14 || El nuevo trabajo de siglo veintiuno
[ 08:00 P.M ]
—Mi amor.
Se escuchó el sonido de la puerta cerrarse tras de mi. Caminé hasta el comedor y ahí estaba mi novio con la cara enterrada entre las páginas de esos libros gordos. Que nuevo. Giró levemente la cabeza para darme a entender que me había escuchado, sin hacer contacto visual conmigo, y proseguir con su lectura. Como respuesta sólo obtuve un leve sonido grave que murió entre la infinidad del silencio.
Rodé los ojos y me deslicé hasta la silla junto a él empujándolo levemente y mirando el libro. Aburrido.
—Y dices que mi trabajo es aburrido.
—Ajá —contestó sin despegar la vista de las letras negras—. Muy aburrido.
—Si tan solo supieras todo lo que me pasó hoy en el nuevo trabajo. —Traté de llamar su atención por última vez parpadeando repetidamente y recargando la cabeza en su hombro, sin éxito.
—Muchas cosas.
—¡Oh, muchas! ¿Quieres que te platique?
—No ahora.
Me alejé y me crucé de hombros haciéndome chiquita en mi lugar.
—¿Le marco a Anna?
—Buena idea.
—¿Le mando saludos de tu parte?
—Te lo agradecería.
—¿Quieres comer pulpo?
—Muy graciosa.
Me encogí de hombros, rodó los ojos divertido.
—Tenía que intentarlo.
[ 09:10 A.M. ]
¿En que me quedé? Oh, si, en el desastre que se causó y evitó gracias a Jim Hawkins.
Pues, ¿qué decirte? Eventualmente tuve que salir del baño, siendo mi apariencia la última cosa en la lista de prioridades. Miré el pulcro edificio una vez que salí del sanitario, era gigante e imponente. Sentí un retortijón en el estómago. No era la primera vez que tenía un trabajo nuevo; sería vergonzoso a mi edad (diecinueve, por supuesto), sin embargo la falta de práctica en las primeras veces podría traicionarme en cualquier momento.
Sintiendo mis dedos temblar, presioné el botón que me llevaría al piso de la oficina de Agrabah y miré las puertas cerrarse frente a mi. Mientras iba subiendo no pude evitar la estampida de pensamientos que pasaron por mi cabeza; algo así como:
Un elevador sería un buen lugar para rascarse una bubi.
Ya sabes; cerrado, privado.
¿Habrá cámaras en el elevador?
Miré discreta y forzadamente a las esquinas y reprimí las ganas de saludar asumiendo que detrás de esos pixeles habría una persona; esperaba que hubiera una persona o quedaría como una loca.
Las puertas se abrieron, dejándome mirar un pasillo medianamente vacío. El edificio tenía una forma muy graciosa: era como un cilindro con elevadores de cristal, que recorrían los pisos y oficinas pegadas a las esquinas. Si alguien quisiera suicidarse solamente tendría que acercarse demasiado al barandal.
Elsa, ¡¿en qué demonios piensas?!
Suspire y golpeé suavemente una de las múltiples puertas de las oficinas cerradas; la puerta de Jazmín.
—Adelante.
Giré la perilla para revelar la pulcra y blanca oficina de la pelinegra y entré.
—Oh, Elsa —sonrió—. Que gusto verte por aquí.
Cerré la puerta tras de mi y le devolví la sonrisa.
—El gusto es mío.
—Ven —indicó—. Debes firmar tus contratos y tomarte la foto de tu credencial.
¿¡Dijo fotografía!?
—Será rápido. —Su voz atrajo mi mirada hacia ella—. Tenemos que tener un registro por seguridad, tú comprenderás.
Asentí resignada y fruncí los labios. Supongo que no es lo peor que me puede pasar.
Jazmín humedeció las puntas de sus dedos y de una pila de papeles comenzó a seleccionar las que posteriormente tendría que firmar. Me extendió uno de sus bolígrafos y lo recibí.
—¿Podría responderme una pregunta?—pregunté al inclinarme sobre el escritorio.
—¡Por supuesto!
—¿Cuáles fueron los criterios que la llevaron a decidir contratarme? —Me había costado tanto conseguir trabajo que sentía cierto recelo.
—Es simple —se encogió de hombros—:
Tener a Elsa Arendelle en nuestra nómina ciertamente iba a darnos, como empresa, cierto tipo de...—frunció los labios y puso los ojos en blanco— popularidad.
—¿Popularidad? —pregunté con cierto desagrado.
—Elsa —puso su mano en mi hombro y rebote mi mirada de este a sus ojos, un poco incómoda—, estás consciente de lo que creaste, ¿cierto?
—Preferiría no recordarlo. —Ella forzó una sonrisa.
—Apuesto a que sí. —Retiró su mano de mi blusa y juntó los labios—. Sin embargo los hechos ahí están.
—Para mi mala suerte.
—No seas tan dura contigo, después de todo, tienes un empleo ahora.
Asenti, no muy convencida. Ella definitivamente se muere de hambre como psicóloga.
—¿Que ganan ustedes?
—Seriedad, reconocimiento —me miró— y quizás, con un poco de suerte, un lugar en el ranking de empresas preferidas de los profesionistas. De esa manera se consigue a los mejores.
—Se están aprovechando de mi nombre —afirmé con seriedad, ella se encogió de hombros.
—Eres Elsa Arendelle —No me diga—. El tuyo no es cualquier nombre, a las empresas que aplicaste antes les intimidó, pero ciertamente nosotros lo vimos como una buena oportunidad.
Fruncí el ceño. Me dolía haber tomado esa decisión hace un tiempo atrás; me dolía aún aquel fracaso, trajo más cosas malas que buenas. (El trabajo cuenta como ambas).
Jazmín entornó los ojos.
—No te sientas mal. Lo que hiciste fue demostrarle al mundo tu capacidad y tus conocimientos. Intimidas tanto porque eres lista y tienes carácter, fue por eso mismo que estábamos seguros de haber tomado la decisión correcta.
Un silencio sepulcral inundó la habitación. Como respuesta, solamente asentí.
Jazmín me llevo a la habitación donde me tomarían la fotografía de la credencial. Me sentí estresada por lo de la popó de paloma que había descompuesto mi peinado, pero la fotógrafa, Linda, me hizo sentir mucho mejor con una sesión de fotos espontánea y divertida; me contó su historia con unos guacamayos azules en Río de Janeiro y como gracias a eso se enamoró y se casó, me dio mucha ternura.
—Tengo que mostrarte tu escritorio. —Me levanté y alcancé a la de ojos marrones que había entrado por la puerta de repente, no sin antes despedirme de Linda.
—Fue un gusto, Linda. —Recargué levemente mis dedos en su brazo—. Espero volvernos a ver muy pronto.
—Espéralo. —Me guiñó el ojo.
Miré a Jazmín, pero ella solo comenzó a caminar al elevador.
—Espero no le temas a las alturas. —Presionó uno de los botones con el número más grande del elevador—. Porque el área de legalidad está en el piso diez.
—¿Y cuántos pisos son?
—Nueve.
En el momento no me di cuenta de la sorna en que son nueve pisos y... bueno, ni siquiera lo reflexioné y tú tampoco. Asentí como que fuera lo más cotidiano.
Fue rápido en realidad. Se miraban varios cubículos y en una sala a lado una mesa de reuniones. Luego se excusó diciendo que tenía mucho papeleo que hacer y se marchó.
—¿Ya se fue? —Escuché un susurro por detrás de mi y abruptamente me giré para encontrarme unos ojos traviesos mirando por detrás de la pared.
—Ya se fue —respondí y Rapunzel salió de su escondite junto a varias personas.
—Menos mal —Rio Punz y se acercó a pasarme el codo por detrás del cuello, pude notar algunas miradas de fastidio por algunos abogados concentrados y otras miradas de compañeros que pretendían estar trabajando pero en realidad revisaban redes sociales. Pude escuchar un ligero "oh, no, los diseñadores" —. Chicos, ella es Elsa —comenzó Punz—. Seguramente ya habían visto su cara antes, pero pretendan que es la primera vez. A ella no le gusta hablar del tema.
—Mucho gusto, Elsa. —Se acercó un pelirrojo a besarme la mano por cortesía—. Yo soy Peter.
—Peter Pan. —Reprimió una risa Rapunzel.
—¿Peter Pan?
—Está casado con el pan, obsesionado.
—Eso no es verdad.
—Pero no es por eso que le decimos así, sino por su novatada. Le hicimos creer que tenía una admiradora secreta y siempre le dejábamos bizcochos adornados con frases bonitas. ¡Debiste verlo toda la semana tratando de investigar de quién se trataba!
—No fue para tanto.
—Llegabas bañado a la oficina, Peter. Si fue para tanto.
—Yo soy Pocahontas.
—Curioso nombre, lindo.
—Soy nativa americana, tuve la oportunidad de estudiar y ahora trabajo aquí.
—Me alegro mucho por ti.
—¿Te digo un secreto? —se acercó Punzie a mi oreja—. No hagas enojar a Pocahontas, el otro día discutimos porque yo quería poner tipografía "Luna" y ella "Mayan" en un anuncio para una marca de yogurts, ¡y me aventó una maldición!
—Eso no es cierto, Rapunzel —replicó Peter—. Tú solita te tropezaste con el bate de béisbol por mensa.
—Que, por cierto, el bate es mío —interrumpió una voz nueva—. Hola, yo soy Dashiell Parr y soy becario aún.
Por alguna razón, algo en su rostro se me hizo familiar.
—Hola, Dash. ¿Por qué trajiste un bate a la oficina?
—Fue mi novatada.
—Verás, con nosotros trabaja también una chica un poco malhumorada, pero muy creativa llamada Edith y a Dash le gustaba.
—Me gusta aún.
—Como sea. La idea es que se notaba de aquí a China, entonces se me ocurrió la fabulosa idea de decirle a Dash que Edith era muy fanática del béisbol y que si conseguía un bate autografiado iba a caer a sus pies.
—¿Funcionó?
—¡Por supuesto que no! —respondió la rubia a carcajadas—. Lo divertido era ver el estrés de Dash pensando de dónde demonios iba a sacar un bate autografiado.
—Aún no puedo creer que lo consiguieras —comentó Pocahontas.
—No hay nada imposible para Dashiell Parr —fanfarroneó enarcando una ceja y ladeando una sonrisa presumida.
—Con nosotros también trabaja una chica llamada Eilowny, o algo así, pero nadie nunca la ha visto.
—¿Qué?
—¡Es como una leyenda urbana! —exclamó Pocahontas—. Está registrada en la nómina, pero nadie sabe nada de ella.
—Que miedo —les seguí el juego.
—Oh, si. Te recomiendo que no te quedes hasta tarde en la oficina o vas a tener historias de terror con las cuales hacerle competencia a tu querido novio doctor.
—Seguiré el consejo, gracias.
—Oh, no es nada. —Se separó de mi—. En fin. Nosotros te dejamos para que puedas conocer a tus compañeros de área y venimos por ti al rato.
—¿Al rato?
—Es una sorpresa.
Guiñó el ojo antes de desaparecer por el pasillo.
Mis compañeros abogados resultaron ser agradables. Uno de ellos llevaba por nombre Carl Fredericksen y me pareció de lo más tierno su sueño de conocer las cataratas del paraíso tomado de la mano del amor de su vida. No me fue difícil recordar el nombre de Ken: no era un hombre muy listo y le tenía una fobia extrema a las abejas, de verdad las odiaba. Jamás me expliqué por qué.
En ese momento entendí que no siempre se debe de tratar de comprender a las personas, solo dejarlas ser.
También recuerdo mucho un nombre que me recorrió la piel como témpanos de hielo en las paredes: Evelyn Deavor. En su momento no pude recordar de dónde, pero una sensación horrenda en el estomago me decía que la conocía y no estaba equivocada. Después de analizarlo un buen rato, pude finalmente dar con la respuesta. Conocí a Evelyn Deavor en prisión.
Rapunzel y sus compañeros de travesuras llegaron ya entrada la tarde. Linda venía con ellos también.
Lo primero que divisé fue la banda negra en las manos de Rapunzel y mi reacción fue empujarme hacia atrás, la rubia ladeó una sonrisa socarrona. No pude evitar pensar que iban a secuestrarme. (Si bien me iba, siempre había que considerar los fetiches sadomasoquistas).
—Confía en mi.
Negué con la cabeza.
—Vaya circulo social que te conseguiste, Arendelle. —Escuché la voz de Evelyn. Rapunzel la fulminó con la mirada.
—¿Puedo mandarle mi ubicación en tiempo real a Susan, solo por si acaso? —Evelyn rio y Dash rodó los ojos.
—Adelante.
Finalmente, Rapunzel me amarró la tela negra a los ojos y me tomó por los hombros, para darme a entender que caminara. Así que terminé avanzando por inercia y siendo guiada por el empuje de mi amiga rubia.
—¡Rapunzel! ¿¡Eso fue un camión!? —grité sintiendo mi corazón detenerse, podría apostar lo que fuera a que Rapunzel torció la boca y apretó los dientes.
—¡Ya casi llegamos! —me informó.
—Tranquila, Arendelle.—Sentí la calidez de la mano de Jim tomando la mia—. Ninguno dejaría que algo te pasara.
—Y si llegara a pasar... tu novio el cirujano lo arregla con un toque de varita mágica, hilo y aguja.
—¡Rapunzel!
—No escuches a Zel, linda —rio nerviosamente Linda—. Le gustan mucho las bromas. —Luego se volvió a la rubia—. ¡Rapunzel, deja de decirle cosas!
—O se hará pipí del susto—complementó Dash.
—¡Carro! —Escuché el grito de Jim y sentí otro empuje apresurado y desesperado de Rapunzel.
Sentí las manos de Jim quitarme la venda de los ojos, solo para darme cuenta a dónde se les había ocurrido traerme, gracias a las luces y el movimiento. No pude evitar hacer una mueca de disgusto al ver que me habían traído a...
—¿¡Un bar!? —grité y atraje un par de miradas curiosas.
—¡Sorpresa! —gritó Rapunzel.
—En la mañana me dijiste que debía dejar la bebida y acabas de traerme a un bar, ¿¡qué se supone que haga aquí si no es alcoholizarme!? ¿¡Bailar la macarena!? ¿¡Leer novelas en una plataforma online!? (O una aplicación).
—Cuidarnos —ronroneó Jim y se ganó una mueca de disgusto por mi parte. No le importó demasiado, ya que corrió a la barra a pedir un caballito de tequila.
—No te agobies. —Me sobó el hombro Dash—. Cuando hay empleados nuevos, es tradición traerlos de sorpresa a un bar.
—Y decidir su novatada—complementó Pocahontas.
—Oh, si —se tomó el licor de un trago—, la novatada, ¿qué se les ocurre?
Rapunzel entonces se trepó en uno de los bancos altos y pidió dos mimosas, una para ella y una para Linda. Se veían bonitas: una era rosa y la otra azul, tenían sus frutas bien colocadas en las orillas.
—Yo opino que le ponga chinches a Agrabah en su asiento. —La voz de Peter atrajo mi mirada a la barra, luego le dio un trago a su mojito.
—¡Ja! —exclamó Dash—. Yo hice eso en la primaria. El profesor se volvió loco.
—¿¡Perdiste la cabeza!? —replicó Rapunzel a Peter, azotando su bebida en la madera al casi atragantarse con ella—. No tienes idea de todo el tiempo que Elsa estuvo desempleada, no puede arriesgarse a perder este trabajo.
—Es que... en serio. —Se dejó caer Peter en la silla—. Alguien debe darle una lección, no la aguanto.
—¿Y no crees que va a ponerle de peor humor una broma así? —respondió Jim y Peter alzó las cejas dándole la razón.
—Pero... en serio —comenzó Pocahontas—. Jazmín no tenía ese humor antes de separarse del innombrable.
Ladeé mi cabeza hacia ella.
—Nah, ya era gruñona desde antes. —Peter tomó otro trago de su licor después de decirlo.
—¿Por qué creen que se hayan separado? —inquirió Rapunzel.
—Tal vez no conocían la manera correcta de resolver los problemas. —Me encogí de hombros—. Mi amiga Susan se divorció y tampoco sabía cómo hacerlo. —Linda no entendió y Jim le tuvo que explicar.
—¿¡Se acuerdan cuando Dash le preguntó si había perdido su anillo y nos ofreció a buscarlo!? —exclamó Rapunzel antes de soltar una carcajada.
—¡Si me acuerdo! —respondió Pocahontas y desvió su mirada al rubio—. Para variar, ese día si había venido Eilowny.
—La cara de Jazmín estaba para internet —complementó Peter, antes de darle otro trago a su bebida y pedirle otra al mesero.
Todos estaban riendo muy amenamente y sentí una sonrisa formarse en mi cara también. Incluso creí que se olvidarían de mi novatada.
—Pero ya, en serio —habló Pocahontas despegando el vaso de sus labios—. Tenemos que decidir la novatada.
Tiene que ser una broma.
—Oh, si —dijo Jim azotando otro tequila—. ¿Cómo qué se les ocurre?
—Yo tengo una idea.
—¡Ay, no, Peter! —exclamó Rapunzel con el ceño fruncido y lo señaló acusatoriamente—. Seguro tiene que ver con tus fetiches raros.
El aludido frunció el ceño.
—Ni siquiera has escuchado lo que tengo para decir. Siempre haces lo mismo, Rapunzel. Odio que te precipites.
—Es que te conoce —replicó Linda.
—Pues yo si quiero oír a Peter —alzó Jim su voz y el aludido la agradeció.
—A ver, pues. —Pocahontas rodó los ojos.
—Se me ocurría que podría ser muy interesante... ¡Alto! —se pausó por un momento y me miró—. Elsa, ¿sabes ligar?
Alcé ambas cejas antes de negar con la cabeza.
—¡Ay, Elsa, por favor! —gritó Rapunzel llamando la atención de algunos presentes—. Tienes un novio cirujano que trae un vasto. Definitivamente sabes de donde agarrarte.
—No es mi culpa que tu novio sea un ex convicto y el mío cirujano —contesté con recelo pensando estúpidamente que había notado un atisbo de envidia en su comentario tan filoso.
—Tampoco es tan malo... —comenzó Rapunzel y meditó un segundo cómo replicar—, no es como qué todos los que salen de prisión sean delincuentes. Buen ejemplo eres tú.
—Eso no cambia el hecho de que tengas envidia de mi novio el doctor.
—¡No le tengo envidia a él! —exclamó azotando el puño—. En todo caso sería a ti —Musitó—. Además, podría conseguirme uno si quisiera —replicó apretando los dientes y su cuba—. Pero no quiero porque amo a mi novio el ladrón.
Pocahontas intercambió una mirada de incomodidad con Peter y este vaciló antes de proseguir.
—Bueno, cuando dejen de pensar en los hombres como premio o trofeo me hablan —siseó indignado Peter—. Se nota que quieren mucho a sus novios.
Dash frunció el ceño y apuntó a Rapunzel con su bebida, dándole la razón a su amigo. Rapunzel entonces se quedó callada y agachó la cabeza, arrepentida.
—Quedando claro el punto —continuó—, se me ocurría que sería interesante que te ligaras a Deavor.
Dash y Jim se voltearon a ver mientras expandían los párpados y sonreían asintiendo.
—Eso suena bien —comentó Jim meneando los hielos de su ron—. Interesante.
—Degenerados. —Frunció Linda el ceño y golpeó en la cabeza a Hawkins con los dedos.
—Que no se oye tan mal —añadió Rapunzel subiendo su vaso y señalando a los chicos en el proceso—. Sería bastante interesante. Como dice el degenerado.
—Cuando le dijimos a Peter que tenía una admiradora secreta no brincaste —le reprochó Dash a Linda—. Pero ahorita si brincas porque se trata de dos mujeres. —Frunció el ceño—. Homofóbica.
—No se hagan los santos. —Apretó los dientes la chica—. Saben bien qué hay una doble intención ahí.
—¿Se te ocurre algo más interesante?—alzó una ceja Jim y tras el silencio de Linda agitó los hielos de su cuba y se la terminó al chocarle el puño a Peter—. Lo que creí.
—No lo sé... —habló Pocahontas—. Evelyn me da una vibra muy fuerte a que si le gustan las mujeres, ¿y si se enamora de Elsa? —Se mordió nerviosa una uña y Peter rodó los ojos.
—Es justo lo que queremos investigar. —Se acercó a Linda y dijo entre dientes—. La doble intención.
—Pues que metiches —gruñó Linda aún con molestia en la voz.
—Ni te hagas, que a ti también te come la curiosidad —acusó Peter.
—No es cierto.
—¡Es en serio! —interrumpió Pocahontas la conversación naciente—. No me agradaría lastimarla.
—¿Desde cuando te volviste tan sensible? —espetó Rapunzel girándose bruscamente a ella—. Si no hubieras dejado el bate ahí a propósito nunca me hubiera caído. Menos mal que no terminé en el hospital.
—Bueno... —intervine con un ademán, queriendo aligerar el ambiente con una broma inocente— a mi no me fue tan mal la última vez que pisé un hospital.
—¡Tú no eras la lesionada! —exclamó Rapunzel—. Ventajosa. —Jim rió.
—Vaya —comentó, subiendo las cejas—, parece que Elsa sabe aprovechar las oportunidades que se le presentan. —Luego se giró a la rubia—. No tengas envidia de eso, Rapunzel.
La rubia apretó los dientes y el puño y fijó la cabeza con una mirada como de caballo enojado.
Mientras tanto, pude percatarme de que Dashiell había fruncido el ceño un par de veces mientras bajaba la mirada y luego abrió los ojos.
—¡Ya lo tengo! —gritó. Al hacerlo, atrajo hacia sí todas las miradas curiosas del bar. Se impulso del borde de la mesa con una evidente exaltación, como si las ansias lo carcomieran entero y las tuviera que expulsar lo más rápido posible—. Ya sé dónde había escuchado tu nombre antes.
Rapunzel lo miró mal e hizo un ademán brusco de silencio.
—No me refiero a eso —dijo restándole importancia con un manotazo—: Mi hermano.
Junté los labios y alcé la mirada esperando entender a qué se refería. Pero no podía recodar ningún ex novio con el apellido Parr.
—¿Tú hermano? ¿Jack Jack? —preguntó extrañada Pocahontas—. ¿Qué tiene que ver Jack Jack con Elsa?
—El otro día llegó mi hermano de comer helado con Susan y dijo que había estado muy extraño porque primero lo arrastró a un hospital.
—Los helados del hospital saben ricos —mentí. Ya me había caído hacia donde iba esto y no me iba a gustar. Eso me pasa por querer socializar.
—Dijo que estaba con ellos alguien de nombre Elsa Arendelle. —Me dirigió la mirada—. Que era una paciente, en realidad.
—¿Fue todo lo que te dijo?—titubeé.
—Dijo que se había puesto a llorar enfrente de su novio cirujano porque se sentía muy culpable de haberle puesto cuernos de reno. —Finalizó con una sonrisa burlona y todos me miraron sorprendidos y hasta decepcionados. Quise replicar pero solo pude estirar el dedo y luego apretar el puño y los labios.
—De alce —interrumpió Anna mi relato, aún sin dirigirme la mirada por aguantarse la carcajada, luego se llevó las manos a la cabeza y comenzó a cantar—: Y que no me digan en la esquina...
—¿Puedo seguir con la historia? —gruñí.
—No, Elsa, sigue que digas "El venado". —La mire mal y se relajó—. Sigue, pues.
—En mi defensa—titubeé mirando a Dash—, no éramos novios aún. Ni teníamos nada en realidad.
—¿Ya ven? —tronó Rapunzel—. Elsa se sacó la lotería.
—Que eso a mi me mortifica.
—¡Anna, deja de interrumpirme!
—No, otra vez sigue "El venado".
—Déjame acabar y ya cantas.
—Pero cantas conmigo. —Me apuntó con el dedo.
—Ni lo sueñes. —Se cruzó de brazos y me hizo un puchero. Finalmente suspiró y me hizo un ademán para que continuara.
—A lo que iba —gruñó Dash—, es que al accidente no fue la última vez en que Elsa pisó un hospital.
—Bueno, pero igual no le fue mal. Digo, pudo haber salido peor.
—Jack Jack dijo que todo había sido una falsa alarma y que nadie le creería si lo dijera.
—¿Y no te dijo también que Susan le dijo que no le contara a nadie?
—Mi hermana es rara —comenzó, dejándome extrañada—. A ella no le gustan los chismes, y lo que a ella le falta de chismosa nos fue repartido entre mi hermano y yo —presumió—. Somos las vecinas que espían por las ventanas apenas hay un mínimo ruido en la calle.
—Ya lo noté.
—¡Nos ponemos tubos en la cabeza!
Se hizo un silencio incómodo ante su expresión y él soltó una risilla antes de regresarse a su lugar.
—Entonces se queda la novatada—interrumpió Peter con un aplauso.
—¡Que no! —exclamó Pocahontas—. Tengo un mal presentimiento sobre esto.
—Bueno, entonces si algo llegara a pasar... —torció Dashiell la boca— Evelyn está guapa, no sé si sea tan mala idea tenerla de socia.
—Dashiell, no es gracioso. —Me crucé de brazos—. Ni que fuera Shark Tank.
—Evelyn no se va a enamorar de Elsa —intervino Peter—, ni siquiera sabemos si tenga sentimientos.
—No seas tonto.—Peter recibió el golpe de Jim en el brazo—. Deavor definitivamente no tiene sentimientos.
—Ya basta, par de orangutanes. —Rodó los ojos Linda—. Pensemos en otra cosa y ya.
—No se lo tomen tan en serio —finalizó Rapunzel—. Si algo sucede, simplemente tendríamos que decirle la verdad a Evelyn, no creo que se ofenda. No es tan amargada.
—No, porque no escuchaste como susurró "oh, no, los diseñadores" cuando llegamos en la mañana. —Rodó los ojos Dash.
—De que no nos aguanta, no nos aguanta —aclaró Rapunzel—, pero no creo que se enoje con Elsa.
Pocahontas solo suspiró y bajó la cabeza.
—No quiero saber cómo va a terminar esto —añadió y yo di mi primer y único trago de licor que a la fecha no recuerdo como fue que llegó a mi mano.
Como imaginarás, Anna siguió cantando cuando terminé la historia y me di cuenta de que aún estaba sola en medio de las cobijas, iba a bajar a traer a Andy, de las orejas si era necesario, o no iba a dormir. Llegó el momento en el que le tuve que contar también, su reacción fue básicamente:
—Ja, ja. Yo pagaría por ver eso.
—¡¿A mi saliendo con otra?!
—Intentándolo. —Reprimió una risa—. Eres terrible ligando.
—¡Davis!
—Niégamelo. —Finalmente subió sus irises buscando los míos, mi reacción fue tratar de replicar, sin embargo de mi boca no salió más que aire, finalmente apreté los labios mirándolo mal.
—¿Entonces no te molesta que tenga que ligarme a Deavor?
—No puedo hacer mucho al respecto de todos modos.
—Eso es verdad.
—Ya veremos como termina. —Asomó una sonrisa burlona y decidí cambiar el tema. Llevármelo a dormir tampoco fue tan difícil como pensaba.
Hola, siglos veintiunos. Ya andamos de regreso con capítulos nuevos ahora si. Antes de la primera edición, Teaming se había quedado en el capítulo catorce; el anterior. Ya era justo que empezara a subir los nuevos. Sin embargo, este tiempo que me tomé me sirvió para definir y pulir la historia. Por lo mismo, siento que me la estoy llevando lenta, no en línea temporal, todos los sucesos tienen su razón de suceder; sino como que le hubiera puesto mucho relleno entre sucesos, aquí es donde te pregunto: ¿Sientes tú que me la estoy llevando lenta?
No puedo meter el Jelsa tal cual mucho antes de lo planeado a partir de los nuevos, porque me di cuenta de que todas las escenas posteriores a esta son importantes, desde que se ponen a responder las incógnitas que se plantearon sobre Elsa, se lleva el proceso de superación de Anna y de Hans, se define a Andy como personaje así como su importancia en la vida de Elsa mediante su dinámica y se conoce más a Susan (que la amo y quería que la conocieran más a fondo) e incluso se aclara la situación de Jelsa y la percepción de Elsa al respecto.
Les agradezco a todos un chingo un chingo (dos chingos) sus votos preciosos, me alegra mucho el día saber que algo estoy haciendo bien. ❤️ (Y también que se hayan aventado el choro, losamo).
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