13|| Anna's fault in the end
[ Culpa de Anna al final ]
—No iré al psicólogo.
Habían pasado ya varias semanas desde el incidente y yo había decidido dejarlo pasar, sin embargo no era la primera vez que Susan insistía con el tema de la terapia. Ya iba la tercera discusión desde lo sucedido.
Yo sabía que Susan quería lo mejor para mi, pero está viendo que estoy desempleada y todavía quiere que pague un psicólogo. Está loca.
No es como que me dijo "ve, yo te lo pago".
—Aquí vamos de nuevo —suspiró Susan—. A ver, Elsa, ¿qué pasó la última vez que te dijeron que fueras al doctor y no fuiste?
—Ya sé que me dijeron que para tratar los embarazos psicológicos debía ir al psicólogo, pero ya estoy bien, ya sé que no tengo un bebé; de nadie.
—De todos modos, no creo que sea tan simple como eso. Igual no te haría daño.
—Ni lo consideres, no se puede ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.
—A qué si, ¿recuerdas qué pasó la última vez que lo hice?
—¡Pusiste en peligro mi relación!
—No, no, no —negó Susan con un movimiento de su dedo índice—. Discúlpame, pero tú no necesitas ayuda para arruinar tus relaciones.
La miré mal.
—Si te refieres a Jackson, la culpa fue de él.
—Obviamente no me refiero a Jackson. Ese es otro tema —espetó y rodó los ojos con fastidio—. Ya deja de echarle a los demás la culpa de tus problemas y ve al psicólogo.
—Lo que yo tengo son solamente problemas de relación, y eso no se arregla en el psicólogo.
—¿En dónde se arreglan entonces?—Susan se sentó en mi sofá y comenzó a sorber de su popote.
—Por eso te divorciaste.
—Por muchas cosas me divorcié. Y tú lo harás, algún día. Recordarás mis palabras, yo sé lo que te digo.
—¿Sabes qué? Ya no puedo contigo, ni siquiera te atrevas, Susan Murphy. —Me deslicé hacia atrás señalando su mano, ella me mostró las palmas en rendición.
—Oye —cambió el tema y se recostó en el sofá—. ¿Por qué no van a terapia de pareja? Dicen que son divertidas. —Rodé los ojos al escucharla.
—Como si Andy tuviera tiempo para estupideces.
—Tiene tiempo para ti.
—Síguele.
[ 10:00 P.M ]
—Y así fue como me caí del caballo—se escuchó la voz de Anna en la tableta.
—Anna, te dije que tuvieras cuidado—la regañó Andy al acostarse en mi hombro—. No quiero tener que operarte otra vez.
—¿Y Kristoff?—pregunté.
—Había ido al baño, me dijo que lo esperara, pero creí que montar un caballo sería más sencillo de lo que en realidad es. —Andy rodó los ojos, sin estar realmente molesto—. Deberíamos montar todos algún día.
Decidió seguirle el juego.
—Además, no fue un caballo; fue un caballito. —Al escucharla, Andy y yo intercambiamos una mirada extrañados, antes de devolvérsela a mi hermana.
—¿O sea que te caíste de un pony?—preguntó, reprimiendo una risa. Anna asintió repetidas veces y ambos soltamos una carcajada sonora. Mi hermana frunció el ceño.
—A que no pueden montar mejor que yo.
—A que si. —Le mostré la lengua luego devolví la mirada a mi novio el doctor con los ojos forzadamente abiertos al tratar de reprimir la risa—. ¡Un pony! —volvimos a reír.
—¡Búrlense todo lo que quieran, pero cuando tenga mis competencias en equitación tengan por seguro que no los voy a invitar!
Andy hizo un mohín y solté a Anna para plantarle un beso, sonrió.
—¡Oigan! ¡Estoy aquí! —Fingimos no escuchar a Anna mientras reíamos silenciosamente—. Hola muñeco en casa de Andy.
—Es woody —le respondió finalmente, se estiró para alcanzarlo y de nuevo tomé a Anna de mis piernas—. Luego se los presto a mis sobrinos con la condición de que no lo maltraten, siempre fue mi gran amigo. —Miró al muñeco con una sonrisa y yo lo hice también, acariciando su cara con mi índice.
Andy entonces buscó una rueda blanca detrás de él y la jaló. "¡Hay una serpiente en mi bota!" se escuchó.
—No había visto que lo dejaron aquí.
—¿Cuánto tiene que vinieron?—pregunté y se encogió de hombros, para no haberlo notado es que siempre llega muy cansado.
—¡Qué tierno!—exclamó Anna en la pantalla—. Nosotras teníamos muñecos de hombres de nieve, todos se llamaban Olaf.
—¿Los compartían? —me preguntó y asentí—. ¡Que tiernas hermanas! —Sentí un pellizco en la mejilla y él se reía—. Hasta parece que se quieren.
—Hicimos un día uno en la nieve, quedó hermoso, aunque le faltó la nariz.
—¿Por qué no le pusieron una zanahoria o algo?
—Mi mamá no nos la prestó. —Hizo un puchero y yo asentí.
—Que mala.
—Mucho.
—Imagino que también se llamaba Olaf.
—¡Si! ¡También se llamaba Olaf!
Nos quedamos un rato más hablando de cómo había sido nuestra infancia, le platiqué a mi novio que tendía a aburrirme porque Anna pasaba muchas horas practicando poses y pasos ya que desde pequeña tuvo muy claro que quería recorrer el mundo bailando y que incluso agarré la manía de hablar con los cuadros que mi mamá compraba, no tengo idea de porque le gustaban tanto. Andy, por su parte, por la diferencia de edad y de gustos no jugaba con su hermana de la manera en que nosotras hacíamos, pero no quiere decir que no fueran unidos, sino todo lo contrario.
Pronto cayó dormido en mi hombro, pude notarlo desde que sus ojitos comenzaban a pesarle y a llenársele de lágrimas, incluso Anna lo notó, y decidí que se acomodara en mi regazo cuando tuve el hombro muy adolorido.
Le platiqué a Anna sobre la situación en el hospital mientras jugueteaba con los cabellos de Andy entre mis dedos, su reacción definitivamente no fue lo que esperaba.
—O sea que...—comenzó a decir, sorprendida—, tienes novio por mi culpa, ¿¡y también te embarazaste por mi culpa!?
—Anna, no digas estupideces.
—Perdón, me emocioné, ¿si? No cualquiera puede decir que embarazó a su hermana.
—De hecho muchas personas pueden decir que embarazaron a sus hermanas.
—¡Arriba el norte!
—Cállate —la reprendí y abrí los párpados, producto de la vergüenza—, que si somos del norte.
—Oh, bueno. —Rodó los ojos—. Mejor dicho, ninguna mujer puede decir que embarazó a su hermana.
—¿De donde tienes tanta imaginación?
—¡Piénsalo!—exclamó enérgica—. Yo fui quien metió la idea a tu cabeza de que estabas embarazada, si me hubiera negado a decirte qué pasó en esa fiesta nada hubiera sucedido.
—Tienes un punto.
—¡Embaracé a mi hermana! ¡Embaracé a mi hermana!
—Anna, ¡cállate!—Giré la tablet hacia la imagen de Andy durmiendo plácidamente—. ¿No ves que está durmiendo mi novio el doctor?
—Lo siento, Andy —susurró—, sueña con los angelitos. —Yo rodé los ojos con diversión y ella decidió cambiar el tema—. Bueno, no importa. ¿Y que hubieras hecho si, si?
—Ay, Anna, ni siquiera quiero pensarlo.
—No me imagino cómo hubiera reaccionado... —ladeó bruscamente la cabeza refiriéndose a mis ojos aquí dormido.
—Ni te lo imagines.
—¿Pensaste nombres?—Recargó su cabeza en su mano, luego se cambió de posición y me señaló acusatoriamente—. Me sales con que Andy y te pego.
—Obviamente no, Anna.
—Tenía que prevenir.
—Seguro le ibas a poner como su patrona.
—¿Elsa?
—No, Anna.
—Nada de nombres —Anna se llevó las manos a la boca.
—No me digas que lo ibas a dejar sin nombre.
—Iba a tomarme un té de ruda.
—Oh, mejor. Ese bebé no merecía una madre desempleada.
—Síguele.
—Imagino Andy sería un gran papá... —soltó dejando su imaginación navegar—, probablemente se encargaría de que su hijo tuviera una infancia feliz y completa. Más con el asunto de los cigarros.
—Ni siquiera lo menciones —le reprimí y se disculpó—. Creí que ya lo tenía superado con ayuda de Hans y mira lo qué pasó. No quiero saber sobre nada que tenga que ver con bebés.
—Está bien, Elsa. Lo siento.
—Hablando de Hans, ¿has hablado con él?
—Le gusta marcarme por las noches.
—¿Ah si?
—Le pedí que no dejara de contarme sobre las rutinas, no te diré que no duele, pero me ayuda a recordar.
Me quedé mirándola, estaba segura de que jamás terminaría de olvidarlo, solo que esperaba que algún día dejara de recordarlo con dolor.
—¿Qué te cuenta? —Anna se encogió de hombros.
—Dice que están practicando otra coreografía que le gusta, tiene una historia bastante interesante. Sobre una reina del hielo que se casa con un príncipe de las islas vecinas.
—Interesante, ¿cómo se llama?
—Congelados. —Solté una carcajada.
—¡Va en serio!
—Que poca creatividad.
—Ay, pero si lo dice la reina —se quejó y luego le restó importancia—. Dice qué hay un paso muy difícil, porque lo hacen en el castillo de hielo y tiene que parecer que se deslizan.
—Me imagino.
—Y dice que quiere tener un conejo.
—Vaya, eso es nuevo.
—Pero que no tiene tiempo para mascotas.
—Lo entiendo.
—¡Hay qué regalarle una mascota!
—¿Estas loca? No podemos regalarle una mascota.
—¡Si! Así sirve que nos conseguimos una también y le compras su pez a tu novio el doctor.
—Ninguno de nosotros está preparado para las mascotas.
—¡Ay, vamos! ¿Qué tan difícil puede ser?
[ 01:00 A.M ]
—Mi amor, despierta. —Escuché que Andy reaccionaba—. Te dormiste en la parte más importante de la película.
—¿Ah si? —se incorporó, parpadeando repetidamente—. ¿Cuál es la parte más emocionante?
—Cuando el villano mata a la esposa porque siempre estuvo enamorado de ella—. Andy enarcó una ceja.
—Que enfermo —rio.
—Es tierno, los esposos mueren juntos. —Andy se acomodó en el sofá, dejándome sentir aún más su perturbación.
—Oye, suena demasiado romántico —comentó, sin ninguna intención de disimular el sarcasmo— en serio, pero preferible dejarle a ellos su historia. —Rio y asenti—. ¿Para eso me despertaste?
—No, la verdad es que no te aguanto para cargarte a tu cama y no creo que quieras dormir en el sofá. —Soltó una carcajada.
Generalmente me habría ido a la casa al terminar la película, como solía hacer cuando la veíamos en la suya, pero me había extendido tanto hablando con Anna que ya era pasada la una de la mañana y a mi novio el doctor definitivamente no le iba a agradar la idea de que manejara sola en la noche. Ni siquiera tuve que preguntarle.
—¿Dónde quedó el empoderamiento femenino, siglo veintiuno?
—Veinte, siglo veinte. —Rodó los ojos, divertido.
—Vas a cargarme como novia recién casada. —Al decirlo se dejó caer en mi.
—¡Andy!
—Quiero mi noche de bodas, novio.
—Te estoy diciendo que no te aguanto.
—¿Estás llamándome gordo?—se llevó una mano al pecho.
—Si. —Me miró mal y reprimió una risa.
—Eso fue muy grosero.
—Demasiado. —Giré la cabeza y alcancé el vaquero—. Woody está de acuerdo conmigo.
—Pues, si es así, duérmete con woody. —Se levantó y me besó la frente—. Buenas noches, Elsa.
—No, mi amor, espera. —Me levanté de un salto hasta alcanzarlo en las escaleras dejando al juguete en el sofá—. Woody es un mentiroso.
—¡Oye!
—Yo le dije que no estabas gordo, pero él insiste que si. —Me encogí de hombros.
—Bien, pero mañana empezamos una dieta a base de espinacas.
—¿¡Qué!? ¿¡Espinacas!? ¿¡Por qué!?
—Para que te pongas fuerte y puedas darle a tu novio el oso la noche de bodas que se merece. —Me tocó la nariz como lo había hecho Penny a Miguel—. Y para que Woody deje de estar hablando.
—No es justo. —Hice un puchero y me crucé de brazos.
—Nada lo es.
[ 07:00 A.M. ]
Bajé las escaleras perezosamente soltando un sonoro bostezo y un par de lágrimas de sueño, él se giró y sonrió.
—Elsa —captó mi atención —¿Quien es Jack, el mecánico? ¿Y porque te envío "Buenos días, bonita"?
—¿¡Qué!? ¡No! Te prometo que...
—Cálmate, estoy jugando contigo. —Deslizó sus pies y dejó el jugo en el refrigerador, me crucé de brazos—. Oye, perdóname, sé que no fue la mejor broma que pude haberte hecho, pero es para que veas que no hay resentimientos. —Se acerco y me besó la coronilla—. Solo es Punzie.
—¿¡Punzie!?—mi enojo se calmó y fruncí una ceja—. ¿Qué querrá?
—No lo sé. —Se encogió de hombros, divertido y señaló el celular que había olvidado en la isla—. Averígualo.
Rápidamente volé hasta allá y tomé el teléfono para sentarme en uno de los bancos altos y recargarme en la isla de mármol.
—¿Quieres pizza de ayer? —habló antes de darle una mordida a la que tenía en la mano, asentí sin levantar la mirada y se dirigió a servirme un poco.
<<Buenos días, bonita>>
<<Hola, Punz>>
<<Oye, te tengo excelentes noticias>>
<<¿¡Vas a dejar la bebida!?>>
<<¿¡Qué!? ¡No! ¡Tú deberías dejar la bebida>>
<<Si, yo si dejaré la bebida>>
<<Excelente, le haces un gran favor al mundo. >>
<<¡El punto es...! A que no adivinas quien tiene trabajo.>>
<<Tú>>
<<Si, yo tengo trabajo. Adivina quien más tiene trabajo>>.
¿Anna? No, Anna no tiene trabajo. A decir verdad, muchas personas tienen trabajo y muchas personas no tienen trabajo, como Anna y su hermana.
Después de un rato de tratar de adivinar, Punzie se rindió y me dijo de quien se trataba. Anna y Rapunzel ya deberían saber que mi cerebro con indirectas y metáforas no funciona.
Me bajé de un salto y puse las manos sobre los hombros de Andy quien se tensó al instante.
—¡Mi amor, adivina quien tiene trabajo!
—Yo.
—¡No! ¡Bueno, si! Pero alguien más.
—¿Mi hermana?
—¡André!
—¿Entonces?
—¡Yo! ¡Yo tengo trabajo! —grité, mostrándole el teléfono y dando pequeños saltos de emoción al tiempo que él trataba, con esfuerzo, de ver el mensaje—. Punz dijo que Agrabah me llamaría en un rato.
—¡Mi amor, eso es fantástico!
—¡Lo sé! ¡Estoy muy emocionada!—Andy sonrió y me tomó de las mejillas para plantarme un beso en cada una.
—Estoy muy orgulloso de ti, ahora ve a bañarte, que ya te hace falta.
—Mentiroso.
—Igual irás. —Rodé los ojos y forzadamente asentí—. No te preocupes por el champú, si llegas oliendo a hombre me facilitas el trabajo.
—Ja, ja. Muy gracioso, pero iré a bañarme a mi casa. —Me señale a mi misma—. No tengo ropa.
—Estás más vestida de lo que me gustaría.
—Ropa de trabajo, ¡no voy a irme en pantuflas!
—Te prestaría pero no tengo ropa de trabajos aburridos. —Lo miré mal—. Además, no te quedaría porque tienes un novio gordo.
—Cierto.
—Grosera.
[ 09:05 A.M. ]
Bajé la ventana del carro, permitiéndome sentir la fresca brisa de la mañana golpearme el rostro y el cabello con olor a frutas.
Ay ojalá.
Estaba atorada en el asqueroso tráfico, sintiendo mi cabello humearse con los residuos de los demás carros y no podía subir la ventana ya que no era muy fanática de cocinarme, algo en que mi novio difería. Digo, no es como que ame sofocarse en el calor del coche, pero si prefiere el calor antes del frío. Adiós a mi sueño de vivir en la nieve otra vez.
Aparqué el auto en el estacionamiento de la empresa, que era al aire libre, solo espero que no estén muy calientes los asientos al regresar, ¡sabía que debía haberlos comprado de tela!
A pesar de todo, el estacionamiento era bonito. Había mosaicos bien formados en el piso y no solamente aburrido cemento gris, así como plantas y árboles altos, incluso había una fuente rodeando el más grande de todos justo en el centro, sentí que estaba en una película; de esas en donde una rubia emocionada se prepara para que le pasen cosas horribles pero graciosas en todo el día.
Y justo en ese momento algo cayó en mi cabello.
—No popó de paloma, no popó de paloma —comencé a susurrar con miedo—. ¡Por favor no popó de paloma! —Vacilante me pasé una mano por el cabello, no pudiendo evitar esperar lo peor, apreté los ojos y metí los labios—. Popó de paloma.
Rápidamente miré a mi alrededor, no podía llegar a mi primer día de trabajo en este estado, tenía que hacer algo rápido. Divisé la fuente y fue un alivio, sin pensarlo me senté en el borde de la fuente y agaché la cabeza lo más que pude con la intención de limpiar mi cabello lo más rápido posible.
—¿Elsa Arendelle? —Una voz a mis espaldas me hizo sobresaltar y casi caigo a la fuente, salvada solamente por los buenos reflejos de el dueño de esa voz. Sentí su mano morena apretar fuertemente mi brazo y sonreí nerviosa—. Cuidado, linda.
—¡Gracias!
—Jim Hawkins, un placer. —Rio—. Jamás creí conocer a Elsa Arendelle. Se siente... extraño.
—Oye, tampoco soy una celebridad. No es como que hubiera ganado un premio de la academia o algo así.
—No, pero desde que fuiste el tema principal de todos los noticieros y tu rostro salía en las portadas de los periódicos, todos conocimos tu nombre.
—Podemos no hablar de ese asunto, ¿por favor?
—Lo siento.
—No te preocupes, Jim.
—Además, todos sabíamos que ibas a llegar hoy, Rapunzel se ha encargado de recordarnos cada segundo de lo que va de la semana.
—Pero... es martes.
—Precisamente.
Rodé los ojos, divertida.
—Por cierto, ¿qué hacías ahí en la fuente?—lo miré muda por un momento.
—Tenía calor...—Me encogí de hombros y Jim asintió—, pero ya no tengo.
—Bueno —respondió—, si ese es el caso... —Me jaló bruscamente del brazo, haciéndome trastabillar y abalanzándome sin querer sobre él. Instantáneamente me empujé hacia atrás. Jim solo rio—. Lo siento, Elsa. No creí que estuvieras así de ligerita. —Finalmente me soltó y yo me arreglé la falda.
—No es nada. —Terminé de balancearme en mi propio eje.
—Bueno, yo iba por un refresco a la tienda, si que hace calor —dijo—, si necesitas algo me avisas. ¿Vale? —Asentí como respuesta.
—¡Jim! —lo detuve y se giró—¿Me puedes llevar al baño?
Él alzó una ceja confundido y probablemente perturbado.
—¡No! —rápidamente repliqué y me aclaré la garganta—. Solo quiero saber dónde está. Por favor. —Ladeó una sonrisa divertida.
—En donde están los baños en cualquier parte del mundo— replicó, estiró su brazo y señaló las puertas del edificio—, al fondo a la derecha.
—¿Por qué no me sorprende?
—En fin, ¡suerte con tu cabello!—Comenzó a alejarse y lo escuche reír por lo bajo.
—Muchas gracias —musité.
Me deslicé por la puerta de cristal del edificio y corrí al baño a lavarme el cabello, sintiendo parte de mi maquillaje correrse y hebras mojadas quedarse pegadas a mi cara. Gruñí y azoté las manos en el lavabo, resoplando de por medio.
En ese momento un bonito recuerdo surcó mi mente, haciéndome sonreír.
[ 2012 ]
—Te ves preciosa, Elsa —rio Jack, al girarse de repente. Le devolví la mirada sin saber que tenía el maquillaje todo corrido por la lluvia torrencial, no tenía idea de porque llovía tanto en ese lugar.
—Yo siempre. —Buscaba con mi respuesta una cómica altanería, me sentí suficientemente cómoda para hacerlo; el chico soltó una carcajada, dándome a entender que lo había conseguido.
—Si, tú siempre. —Reí ante la naturalidad de la conversación y me acomodé las cajas de cereal que traía en los brazos—. Sabía que debíamos haber traído el carro.
—Tú solamente querías traer el carro por flojo —repliqué ya en confianza—. Y tampoco era tan necesario venir por café y cereal al supermercado a media noche.
—Debemos de estar bien despiertos y con energía para no quedarnos dormidos en clases, ¿no? —comentó con un gesto pícaro y esta vez le di la razón sin sucumbir a sus encantos aún.
—Pero hay personas que pueden sobrevivir a la universidad sin los efectos de la cafeína en sus venas.
—No soy una de ellas.
—Eres adicto al café.
—Soy adicto a tu belleza. —Sonrió, extendió su mano y me acarició la barbilla. Como consecuencia, sentí un ligero sonrojo en las mejillas que me obligó a bajar ligeramente la cabeza y tratar de esconderla entre las cajas de cereal—. Aún con tu cabello que bajo la lluvia más bien parece sopa de espagueti china.
—Tenias que arruinarlo —reclamé, rodando los ojos y subiendo la mirada fastidiada. Solo escuché como se carcajeaba.
—Soy Jackson Frost y arruino lo que me proponga.
—Si, lo que tú digas...
No sé ustedes, pero yo si me quedé con ganas de que woody fuera a la universidad y, bueno, gracias a la magia del fanfic terminó en manos de la reina del desastre.
En fin. Espero te haya gustado el capítulo y el recuerdo con Jack.
Cada vez falta menos para que haga su entrada triunfal.
Adiós.
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