12|| The secret of a collapsing girlfriend
[ El secreto de una novia colapsando ]
Bostecé, no tenía idea de cómo sentirme emocionalmente. Me pasé la mano por la cara y comencé a dar vueltas en círculos, probablemente era el cansancio; si eso era.
Decidí dejarlo pasar, no llamé a Andy ya que no quería que se preocupara por mi; su prioridad tenían que ser los pacientes. Además, no era nada. ¿Verdad?
Es solo que no podía evitar mirar con ojos de borrego a aquel vecino guapo que pasaba con una caja de donas. Estupidas y sensuales donas.
«¡Dame! ¡Dame!» Exclamaba mi mente mientras yo comía lechuga y zanahorias todos los días. Llegó el momento en que comencé a odiarlas.
Y tampoco podía pasar desapercibido como seguía subiendo de peso, estaba cuidando mucho mi alimentación y mi actividad física, con ayuda de Hans, y rotundamente los pantalones comenzaban a apretarme.
—Hans, no sé qué hacer. —Mi voz corrió por el teléfono—. No consigo dejar de engordar y me siento cansada todos los días.
—No se que podría decirte, Elsa. Ya hice todo lo que conozco, esa dieta nos fue útil a tu hermana y a mi en las rutinas, así yo podía cargarla. Deberías ir con un médico.
—¡No! —exclamé— ¡Lo que quieras menos médico!
—Yo no sé, pero en cuanto Andy note estos síntomas que tienes se va a preocupar. Después de decir que por puerquito no te reconoce.
Fruncí el ceño, era lo que menos quería que me recordaran.
—Muchas gracias, Hans —gruñí entre dientes y con furia colgué el teléfono.
«No es nada, no es nada.» Me repetía en la cabeza. Lo que no esperaba era que Susan ya había notado un cambio y no se iba a quedar con la duda.
Eventualmente llegó a la conclusión de que, efectivamente, algo no andaba bien.
—Y ahí están las nauseas de nuevo—soltó, sin despegar la vista de su catálogo. Expandí los ojos y alejé el puño de mi boca, le tomé un trago al agua.
—¿Nauseas? ¿Cuáles nauseas? —Fracasé rotundamente en que mis facciones no se vieran nerviosas, mis ojos se iban a su cielo raso y mi sonrisa era tan forzada como dolorosa. Finalmente recargué la barbilla en mi mano y el codo en la pierna.
—Esas —declaró, antes de que sintiera otra arcada que me obligara a correr al baño. Me detuve en seco.
—No son ningunas nauseas, tengo diarrea.
—Hasta eso —señaló con diversión—, se oye creíble tu excusa.
—¿De verdad?
—No. —Bufé— ¿Aunque sea has vomitado? —inquirió, cerrando su catálogo y poniendo ambas de sus manos en él.
Negué con la cabeza y bostecé.
—Aceptarás que tienes algo —sacó su teléfono de la bolsa trasera de su pantalón— o llamaré a Andy en este momento.
Me mordí el labio y en silencio le supliqué que parara, pero mi amiga disfrutaba deslizar su dedo en la pantalla mientras yo sudaba frío.
—¡Tú ganas! —La detuve, tratando de quitarle el teléfono, pero rápidamente lo evitó—. Buscare en internet mis síntomas y me tomaré lo que me diga ¿Feliz?
Ella me miró mal.
—De todas las ideas estupidas que has tenido, que han sido muchas, esta probablemente se lleva el premio mayor.
Corrí a sentarme a su sofá, dándole a entender que tenía una postura firme.
—Médico, ahora.
—Prueba, al menos.
—¡Médico, dije! Esas tienden a ser inexactas.
—No, Susan. Médico no.
—Voy a obligarte.
—¿Y exactamente cómo vas a hacer eso?
Ella rodó los ojos y tomó su celular.
—Te odio.
—Me adoras. Al menos podrías ayudarte un poco de la amiga de Andy, ¿cómo dices que se llama?
—¿Ellie?
—¡Ella!
—Ellie es pediatra, yo ya estoy bastante mayorcita.
—No seas... —suspiró—, yo digo a contactarte un ginecólogo y que te prescriba unos análisis. Acuérdate que la tuya se mudó.
—Si, estupido divorcio.
—¡Hey! El divorcio es lo mejor que le ha pasado al mundo.
—Si tú lo dices.
—¡Yo lo digo!
—Bien, bien. Solo que tenemos un pequeño problema, Einstein. —Separé en sílabas esa última—. ¿No crees que al ser ella amiga de Andy... ¡Va a correr a contarle!?
—Calma tus chivas. Solamente convéncela de que no quieres preocuparlo.
—Como se la va a creer.
—Vamos a hacer una cosa. —Apartó el catálogo de su regazo—. Te acompaño y hablo por ti, tú no dices nada.
—¡Susan!
Aún no consigo entender cómo logramos infiltrarnos al hospital, sentí que quería hacerme chiquita; digamos que desde aquel incidente de los siglos ya me tenían más que ubicada.
—¿Para qué te pusiste eso? —preguntó Susan con una expresión de desagrado, yo giré bruscamente la cabeza moviendo por accidente la mascarilla—. Nada llama más la atención que tu outfit.
—La pregunta es, ¿por qué tú no vienes disfrazada? —Rodó los ojos.
—Sería mucho dos sospechosas, con esas gafas de sol más bien parece que vas a asaltar el hospital.
—No seas ridícula, ¿qué me robaría de un hospital?
—Un doctor —respondió alzando ambas cejas, sentí mis mejillas arder y le giré la cara con la mano. Mi amiga soltó una carcajada.
—¡Cállate! —le cubrí la boca con las manos. Nos sentamos en las bancas de la sala de espera y jalé las agujetas de mi sudadera. —Lo qué no me explico es —rompí el silencio—: ¿cómo te las arreglaste para conseguir un chamaco? —Miré al rubio junto a nosotras.
—Entre super nos entendemos —guiñó un ojo y la miré con extrañeza—. Ahora, Jack Jack, si quieres ganarte diez dólares lo único que tienes que hacer es quedarte callado y seguirme el juego. ¿Estamos?
El niño trató de arrancarle los billetes a mi amiga, pero ella tiene muy buenos reflejos y los escondió. Entonces yo me incliné hacia el niño.
—A mi me lo hizo también. —Jack Jack bufó.
—Sé lo que tengo que hacer, no me trates como a un bebé. —Se cruzó de brazos y se acomodó en la silla.
—Excelente, entonces —mi amiga se acomodó en su silla también.
—Solo por curiosidad —dijo el niño—¿Qué les dijiste que tenía?
—Síntomas de influenza.
—¿¡Qué!?
Se abalanzó sobre él y lo calló poniendo su mano en la boca y susurró; casi articulando.
—Estamos en un hospital, ¿qué querías que dijera?, ¿qué te duele tu serpiente?
—Iugh, Susan.
Se incorporó y se cruzó de brazos, dejando al rubio con una mueca de disgusto en la cara. Luego se acercó a mi.
—Es mi sobrino —explicó—. Tuve que sobornarlo con diez dólares y tuve que decirle a mi hermana que iríamos por un helado.
—Quiero mi helado.
—Tendrás tú helado.
—Bien.
—¡Jackson Parr! —Se escuchó una voz llamándonos y los delgados dedos de Susan aprisionaron mi mano cubierta en la sudadera, con mi mano libre busqué torpemente la del niño—. Por aquí, por favor.
La seguimos por el pasillo hasta un cuarto en donde revisarían a Jack, tenía el estómago hecho un circo. Ellie se daría cuenta de que no tiene realmente influenza y entonces se daría cuenta de que todo esto fue una farsa y se molestaría y llamaría a seguridad para que nos echaran a patadas del hospital, ¡o peor! Iría y le contaría a Andy que su novia anda haciendo idioteces en el hospital y él pensaría que tiene una novia inmadura, se avergonzaría de mi y se enojaría de que no me tomo su trabajo en serio o... algo por el estilo.
—Bien, Jack Jack... —Su suave voz me devolvió a la realidad, tomó un palillo de madera y se enfundó las manos en guantes—. ¿Qué sientes?
El rubio miró a Susan por encima del hombro de la doctora y está se golpeó el pecho, Jack Jack ladeó la cabeza al no entenderle.
—¡Tos! —gritó Susan— ¡Tiene tos!
—Ah si, tengo tos. —Se forzó a sí mismo y yo estrellé mi frente contra mi palma. Ellie rodó los ojos, se quitó los guantes y se giró a nosotras.
—¿Qué es lo qué pasa aquí?—preguntó y subí la mirada mientras sudaba frío.
—La verdad no tiene influenza.
—Me duele mi serpiente.
—¡No! ¡No te duele la serpiente! —se quejó Susan.
—Igual me vas a comprar mi helado.
—¡Si! Igual tendrás tu helado.
—En realidad nos lo facilitaste —se escuchó mi voz debajo de la sudadera—¿Cómo te diste cuenta? —Ellie me señaló de arriba a abajo, refiriéndose a mi disfraz.
—Nadie llega a un hospital en lentes de sol —suspiré y me descubrí los ojos, dirigiéndole la mirada.
—La verdad es que mi amiga tiene un problema —dijo Susan, señalándome—y da la casualidad que usted es una persona que le inspira mucha confianza.
—Bueno, pues... —comenzó a decir confundida, llevándose una mano al pecho y rebotando su mirada de derecha a izquierda— gracias; es a lo que el médico aspira, pero no entiendo a que se debe...
En ese momento sentí una arcada y busqué el bote de basura más cercano, doblegándome ante Ellie y mostrándole en vivo el problema. Susan se agachó también y me quitó los cabellos rebeldes de la cara.
—¿Por qué no has ido al médico?
—Básicamente la traje aquí arrastrando —respondió Susan, girándose a la de ojos verdes—. Creí que quizás usted podría convencerla.
—¿Y no hubiera sido mejor hacerlo cuando no estuviera trabajando?
—No nos sabíamos tu horario, no tenemos tu teléfono y quisimos apostarle a la segura.
—¿Y por qué no se lo pides a Andy? Para nadie es novedad que ustedes dos...
Ellie fue interrumpida por otra arcada. Susan le mostró una sonrisa nerviosa y la pediatra miró a Jack, que solo se encogió de hombros.
—Bueno, eso no importa. —Se agarró el puente de la nariz—. Lo que aún no me explico es: ¿Por qué el disfraz? No tiene sentido, ¿de quién te estás escondiendo? ¿Por qué Andy tiene novias tan raras? —murmuró eso último frunciendo el ceño—. A menos que... No te estarás escondiendo de él, ¿verdad? Porque ir al hospital en donde trabaja tu novio y esperar que no te reconozca es una idea muy estupida.
—¿¡Qué!? Elsa no sé esconde de nadie. Es solo que... usted lo dijo, es rara, solo ella viene a un hospital en fachas de asaltante.
—No quiero... —salió de mis labios mientras tambaleaba al levantarme—que se preocupe por mi.
—Bueno, a ver, dime rápido que síntomas tienes.
—Pues, me duele la cabeza, tengo nauseas, mareos, he subido de peso...
—Síntomas de embarazo —soltó de inmediato, luego se quedó pasmada un momento y dijo, sin mirarme: —¿Te hiciste ya una prueba?
Negué con la cabeza. Ellie se agarró de nuevo el puente de la nariz.
—Bien. —Suspiró—. Esto es lo que vamos a hacer. Te voy a conseguir un ultrasonido, pero que sea la última vez —demandó con el ceño fruncido y su dedo índice arriba. Suspiró—. Te diría que se queden aquí, pero mejor esperen en la sala.
—Si, doctora —respondí, bajando la cabeza.
Ellie entonces salió del consultorio con nosotros siguiéndole. Jalé la agujeta del gorro de la sudadera.
—No sé porqué acepté venir —farfulló con los brazos cruzados el rubio mientras caminábamos tras Ellie.
—Por helado y por diez dólares— respondí secamente, cruzándome de brazos y tratando de hacerme aún más chiquita. El niño me dio la razón alzando las cejas.
—¿Y si es una solitaria? —soltó de repente, relajando su gesto y mirándome, me giré hacia él entonces—. ¿No has comido nada raro? ¿Cómo tacos de cinco por veinte o de veinte por cinco?
—Tal vez la barbacoa con Carlos —reflexioné, subiendo la mirada. Lo peor es que había sido idea de Andy, pero aún así culparía a mi primo; por berrinchudo—. Aunque hemos ido más veces y nunca me había pasado nada. —Reí—. No llevaría a mi novio el citadino a comer a un lugar que no conozco. —Jack hizo un sonido de labios cerrados.
—No lo sé, Elsa —dijo, bajando la mirada—. Solo creí que pensar que una solitaria era más alentador que, bueno...
—Lo es —señalé—. Realmente me gustaría que hubiera la posibilidad de que tuviera lombrices. —Reí al notar lo extraño que eso sonaba. Luego bajé la cabeza, apreciando el silencio que se había creado ahí. Se me ocurrió algo y quizás fue algo bueno—. Jack Jack, ¿de qué sabor prefieres tú los helados?
Jack abrió la mirada, sorprendido por mi repentina acción. La verdad es que necesitaba un poco de distracción, pensar, por un momento, en algo más y el niño, para mi buena suerte, lo comprendió.
—De chocolate. Todos sabemos que el mejor sabor es ese. —Llevó sus manos al aire—. A mi hermana, por ejemplo, le gusta el de fresa y yo no le veo sentido, es decir, no es un sabor interesante y mi hermano, ni se diga, le gusta el de vainilla. ¿Existe algún sabor más plano y aburrido que la vainilla?
—¡Oye! A mi me gusta de vainilla —refunfuñó Susan.
—Pues que pésimos gustos tienes. —Dijo encogiéndose de hombros.
Reí ante su comentario y luego me miró.
—¿Y a ti, Elsa? ¿Qué sabor de helado te gusta más?
—El de chocolate, definitivamente —respondí sin meditarlo—. Tú lo has dicho, es el sabor más interesante; es intenso, es dulce e inolvidable.
—¡Oh, me encanta el chocolate! —exclamó Jack Jack, dejándose caer levemente hacia atrás, para contonear su cuerpo al caminar, mirando hacia arriba y relamiéndose los labios—. Podría comer chocolate toda la vida.
—Si... yo igual —solté, visualizando un enorme cono, con la galleta más crujiente y el chocolate más cremoso escurriendo levemente por las orillas. Se me hizo agua la boca y comencé a babear sin querer. Desperté de la ensoñación y gruñí por lo bajo, hablar de helados no me había ayudado para nada; acababa de tener otro antojo.
—Rosetta. —La voz de Ellie atrajo nuestra atención y vi frente a ella a una mujer de flamante cabello rojo, usando una pulcra y deslumbrante bata blanca. La chica era todo un icono de estilo y elegancia, todo lo que una niña pequeña aspira a cuando sea grande; cabello de comercial, caderas llamativas y unas hermosas pestañas negras que adornaban sus ojos verdes. Rosetta parecía un hada o parecía sacada de una película, tal vez las dos—. Necesito un favor.
—Si, lo que necesites, cariño —respondió dejando sus manos suavemente sobre los brazos de la castaña—. Solo, aguántame un ratito porque perdí una apuesta con Andy y le debo un café, sin pana, ya sabes cómo es él...
—Ross...
—Es que, no sabes —comenzó a explicar haciendo ademanes exagerados con las manos—. Ahorita que teníamos un rato libre, Think y Vi se pusieron a hacer carreras en las sillas de ruedas, le aposté a Think, pero se fue a estrellar con un carrito de comida y perdí, y ahora...
—¡Ross! —La calló Ellie, sosteniendo sus manos—. Es urgente.
—Bien —dijo cambiando su peso de pierna y sosteniendo su tabla de apoyo con hojas a la altura de su vientre—. ¿De qué se trata?
—Es Elsa —dijo poniendo su mano en mi espalda y empujándome levemente—. Necesita un ultrasonido.
—¡Ah, siglo veintiuno! —exclamó y me tendió la mano para estrecharla; eso hice.
—Veinte y medio —musité.
—Cómo sea —replicó, restándole importancia con un ademán de mano, luego me tomó de la muñeca—. Ven, linda. Te haré tu ultrasonido en un dos por tres. —Sonrió y chasqueó los dedos, antes de comenzar a llevarnos hacia su consultorio.
—Suerte —susurró Susan, mordiéndose la uña del dedo meñique.
—¡Rosetta! —la voz de Andy fue lo primero que escuché al salir del consultorio y, a juzgar por el brinco que la pelirroja dio antes de llevarse la mano al pecho del susto, deduje que ella también lo había escuchado—. ¿Qué pasó con mi... —se detuvo en seco al mirarme junto a ella— ...novia?
—Ay, lo siento mucho, lindura. —Se adelantó y puso su mano en la mejilla de mi novio, mientras hacía un mohín—. No vas a ser papá.
—¿Cómo? —preguntó con extrañeza evidente. Yo me mordí el labio y aparté la mirada.
—Si. —Se alejó y comenzó a explicar, haciendo los mismos ademanes que con Ellie—. El ultrasonido de tu novia mostró que, aunque ella tiene síntomas de embarazo, no tiene nada más que eso. En mi opinión profesional, lo más probable es que se trate de un embarazo psicológico, son raros, pero no imposibles.
—Los embarazos psicológicos se dan en mujeres que ansían quedar embarazadas... —hizo mi novio la observación.
—O en mujeres que le tienen un terror irracional a quedar embarazadas —complementó Rosetta.
—De cualquier manera, para tener un embarazo psicológico necesitas pensar que quedaste embarazada. Elsa, ¿de dónde sacaste que estabas embarazada?
—¿O sea que tú no... ibas a ser papá? —Andy negó con la cabeza—. Es que... bueno... van un poco rápido... y... —soltó la risita nerviosa más dolorosa que hubiera escuchado jamás—. Lo siento.
La doctora entonces se escabulló. Yo pensaba que no había querido ser metiche en una situación personal, pero mi idea se esfumó cuando vi a Ellie, Susan y Jack Jack doblar el pasillo junto con ella. Todos con la misma cara de susto, aunque por diferentes razones; Ellie lo más seguro es que pensaba que tenía que detener una catástrofe, Susan solo pensaba en que pasaría ahora que la verdad había sido descubierta y Jack Jack se hizo la idea de que estaba esperando un bebé fantasma.
—Lo siento —musité finalmente, sintiendo las lagrimas avenirse. Quise ser fuerte y mantener la mirada, pero estaba ahogándome en el océano de ese iris azul—. Lo siento tanto, no tienes una idea.
—Andy... —Se escuchó la voz suave de Ellie mientras se acercaba. Tomé un hondo respiro, mientras sentía las manos y los labios temblar. Este momento llegaría, en el fondo lo sabía y esperaba que no lo hiciera, pero no podía evitar lo inevitable y no podía huir para siempre.
—Estaba muy borracha, no sabía lo que hacía y no éramos novios aún. Sé que no es excusa, pero de verdad no pasa un solo segundo en que no me arrepienta de lo que hice porque yo te quiero y mucho. —Bajé la cabeza y cerré los ojos—. No me odies, por favor.
Andy se quedó pasmado un momento y sus labios formaron una línea recta, no sabía cómo reaccionar; más que buscar el apoyo en la mirada verde de su mejor amiga, quien acarició ligeramente su hombro.
—Todos cometemos errores. —Salió de los labios de Ellie—. Y todos merecemos una segunda oportunidad. Los errores no son más que oportunidades para aprender y crecer y tú lo sabes más que nadie.
Las palabras no tan suaves de Ellie Fredericksen jamás se me van a olvidar, ese preciso instante marcó mi vida más de lo que pudiera siquiera alcanzar a describir. Ella estaba diciendo que nadie es perfecto y que era tan humano equivocarse como saber perdonar; algo que por mucho tiempo yo no había podido entender ni hacer y eso es, en realidad, muy valiente y muy bello. Pero, finalmente, la decisión de darme una segunda oportunidad o no recaía en él y yo aceptaría cual fuera.
Y, como respuesta, me abrazó.
Parte de mi cerebro no quería responder, me aterrorizaba completamente abrir los ojos y encontrarme con que no era verdad. No quería enfrentarme a una realidad donde yo imaginaba aquel gesto y en su lugar Andy me dirigía una mirada que perforaba mi corazón mientras era Susan quien trataba de reconfortarme, pero no confundiría los abrazos de Andy Davis con los de nadie en el mundo.
—No quiero que te vayas. Yo te amo—musité con una voz quebrada.
—Aquí me tienes. No me iré. —Finalmente tuve la fuerza para abrir un poco los ojos y corresponder el cálido abrazo mientras esbozaba una sonrisa ligera—. No más secretos. —Fue ahí donde toda mi tensión se liberó en lágrimas y sollozos y me aferré fuertemente a su cuello, sintiéndome la mujer más suertuda de todo el mundo.
—No más secretos.
—Vaya, esta es una experiencia que vale la pena no perderse —soltó inoportunamente Jack—. Nadie me creería si se lo contara.
—Ni una palabra de esto a nadie, Jackson Parr —amenazó a su sobrino Susan— y mucho menos a tu madre.
—No te preocupes, Susan —respondió Jack Jack, simulando cerrar un cierre en sus labios—. Jackson Parr es como una tumba.
Recuerdo que reí. A la fecha todavía me causa gracia y mucha vergüenza todo el circo que mi mejor amiga y yo armamos por algo que se pudo haber solucionado solo diciendo la verdad. Es solo que, cuando la verdad no puede arreglar lo irreparable sientes que lo pierdes todo; es una sensación horrible y era por eso que tenía tanto miedo de ella. Pero, para nuestra mala suerte como humanos, difícilmente hay algo que no tengamos que experimentar alguna vez.
Moraleja: Ve al doctor si no te sientes bien, o terminas como la Elsa.
El chiste del puerquito es de Franco Escamilla, lo tenía que poner. Sorry not sorry.
Y el pana es la espuma que llevan los cafés, el destino quería que lo descubriera y se lo agradezco.
Btw, por si alguien no se pudo acordar, Ellie es:
Si se parece a mi JJAJA
No me extraña que Ney haya pensado que me refería a mi misma cuando la describía por primera vez.
Rosetta:
Think y Vi:
(Obviamente son de Trauma)
Y Jack Jack es de los increíbles pero diez años mayor.
El aviso que había aquí se chingó, porque también se chingó "Prohibido Jurar" (el os del que hablaba, so bueno...). Básicamente "PJ" sale como película y Elsa spoilea el final. Hoy por hoy, retomé "Prohibido Jurar" para la tercera fase del concurso en el one shot "Astrid y el mito de Jack Frost" y se podría decir que PJ ya no existe porque se volvió parte de la segunda historia, que ahora son una. Lo que dice Elsa ya no es spoiler, solo que aquí "PJ" y "Astrid y el Mito de Jack Frost" son películas separadas.
(Jelsa la historia por supuesto)
Edit:
Alto spam 💀💀💀
Como funfact: Este capítulo lo escribí tres veces completo, por lo mismo fue de los pocos que no tuvo remodelación cuando mandé la historia a borrador.
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