04|| Abriendo y suturando la herida
Estaba recostada en el sofá. Agradecía que Anna tuviera sofás de tela porque si no ahorita olería a pompas quemadas debido a todo el sol que entra por su pared de vidrio.
Veía la televisión cuando me di cuenta de que ya tenía internet, brinqué en el sofá y fui a buscar mi computadora, ansiosa de ver si alguna de mis solicitudes de trabajo había sido aceptada.
Nada.
Mi energía se esfumó en un instante y fruncí el ceño mientras resoplaba, cerré la computadora y apagué el televisor, luego fui a buscar a Anna con la esperanza de que algo pudiéramos hacer que me ayudara a disipar estas emociones.
Y ahí estaba, fumándose sus plantas otra vez.
—Anna, por amor de Dios, llevas ahí toda la mañana. Pareciera que estuvieras en trance. ¿No te ha mareado el olor de las gardenias?
—Para nada. Y tú, señorita irresponsable, dejaste a tu gardenia sin agua toda la mañana, ya tuve que regarla yo.
Se levantó y me encaró con el ceño fruncido.
—Bien, lo siento, soy una mala dueña. Te lo agradezco.
—¿Ya pensaste en un nombre?
—¿¡Un nombre!? Si mi última prueba de embarazo dio negativa.
—No, idiota, un nombre para tu flor.
—¿Apoco todas tus flores tienen nombres?
—No, porque son muchas y sería demasiado agotador ponerle un nombre a cada una, pero tú sólo tienes una flor.
—¿Por qué no se lo pones tú?
—Buen intento, Elsa Arendelle.
Yo rodé los ojos.
—Supongo que se llamará...—dije dándole emoción, golpee mi labio suavemente con mi índice mientras miraba al techo y sentía la mirada expectante de mi hermana, no le gustaría lo que diría a continuación—...gardenia.
—¡Ay, Elsa!—se incorporó molesta y se cruzó de brazos—. Vamos, ponte creativa.
—Bien, que se llame Andy. Funciona porque es neutro.
—Bueno, al menos lo intentaste—me encogí de hombros.
Luego fue y se meció en su silla que ya estaba colgada en el techo, lo único que le faltaba por poner era el caballete.
—Oye, ¿por qué no vamos a comprar las cosas que nos hacen falta?
—¿Qué nos hace falta?
—Tus cosas de arte, repostería y lo que vayamos a necesitar para la fiesta.
—¿Como alcohol?
—Como alcohol—mi hermana sonrió y se bajó de la silla.
—Bien, entonces vamos.
Subimos al carro y nos dirigimos a comprar las cosas de arte y luego al supermercado más cercano.
Cuando menos vi el carrito ya estaba lleno de moldes, aceites en spray, harinas, betunes, colorantes, etc. Luego fue mi turno.
—Elsa, ya no puedes echar más botellas de tequila en ese carrito—dijo y me obligó a dejar el que tenía en la mano.
—Hablando de las fiestas—comenzó—ya nunca concluimos el tema de los Frost.
Cuando lo dijo, tragué pesado y expandí los párpados con brusquedad.
—Oh si... los frost. Ehm ¿Será que llevemos a la fiesta familiar bombones para asar?
—¡Elsa!—como había dicho Anna: al menos lo intenté.
—¿Sin bombones?—dije haciéndome la desentendida y Anna frunció el ceño. De verdad no quería tocar el tema.
—Pero, Anna, no puedo invitarlos, no puedo volver a verle la cara a ese cretino.
—Pero no voy a invitarlo a él, solamente a Emma.
—Pero si invitas a Emma también vas a tener que invitarlo a él.
—No necesariamente.
—Pero sería muy grosero no hacerlo.
—Entonces hagámoslo.
¡Oh que la chi...!
—Anna, no. La fiesta será en mi apartamento...
—¡Pero yo voy a correr con todos los gastos! Te recuerdo que no tienes trabajo—me interrumpió gritándolo tan fuerte que algunas miradas curiosas no tardaron en aparecer y así como aparecieron los hice irse lanzándoles una mirada fulminante.
Fue mi turno de fruncir el ceño, ese era un tema sensible y Anna lo sabía; por supuesto que no quería tocarlo.
—¿Ah si? Pues te recuerdo que tú tampoco—dije entre dientes pero para mi mala suerte Anna alcanzó a escuchar.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—Elsa. ¿Qué dijiste?
—¡Nada!
—Elsa, repítelo—trataba lo más posible de mantener la compostura pero odiaba que mi hermana me hablara en ese tono, ¿¡Quien se creía para estarme ordenando así!?
—¡Que te recuerdo que tú tampoco tienes trabajo! ¡Ni carrera! Lo mío al menos fue un fracaso del que me puedo recuperar tú jamás vas a volver a bailar.
Y ya estaba, lo había dicho. Había sido un impulso, un arrebato, la sangre corría por mis venas; mis manos estaban cerradas en un puño y quise retractarme cuando vi los ojos de Anna cristalizarse, incluso podría haber escuchado el fino vidrio romperse. Si mi falta de trabajo era una fibra sensible, su carrera lo era aún más. Quise abrazarla pero apartó con brusquedad.
—Anna, yo...
—¡No digas nada! ¡Ya dijiste suficiente!
—No quise decirlo, en serio lo lamento.
—Pero lo hiciste. ¡Sabías cuánto me dolería y aún así lo hiciste!—gritó. Mi hermana tenía las mejillas rojas y los ojos hinchados.
—Me iré a la ciudad hoy en la tarde, lo prometo, e invitaré a Emma a la fiesta, solamente a Emma.
—No quiero hablar de la fiesta.
—Está bien.
Anna entonces sacó un pañuelo desechable de su bolso y comenzó a secarse las lágrimas y los mocos que escurrían por debajo de su nariz. Se acomodó su gorro y se lo cerró jalando las agujetas, luego comenzó a caminar dándome la espalda. No la culpo, en realidad me sentía tremendamente mal por lo que había hecho.
En la noche, Anna me acompañó a la central de camiones. Solamente habíamos traído su carro y a menos de que Anna quisiera llevarme y luego regresarse, esta era mi única manera de irme a mi casa.
Metí con trabajos la maleta y me volví a mi hermana. Usaba un abrigo gracias al aire que hacía, tenía el gorro puesto y los brazos en el pecho.
—Bueno, Anna, nos vemos—dije esperando una reacción, pero no la hubo así que me volví para subirme al camión.
Cuando estuve arriba, tomé asiento junto a la ventana, saqué mis auriculares y vi a Anna alejarse más de mi vista cuando el camión avanzaba. Bien podría alguien decir que era un video triste y la verdad es que así me sentía.
Sentí que mi labio temblaba y que mis ojos y nariz picaban, una lágrima, dos y pronto agradecí que no hubiera alguien en el asiento de a un lado porque mi respiración subía y bajaba y eso era bastante difícil de ocultar.
Saque mi teléfono, necesitaba desahogarme con alguien, no quería que me reprendieran ya que de eso se estaba encargando mi consciencia sólo quería que me escucharan y ya.
"Me siento horrible"
Escribí a una de las pocas personas que se me vinieron a la mente y que probablemente no me juzgaría no regañaría.
"¿Qué síntomas tienes? ¿Te duele la cabeza? ¿Tienes náuseas? ¿Dolor de estómago?"
Por muy extraño que eso suene, me hizo sonreír, su preocupación me parecía muy tierna.
"No, no es eso. Es solo que hice algo malo y me siento muy mal por eso"
Probablemente no supiera que responder, quizás se había quedado atónito, posiblemente no esperaba ese tipo de confianza o no sabía que decirme. Fruncí los labios, quizás debía haberle hablado a Hans.
"Pero, ¿qué fue lo qué pasó?
"Yo hice sentir mal a Anna. En medio de una discusión toqué una fibra sensible al mencionar el baile y su lesión. No quería hacerlo"
"¿Te disculpaste ya?"
"Casi instantáneamente, pero no quiere hablar"
"Dale tiempo, ya se le pasará. Y cuando lo haga, podrás disculparte"
"Cuanta razón, muchas gracias"
Después de platicar otro rato sobre cosas triviales me quedé dormida, arrullada por las gotas de lluvia que pegaban en la ventana. Aún con sueño bajé mis cosas del camión y pedí un taxi que me llevara hasta el apartamento, para mi desgracia, no se me espantó el sueño así que tuve que ir separándome los párpados con los dedos todo el camino.
Mientras iba caminando, vi que aún estaba abierta la tienda y compré un café americano, tomé el ascensor, llegue a mi apartamento y me dejé caer boca abajo en mi cama soltando un par de lágrimas, pero pocas esta vez hasta que el sueño me venció.
Me levanté en la mañana dándome cuenta de que no me había cambiado ni desmaquillado, resoplé y fui a bañarme. Aún quería hablar con Anna pero quizás era muy pronto para hacerlo.
Decidí revisar la computadora con una última esperanza mientras comía mi cereal de fibra y modelaba mi toalla en la cabeza.
Pero aún nada. ¿¡Por qué es tan difícil encontrar trabajo en estos días!?
A este punto lamentaba haber renunciado al que tenía, ah no pero la señorita quería más. Siempre quiere más.
De repente tocaron la puerta, dejé lo que tenía en las manos y arrastrando las pantuflas me asomé por el orificio de la puerta. Cuando vi quien era me giré mi me pegué a la puerta con las palmas pegadas a la madera y la respiración agitada.
—¡El mantenimiento!—articulé en silencio mientras me sacudía las manos y las llevaba a mi boca, me acomodé la toalla en la cabeza y corrí a la habitación con cuidado de no hacer ruido. Me hice bolita en el suelo abrazando mis rodillas.
—¡Elsa! ¡Ya sé que estás ahí!—habló Lady Tremaine, la encargada de la administración del edificio, por el otro lado de la puerta. Debía el mantenimiento de no sé cuántos meses. Hay quienes se esconden del gobierno, hay quienes se esconden de los bancos y las tiendas, y yo... bueno... me escondo de mi vecina. Cobradores a final de cuentas.
Solo esperaba que pensara, otra vez, que no había nadie.
—¡Elsa Arendelle! ¡Te vi llegar anoche!—gritó y yo me mordí las uñas.
Tenía que encontrar trabajo a cómo diera lugar, no sabía cuánto tiempo más iba a poder seguir escondiéndome.
Este fue el cap al que el wattpad le chingó los comentarios porque le moví los mensajes que para que se entendiera mejor, según xd. (Me rio para no llorar, así aprendí las mañas de wattpad y ps me da coraje acordarme JAHJSAJJ).
En fin, me voy a que se me baje. BAAAI <3
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