11|| Canta conmigo
—¡No puede ser! —Busqué ciegamente con la mano el toque de mi novio— ¡Es Miguel Rivera!
Mi artista favorito, quien me hacía más amenas las rondas de limpieza del departamento, quien era mi inspiración para cantar, e incluso, quien había hecho mi primera cita una romántica y dulce... ¡Vecino de mi hermana! ¡Que alguien me explique por que demonios vive la gente famosa y talentosa en ese lugar! ¿Quien falta? ¿Emma Mary Frost? Mejor me detengo aquí.
El mencionado rio cohibido, al parecer estaba un poco acostumbrado a los fanáticos, pero imagino que sería la reacción de cualquier ser humano en su lugar.
—¿Está todo bien, cariño? —se escuchó una voz femenina que salía de la casa, provenía de una pelirroja bonita.
—¿Ya vieron quién es? —preguntó Kristoff, quien estaba muy divertido con la situación.
—¡Es Penny Forrester! —dijo Andy—. Ha salido en toda pelicula de accion memorable, me encanta cuando interpreta a aquella espía rusa de traje negro. Se ve tan bonita.
--¿Dónde sale con seis hombres guapos y fuertes? ¿Esa, mi amor? —me giré a mirarlo, vi lo que tratabas de hacer André Davis.
—Si, siglo veintiuno, esa. —Ambos nos dirigimos una sonrisa muy fingida siendo interrumpidos por la voz de Rivera.
—Nada, cariño. Es solo Anna y su...—nos escaneó rápidamente con la mirada— tropa, que nos vinieron a pedir una bolsa de hielos.
—¡Y un autógrafo! —gritó Kristoff haciendo reir a la pareja— Para este par.
Tímidamente cruzamos los tres la avenida, al estar frente a Rivera me sentí tan cohibida como lo haría una adolescente por un chico lindo o un grupo de varios de estos, al final es premio doble. Pero entiéndeme, jamás creí que mi ídolo sería vecino de mi hermana. Lo que daría por tener vecinos así, en mi edificio solamente había señoras gruñonas; como mis tías. Y Susan.
—Encantado en conocerlos —me estiró la mano y yo sentí mis piernas flaquear, te digo que me sentía como chamaca— ¿Sus nombres son...?
—Andy Davis.
—¿Y? —dijo brincando la mirada de mi novio a la mía.
—Elsa...
—¿Elsa Davis? —completó la pregunta la pelirroja. ¿¡Por qué están todos tan obsesionados con interrumpirme!?
—¡No! —sentí la incomodidad de las miradas en el ambiente—. Digo, no es como que no me gustaría, pero no. Soy Elsa Arendelle; soy su hermana. —Señalé con la mirada a su vecina.
—Ni se les nota —respondió encogiéndose de hombros—. Si no fuera porque tienen los ojos igualitos, el mismo perfil y el mismo tipo de cuerpo jamás me habría dado cuenta.
Su mujer le propinó un codazo en las costillas y el rio.
—Cuéntame, Elsa. ¿Tienes algún talento artístico como tu hermana?
—¡Canta!
Sentí mis labios temblar, en ese momento quise ser un avestruz para esconder la cabeza en la tierra. A ver. Estoy frente a mi cantante favorito; la voz más hermosa... ¿A quién se le ocurrió decirle que canto? Que horror.
—¿¡En serio!? ¡Oye, eso es genial!
Por favor que no me pida que cante, que no lo haga, por lo que más quieras.
—¿Por qué no nos muestras? —dijo la actriz alzando las cejas— capaz que cantas incluso mejor que mi marido.
—No diga eso... —respondí, cohibida.
—Muchas personas cantan mejor que yo, corazón. —Rodeó a su esposa por los hombros y le dio un ligero beso en la coronilla.
—Estaba bromeando, amor. Para mi tu voz es la más hermosa del mundo.
—Para mi también.
—Elsa, no.
Pasamos entonces la tarde con los vecinos famosos de mi hermana, eran en realidad muy agradables; su hogar se sentía cómodo y lleno de vida a la vez. Incluso Miguel me ofreció que si me animaba, cantaría una canción conmigo.
Y fue esa misma tarde en la que el rumbo de la vida de Anna comenzaría a cambiar por completo; con la ayuda de Penny, ella se abriría camino entre el mundo del cine.
No estoy diciendo que no le costó trabajo, porque vaya que lo hizo. Ella decía que era como si hubiera saltado al mar sin saber nadar y era en parte cierto; ya que no tenía mucho conocimiento sobre la actuación, por no decir que ninguno. A diferencia de Forrester, que había construido su carrera desde muy pequeña.
Sin embargo siempre estuvo ella ahí para tomarla de la mano y sacarla a respirar: le recomendó cursos, le enseñó cosas de lo que sabía y lo más importante es que siempre creyó en ella y sus ganas de salir adelante y ser, de nuevo, objeto de la atención del público.
Gracias a su experiencia bailando lo primero que le fue ofrecido eran papeles de doble de acción, que, si me preguntas, se oyen divertidos. Pero por obvias razones mi hermana los tuvo que rechazar.
La gran cualidad de mi hermana, gracias a su experiencia, es la de aprenderse fácilmente las cosas y Penny no tardó en sacar ventaja de esto, mostrándole esto a los directores.
Su gran idea fue que comenzara como actriz de doblaje. ¿Te imaginas? Escuchar tu voz en una película y poder presumirla como: ¡Escuchen, esa es mi voz!
Además de eso; Penny sugirió hasta el cansancio que se tomara a mi hermana en cuenta para ser extra en sus películas y mi hermana hacía lo posible para que los directores la notaran.
Kristoff siempre estuvo a su lado, apoyándola.
Nos enteramos de todo esto en una sorpresa que Anna organizó para todos, fue una experiencia bastante... curiosa. Quizá la platique luego.
—¿Desde cuando se conocen? —me preguntó Rivera mientras su esposa se sentaba junto a él con una limonada en la mano.
—Desde que se lesionó. —Andy señaló a Anna con la mirada—. Básicamente. —Mi hermana no tardó en seguirle el juego.
—Ya saben vecinos, si ocupan, a un lado vive cupido a domicilio.
Penny rio.
—No suena tan mal la propuesta.—Se giró al cantante—. Digo, no para nosotros. Es mi amiga Riley; está tan salada que ya no sé qué hacer.
—¿Riley Andersen?—preguntó Kristoff y la actriz asintió.
No me extrañaba para nada que Penny Forrester fuera amiga de Riley Amdersen. La chica jugaba en un equipo de hockey muy conocido. Lo que se me hacía raro era que ella no viviera ahí también.
—¿¡Es en serio!?—preguntó Andy—. Cualquiera daría lo que fuera para salir con ella.
No pude evitar abrir los ojos de par en par, ofendida. Me giré bruscamente a él y en ese momento supo que no le iría nada bien.
—Pues si tan seguro estás de eso, ¡sal tú con ella!
Penny y Miguel intercambiaron una mirada de sorpresa, ninguno esperaba que la conversación tomara semejante rumbo.
—Tal vez no fue lo mejor que pudiste haber dicho —dijo Anna, poniéndole sal a la comida.
—Elsa...—quiso tomarme de los hombros, pero era muy tarde; yo ya estaba cruzada de brazos y volteada. Estaba muy furiosa— tú sabes que eso no fue lo que quise decir.
Quizás, esa había sido nuestra primera pelea oficial como novios. Una cosa menos que tachar de la lista.
—¡No me refiero a mi! —se giró a Penny— Sin ofender. —La pelirroja asintió.
—Ajá.
—¡Ay, Elsa! Muchos de mis compañeros de la universidad y del hospital están enamorados de ella. Dicen que es preciosa y que cualquiera daría lo que fuera por salir con ella. No puedes decirme que están equivocados.
—Y sí es.
—¿¡Tú también, Kristoff!? —se incorporó rápidamente mi hermana.
—Podría hasta apostártelo —me susurró en el oído y eso fue suficiente para que sonriera.
—Bueno, tranquilas —calmó las aguas Miguel— no está mal que los hombres reconozcamos a una mujer bella.
Anna y yo nos relajamos dejándonos caer en el respaldo de la silla, el de Santa Cecilia suspiró.
—Ellos las quieren a ustedes—buscó la blanca mano de la mujer a su lado—. Penny está consciente de que yo veo bonita a su amiga pero que yo la amo a ella.
Todos dejamos salir un sonoro suspiro, haciendo al moreno ruborizar.
—La razón de que a Riley le vaya cómo le va es su carácter —explicó Penny—, es muy explosiva.
—Necesita aprender a controlarse un poco más —dijo Miguel restándole importancia—. La última vez me aventó una pistola a la cabeza.
Los cuatro abrimos los ojos con espanto, incluso sentí el tenso brazo de Andy. Penny soltó una carcajada y los cuatro intercambiamos miradas, extrañados.
—Una pistola de silicon.
Penny notó que nuestro susto no se había pasado gracias a nuestras miradas.
—Desconectada, fría.
Nos encogimos de hombros, quizás era un alivio.
—¡Me abrió la cabeza!
—¿La novia perfecta? ¿Mi amor? —Me miró con el ceño fruncido y solo me acomodé.
—Basta, Elsa.
—Pero no entiendo por qué sigues traumado con eso —dijo la actriz y el moreno le dirigió una mirada extrañada—. Ni siquiera fue lo peor que te hizo.
—¿¡Ah no!? ¿Qué fue lo peor que me hizo, entonces?
—¿Recuerdas esa fiesta?
—¿La primera a la que fuimos juntos?
—Ajá, te viste obligado a batear para el otro lado.
—Ahí te hablan, Elsa.
Andy me miró extrañado y yo reí nerviosamente. Ya le explicaría.
—¡Ah! —rio —¿El beso, dices?
—Si. —Miguel se encogió de hombros.
—De cualquier manera iba a probar las babas de Hamada. Era tu ex-novio. —Ella frunció el ceño.
—Yo te vi bastante sufrido.
—¿Yo?—Miguel mostró una sonrisa socarrona—. Yo hasta lo disfruté, la que sufrió fuiste tú. —La aludida expandió sus ojos y articuló para responder, su joven marido solo la miró con picardía. Se pasó la lengua por los labios para hacerla enojar más—. Hamada besa bien.
—¡Teníamos quince años!
—Y aún me acuerdo. Imagínate que bien besa.
—No necesito imaginarme nada —se cruzó de brazos— era mi ex novio.
—Touché—articuló Anna.
—Y ya que tocas el tema —se acomodó Miguel— todo lo que hizo Riley lo hizo para verte sufrir, no sé cómo la perdonaste.
—Teníamos quince años.
—¿Y eso qué? Yo aún no le perdono a Marco cuando me bajó a mi novia. Y básicamente te la aplicaron a ti también.
Todos intercámbiamos miradas, podríamos estar aquí todo el día.
—Rencoroso.
—Siempre.
—Además —se giró y lo tomó de las manos— sin ella no te hubiera conocido. Y... —le golpeó suavemente la nariz con el dedo índice, haciéndolo parpadear— ... es algo más que tenemos en común.
—Que cursi eres—respondió el moreno con disgusto fingido.
—Ahí te hablan, Anna.
—Pero si achú, Elsa.
—Bueno —Rivera se soltó de las manos de su esposa y se levantó—, voy a pedirle otro beso a Hamada, con permiso.
—Síguele, Rivera —lo señaló acusatoriamente.
—Tranquila. —Rodó los ojos—. Solo voy al baño.
Andy y yo intercambiamos una mirada, divertidos. La historia de este par parecía ser la más interesante y divertida de escuchar. Ni siquiera me imaginaba.
—Ahora que ya se fue —susurró Penny— ya pueden contar sus chismes y secretos tranquilos.
Solté una risa leve, la energía y entusiasmo de esta chica me hacían recordar a cuando yo fui adolescente: jugar a verdad o reto, a la botella, enamorarme del primer inútil que me habla bonito...
—¡Síguele, Forrester! —la chica fingió sorpresa y soltó una carcajada.
—¿Por qué no empiezo yo? —regresó y dijo después de darle un beso a su esposa y rodearla con su brazo, para tomar asiento junto a ella.
—¡Si! —se me salió decir. Sentirnos de nuevo chamacos se escuchaba bastante divertido.
—Hamada besa delicioso.
—¡Qué ya! —gritó ella, zafándose de su agarre.
—Bueno, perdón, pienso en otra cosa—rodó los ojos y reprimió una risa, luego se dirigió a nosotras—. Es Penny la que mata a las cucarachas, yo soy demasiado miedoso.
Soltamos todos una carcajada y el moreno se escondió en el hombro de su esposa.
—Sigue Anna —murmuró y ella se aclaró la garganta.
—Andy me gustaba cuando me recién me operó —salió rápidamente de su boca y apretó los puños mientras se dejaba caer en la mesa. Andy me miró y luego se devolvió a mi hermana.
—Gracias, creo.
—Sigue Andy —dijo aún sin levantar la cabeza del suelo.
—Mi papá se fue por cigarros —dijo, sin tomarle importancia.
—¡No juegues, el mío también! —gritó Penny y ambos chocaron la mano.
—Sigues tú —le dijo mi novio a la pelirroja.
—Me ganaste mi confesión—mostró una mueca.
—Lo siento.
—No me gusta la cerveza artesanal—dijo apretando los ojos y los dientes. Entendí por qué cuando Miguel volteó ofendido.
—¿¡Cómo pudiste hacerme eso!?
—¡Perdón! —lo encaró y este le dirigió una mirada recelosa.
—Bueno, ¡va Kristoff!
—Me encantan las comedias románticas. —Vimos el rostro de Anna iluminarse antes de abalanzarse sobre él. Todos teníamos un rostro de sorpresa, excepto Miguel, nadie lo vio venir de Kris.
—¿¡Por qué no puedes ser como él!?—dijo Miguel a su esposa.
—¿¡Me disculpas!?
—No. —Se encogió de hombros y se volteó, Penny le restó importancia con un ademán y se volvió a mi.
—Solo falta...
—Elsita —complementó Andy.
Creo que estoy embarazada. Fue lo que me pasó por la cabeza; haciéndome sudar frío. Apreté las manos y traté de disipar esos pensamientos.
—¿¡No me vas a consolar!?—gritó un ofendido Miguel.
—Déjame pensarlo... No.—Miguel la miró mal, pero se incorporó de todas maneras.
—¿Y bien?—Me atacó mi hermana con la mirada.
—Estuve en prisión una vez—solté y el silencio reinó en la sala, solamente Anna lo sabía y, por supuesto, sabía por qué.
Anocheció y tuvimos que despedirnos, Andy y Kristoff tenían que trabajar al día siguiente y yo... bueno...
—Ya sabes, Elsa —me tomó de la mano Miguel— si algún día te animas, solo toca el timbre— yo asentí y finalmente me dejó ir a los brazos de Andy, que me envolvió entre ellos y atrajo mi mirada a la suya.
—Me encantaría ir a dejarte—comentó.
—Lo sé.—Sonreí—. Pero no te preocupes por mi, estaré bien, no es la primera vez que manejo de noche.
Andy acunó mi rostro en sus manos y me depositó un beso tierno.
—Tranquila. Confío en ti.
Manejar en carretera de noche no era como manejar en la ciudad, definitivamente me faltaban todas esas luces, pero respiré hondo y me dije a mi misma que podía hacerlo.
Los tres autos arrancaron casi al mismo tiempo, por el retrovisor podía ver dos pelirrojas y un moreno despedirse de nosotros con las manos.
Sostuve el volante entre ambas manos y exhalé, eso me había ayudado mucho a calmar el sudor de mis manos, tenía mucho que no hacía algo así, pero no por eso no podría lograrlo.
Estaba mucho más calmada después de un rato, comenzaba a dejarme llevar por las luces brillantes en el asfalto y la envolvente música en el auto, incluso me permití cantar un par de veces.
Lo lograría.
Sin previo aviso mis ojos comenzaron a distorsionar mi visión del camino, parpadeé un par de veces, agregándole más tensión a mi agarre en el volante.
La cabeza comenzó a punzarme obligándome a morder mi labio, solamente quería llegar, solamente eso.
A eso se le sumó un retortijón en el estómago que me obligó a contraerme, el dolor era intenso. ¿Por qué justo ahora? Me pregunté.
Pensé en llamar a Andy o regresar con Anna, pero ambas eran estúpidas ideas.
Traté de tranquilizarme entonces, la gran ventaja era que la carretera estaba casi sola y no podría causar un accidente si cerraba, por accidente, los ojos.
El viaje se me hizo eterno, di gracias al cielo cuando comencé a ver las elegantes luces de ciudad y las calles vacías. Estacioné el auto y corrí escaleras arriba hacia el apartamento, ni siquiera llamé al ascensor. Sentía que mis piernas flaqueaban, obligándome a sostener fuertemente del barandal.
Y finalmente entré al apartamento dando portazos y corrí directamente al baño, no tenía idea de porque me sentía así de mal o porque había sido tan repentino. Solo esperaba que no fuera, ya sabes, eso.
Y con este capítulo me comprometo formalmente a terminar "Hollywood", que es la historia de la bella pareja de artistas.
Esa historia tiene mil millones de años, es justo que ya le termine.
...
Web. ¿Yo dije eso? A veces me cae mal mi yo del pasado.
Te mando un beso, espero te haya gustado. ❤️
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