—Oh, cierto, es azúcar y colorante con un nombre bonito. Ni siquiera es café. —Le mostró la lengua burlón.
—Vete ya o llamaré a inmigración.
—Ya nos vamos. —Comenzó a empujarme hacia la puerta—. En el camino llamaré al zoológico, ¡se les escapó un zorrillo! —Y la cerró tras él.
—¿Qué fue eso?
—Conversaciones de negocios —respondió el moreno—. Hablando de... tú me debes una canción. —Subí las cejas como respuesta—. Quiero sacar un solo antes del álbum completo y quiero que esa canción sea contigo.
—Hablabas en serio entonces, ah, pensé que solo lo habías dicho por cortesía; alguna clase de halago —Confesé mientras cruzábamos la calle.
—¡De ninguna manera, Elsa! Yo todo lo que digo lo digo en serio. —Sonreí aún sorprendida, ya me acostumbraría. Cerró la puerta de su valla de madera tras de sí.
—Bien, entonces, ¿qué tengo que hacer? —Miguel sonrió emocionado. Se dirigió al carro y me invitó a subir también.
—Lo primero es buscar inspiración y decidir la temática del álbum. ¿Alguna idea?
—Pues... las pistas de hielo me ponen feliz —solté sin pensar. Miguel subió las cejas y luego sonrió—. Me hacen sentir libre y contenta.
—Creo que es una muy buena idea.
Manejó hasta una pista de patinaje en hielo que salió en la búsqueda de gugle. Para mí esto aún se sentía irreal; el estar dándole instrucciones a mi cantante favorito para poder ir a patinar con él. ¿Es así como usualmente se descubren los talentos artísticos?; ¿así de espontáneo?
Miguel cerró el carro tras de nosotros y se escuchó el pitido característico de los autos. Frente a nosotros se abrieron las puertas de cristal y tras encontrarse algunos fanáticos, así como notar que algunos otros se tomaban selfies de lejos con la intención de que él saliera de fondo, llegamos a la pista. A Miguel le hacía gracia esto último.
—Han de pensar que muerdo o que asalto y por eso no se acercan. —Se encogió de hombros—. Siendo sinceros, se disfruta más uno que el otro.
Lo miré raro, no podía creer que hubiera hecho un chiste negro y uno cochino al mismo tiempo. Cada quien su humor.
Me acerqué al mostrador a pedir los patines para ambos, la sensación de colegiala con mariposas aún persistía, pero iba desvaneciéndose a medida que pasaba la tarde y me acostumbraba.
—Elsa, creo que es momento de confesarte algo —dijo tras haber abierto la puertita de cristal que daba paso a la pista—: no he patinado nunca, ¡pero nunca! Ni siquiera con patines de ruedas.
Me giré a verlo y rio nervioso.
—Solo párate derecho y empuja los pies un poco hacia afuera. Sostente del borde del cristal y cuando sientas confianza te vas soltando.
—Ajá, de nalgas fuera —soltó. Tenía la mirada clavada en el hielo, no pude evitar dejar salir mis carcajadas.
—Pero no mucho o te caerás.
—De nalgas fuera, pero no mucho porque me porraceo, entiendo. —repitió añadiendo una palabra rara en español. Me reí más ante esto.
—¿Me qué? —pregunté haciendo un esfuerzo por repetir el español que sí había captado.
—Me reinicia el sistema, saludo al piso...
—Ya, ya. —Rodé levemente los ojos—. Ven, no es tan difícil.
—¿Y si siento que me voy a caer?
—Aceptas tu destino y te sobas. —Resopló.
Miguel me siguió de cerca un par de pasos, aprendió bastante rápido. Rivera no es alguien que se sienta inseguro normalmente, él porta la confianza siempre por delante, por eso es exitoso en lo que hace.
Pero aún con toda su confianza, no estaba cerca de igualar a mis años de práctica, habilidad y experiencia. Mientras iba a la escuela, en la adolescencia tardía exactamente, tomé clases. Como ya dije, me hacía sentir libre y relajada, no tenía que pensar mucho y solo dejar a mi cuerpo hacer lo que sabía. Fue una de esas cosas que desarrollé con facilidad, la otra fue cantar.
Me pasó por un lado una niña que se le veía mucho talento para esto y se le hizo fácil retarme a una carrera al ver que andaba sin miedo. Me pareció muy extraño. Volteé a ver a Miguel esperando que él dijera algo prudente.
—¿No tendrás miedo o sí?
Que no haga los sonidos de gallina, que no haga los sonidos de gallina... y... ahí están los sonidos de gallina. La niña se reía por lo bajo, no era posible. ¡Que infantil!, ¡hombre tenía que ser!
Y ahí estaba yo, tratando de ganarle a una niña que había colocado dos banderines a los extremos opuestos de la pista con la intención de que cada quien tomara uno en el menos tiempo que pudiera.
La cuchilla de metal se deslizó en tanto escuché la palabra "tres". La pista se despejó, la puerta se clausuró y mi mirada se posó en mi objetivo. En el momento en el que mis sentidos se concentraron completamente brotó una memoria enterrada que se apoderó de mí. Logré apartarla lo suficiente para ver a la niña tomar sus bandera y notar a alguien informándola sobre su tiempo. Tomé la mía también y la admiré un par de segundos, acaricié la tela de esta, más por reflejo.
--¿Ves? --escuché su voz masaculina--. Eso fue divertido.
No atiné a responderle nada, él tenía razón. Jack esbozó una sonrisa presumida. Nunca dejó de juguetear con la bandana de Tooth que me había ganado.
--Divertido no significa irresponsable. --sonreí ante lo que dijo, parecía que se iba a formar uno de esos recuerdos cambia rumbos, hasta que lo arruinó--. Casi siempre.
Resoplé y se burló un poco. Se acercó a besarme la frente y me susurró "No te creas."
Recuperé la noción del presente cuando la niña se acercó a agradecerme haber patinado con ella. Soltó que le había llamado la atención mi forma de patinar y que tuvo la impresión de que tenía experiencia en ello, por esa razón consideraba que debía medirse conmigo.
--Cuando sea.
Tras un rato, nos dirigimos al estudio. Miguel tenía la esperanza de que hubiera conseguido inspiración, él está convencido de que la musa se encuentra en aquellos lugares cuyo ambiente nos hace felices. Todo lo que había conseguido mi abstracta mente había sido convertir un ambiente alegre en un recuerdo amargo, realmente no tenía más intención que dejar que él guiara la aventura y yo solo tuviera que seguir sus instrucciones.
Inevitablemente, hizo la pregunta.
--¿Está todo bien?
Sonreí forzadamente y respondí que sí. Inconscientemente hice aquella cosa de acariciarme los brazos cada que me sentía incómoda o quería evitar algún acontecimiento.
--¡Uhum! --Tenía los parpados caídos y la boca recta. Ya capto, no me crees.
Miguel se sentó en un banco alto y descansó los brazos en su regazo, completamente dispuesto a escuchar. Me consolé a mi misma diciéndome que abrirnos con el otro iba a favorecer el proceso creativo.
—Recordaba la pista de hielo como el lugar donde no tenía que esforzarme..., que solo tendría que dejarlo fluir y nada iba a arruinarlo; mi zona de confort. Tú entiendes eso.
Miguel asintió.
—Yo salía con esta... ah... persona en la universidad y se me ocurrió ir con él entonces, con él y algunos amigos. —Sentí la tensión adueñarse de cada una de mis fibras musculares—. Y aunque quise que ese lugar me recordara la vez que pude llevar a mi hermana y pasar un poco de tiempo con ella, simplemente... no pude. —Miguel pudo notar como dejé caer la cabeza y los brazos con un suspiro de adorno.
—Este es el momento ideal para soltarlo. —Aseguró certero—. Patinar te hace feliz, deja ir lo demás.
—¿Cómo? ¿A qué te refieres?
—Con egoísmo, Elsa. Corre a esos recuerdos y libérate. Deja que eso que amas hacer sea exclusivamente tuyo.
—Pero tú compartes tu pasión conmigo —rezongó mi confusión.
—Y me emociona. Pero en el momento que necesite, si sucediera, mi corazón podrá decidir si no lo hace más. —Asomó una sonrisa amplia. Suspiró ante mi silencio prolongado y se levantó a apretarme el hombro antes de salir.
Me tomé el tiempo que necesité para profundizar lo que había dicho. Mi pasión, mi emoción y mi vida eran mías y yo tenía que empezar a tomar las riendas de ellas por mi propio bien. No era la hermana de la bailarina, ni la novia del doctor; era Elsa Arendelle: capitana de este avión. Y aunque me costó, entendí a la perfección que este sí que era un momento cambia vidas.
Miguel asomó una sonrisa socarrona, discreta aunque directa. La función iba a comenzar; la musa había llegado.
El estudio donde Miguel graba sus canciones es un lugar grande con paredes de colores marrones y rojos, de las cuales colgaban enormes y coloridos adornos que indudablemente se había traído de México, evidente contraste con los sofás blancos. Al fondo, hay un área aislada con un vidrio, dentro de esta área había micrófonos colgando y una barra diminuta para descansar envases con agua, y fuera de esta había un aparato enorme con muchos botones y dos sillas. Mismas sillas complementaban una mesa de cuatro en la habitación contigua.
Ah y el baño.
No es por criticar al diseñador de interiores, que lo había hecho muy bien con el estudio en general, pero yo no hubiera puesto ese tigre de colores viendo al inodoro. Me lo quedé viendo con incomodidad, como esperando a que se volteara y dejara de penetrarme con su mirada para poder levantarme, pero al ver que no cedía, tuve que voltearlo.
—Que broma tan mala —bufé. Porque definitivamente tenía una lógica macabra detrás de su posición pervertida acosadora, literalmente un viejo rabo verde. Miguel Rivera sabe perfectamente lo que hizo y con qué intención.
En fin. Le estoy dando muchas vueltas. Casi como si me hubiera traumado en lo más profundo del inconsciente el pinche tigre.
Miguel se plantó en el centro del lugar y sin ningún rodeo aclaró que él solo con Elsa Arendelle, conmigo, sí, eh... (No me lo creas sí quieres, pero aún me ponía muy nerviosa, perdón) sería el que daría dirección a todo el álbum. La canción conmigo iría sobre libertad emocional. El libro entero abordaría ese concepto tan patriótico; entre las otras canciones había libertad tipo cuando eres un joven universitario y nada te importa, pasión por lo qué haces, por quien amas, por cómo te creías los mundos que inventabas al ser niño; realidades de princesas, caballeros y dragones, pero no como te la enseñan en la escuela, ¿qué pasó con llevar libertad y democracia a los países del mundo? En fin: pasión, amor y libertad.
Y ahora venía el verdadero lío: componer la canción.
Me ofreció un vaso de agua, eso sí, antes de reunir al resto de su equipo en la mesita cuadrada para poder realmente diseñar una canción que funcione. He de admitir que terminé mareada entre tanto termino y desesperada por sentir que nada podía aportar. Que si estrofas, que sí versos, que sí rima, que sí ritmo, que sí me podía a tomar una siesta de cinco minutos.
Tras unos días, terminaron de componer la canción. Miguel se esforzaba por incluirme en el proceso, pero a veces le ganaba la emoción y se dejaba llevar por ella a una velocidad que por nada iba a alcanzar. Simplemente lo miraba con los ojos de quien presencia a una persona completamente apasionada.
Terminamos con una canción que nos hizo sentir cómodos y conformes a todos. Comenzaba cantando Rivera la primera estrofa, mi voz seguía la suya y un diálogo que iba subiendo de intensidad daba a entender que el coro se acercaba, las exclamaciones con fervor acentuaban el coro, como un debate acalorado o confesiones fuertes; tras el coro, nuestras voces se "separaban" y las estrofas pasaban a individualizarse, primero la mía y tras la de él, como si cada uno contara su propia historia, el coro de nuevo y un final que iba tranquilizando la emoción del oyente y así informarle que la canción se iba terminando.
Aunque esa era la única canción que iba a cantar con él, me extendió la invitación a quedarme al proceso de crear las otras y vaya que lo hice. Al hacerlo me pude salpicar un poco del proceso legal que llevan un artista y su disquera, de ahí un poco del proceso económico y la mercadotecnia. Penny, por supuesto, tenía que darle el visto bueno y de paso recordarle a su marido lo asombrosa que era su música.
Yo te lo cuento en dos párrafos, pero la verdad es que llevó varios meses todo el proceso. Utilizar más espacio para detallarlo sería un lío tremendo. Terminas muy cansado, no sé cómo tiene una persona la energía de someterse a eso cada cierto tiempo. Supongo que la euforia de hacer lo que más disfrutas.
También entendí porqué los artistas no sacan álbumes cada año como locos desenfrenados.
El pasar tiempo con él y conocer su mundo hacía que poco a poco dejara de pintarlo como el artista inalcanzable que endiosaba sin conocer realmente y me hacía ver que él era tan normal como cualquier persona (excepto lo del tigre en el baño, eso para nada es normal). Me agradaba mucho la versión real de quien había idealizado, aunque sea inconscientemente. No lo hacía menos talentoso y menos famoso, solo lo miraba desde otro punto de vista.
Y gracias a esta experiencia fue que se me pasaron todos los signos: En la disquera se hablaba de la canción de la nueva película de superhéroes que saldría, nada nuevo en una disquera, pero había indicios más obvios como la nueva obsesión de Anna por bajar de peso y cuidar su piel, las constantes desapariciones de Kristoff y Penny, su insistencia por tomar las medidas de Anna, incluso cuando los directores creativos hablaban sobre la sesiones de fotos y el póster de la película y mencionaban a la protagonista pelirroja y al chico latino. Nada de esto me mostró con obviedad el hecho de que mi hermana había pescado el pez más gordo y Kristoff estando tan ocupado y distante por quien sabe qué tampoco lo notó. Anna no dijo nada.
En medio de todo ese caos que se avecinaba sucedió y por supuesto que me quedó claro porque Kristoff había pasado por alto por completo todo, si el hombre no fuera de montar shows:
—Anna, ¿quieres casarte conmigo?
Yo no compongo, pero para este cap se me ocurrió resaltar el proceso creativo —mi proceso creativo— de crear cosas, desde OS y Bocetos hasta ilustraciones y libros completos. Un proceso que no es para nada lineal ni sencillo. Retratar este proceso tampoco fue una tarea sencilla.
Entre bloqueos, baja de energía y un periodo de insomnio, este capítulo me salió gracias a la planeación, aunque superficial que ya tenía, no podría habérmelo echado desde cero.
La palabra "porracear" me la enseñó mi abuelo cuando yo era bien chiquita, no puedo asegurar que sea slang mexicano porque no se la he escuchado a nadie más, quizás lo es de la región donde él creció. Y pues significa caerse.
Un beso, peps.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top