07|| Amor estilo Brasil

Pasamos frente a un parque iluminado con postes negros de luz amarilla y bancas negras.

Nos bajamos y le dió las llaves al chico del valet parking para que se llevara el auto a estacionar y fuimos recibidos por el hostess que nos llevó a una mesa junto a la ventana, el lugar estaba muy tranquilo, debía de ser el día.

—No quise un lugar de pastas—dijo Andy mientras admiraba la decoración—. Creí que sería demasiado típico o predecible.

—Aquí está perfecto—recargué mi barbilla en mis manos, había puesto mis codos sobre la mesa y entrelazado los dedos para después dejar caer la cabeza hacia un lado, mientras veía como asomaba una tímida sonrisa.

—¿Y cómo te va con tus estudiantes?—rompí el silencio y él rió sigiloso, algo me decía que no había usado el término correcto pero que no sería corregida.

—Bueno, aprenden rápido pero, ya sabes, son tan ellos—exageró la expresión.

—¿A que te refieres?

—Alicia, por ejemplo, es una muchacha muy sentimental, una vez la regañé y comenzó a llorar frente a todos tuvo que ocultar la cara con sus manos —suspiró— no supe que hacer.

—Quizás debiste haberla corregido en privado, puede que no hubiera evitado que llorara pero le hubiera ahorrado la vergüenza.

—Puede que tengas razón, es solo que el mundo de la medicina es así. Tienes que ser perfecto, no cometer ningún error porque eso puede costarle la vida al paciente y tienes que estar preparado para controlar tus emociones.

—Que difícil.

—Lo es.

—¿Además de lo sentimental? ¿Cómo va?

—En realidad ese es su único problema porque es muy dedicada, tiene buenos reflejos y es cuidadosa. Será una gran doctora.

—Ya lo creo.

—¿Y Anna como va?

—Bien, está contenta. ¡Rentó una casa en el campo con un invernadero!—me miraba con atención y una pizca de incredulidad—. Se volvió amante de las plantas e incluso me hizo comprar una gardenia.

—Que lindas, esas me gustan.

—Huelen rico.

—¿Le pusiste nombre?

Supongo que la rara aquí soy yo.

—Me obligó Anna y lo peor es que ella no nombró las suyas.

—¿Ah si?—dijo con una risa—¿Cómo le pusiste?

Me contuve de expandir los párpados y meter los labios, por supuesto que no le diría que le puse el suyo.

—Andrea—¿En serio cerebro de Elsa? ¿Eso fue todo lo que se te ocurrió?—como mi mejor amiga de la primaria.

Él entornó los ojos supe que la había salvado, me tuve que contener a soltar el aire que tenía dentro.

—Que tierno.

—Buenas noches caballero, señorita—nos interrumpió un mesero captando ambas de nuestras miradas y nos relató cómo sería la dinámica del restaurante, también nos señaló el buffet de ensaladas. A cuál decidí ir.

—¿No que no comerías ensalada, siglo veintiuno?

—Veinte y medio—corregí—que me guste la carne no significa que no se me pueda antojar una ensalada y que vaya por una tampoco quiere decir que no voy a comer carne. —Me encogí de hombros—. Suelo comer ensalada con la carne. ¿Tú no?

El negó con la cabeza pero tomó su plato vacío y se levantó detrás de mi.

—No, pero no suena mal.

La velada iba bastante bien, me platicó que le gustaban mucho las mascotas pero no podía tenerlas por su horario de trabajo así que le recomendé tener peces, los doctores tienen peces, lo vi en la televisión.

—¿Te gustan las mascotas?

—En realidad si, pero no he tenido una.

—¿Qué te gustaría tener?

—Para empezar algo que no se coma a Andy.

—La mascota perfecta para Elsa, un pez.

—Me gusta un pez.

—Le voy a poner Andrea a mi pez—me dijo antes de darle una mordida a su carne.

—¡Oye! Ese es mío.

—Ahora vas a tener que pensar en otro.

—Ah no, te toca pensar a ti el nombre de mi pez. ¡Yo ya te di el tuyo!

—¿Porque no le pones Elisa?

—¿Elisa?

—Si, porque yo conocí una persona que le puso Andrea a su planta cuando le pudo poner André—Me ahogué con su comida y él expandió los ojos y corrió a ayudarme. —Oye tranquila—dijo mientras me golpeaba la espalda—puedes ponerle el que tú quieras, solo era una sugerencia.

Sonreí y giré los ojos.

—Ya estoy bien, gracias. Y si, Elisa está perfecto.

El solo rió y regresó su vista a su plato.

Charlamos de muchas cosas, el aceptó que mi idea de la ensalada era buena y yo acepté que los restaurantes brasileños como primera cita eran una gran idea.

Me platicó que él también tenía una hermana y que era algunos años menor, también trabajaba en el hospital pero como administradora.

Descubrí que era un gran adorador de los perros como mi hermana y que, a diferencia de muchos otros niños, recibió un cachorro salchicha una navidad que se convirtió en su mejor amigo.

Es y será siempre un hombre muy interesante, bondadoso y valiente. Me sentía muy cómoda junto a él.

Salimos del restaurante a reventar, apenas podía respirar gracias a toda la comida que tenía dentro de mi organismo y propuse que sería una una buena idea caminar unos minutos en el parque de enfrente en donde estaba estacionado el carro. Tenía arbustos bien podados, faros con luces amarillas y bancas mojadas, jamás nos dimos cuenta de que había estado lloviendo y ahí también descubrí que él adoraba la lluvia solo por mirarlo formar una sonrisa en su rostro a causa del aroma.

Tenía una sonrisa boba en mi rostro mientras me dejaba abrazar por él y caminaba por inercia al ritmo de sus pasos que ninguno se dio cuenta cuando pasó junto a nosotros un carro negro y pisó por accidente un charco dejándonos empapados de agua helada.

Andy frunció el ceño y quiso reclamar pero lo detuve y le dije que eso no tendría sentido alguno, además de que no me molestaba el frío. Tenía que admitir desde luego que incluso con el cabello embarrado en la cara se miraba adorable.

—Mejor vámonos y prendemos el clima en el coche. Aquí solamente nos da más el aire.

Mientras regresábamos al departamento yo aún tenía esa sonrisa en la cara, no me había sentido así desde hacía ya mucho tiempo, sentía su mirada constantemente pero sin descuidar el volante.

—¿Qué música te gusta, Elsa? ¿Tienes alguna canción favorita?—preguntó rompiendo el silencio.

Me llevé el dedo a mi labio mientras alzaba la vista y paseaba mis irises, luego volví mi vista a la suya.

—El latido de mi corazón de Miguel Rivera, creo—encogí mis hombros y reí.

—Pongámosla entonces.

—¡Rompecráneos, pon el latido de mi corazón de Miguel Rivera!—gritó y yo brinqué llevándome la palma al pecho al escuchar la canción empezar y el solo rió.

—Un nombre gracioso para un asistente virtual.

—Yo creo que es genial, muy original. Me pregunto a qué clase de amante de los vikingos se le ocurrió ponerle nombre de dragón a su asistente.

—Tienes razón, suena genial. —reí—. Rompecráneos.

Comenzó la canción y no pude evitar comenzar a cantar por lo bajo.

—Cantas muy lindo, Elsa.

Expandí mis ojos mientras cerraba los labios instantáneamente y mi sangre se acumulaba en mis mejillas rojas. Al verlo comenzó a cantar él infundiéndome confianza para hacerlo y llegó un momento en el que esperaba que no cerrara los ojos y terminara con nuestras vidas.

Llegamos a la entrada del edificio con una sonrisa en el rostro.

—Que bien canta Miguel.

—Pero cantamos mejor nosotros—completó con altanería y una sonrisa en su cara.

—Si tú lo dices.

—Podrías ganar hasta un premio con esa voz.

—¿Si?

—¡Claro!

—Bien—dije con una risilla—lo consideraré entonces, siempre y cuando tenga tu apoyo en el público y que no se me rompa el vestido a la hora de subir por él.

—Lo segundo no te lo puedo prometer, lo primero dalo por hecho.

Me acomodé y lo miré a los ojos, pestañeó un par de veces mientras me mostraba esa sonrisa bonita que podría ver toda la noche.

—Espero de verdad que tus problemas con el otro doctor se arreglen y que te hayas despejado un rato.

Él suspiró.

—Estoy seguro que si, Ralph no es mala persona, solo es muy necio.

—Ya escuchará, probablemente ahora ya se le haya bajado el coraje.

—Eso espero—dijo riéndose.

—Déjame llevarte algo a la guardia—le pedí emocionada, pondría aprueba mis nuevas habilidades culinarias—¿Qué te gusta?

—No es necesario, Elsa.

—Por favor, prometo no distraerte.

—No, no es eso. Es que no quiero ser molestia.

—¿Molestia? Por supuesto que no. Solo quiero hacer algo lindo ahora yo por ti.

—Elsa, eres un terrón de azúcar en serio.

—Creo que no soy tan diferente a mi hermana después de todo. Jamás creí que lo diría

Bajé la mirada recordando cómo era Anna enamorada y cuando yo solo hacía muecas, te va a dar diabetes, le decía. Andy rio.

—¿Qué es lo que más te gusta cocinar?—preguntó finalmente.

—Lo que a ti te guste comer en las guardias—me encogí de hombros.

—En las guardias ni siquiera distingo entre sabores, podrías preguntarle a cualquier médico y te diría lo mismo ya que el hambre nos invade. Pero si viene de ti probablemente hasta lo presuma, lo cual no es una buena idea pensando en que probablemente todos quieran comer y no me dejen nada—rodó los ojos—aunque no los culpo. En fin, ¿Qué es lo que te sale mejor?

–Buena pregunta.

—¿Qué te parece mejor si me sorprendes?

—¿Y si cocino algo que no te guste? Aún no me has dicho que no te gusta.

—Los mariscos, o no en la guardia—no pude evitar expandir los ojos sorprendida.

—Algún defecto habías de tener—el rio.

—No me mal entiendas, huelen mucho y con el calor que se encierra en el hospital es peor.

—Es lo que me sale mejor—me crucé de brazos e hice pucheros, él rodó los ojos.

—¿Lo segundo que te salga mejor?

—El puré de papas de cajita.

—¿Lo tercero?

—¿¡No te gusta tampoco el puré!?

—¡No! ¡Si! Es decir, es muy poco para la guardia, en una hora ya voy a tener hambre.

—Debería haber un libro llamado "Cómo alimentar a tu médico en su guardia"

—¿Y si tú lo escribes?

—No sería mala la idea.

—Si no pega la canción, tienes las ganancias del libro.

¿Sería muy extraño decir que de verdad lo estaba considerando?

—No tendré que trabajar nunca más.

—Aunque, ¿no sería muy aburrido?

Lo es, Andy, lo es.

—Probablemente, aunque no suena mal como ganancia extra.

—Eso si, a nadie le viene mal dinero extra—dijo y recordé el pedido de mi vecina, esperaba que no hubiera llegado ya, ya que no lo hubiera podido recoger. Se me armaría un problema.

—A nadie—respondí solamente.

—Entonces, todo menos mariscos—él asintió—. Ya se me ocurrirá algo, ¿Cuándo tienes guardia?

—Creo que mañana—dijo tratando de recordar y haciendo una mueca por eso—lo reviso y te aviso mejor—fue mi turno de asentir.

—¿Puedes quedarte conmigo un rato más?—él enmarcó una ceja y luego sonrió y asintió, me recargué en su hombro y abrió el techo dejándome ver las estrellas imponentes sobre el brillante cielo.

Era raro pero precioso el sentimiento que me crecía en el pecho, sabía que era solamente la primera cita pero me sentía soñada y protegida, cuando estaba cerca de él podría decir con franqueza que había encontrado un ángel.

Pero cómo todo lo bonito comienza también ha de terminar.

¿Qué decirles?
Estoy entera y completamente enamorada de Andy :(
(Después de la edición, sigo enamorada). LPM las palabras de Andy me duelen JAJSJA es que siento que voy a terminar como la Alicia, regañada por los docs ):

El capítulo va a dedicado a NeylaFrost04 justo como se lo prometí.

A los teams michi y lomito se les une el #TeamPez con, nunca he tenido uno, suena divertido, bastante entretenido espiarlos cuando estas aburrido. JAJAJAJAJA
(Como no me compré unos para la cuarentena)

Te mando abrazos virtuales.

Pepsi.

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