10|| The weirdness runs in the family
[ La rareza corre en la familia ]
Una, dos, tres horas y yo quería pegarme un tiro de lo mal que la estaba pasando. Tenía la cabeza recargada en mi mano y giraba suavemente mi copa de cristal vacía a la mitad con la intención de entretenerme mirando el remolino de licor que se formaba dentro.
La comida comenzó con saludos, muchos "ya estás bien grande, mijo" dirigidos a mis primos y sobrinos y elogios a la hermosa cabaña de Anna, la mencionada estaba muy emocionada mostrando el invernadero a todos y presentando a su novio que torpemente le estrechaba las manos a los integrantes de mi familia; incluso pensé que no me molestarían con lo de solterona. Pobre ilusa.
—¡Hacen una preciosa pareja!—Escuché una voz y no quiero acordarme de quien; era una voz chillona y con eso me basta. Anna sonrió y se abrazó fuertemente al brazo de su novio quien se molestó por la interrupción de su comida pero aún así tuvo que mostrar una sonrisa forzada.
—¡Gracias, tía Úrsula!—Oh, así que ella había sido—. Somos muy felices.—Ella mostró una sonrisa y yo bajé la mirada a mi plato.
—¿Y tú, Elsa?
¡Maldición!
—¿Sigues esperando al hombre ideal o ya de plano miraste al otro lado?
Tuve que contenerme de rodar los ojos descaradamente. Mostré una sonrisa tan falsa que me dolió.
—No sigo esperando al hombre perfecto—al escucharme, mi tía se cubrió la boca con las manos—, porque ya lo tengo.
—¿Regresaste con Frost?— Escuché otra voz y esta vez de verdad no quiero recordar de quien provenía; desafortunadamente nada nunca sale como quieres, mis brazos se tensaron con los cubiertos adentro de mis manos y pasé la lengua por mis mejillas.
—No, no regresé con Frost. Tiene mucho que terminamos, hacerlo sería una decisión muy...—Me interrumpí a mi misma a sentir el apretón de mi hermana en mi brazo.
—Su novio se llama Andy—. Escuché la voz de mi mamá salvándome el trasero—. ¡Y es cirujano!
La mirada de mis tías se iluminó e intercambiaron una mirada.
—¿¡Cirujano plástico!?—dijeron las dos al unísono.
—No. Cirujano general, es una lástima que mi novio el doctor no pueda hacerles una liposucción. —Hice un mohín burlándome—. Pero no se preocupen, él jamás les diría que necesitan una. —Suspiré—. Es tan amable.
—¡El me operó!—dijo Anna subiendo descaradamente su pie a la mesa.
—¡Anna, baja ese pie!—la reprendió mamá.
—Oh, entonces es gracias a tu hermana que tienes novio.—Escupió con veneno quien había preguntado por Jackson. Apreté los dientes.
Un silencio incómodo reinó en la sala, mis tías se ofendieron con el comentario; no hay nada peor que llamar a una mujer gorda, excepto tal vez llamarla vieja o histérica ¡o las dos! Jamás llames a una mujer de esa última manera o no sales vivo. Estaban dispuestas a vengarse.
--¿¡Y cómo sabemos siquiera si dices la verdad!?—bramó una de mis tías—, ¿cómo sabemos que en realidad una persona así de maravillosa sale contigo? Porque, ¿tú ves a alguien, Úrsula?
—Ya les dije que es cirujano, tiene una agenda ocupada.
—Está bien, Elsie, te creemos y a todos los que te están siguiendo la mentira.—Miró a Úrsula y trató de reprimir una risa sin conseguirlo.
—Es amigo mío—intervino Kristoff y yo lo miré, agradecida. Ambas se sellaron como tumbas; no lo contradirían, yo acaricié su mano y él asintió.
Alguno de los tíos rompió el ambiente pesado con alcohol y karaoke y después de unas horas ya estaban todos bailando, cantando, llorando, tomando; ¡hasta Anna estaba jarra! Kristoff al parecer no era muy fanático de tomar porque solo estaba cuidándola.
—¿Por qué tan apagada, hermana?—una cínica pelirroja me tomó por los hombros en medio de carcajadas y Kristoff la reprendió. Era un verdadero infierno; yo estaba harta, molesta, triste y me estaba cayendo de sueño, ni siquiera me había terminado una copa.
¿Soy yo o acaba de sonar el timbre?
—¿Quién será a esta hora?—preguntó un extrañado Agnarr Arendelle y su mujer se encogió de hombros, se dirigió a abrir la puerta y nadie se esperaba a quien estaba tras la puerta.
Mi padre entonces buscó mi mirada y ladeó la cabeza suavemente, yo aceleradamente corrí a su lado sintiendo mis esperanzas de que mi noche no fuera la peor de mi vida resurgir. ¿Podría ser?
—¡Andy, mi amor!—Efusivamente lo rodee con los brazos y luego busqué sus mejillas—. De verdad estás aquí jadee—, ¿cómo?
—Manejando, siglo veintiuno.
—Veinte y medio. —Sonrió.
—Si, veinte y medio. —Me tomó de las manos—. Oye, cosita, siento mucho la hora, es solo que...
No lo dejé terminar y lo jalé dentro de la casa, Andy tragó gordo al mirar la embarazosa escena que estaba protagonizando mi familia y optó por buscar la mirada de Kristoff. Probablemente estaría arrepintiéndose de no haberse quedado en la ciudad.
—Si llegué muy tarde, ¿verdad, mi amor? —me susurró al oído sin soltar mi mano y yo mordí mi labio mientras asentía.
Mi padre cerró la puerta tras él, azotándola, para tratar de llamar la atención de todos los borrachos. Sin éxito. Miré a Kristoff y él solo se encogió de hombros, luego miró a Anna y gritó.
—¡Andy!—Corrió a darle a su amigo un efusivo abrazo obligándome a soltarle la mano, una borracha Anna imitó la acción y mi novio el doctor tuvo que apoyarse en la pared para no caerse, rió en silencio.
Eso sí había servido para atraer todas las miradas, incluso las de enojo provenientes de mis dos tías. Yo sonreí victoriosa a ellas y miré de reojo a mi hermana que estaba tan perdida que ni siquiera se había dado cuenta de que perdió la apuesta, necesitaba ese momento, pero ya.
—¿Andy?—tartamudeó mi tía Cruella —como le decíamos los primos en secreto— y el mencionado le devolvió la mirada.
—Soy yo, señora. Es un gusto—respondió bochornoso ya que Anna aún estaba aferrada a su torso. Un gusto mis calzones pensé. Después de rebotar mi mirada de mi tía a mi novio que me suplicaba ayuda con la mirada, me agaché hasta Anna.
—Hermana, ese es mi novio. El tuyo está por allá. —Señalé a Kristoff y Anna finalmente soltó a Andy y corrió a abrazar al rubio. Lo miré y le pedí una disculpa en silencio.
Mis tías estaban tan enfadadas y sorprendidas que ni siquiera tuvieron la intención de saludar, llenarlo de preguntas o algo por el estilo. Nada.
Fue mi primo Carlos el que se acercó y lo rodeó por los hombros.
—Bienvenido a la familia, hermano. —Andy sonrió—¿Qué te ofrezco?, ¿una bien muerta?
Recuerdo haber comenzado a divertirme desde ese momento, mi novio y yo cantábamos, reíamos, tomábamos. Incluso se me ocurrió la idea de entrecruzar los brazos y así tomarnos el shot para después darnos un beso en los labios.
También recuerdo a Andy cantando con Marco, Kristoff y mi papá. Después de todo, creo que no fue tan mala la noche.
—Recuérdame por qué aceptamos esto, siglo veintiuno. —Se removió Andy y levantó su brazo del mío.
—No tengo ni idea. —Me giré hacia él, sorpresivamente pudimos dormir en el sofá, jamás creí que cabríamos los dos. Andy quería irse a dormir a su carro y fui yo la que insistió en quedarnos aquí.
Escuchamos los ronquidos de mi primo Carlos que estaba en el sofá pequeño, hecho bolita y ambos reprendimos una risa.
—Tórtolos—escuchamos su voz—, me duele la cabeza.
Se incorporó en el sofá aún con la botella vacía fuertemente agarrada y se sobó la cabeza con su mano libre.
—A mi también me duele, flaquito—le respondí con una risa.
—Lo bueno es que iremos a la barbacoa y a las miches hoy.
—¡Me encanta la barbacoa!—complementó Andy—, y las miches. Aunque prefiero no tomarlas juntas y menos después de tomar.
¿En serio?
—Pues dicen que es el mejor remedio para la cruda. —Comentó, un poco altanero, mi primo.
—Pues te mintieron—contestó mi novio el doctor—. Lo mejor son agua y analgésicos. Yo voy por unos, debe de haber una farmacia aquí cerca—dijo antes de levantarse.
Demonios. De haber sabido antes.
—Yo voy contigo, cariño.
—Oye, por cierto—la voz de mi primo captó su atención y se giró—, esta preciosa tu bestia.
—No le digas así—dijo rodeándome con su brazo y dándome un beso en la coronilla—. Está bien que ronque pero ya vi que es de familia.
—Esa bestia no. Yo digo el carro.
—¡Ah! Muchas gracias, igual y te gustaría darle una vuelta. —Sacó las llaves del bolsillo de su pantalón y se las lanzó a mi primo.
—¿De verdad?—Andy asintió—¡Gracias, hermano!
Así fue como terminamos los tres en el auto con dirección a la farmacia, Carlos estaba asombrado; se sentía como un niño, solo esperaba que no imaginara que estaba en los carritos chocones. Andy estaba bastante tranquilo en el asiento del copiloto y yo hecha bolita en los asientos de atrás con los codos y las piernas y las manos jalándome las mejillas.
—Sería bueno que Anna preparara huevos con tocino, dice aquí que son muy buenos. —Había decidido sacar mi teléfono y buscar remedios para la cruda para distraerme ahora que Carlos era tercera rueda por culpa de Andy. —¿Qué opinas, amor?
—No creo que nos hagan daño.
—Entonces le diré.
—¡Pero yo quería barbacoa!—reclamó Marco.
—Será en otro momento—contesté sin levantar la mirada.
—En la tarde hay que ir a comer barbacoa todos juntos—dijo Andy.
—La barbacoa solo se desayuna, cariño.
—Bueno, si no quieres no.
Y, de hecho, si fuimos con Carlos a la barbacoa, y adivina quien era el más entusiasta, si, mi novio el doctor.
Cayó la tarde y mis tíos comenzaron a despedirse; no querían quedarse más tiempo y yo, internamente, agradecí el gesto. La sala comenzaba a vaciarse y yo me estaba entreteniendo revolviendo la baraja una y otra vez. Hasta que, se me ocurrió una idea, corrí hasta la puerta y me recargué en el marco de esta.
—¡Tia Úrsula, Carolina! ¿No van a despedirse de mi novio el doctor?—ambas me miraron con ojos de fuego pero no fue suficiente para hacerme quitar la sonrisa cínica de mi cara.
—¡Mamá! ¿No te despediste?—les dijeron sus respectivos hijos al unísono, adoraba a mis primos, ¿lo había dicho ya?
Úrsula y Cruella rodaron los ojos y asintieron para caminar a zancadas hasta la puerta.
—Bueno, si no quieren no—me apartaron bruscamente y fueron a despedirse de Andy, quien estaba muy tranquilo tomando agua. Lo siento, mi amor.
Los únicos que se quedaron fueron mis padres, que estaban muy entretenidos con la anécdotas de terapia de Anna, la mayoría involucraban a la pequeña Elsa.
A Anna le brillaban los ojos y le saltaba el corazón cada que platicaba la primera vez que la conoció, a lo largo de su carrera había tenido la oportunidad de interactuar con algunos de sus admiradores, sin embargo, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, cuando la carrera de Anna se acabó estaba implícito que todos los que fueron sus fanáticos alguna vez y prometieron amarla para siempre se esfumarían y eso fue lo que hacía mucho más especial a Elsita, que aunque ya no bailara más, seguiría apoyándola y mirándola como su heroina.
La niña le platicaba como le gustaba verla en los videos, girando sobre el escenario con esos vestidos bonitos y tocados elegantes. Anna se derretía cuando Elsa bailaba para ella.
Desafortunadamente, la niña jamás había tenido la oportunidad de verla en vivo, de dejarse envolver por la música, seguir los pasos con sus ojos y aplaudirles a los bailarines mientras hacían su reverencia final y Anna mandaba besos al público.
Cuando menos se dio cuenta, ya estaba llorando de nuevo, mi papá le alcanzó papel y ella se limpió la cara.
Elsita hacía que mi hermana recordara todo, se trasladara de nuevo al escenario; sintiendo la música recorrer su cuerpo, volando entre los brazos de Hans y deslizándose por el escenario, libre. Entiendo que fuera difícil para ellos.
—Por otro lado—trató de consolarla mi madre tomando su mano y frotándola con su pulgar—, no conocerías a Kris si no te hubiera pasado lo que te pasó.
Anna entonces sonrió, asintió aún con la nariz roja y se giró a Kristoff para plantarle un beso ligero en la mejilla.
—De nada, amigo. —Escuché que decía Andy en un susurro y le propiné un ligero codazo.
Después del relato de Anna, mi mamá comenzó a bostezar y se estiró en su silla, todos estábamos muy cansados y doloridos; podía entenderla perfectamente.
—Iremos a dormir un rato—dijo mi papá brindándole un beso en la coronilla a mi madre—. Nos vemos después.
Después de desearles dulces sueños se dirigieron a la recámara de Anna, donde habían dormido la noche anterior, y cerraron la puerta tras ellos.
—¿Quieren jugar?—preguntó Kristoff mirando la baraja.
—Bien, pero sin apuestas. Anna ya perdió una y luego no paga.
—¡¿Yo?!—se sobresaltó mi hermana, indignada—¿Cuándo?
Me hice un poco a un lado y puse las manos debajo de la cara de mi novio, como si estuviera presumiendo mi más valiosa posesión. Él me miraba, extrañado.
Anna abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de a que me refería, se cruzó de brazos e hizo un puchero.
—Osita, no entiendo.
—Yo tampoco, amorchiwi—respondió Kristoff.
—Tú no, osita. Le digo a mi otra osita.
—Creí que era importante para ti... —fingió dramatismo—, tú no tienes ganado, André Davis, tú tienes un bosque. ¿Dónde quedó mi dignidad?
—Seguro se la comió Sven, con eso de que luego anda buscando en el suelo golosinas. —Respondió, indignando a Kristoff.
—Apostamos a que llegarías o no llegarías, osito. —Andy me dirigió entonces la mirada y pude mirar en cámara lenta el cambios en sus expresiones a unas ofendidas. Kristoff no pudo contener las carcajadas.
—¿Me usaron de apuesta?
—Algo así. —Lo miré con nerviosismo mientras jugueteaba con mis índices.
—Que bajo.
—La tuya también se la comió—dijo Kristoff entre risas, ganándose un ceño fruncido por parte de mi oso. Fue la primera vez que vi que Andy se quedaba sin respuesta a una burla.
—A todo esto—me miró, tratando de evadir el comentario de Kristoff—, ¿qué fue lo que apostaron?
—Elsa, no quiero hacer esto—remilgó Anna con un puchero.
—Anna, perdiste la apuesta; ahora tienes que pagar.
—No estoy nada feliz, Elsita. —Me iba regañando Andy mientras caminábamos—. Y seguro se te ocurrió a ti.
Duh.
—Por supuesto que se me ocurrió a mi, tenía que proponer algo más interesante que dinero. ¿No miras mi situación?
—Que poca creatividad, siglo veinte.
Paramos junto a la camioneta de Kristoff que estaba estacionada junto a la casa; frente a la pared de vidrio. Con un movimiento de cabeza le indiqué a Anna que continuara. Resopló, pero terminó haciéndolo.
Me asomé por el motor frente al vidrio dejando ver ligeramente mis dedos delgados y mis ojos entrecerrados. Anna estaba parada en medio de la avenida.
¡¿Qué esperas?!
—Elsa, ya no tenemos cinco años para andar tocando timbres de los vecinos.
Fruncí el ceño.
—Eso debiste pensar antes de aceptar la apuesta, ahora hazlo.
Anna rodó los ojos y continuó caminando hasta la casa de frente a mis ojos.
Así es; estábamos: un médico, un terapeuta, una licenciada y una ex-bailarina jugando a tocar timbres.
Anna brincó la reja de madera y caminó con cuidado de no lastimar alguna de las flores de brillantes y suaves colores que había en el jardín, supuse que la casa sería de una mujer. No estaba tan equivocada.
Las ondas de sonido del timbre rebotaron en nuestros oídos. Andy tenía aún el ceño fruncido y los brazos cruzados, en mi defensa, nadie lo había obligado a quedarse. Kristoff se mantuvo neutral ante la situación.
El timbre dejó de sonar y mis ojos seguían expectantes; estaba preparada para ver a Anna tratar de escapar y fallar rotundamente haciendo un enorme ridículo. Froté las manos; así como las moscas.
Pero no pasó.
—¿Por qué no corre?—salió un susurro de mis labios hacia nadie en específico. Enarqué una ceja y los hombres intercambiaron una mirada entre ellos, entonces asomaron sus miradas a un lado de la mía.
Anna no volteaba así que no podía mirar su expresión. Pudo haberse quedado paralizada; me asusté por un segundo, ¿y si mi hermana estaba aterrada?, ¿y si su vecino o vecina era un loco con una sierra?
Ay, Elsa. ¿Cómo andas pensando esas cosas?
Anna entonces se giró hacia mi y ladeó una sonrisa presumida, segundos antes de que se girara la perilla de la puerta y saliera de ella la persona que menos esperaba.
¿Era acaso una broma? ¡Díganme por favor que mis ojos no están engañándome!
Me invadieron las ganas de hacerlo, la emoción, la adrenalina y ni siquiera Andy o Kristoff pudieron detener a mis piernas de convertirse en un resorte y erguirme, dejando ver la mitad de mi figura humana a mi hermana y la persona junto a ella.
La rapidez con la que salté dejaba al príncipe sapo como un auténtico novato. Andy le dirigió una mirada de extrañeza a Kristoff a causa de mi comportamiento y también se levantaron, recelosos.
Me encanta imaginarlos haciendo pendejadas JAJSJJAJ. Al ser millenals quise darles una vibra como adolescente que luego tienden a tener, espero que no se me pase mucho la mano JAJDJSJ
Anyway Te mando un beso y te agradezco que andes por aquí <3
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