02|| Comenzar de cero

Habían llegado mis padres la noche anterior. Habíamos decidido que nos turnaríamos para pasar la noche con Anna: una noche mi padre, otra mi madre y otra yo.

Realmente el tiempo que Anna iba a quedarse no era mucho, la darían de alta pronto y le dirían que tendría que usar silla de ruedas, el pie no era mucho problema a mi sorpresa, pero el huesito de su pierna tenía que estar casi en completo reposo para que sanara.

Me levante perezosamente de la cama, debían de ser como las ocho, mi cabello estaba hecho un asco y tenía un hilo de saliva, puaj. Frente a la cama tenía un tocador de madera con un espejo.

—Sexy —le dije a mi reflejo, haciendo una cara para nada sexy, luego con un ademán de mano le reste importancia.

Tomé el cepillo que tenía frente al espejo y comencé a aplacarme el cabello, si lo dejaba enredado iba a ser imposible de tallar, además de que si tenía cabellos sueltos se quedan en el cepillo, ya me ha pasado que los confundo con arañas albinas.

Salí de la ducha siendo una persona completamente diferente. Me dirigí a mi escritorio y abrí la computadora esperando que alguna de mis solicitudes de empleo hubiera tenido respuesta. Nada. Resoplé con desesperación y decidí mandar algunas más, así como publicar un par de anuncios, para luego cerrar la computadora.

Después de desayunar nutritivos hot cakes con arándanos y miel, salí del departamento con dirección al hospital. Decidí prepárale algunos a Anna y a mis padres, así que los llamé cuando estuve afuera para que se los comieran en el carro. (Supongo que no pueden comérselos adentro en la cafetería, ya que ahí venden comida)

Entré a ver a Anna y me arrepentí de no haberle llevado un par de libros para leer, estaba jugando en su teléfono.

—Buenas, Anna, ¿cómo dormiste?

—Bastante bien, en realidad, no había vecinos fiesteros o vecinos moviendo muebles o vecinos taladrando a las ocho de la mañana, ¡o gatos peleándose en los techos!

—En mi departamento jamás pasa nada de eso.

—Pues es que en tu edificio solo vive gente aburrida. Señoras con mil gatos que obvio no pueden pelearse en los techos, ¡por qué no hay techos! Y si no son gatos, son de esos perros que algunos dicen que son tiernos y otros que son feos.

—¿Los pugs?

—Si esos, yo digo que son chistosos.

—Si, están graciosos.

—Oye, pero el otro día estaba leyendo un artículo en donde decía que los pugs tienen problemas para respirar, ya que los humanos, por cientos de años, les han achatado las caras y las patas.

—¿Algo así como a las japonesas? Que les rompen, o rompían los pies para que se les quedaran pequeños.

—Eso no lo he investigado, solo lo sé porque dice papá.

Ambas reímos y vimos a la enfermera salir, para que unos minutos después entró el doctor.

—Buenos días, señoritas. Ya tenemos opción para tu terapista, solo falta que firmes. —Anna hizo una mueca de desagrado.

—Bien, firmaré.

—Ay, Anna, ya sé que no te emociona, pero si no le ves el lado bueno se convertirá en una tortura.

—Es que me deprime pensar que voy a ir a un edificio lleno de doctores que me van a poner a alzar el pie con cuidado y no poder hacerlo bien, ¿sabes? Me recuerda a mis inicios en el ballet.

—Si, pero gracias a esos inicios te hiciste mejor. Además, a veces los ponen a nadar y a ti te gusta nadar.

—A ti también.

—Si, a mi también.

—Bueno supongo que no es tan malo.

—Firma y te daré los hot cakes que te preparé, tienen arándanos.

—¿Trajiste chocolate?

—Obviamente.

El doctor solo pasaba la mirada de mí a Anna y de Anna a mí de nuevo.

—Está en el protocolo que les mencione la otra terapia, pero generalmente no lo hago porque no lo cubre el seguro y la gente se emociona para luego rechazarla por no querer o poder pagar de más. —Nuestras miradas de posaron en él, suspiró y continuo.

—Tenemos también la opción de terapia con animales. Los animales no fueron maltratados para ser entrenados, al contrario, fueron criados para que establecieran lazos con sus dueños y la gente. Otro inconveniente de esta terapia por la que la gente no la acepta es que se tienen que trasladar fuera de la ciudad.

—¿¡Animales!? —el ánimo de Anna resurgió y sus ojos se iluminaron—. Me gustan los animales, suena mucho más divertido. Además, mudarme al campo suena bien.

—¿De cuanto sería el precio extra?

—Eso no importa, Elsa, lo pagaré. ¿Donde firmo?

—Anna, ¿qué dijimos de tomar decisiones impulsivas?

—Ay, Elsa, no me vengas a sermonear. La que toma siempre decisiones impulsivas eres tú... —luego se giró al doctor—. Ni parece ¿Verdad?

—Bien, ya le traigo los papeles.

—Si, por favor.

A Anna la dieron de alta hace poco, a regañadientes aceptó su silla de ruedas, yo sé que no le gusta pero es por su bien, ya lo entenderá.

Antes de salir se me acerca el doctor Davis y me entrega una tarjeta con su número celular.

—Ya sabes, para checar el progreso de Anna.

—Que buen doctor es usted, preocupándose por su paciente aunque ya esté en terapia. Lo
Admiro, doctor Davis.

—Llámame André, Elsa.

—Bien, entonces en cualquier momento recibirá la llamada. Le voy a dar mi número sólo para que lo reconozca.

—Excelente idea.

Ya en el estacionamiento volteé a ver a Anna y esta me miró con enojo, sonreí con nerviosísimo y me encogí de hombros con las palmas al aire.

—Cuando hablabas de mudarte al campo no bromeabas —dije, poniendo los libros de Anna que tenía en las manos en una caja.

—Por supuesto que no bromeaba —respondió desde la cocina mientras terminaba de empacar sus tazas en otra caja con el nombre "tazas1" y la cargaba hasta la sala—. ¿Por qué pensaste que lo hacía? —preguntó, poniendo las manos en sus caderas.

—Ay, no lo sé, pensé que quizá extrañarías la cuidad.

—Quizás un poco, pero aprenderé cosas nuevas, como a plantar y cosechar mis propias frutas o a montar caballos.

—En los campos no necesariamente hay caballos, en los ranchos si.

—En la terapia, burris. Además aprenderé a pintar, a hornear y tendré una mascota.

—Puedes hacer todo eso en la ciudad.

—Bueno si, pero la vida en la ciudad es tan agitada que nunca tienes tiempo de nada.

—Bueno, en eso tienes razón —comenzó a caminar hacia su alacena y abrió otra caja, para comenzar a envolver y guardar sus copas en otra caja que decía "cristal/copas2"

—Conseguiré un perro grande y tendrá mucho espacio para correr y no ponerse gordo. Tú también deberías hacerlo Elsa.

—Te recuerdo que no tengo trabajo para mantenerlo y si tuviera no tendría tiempo para sacarlo a pasear para que no se ponga gordo.

—Ay, no te quejes, para todo hay tiempo en esta vida.

—¿Enserio, Anna? ¡Acabas de quejarte por lo mismo! —Anna rodó los ojos y siguió empacando sin hablar.

—Además, no puedo tener perros grandes.

—Eso es cierto, solo podrías tener perros de departamento.

—¿Perros de departamento?

—Si, chihuahuas, pomeranians, pugs. Perros pequeños que puedan estar en departamentos y no necesiten correr mil millas para no ponerse gordos.

—Tienes razón. O podría tener un gato.

—¡Ay, no! ¡No tengas gatos! Esos solo son interesados, vienen cuando quieren comer, tiran pelo...

—Los perros también tiran pelo.

—No todos.

—Y tampoco todos los gatos tiran pelo.

—Si te refieres a esos gatos pelones, yo paso, están todos arrugados.

—También hay perros pelones.

—¡Pero esos son hermosos! —dijo alargando la última "o". Yo rodé los ojos.

—Que discriminatoria eres con los gatos.

—Y no solo es eso, arañan los muebles, cazan pájaros y te los traen.

—Pero eso es tierno.

—Yo creo que han de pensar "¡Ay, que humano tan inútil! Si no lo alimento se muere de hambre"

—¿Ya ves? No son tan malos, se preocupan porque no te mueras.

—...¡Y maúllan en las noches! Que no se te olvide, las gatas cuando tienen ganas de tener gatitos lanzan unos alaridos que ni ellas se aguantan y no olvides cuando se pelean en los techos o peor... ¡Cuando hacen a sus bebés en los techos!

—Ay, Anna, los perros tampoco son unos santos. Los del mismo sexo se pelean, los machos hacen pipí por todas partes, huelen las partes íntimas de tus visitas, haciéndote sentir muy avergonzada o, peor... ¡Cuando son machos adolescentes y andan de calenturientos con todo objeto que ven!

Nos lanzamos una mirada fulminante una a la otra y luego cada una se volteó a seguir lo suyo.

En realidad todo, o casi todo eso que mencionamos se resuelve con la esterilización pero ninguna iba a decirlo.

En el carro de Anna traíamos algunas cajas pequeñas que fueran frágiles, como la cristalería, y cobijas. Detrás de nosotras venía el camión de las mudanzas, transportando todos los muebles de Anna, el camión era gigante, esto le saldría a mi hermana en un ojo.

—¿Y cómo es la casa que rentaste?—pregunté para romper un poco el hielo.

—Grande. —Rodé los ojos.

—Haces que me arrepienta de haberte ayudado con todo esto.

—Es una cabaña grande, tiene un enorme candelabro en el comedor, tiene una cocina grande que deja ver los campos mientras lavas los trastes, se me ocurre que voy a poner una mesa pequeña ahí, para desayunar solamente. Lo malo es que a la larga dejas de usar el comedor.

—Lo mismo te pasó con las copas, yo no se para que tienes tantas, les sacaste un buen de polvo.

—Las tengo ahí porque todas las reuniones siempre eran en la casa.

—Bueno eso es verdad. Hablando de la casa, ¿qué vas a hacer con ella?

—Voy a rentarla y viviré de mis rentas.

—Alto. Tienes una casa en la ciudad y vas a irte a vivir al campo a rentar,¿qué clase de plan es ese? Supongo que piensas comprar en algún futuro.

—Lo qué pasa es que voy a vivir ahí un tiempo para ver si realmente me gusta la vida en el campo. Cuando acabe la terapia decidiré si me quedo y compro o me regreso a la ciudad, echo a mis inquilinos y me instalo otra vez en mi casa.

—Bueno es plan suena razonable—Anna asintió con los labios cerrados.

—¿Y que vas a hacer con tu perro si decides regresarte a la ciudad?

—¡Bueno, ya! Demasiadas preguntas, Elsa. Ni siquiera te dije la mejor parte.

—¿Cuál es la mejor parte?

—Que en la parte de atrás tiene una especie de invernadero en donde voy a instalar mi caballete, una silla colgante, de esas que se columpian, y poner muchas flores.

—¿Tienes permiso para instalar una silla de esas?

—Por supuesto, a los dueños les encantó la idea.

—Y si es un invernadero, ¿dónde van a ir las plantas?.

—Mira, Elsa, hay plantas que son de invernadero y hay plantas que no, así que haré un espacio pequeño para las plantas que sea extra necesario tenerlas adentro y lo demás, ¡pues afuera!

—Bien, pero esa renta suena cara.

—Lo es, pero al ser una casa en el campo no alcanza a mi renta de la ciudad, aún tendría un presupuesto holgado.

—¡Oye, Anna! Se me acaba de ocurrir una gran idea.

—¿Cuál?

—¿Por qué no organizamos una fiesta de despedida?

—Ay, Elsa, ¿cómo no se te ocurrió cuando apenas comenzábamos a empacar? —Me encogí de hombros—. Ahorita esa casa ya no está para recibir visitas. ¡No hay ni donde sentarse!

—¿Por qué no lo hacemos en mi departamento?

—¡Ay, no, Elsa! La última vez que hicimos una reunión en tu departamento todos nos quedamos a dormir en la sala porque sólo tienes una recámara, excepto mis padres, que les dejaste tu cama King.

—Ay, Anna, pero ni que todos se fueran a quedar a dormir, después de esa experiencia te puedo apostar que todos estarían dispuestos a pagar hotel, además mucho mucho no sufrimos esa vez, los sofás-cama estaban bastante cómodos.

—Bien, me convenciste. Aunque, ¿no sería mejor hacerla en mi nueva casa? Para estrenarla.

—Pero ni modo que vas a echar a las vistas a acampar en tu patio.

—No, Elsa, la casa tiene cuartos extras.

—Bueno, si quieres.

—Podríamos hacer dos, una para Hans y los amigos en mi departamento y otra para la familia en el campo.

—Ay, Elsa, ¿no conviene más al revés? Porque Hans y los demás no van a querer irse temprano ni pagar hotel y vamos a dormir todos apretados en el sofá, como aquella vez.

—Pero, no se si vayan a querer venir hasta el campo, además, siento que los que se queden se pondrían menos payasos para dormir en los sofás-cama. Ya sabes como es la familia. ¿Si te prometo que dormirás conmigo en la cama, aceptarás?

—Podría considerarlo.

—Te prometo que dormirás conmigo en la cama.

—Trato hecho.

—Eso si, Anna, nada de invitar a los Frost.

—¡¿Qué!? ¿¡Por qué!? Pero... —dijo al ver mi ceño fruncido— ...pero Emma me cae muy bien.

—Pero, si invitamos a Emma vamos a tener que invitar a ya sabes quien.

—Pero, Elsa, eso ya pasó hace mucho tiempo.

—Aún así, no me siento cómoda.

—Desde esa vez todos avanzamos con nuestras vidas, tú ya hasta vas a salir con el doctor.

—¿Quien dice que voy a salir con el doctor?

—¡Ay! Se intercambiaron números.

—Para pasarle el reporte de tu avance.

—¿Y que no se lo puedo pasar yo?

—Podrías mentirle.

—¡Ay! Y tú no.

—No...

—Ajá...

—En serio, Anna...

—Ultimadamente, ¡es mi fiesta de despedida!

—Pero fue mi idea organizarla, además va a ser en mi apartamento.

—¡Ya decía yo que otra intención había!

Suspire rendida ante el grito de mi hermana.

—¿Por qué no hablamos de esto luego y por el momento te enfocas en el camino y que no nos matemos? ¿Bien?

—Bien—respondió de mala gana.

Llegamos a la casa y ya había caído la noche, yo estaba cansada del viaje, incluso me tronó la espalda al bajarme del auto. Suspiré de mala gana al ver a la camioneta de la mudanza estacionarse después de nosotras, ya estaba bastante cansada como para todavía tener que supervisar la bajada de muebles, yo lo único que quería era tumbarme en una cama y dormir. Miré de reojo a mi hermana y tenía la misma expresión. 

Miré a mi alrededor, la casa de Anna estaba dividida de otra casa por la carretera, en el fondo había algo, pero no supe descifrar qué era, frente a la casa de mi hermana había otra exactamente igual a la suya. Espero no hacerles mucho ruido a sus nuevos vecinos y molestarlos, la carretera continuaba detrás de la casa de aquellos desconocidos y se perdía entre árboles y más casas a lo lejos.

Los señores comenzaron a bajar los sofás, color marrón, de Anna, envueltos en plástico, el tocador, el escritorio, las respectivas sillas, la mesa del comedor, en general, un sinfín de cosas. Anna estaba adentro indicándoles donde iba a ir cada cosa, yo sabía que estorbaría más de lo que ayudaría, así que me recargué en el carro a contemplar la vista, el campo era tan tranquilo, sentí muy extraño no ver las luces de la ciudad.

Terminaron y cuando entre a la casa, cargando las cobijas, vi muchísimas cajas regadas por todos lados, la buena noticia era que ya nos habían hecho el favor de armar la cama queen en el cuarto de Anna así que solamente pusimos el colchón entre las dos y lo forramos con las sábanas y cobijas de Anna, puse la pequeña maleta donde traíamos los cepillos de cabello y de dientes en la cama y Anna agarró los suyos y se metió al baño, yo me lancé a la cama boca abajo con los brazos estirados. Estaba quedándome dormida cuando recapacité, estupidos dientes, estupido maquillaje.

Por la mañana abrí el ojo y Anna seguía durmiendo como bebé, yo había quedado a un lado de la ventana y ella a un lado del baño, así que con cuidado me desperté, me lleve mi ropa al baño, me cambié, me lavé y me peine el cabello.

Salí de la habitación, justo fuera de esta estaba el comedor, las paredes pintadas de rojo y el candelabro imponente adornaban la mesa de caoba de mi hermana, a mi lado izquierdo había una sala hundida donde estaban los sillones aún envueltos en plástico y el medio baño, la pared más grande estaba hecha de cristal y podías ver la casa de tu vecino. Mis dedos se deslizaron en la baranda hecha de ramas.

Cerca de la entrada estaba la cocina, tenía una barra de piedra, me rasque la cabeza mientras enmarcaba una ceja. ¿Cómo se le ocurrió a mi hermana poner una mesa si tiene esta barra? Y una cocina moderna que no tenía casi paredes, casi todo estaba hecho de cristal y daba al otro lado de la carretera, dejando ver los campos gigantescos. Ahora entiendo porque Anna quiere quedarse.

Busqué con sumo cuidado los sartenes y comencé a hacer omelettes para mi y para mi hermana, quise adornarlos bonito, pero buscar las especias sería más relajo y ni siquiera sabía si tenía.

Escuché pasos detrás de mi, unos minutos después.

—Buenos días, Anna.

—Buenos días, Elsa —dijo, casi en un balbuceo, volteé y estaba enfundada en su blusón verde, tenía el cabello alborotado y saliva en las mejillas.

—¡Anna! Peínate esas greñas.

—¡Ay, Elsa! ¡Pareces mi mamá!— gruñó y terminó regresándose a cambiar, en dos segundos regresó.

—Mhm, te quedó delicioso —alabó, mostrando una sonrisa por primera vez.

—Gracias, Anna—respondí alegre—. Hoy es un bonito día, espero que terminemos de acomodar todo hoy.

—¡Ay, ojalá! —suspiró, mirando al techo, troncos acomodados perfectamente sostenían el candelabro, luego devolvió su mirada a mi—. Oye, Elsa, gracias por estar aquí, ayudándome con todo esto. 

—No hay porque, Anna. Lo haría una y mil veces más.

Terminamos de desayunar y Anna me mostró el "invernadero" antes de empezar, vaya que era grande. Estaba segura de que cuando Anna terminara de decorarlo se vería hermoso.

—Bien, pues manos a la obra —le dije y la abracé, ella sonrió.

Aquí les traigo otro capítulo para que se rían un rato. Contestaré los capítulos cuando despierte (probablemente me duerma)
Los quiero a todos.

Y buenoooo. Este capítulo va dedicado a lucematt_22 que toma súper bien mis bromas xd y a todos los #CatLovers y #DogLovers. En mi caso soy más #TeamLomitos aunque no le hago el feo a los gatos, ambos tienen sus flaws

No voy a dedicar todos los capítulos, solo mis favoritos jsjs

Los quiero, besos.

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