6.

Natasha.

—¿Estuvo buena la clase de inglés?—Pregunté a mi hermana mientras le daba un poco más de puré de patatas.

Yelena observó su plato con entusiasmo.

—Ajá, ajá. Más por favor.—Pidió y sonreí. Me gusta cocinar para Yelena, me gusta saber cocinar incluso si creo que no debí aprender tan pequeña, porque sé que era porque quería ayudar a mamá con mi hermanita. Ella es mi vida entera.—Gracias, Nutella.

—¿Nutella?—Pregunté con una sonrisa.—¿Es mi nuevo apodo, peque?

—Ajá, suena a Natasha pero más dulce. Ahora serás Nutella.

Comencé a reír mientras me sentaba junto a ella a comer. Nutella Romanoff, Yelena es bastante ocurrente.

—¡En casa!—Saludó mamá y entró a la cocina dejando sus tacones en la entrada.—Dios, que agotador. Tuve que acompañar a una estudiante a su casa.

—¿Algo grave?—Pregunté sirviendo comida a mi madre. Ella se sentó junto a nosotras y negó levemente, pero lo meditó.—Te preocupa.

—¿Recuerdas a los jóvenes Maximoff? Los que llegaron hace dos años, padre soltero. Vienen de Sokovia.—Mencionó ella mientras se hacía un rodete. Asentí lentamente. —Bien... Wanda se ha desmayado, creo que podría tener algo, no lo sé, simplemente me preocupa que ella no tiene la posibilidad de tener una madre que la cuide...

Mi corazón se apretó en mi pecho pensando en mi adorada castaña. Es cierto, no es un secreto que Wanda y Pietro sufrieron la pérdida de su madre, todos lo saben, nadie habla de ello. Aún luego de pasar por aquello considero que Wanda Maximoff es un cielo de persona. Todos los días sin una falta, ella regala galletas a los niños de la edad de Yelena, siempre está merodeando por allí, nadie se explica como la chica más codiciada de toda la escuela pasa de ser una playboy con todas sus letras a una dulce muchacha con ganas de consentir niños pequeños.

—Mhm...—Balbuceé sin saber que contestar. Claramente lo que mamá ha dicho me ha alertado, y no puedo no preocuparme por ella.

—Creo que tendré que volver a insistir en cuidar un poco de ella como al inicio.—Mencionó mamá comenzando a soltar las trenzas del cabello de Yelena quien animadamente se acababa el puré de patatas.—Lamento tardar hoy.

—Está bien, Yelena y yo nos divertimos camino a casa, disfruto estar con ella, ¿a qué sí, peque?

—Que sí, Nutella, que sí.—Dijo mientras bebía su jugo. Sonreí y mamá también.

—Las amo.—Murmuró besando a mi hermanita y estirando sus brazos para que yo me acercara a recibir un beso también.—Encontré algunas niñeras, estoy revisando los currículos.

—Bien.—Hablé emocionada. Tal vez debería decirle... No con quien trabajaré, ya que será extraño, y no quiero que mamá le comente a Wanda que soy su hija y ella comience a tratarme extraño, me gusta lo confiada que es conmigo.—Porque conseguí un trabajo para algunos días a la semana, haré algunas clases a algunas personas.—Murmuré.

—¿Clases?—Preguntó con orgullo.—¿Te pagarán por ello? ¿De qué? ¿A quién?

Me mareé con tantas preguntas pero decidí contestarlas todas para poder ignorar la última de la mejor forma sin que mamá lo notara.

—Sí, clases, me pagarán, de matemáticas y por ahora a una sola alumna, pero si alguien más quiere unirse no tengo problema alguno.—Aclaré.

Ella festejó y me abrazó con fuerza.

—Me agrada saber que sigues el camino de mamá, princesa.—Acarició mi mejilla y yo sonreí mientras le dedicaba una sonrisa y sentía mi móvil vibrar.

—Lavaré los platos antes de ir a dormir, debo subir por... Un trabajo.—Mencioné y ella negó.

—Yo me encargaré de eso. Vete a lo tuyo, Yelena y yo nos quedaremos a hacer sus tareas, ¿verdad?—Preguntó ella.

—¿Para qué?—Se cruzó de brazos molesta y sonreí.—¡Que no es justo, los niños no merecemos tareas aburridas!

—Es parte de la educación, cielo.—Aclaró mamá y salí de la cocina mientras Yelena seguía refutando. Subí las escaleras y llegué a mi habitación donde tomé mi móvil.

W. ¿Estás disponible ahora? Estoy recostada ya, y comencé a avanzar uno de los ejercicios, sin embargo no puedo continuar si no sé si está correcto o no.

Nat. Voy.

Conecté la llamada de forma nerviosa y cuando ella apareció en mi laptop con una camisa abierta que dejaba ver su top deportivo y su abdomen, no pude evitar sonrojarme. Agradezco que Skype y la tecnología fallen cada tanto sobretodo cuando se trata de ocultar que estoy babeando por ella y desearía con todas mis fuerzas recostar mi cabeza en su abdomen.

Si ella fuese el diablo definitivamente me consideraría una amante del señor de las tinieblas.

—Hola, ¿cómo estás? Gracias por llamar de inmediato, llevo mucho sufriendo aquí.—Señaló su libreta de apuntes y asentí.

—Sí, no hay problema. Estaba esperándote...—Oh, mierda.—No, es decir, no estaba esperándote, estaba... Yo, acababa de hacer todo, por lo que estaba libre y podía...

Ella me dedicó una sonrisa que noté, llevaba burla. Okay, acabo de hacer el ridículo.

—Grandioso, tengo los ejercicios. Es...—Me enseñó todo por fotografías.—Bueno, ya me dirás tú si crees que están bien o no, sinceramente no espero nada demasiado...

Los observé y noté que había hecho bien aquél ejemplo en una forma muy específica que usaría mi madre para acortar el ejercicio escrito. Sonreí.

—Está correcto.—Mencioné.—Despejaste bien, el signo está bien, creo que estas clases no van a ser necesarias.—Aclaré, y por dentro me sentí totalmente decepcionada al notar que Maximoff era definitivamente buena en ésto, y aunque en éstos momentos insistiera en clases, no tardaría mucho en acabar con ello.

—Que va. Te necesito, por favor. Quiero aprender bien y no necesitar de alguien extra al ir a la universidad. —Aclaró.

—¿Qué planeas estudiar?—Pregunté y me arrepentí.—Lo siento, no quiero sonar a que me entrometo o algo en lo que haces, sinceramente no me interesa...— Ella enarcó una ceja y sonrió divertida.—Es decir... No es que no me interese, pero tampoco me interesa, yo... Uhm, lo siento.

Me detuve y ella comenzó a reír levemente. Eso fue dulce, me gusta su risa.

—Okay, no sé, es algo que digo para sonar interesante. ¿No se supone que todos debemos ir a la universidad?—Preguntó y asentí extrañada.

—Claro, debemos trabajar y todo eso, ir a la universidad es importante si lo ves de aquella forma, ¿no?—Pregunté y me vi desesperada. Dios, estoy haciendo el ridículo.

—Supongo, si quieres ir está bien, no ir también está bien. —Se encogió de hombros.

—Claro que sí, existen más cosas...—Murmuré. Nos quedamos en silencio y la vi resolver otro ejercicio.

Ella se dedicó a enseñármelos para luego asentir ante cada indicación preguntando suavemente "¿Bien?" "¿Está bien de ésta forma?" "¿Crees que podría hacerlo más rápido?" Le di un par de ejercicios nuevos y ella los completó, me hizo muy feliz verla aprender tan rápido, sin embargo la preocupación volvía.

Ella dejaría de notarme nuevamente.

—¿Y bien?—Preguntó ella nuevamente y dejé ir un suspiro.—¿Sucede algo?

—¿Realmente crees que necesitas éstas clases? Estás bien, puedes resolverlo con facilidad y creo que únicamente si prestas la suficiente atención en tus clases, te irá increíble.

—No.—Me detuvo rápidamente.—Te necesito, haces que sea fácil, además no logro concentrarme en clases, el ruido constante, la cantidad de alumnos y... Otros factores.—Le restó importancia.—No podría si no supiera que podré acudir a ti.

—Sinceramente creo que vas a perder tu dinero pagando por algo que sabes hacer sola y sin ayuda. Ni siquiera te estoy guiando del todo.

—Okay, crees que no me ayudas cuando si ayudas, bastante extraño de tu parte, Nataska Romanoff.—Habló ella.—En fin, yo gastaré mi dinero en ésto, porque no lograré comprender en clases, te necesito a ti explicándome, dame una semana para necesitar tu ayuda, y luego puedes decidir si necesito ésto o no.

—Debes decidirlo tú, no yo.—Insistí.

—Lo decidiré en una semana entonces, además tengo examen la próxima semana, podría servir.

—¿Te servirá aquello para saber si merece la pena desperdiciar tu dinero?

Ni siquiera entiendo por qué no puedo callarme, lo tomaré como un mecanismo de defensa. Wanda Maximoff me gusta demasiado como para simplemente decirle algo normal o siguiera arriesgarme a intentar seducirla, soy exactamente todo lo contrario al tipo de mujer de Wanda y así será siempre.

¿De qué intento defenderme exactamente? En el poco tiempo en que hemos hablado ha sido respetuosa, incluso puede pensar cosas horribles de mí, pero no lo demuestra, es dulce y me trata con la amabilidad que me merezco.

—¿Por qué creo que me odias?—Preguntó. —Es porque en mi aldea no me han enseñado a pronunciar tu nombre.—Fingió esconder su rostro entre sus almohadas para llorar. Comencé a reír.—¡Xenofobia!

—¡Basta, no he dicho nada, Wanda!—Me quejé mientras aún reía. Ella sonrió y miró fijamente la pantalla.

—Ya, pero me odias, soy de otro sitio. Podría cancelarte por todos lados.—Bromeó ella y yo giré los ojos.—Esos ojos. Maestra Romanoff, agradezco su tiempo, pero no le he dado la confianza para girar sus ojos delante de mí.

—Lo siento.—Dije sincera y preocupada de haber dañado lo bien que nos estábamos llevando.

—¡Que es broma!—Dijo comenzando a reír. Yo me espanté y entrecerré los ojos.

—¡No puedes hacerme esas bromas, Dios!—Me quejé.

—Dios. Me gusta ese apodo.

Volví a girar los ojos.

—Ojos.

Me detuve.

—Tú... Basta.—Me quejé yo y la vi sonreír. —¡Buscas hacerme perder la paciencia!

—¡Quiero que sonrías! Ni siquiera entiendo por qué me odias. Podrías al menos explicarme cual es el motivo de tu odio hacía mi persona cuando claramente soy un ángel caído del cielo para alegrar tus días mientras ganas algo de dinero como para enseñarme a multiplicar porque en mi pueblito no enseñaban de eso.

—¿Puedes dejar de referirte a tu ciudad como una aldea y/o pueblo?—Pregunté.

—Claro, dejaré de decirle pueblito a mi pueblito, por supuesto, maestra Romanoff. La haré feliz.

Sonreí.

—Te hago reír. Admitelo, anda.

—La política de relación maestra estudiante no me lo permite. Me agradas, déjalo así.—Mencioné sabiendo que por dentro cada cosa que ella decía era real.

Me hace reír, disfruto charlar con ella y no la odio para nada.

No podría odiarla. Me gusta demasiado.

[•••]

Wanda.

Mientras sentía los labios de la maestra Vostokoff bajar por mi mentón, yo intentaba tomar su blusa. Ella tomó mis manos y las llevó hacía arriba de mi cabeza mientras levantaba mi falda.

—Deja de provocarme, Wanda Maximoff.

Gemí ante el contacto de su mano helada en mi entrepierna. Cerré los ojos y enredé mis piernas en su cintura dejándome llevar.

—¡Wanda!—Oí la voz de papá y abrí los ojos espantada.

Estoy completamente sudada y estaba teniendo el mejor sueño de mi vida antes de que éste hijo de puta interrumpiera, joder. Como odio que haga ésto, no le cuesta absolutamente nada el dejarme un poco en paz.

Ni siquiera puedo follar en mis sueños.

—Estabas teniendo una pesadilla. Se escucha cuando pasas por fuera. Descansa.

Salió de mi habitación y gruñí apagando la luz. Tomé mi móvil y vi el contacto de Sersi.

W. Hola. ¿Estás?

Sé que he dicho que dejaría mis andanzas, sin embargo puedo empezar desde mañana, además mi adorada maestra no se enterará, y sinceramente me encantaría que ella sepa que aunque esté con otras mujeres, siempre es pensando en ella.

Sersi. Para ti siempre estaré. ¿Dónde siempre?

Sonreí. Nunca es mal momento para recurrir a una vieja amiga. Sersi ha salido hace un año, y nos divertimos bastante en su momento. Vive a las afueras de la ciudad, nos reunimos en un motel barato que queda a media hora de su departamento. No es un mal sitio, y no es mal momento para que yo vaya.

Necesito tener sexo con alguien.

Soy joven. Quiero vivir mi vida.

No es que realmente sea una necesidad vital, puedo estar sin sexo, pero hoy no quiero. Me han cortado la inspiración.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top