LOVƏ ME : TWO

SI ME AMAS
¿POR QUÉ SOY UN SECRETO?

( ... )

pov's kim leeseo

—... no lo creo. —susurró, y si no hubiera estado a su lado, tal vez no la habría escuchado.

—Yo sí lo creo. —asentí, atenta a la pizarra donde el profesor escribe.

Nuestra charla comenzó hace diez minutos atrás, todo es debido a una chica del salón, quien sale con un hombre de veintidós años, dice que es universitario y que su hermana mayor se lo presentó. En la hora del almuerzo la escuchamos decir que los hombres mayores son maduros, tienen mucha experiencia, por lo que estar con ellos se siente totalmente utópico, es como ser tratada de muñeca, la muñeca más frágil e irreal del planeta. Gracias a sus declaraciones, Ryu Jin hizo una pregunta que se quedó plasmada en mi mente: '¿Será el profesor Min bueno en la cama?' a eso, respondí que sí, él seguro lo sería. Ni siquiera entiendo cómo es que llegue a responder con total seguridad frente a mí amiga, o por qué muerdo mi labio con fuerza mientras lo veo escribir ecuaciones que no entiendo.

El señor Min tiene treinta y seis años, un largo cabello negro con un par de ojos rasgados hermosos. Es un hombre que no dice más de lo necesario, los demás maestros hablan maravillas de él, dicen que es alguien servicial, una buena persona con todas las palabras. Mis compañeros de salón lo ven como 'aburrido', no es una persona que llame la atención, ni siquiera lo podrías notar en una sala llena de personas. Decir que él es bueno en la cama fue descarado. ¿En qué momento me convertí en una persona de mente pervertida? Joder, tengo dieciocho años, soy de las peores en mi salón por mis bajas notas, y me doy el privilegio de hablar sobre sexo en la clase que peor me va. Le daré la culpa entera a Ryu Jin.

Quince minutos después de nuestra pequeña e intensa charla, pensé que volveríamos a adentrarnos a los difíciles cálculos de la pizarra, no obstante, el ruido sordo de algo liviano cayendo sobre mi regazo me obligó a hacer lo contrario. Fije mis ojos en la hoja doblada, sé que es de Ryu Jin, porque ella cubre su risa con una mano mientras yo me muero de vergüenza al leer las palabras que redactó. 'Estoy segura de que el profesor Min es tan aburrido que apenas tiene sexo.' ¿Cómo es capaz de decir semejante cosa? Claro, no me pude quedar de brazos cruzados y tuve la intención de escribir una respuesta, lo cual, no llegó a ser realizado.

El papel se me arrebató de entre las manos. Mis ojos se abrieron, no quise mirar hacía arriba porque sabría a lo que me estaba enfrentando, RyuJin me observó sin palabras.

Entonces lo hice, lo vi directamente a los ojos. Tiene ese tipo de ojos normales entre las personas, rasgados y negros, sin embargo, hay una pequeña cosa mágica que me enloquece apenas los veo, mis manos tiemblan, la respiración me falla y no quiero verlo más.  Leyó lo escrito en silencio, con el salón entero expectante a su regaño, o un mínimo golpe en mis palmas. No sucedió, él lo guardó en su bolsillo trasero y caminó al frente del salón.

La clase continuó en normalidad por lo que restaba de última hora. Mi amiga me susurró una disculpa, pues es a ella a quien deberían haber atrapado, ¡Yo no escribí eso! ¿El profesor Min me creerá? Espero que sí, ya era suficiente ser la peor alumna en cuanto a calificaciones como para empeorar el asunto. ¿Y si me suspenden? Ah, mi estómago empezó a doler de los nervios, quería llorar.

Las ganas de soltar un mar de lágrimas aumentaron cuando la campana sonó y todos se fueron, iba a seguirlos de atrás, pero su voz ronca siempre tenue me hizo detener a medio camino. Mis piernas estuvieron a punto de fallar en un lamentable intento de no caer al suelo, podría desmayarme de los nerviosa que me encuentro. Mordí mi labio, y giré hacía atrás donde él me observa de pie, con la carta en su mano. ¡Tierra, tragame! En el hipotético caso de que mis padres lleguen a enterarse sobre ésto, seré una chica muerta, sepultada en su propia habitación por decepcionarlos, y alimentada a base de mandarinas podridas, porque es eso lo que me merezco.

— Cierra la puerta. —ordenó, y lo obedecí. Aún de pie, intranquila, espere a su regaño— Honestamente, me preocupan tus notas en mi materia, pensé que sería porque no eres buenas en las matemáticas, pero veo que se trata de… —volvió a fijar la vista en el papel— sexo. Te preocupa mi vida sexual, ¿No es así? ¿Por eso sacas siempre la peor calificación?

— N-No, yo… yo no escribí…

— Estoy seguro que al director le encantará ver tu carta. —sonrió, esa fue la sonrisa más diabólica jamás antes vista.

Me estremecí de pie, y mis manos fueron a parar a mi rostro, grandes lágrimas escurren con desesperación. No quiero ser suspendida, de seguro no estaré en una buena universidad, y seré la razón de burla principal entre mis hermanos mayores –abogados, médicos, y un nutricionista–. Tener seis hermanos hombres que me sobrepasan por un mínimo de siete años es una puta mierda, mis padres esperan que sea mejor, mucho mejor de lo que ellos habían sido y de lo que son hoy en día. Lo único que traje son desgracias, nunca he obtenido un diez, ni siquiera podría pasar de año si no fuera por mis clases extras después de la escuela, y los miles de ejercicios que me dan. Mi cerebro funciona más lento que el de los demás, es esa la razón de mi poca compresión.

El profesor Min no dijo nada, fui yo quien hablo.

— Discúlpeme. —me incliné, no hay nada que pueda hacer para revertir el momento.

— ¿Sabes? He decidido ser bueno. —escuché el golpe de sus zapatos contra el suelo, caminó a su silla, y se sentó ahí con las piernas abiertas. Lo recorrí con la mirada, se ve bien, mi llanto se detuvo por esos segundos donde él entró sin permiso a mi cabeza, otra vez, para rematar— De rodillas.

El mundo me dio una golpiza en el rostro. No llegué a comprender en unos minutos, trague saliva mientras el hombre deja la nota en el escritorio y palmea su parte íntima con una expresión que no supe descifrar. Temblé, esta vez no fue de miedo, no… no entendí mi cuerpo o porque él me ordenaria algo de esa magnitud. Solo comprendí que si yo hacía lo que salía de entre sus labios como una orden, entonces, mis padres no me odiarían. Así que lo acaté sin quejas de por medio.

Mi dignidad se desvanece a medida que dejo mi mochila sobre un pupitre de la primera fila, y camino en su dirección. Atrás del escritorio de madera, me vi a mi misma siendo usada por sus manos. Oh, sus manos, que estúpida fui de no haberle prestado suficiente atención antes, son hermosas, de un estilo incomparable al de los pubertos que pretendieron conquistarme en el pasado. El profesor Min es un hombre con todas las letras, es capaz de hacerme llorar y mojar mis bragas con tan sólo diez minutos de diferencia; pues, el toque de su mano subiendo entre mi muslo y trasero, provocó aquella humedad entre mis piernas.

Caí de rodillas con su mano en mi cabeza. Vi el bulto que se forma debajo del pantalón oscuro, nunca he visto una, así que sería la primera. YoonGi mordía bruscamente su labio inferior, una de sus manos tomó la mía y la guió hacía donde debía ser puesta desde un principio. Mi mano inexperta agarró su polla a través de sus jeans mojados, tenía los ojos casi enteramente negros de necesidad, de deseo, y sabía que verlo tan desesperado era suficiente para escender mi propio lívido.

Una muchacha de mi edad, y sin experiencia, ¿Le haría disfrutar?

La imagen del callado profesor Min se desvaneció, ahora era una persona dispuesta a usarme para su propio placer personal, con el cual yo también disfrutaría. Jadee, me gusta el tacto. Trabajó rápido –mucho más de lo que yo pensaría– desabrochando sus jeans para poder apartarlos, los bajó por sobre sus tobillos. Sus bóxers estaban mojados, con la longitud de algo grueso marcandose sin pudor, mi boca se hizo agua y sé que podía sentir mi mirada en su polla tensa.

Me pregunté qué tantas veces le habrán hecho una mamada al profesor Min, si es que la mía será suficiente para hacerle pasar un buen momento, o le disgustará. Pese a que no tengo ni la más mínima experiencia con el género masculino, estaba en una posición entrenada, doblando las rodillas en el suelo con obediencia y respeto. Con las manos descansando libremente sobre mis muslos, los pies metidos debajo del trasero y los ojos fijos en él, era la imagen ideal de la sumisión. No importaba que su polla estuviera dura, llorando con líquido preseminal y exigiendo atención, YoonGi me observó como si quisiera sacarme una foto, como si no hubiera nada más que valiera la pena en el mundo.

Mis mejillas rojas eran nada discretas. Se tocó a sí mismo, inclinando la cabeza. ¿En qué pensará? Me gustaría poder entrar a su cabeza y averiguarlo.

Después de tocarse durante treinta largos y miserables segundos, levantó las caderas, tirando suave de la cuerda elástica de su ropa interior, hasta por debajo de sus rodillas. La pérdida del algodón hizo que su pene se contrajera, e hizo que una gota de líquido preseminal cayera entre sus piernas al suelo. Los toques apenas visibles de mis dedos fueron primero, arrastrándose a lo largo de la piel desnuda de sus muslos, la boca de YoonGi se abrió con un largo gemido, su cabeza cayó hacía atrás mientras jugaba con la sensible protuberancia, el gemido se cortó con un grito ahogado mientras coloco mi boca sobre su polla.

— Lo haces bien. —susurró.

Se mordió el labio inferior, él parecía estar a punto de varios colapsos, mi centro gotea necesitado de sus caricias. Gravemente, otra gota de líquido preseminal cayó al suelo como si su polla sintiera que sus palabras deberían ser enfatizadas.

—¿S-Sí? —el golpeteo de mis pestañas uniéndose lo hizo sonreír.

—¿Es tu primera vez? —dudó.

—¿Es una pregunta o una aclaración?

YoonGi se sacudió hacía adelante, ni siquiera me dio tiempo a burlarme lo suficiente cuando el glande ya estaba chocando contra el interior de mi mejilla derecha, empujándola hacía arriba, contra mi garganta. Gotas del falo externo cayeron hasta sus testículos, la suave piel estaba mojada con su líquido, lo que le permitía deslizar fácilmente mi boca directo a arriba y abajo, la presión era suficiente para que su dolorido pene palpitara. Mierda, no sé si Ryu Jin lo llegará a saber algún día, pero le estaré agradecida por el resto de mis días, gracias a sus estúpidas bromas es que hoy puedo ver las mejillas sonrojadas del profesor Min, y conocer el sabor de su intimidad.

El pecho del mayor comenzó a acelerarse cuando el placer del mágico toque hizo que su excitación se hiciera más profunda, más fuerte.

Mi vientre se siente cálido, no me estoy tocando, ni siquiera hay un pequeño roce en mi clítoris, ¿Es posible llegar a un orgasmo tan sólo viendo a otra persona? Tal vez sí, o puede que sea una anormal.

Los gemidos suaves y necesitados me dejaron sin pausa, tenía ganas de mecerme contra él, tener el contacto de aquellas manos directamente contra la humedad de mi braga. Que recoja los líquidos y los introduzca entre sus labios, imaginar la expresión que haría es…

Demasiado.

El pelinegro insistió en que fuera más rápido, por estar distraída en mi placer, lo hice molestar.

— ¡Lee Seo! — gimió, tanto en advertencia como en desesperación, sus bolas se tensaron a medida que se acercaba el borde.

'Hum.' ese gemido de disgusto se me escapó, no quiero detenerme, no quiero soltarlo y que nuestras vidas vuelvan a ser las mismas. Entonces, un pensamiento que nunca quise que llegara… llegó. ¿El profesor Min está casado? Y si es así, ¿Qué soy en su vida? ¿Por qué hacemos ésto? ¿Lo hace con todas sus alumnas? La inseguridad de ser una más entre sus amantes se instaló dentro de mi pecho.

Morbosidad latente contrajo mis paredes en la nada. Y un hormigueo conocido –de placer, a lo mejor– empezó a bailar a través de mi cuerpo, trazando hasta el fondo de mi mente, y empujando con éxito el aclamado orgasmo que casi no consigo. YoonGi no lo había notado, me aseguré de eso.

Abandone su polla, con el ruido de un dulce 'plup' húmedo.

—No te detengas, bebé. —mi cabello tomado en una descuidada coleta fue tirado hacía adelante.

Frotando mi mejilla contra la dureza de su pene, escuché jadeos desesperados. Mis manos lo rodearon, y él en respuesta levantó sus caderas; delicioso, es como me gustaría decir que se siente. Deliciosamente cruel, prohibido, asfixiante. Aunque tendría que ser una hija buena, y arrepentirme de mis impuros actos, lo que mis manos hicieron fue apretar su eje. El mayor gruñe, estremeciéndose cuando la calidez de mi lengua sale disparada para acariciar sus bolas.

— Haré un lío en el escritorio, y mañana todos verán como mi bebé me hizo disfrutar.

¿Qué pasa si de verdad quiero eso?

Frotando la mano derecha sobre su punta rosada y extendiendo las perlas preseminales, se le escapa un gruñido, es erótico en cualquier forma. No estoy segura de cuánto tiempo más podré continuar.

— ¡Voy a correrme! —YoonGi advierte, su voz es débil cuando parece que atraviesa por un escalofrío, y yo me estremezco. Muerde la carne regordeta de su labio inferior, cayendo hacía atrás con un gemido, su final feliz está aquí, la calidez blanca lechosa de su orgasmo salpicando mis manos y cara, parte de ella bajando por su longitud. Cuando finalmente abre los ojos, gime al verme cubierta con él— Mierda, Lee Seo... Lo siento mucho.

Me extendió una mano, y yo que me encuentro hecha un desastre de fluidos ajenos, la tomé para ser subida a su regazo. Fui limpiada con un paño sacado del segundo cajón del escritorio.

— Me gustó… —admití avergonzada.

— Eres una buena chica. —alabó, inclinándose para besar mi mejilla. Orgullosa mis hombros se levantaron con una traviesa sonrisa de satisfacción en los labios, a pesar de que estoy tan preocupada e insegura al respecto preferí olvidarlo.

— Sólo para usted. —susurré, temblando mientras él reía suavemente, su cálido aliento de menta me puso la piel de gallina y resbaladiza debido al sudor.

— Ya es tarde. —dijo— Será mejor que vayas a casa.

Con las rodillas doliendo, y mis piernas temblando, caminé a donde dejé mi pobre mochila, me la coloque en silencio mientras escuchaba el ruido de su cierre siendo subido, y su cabello sacudido. Parece que al fin cayó en cuenta de sus propios actos, suspiró estresado. No di la vuelta, ni avancé. Helada en ese lugar frío del salón, se acercó y posó una de sus manos sobre mi hombro. Entre respiraciones pausadas pronunció: 'Esto quedará como un secreto, entre tú y yo.'

A veces, las mujeres esperan de los hombres cosas que ellos jamás serán capaces de hacer, o entender. Mi mayor error fue creer que el profesor Min me vio como alguien importante en su puta vida, donde tiene una esposa e hijo, y donde no hay espacio para mi. Pero, durante mis dos últimos meses de secundaria, sus gritos de pasión –mezclados con los de regaños en la clase– eran lo único que necesitaba para resistir.

Sin percatarme, era la mascota del profesor.


— ¡Hola, aquí el tercer pedido para kim_dulxe_12! Aclararé algo, y es que ya tenia una idea inicial para este OS mediante lo que pediste, pero cuando escribía me dejé llevar y creo que le quite cosas que querías. Perdón por eso :(

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