59.
Melina.
—Su hija está bien. Sufrió un ataque de epilepsia. ¿Había presentado alguno alguna vez? — preguntó el doctor y negué mientras acariciaba la mano de Natasha.
Ella está dormida... Mi pequeña...
Es mi culpa.
—¿Tiene antecendentes en la familia?
—No, nada de eso...
—¿El padre?
Suspiré.
—No lo sé. No veo a su padre hace años...
El doctor asintió en silencio.
—Le haremos exámenes a Natasha, no se preocupe. Nos encargaremos de realizar las pruebas correspondientes y luego...
—Okay, sí, no se preocupe por el tratamiento o lo que sea, yo pagaré todo sin problema. Haga lo que deba hacer...
—Bien... Las enfermeras vendrán a revisar a la paciente en un rato. Yo esperaré los exámenes.
El doctor salió rápidamente de la habitación y volví a derrumbarme contra mi hija. Besé sus nudillos nuevamente y me sentí absurda.
Porque claro que sentía que necesitaba tener a Wanda en mi vida, Wanda es... Asombrosa, es una chica increíble y sé que la he cagado... Pero por supuesto que no tendría que elegir entre ella y mi hija, ni siquiera es una decisión, es obvio que sólo deseo el bienestar de mi hija...
—Perdóname, bebé... — susurré acariciando su mejilla.
—Buenas noches. — la enfermerá entró en la habitación. — Me encargaré de administrar otro sedante, probablemente se duerma por unas horas más... Debería ir a la cafetería. — murmuró ella. — Puedo cuidarla por usted.
Levanté la mirada. La mujer castaña parecía tener treinta años o más, es rubia y un poco más bajita que yo.
—¿No le molesta, señorita...? — busqué su gafete, pero sin gafas no podía ver demasiado, y luego de llorar era una misión complicada.
—Palmer. — susurró con una sonrisa dulce que correspondí. — No debería dejar que una sonrisa tan linda se desperdicie... Yo cuidaré de su pequeña, disfrute de su café.
—Gracias, señorita Palmer.
Ella sonrió. Me levanté y al pasar delante de ella me abrazó.
—Es usted una mujer muy fuerte. No se deje intimidar, no sé lo que ocurrió, pero seguramente logrará dejarlo atrás, sólo debe esforzarse un poco más.
Me sonrojé, pero correspondí aquél abrazo algo aturdida. No me esperaba que alguien me diese un abrazo de ahora en adelante.
Quiero tomarlo como una señal... Para hacer bien las cosas... Incluso si amo a Wanda, no puedo permitir que eso me separe de mi hija...
—Gracias... — susurré secando mis lágrimas y apoyando mi mentón en el hombro de ella.
Nos separamos, salí de allí. Avancé hasta la cafetería sabiendo que le llevaría algo a aquella enfermera...
—Dame un café extra y dos donas. — dije al vendedor. Pagué y agradecí antes de volver por donde había venido.
Natasha quiere irse con Alexei. Ella me ocultó que estaba viéndolo, lo que significa que Yelena lo ha visto también...
No la controlaré con verlo, y si ella cree que le hará mejor estar con él un tiempo, lo entiendo, pero Alexei... Es un adulto con problemas de ira, emocionales y una adicción al alcohol que hizo que incluso su grupo de amigos se disolviera.
Me preocupa que ella no esté bien al irse con Alexei.
—¡Usted! — gritó alguien tras de mí. Me giré y vi a Pietro Maximoff avanzar a toda velocidad hasta mí. Me eché para atrás y Charles Xavier lo detuvo.
—¿Xavier?
—Pietro, detente.
—¡No, va a oírme! ¡¿Está feliz ahora que Wanda está aquí!?
—¿Qué? ¿De qué hablas?
¿Wanda?
—¡Es por su maldita presión, ya déjela en paz, no la busque, maldita degenerada!
—Pietro, ya. — Charles lo alejó.
—¿Es ella? — dijo un hombre alto y rubio detrás de Charles.
—Ambos basta, sabemos que está mal, no es el lugar ni el momento para hablar de esto.
—¡No se acerque a mi pequeña otra vez! — gritó aquél hombre. — ¡Voy a demandarla! ¡Perderá su trabajo!
—¡Erik, ya!
—Yo... — balbuceé. Pietro intentó atacarme y Charles lo detuvo nuevamente. Charles los alejó lo suficiente para volver hasta mí, tomar mi brazo y jalarme lejos. — ¿De qué hablan?
—Ya lo sabemos todo, Melina. Ya basta de mentir.
Suspiré.
Mi cuerpo me pedía a gritos un descanso. Mi sistema nervioso no está actuando bien... Para nada bien.
—Todo tiene una explicación, Charles... Lo lamento, yo...
—Las disculpas no deberían ser a mí, sino a Wanda. — murmuró. — La internamos por un ataque de nervios, le hicieron un lavado de estómago... Ha consumido un frasco de pastillas antes de llegar a casa...
—¡¿Qué?! — dije espantada.
Mi corazón se aceleró aún más. Es mi culpa...
No... Yo... Oh, Dios.
—Ella ha dicho que no quería seguir viviendo, porque no quería dañarlas, ni a ti ni a Natasha... Dijo que era su culpa, que ya no quería nada de lo que ocurría en su vida, pero que tampoco quería morir, sólo quería que dejara de doler y las pastillas de Pietro parecían buena opción para evitar el dolor, pero dijo que comenzó a sentirse mal al tomar más de las que debería...
—¿Intentó suicidarse?
—No lo sabemos a ciencia cierta, su terapeuta vino hace un rato, dijo que habló con ella... Ella asegura que condujo a casa para buscar ayuda porque no quería morir, no he hablado con ella. No quiere ver a nadie...
Pasé mis dedos entre mi cabello sintiéndome impotente, absurda y apenada. Es mi jodida culpa. Lo que le ocurrió a ambas es mi maldita culpa.
—Dios...
—Melina, por el amor que le tienes a tus hijas... Aléjate de Wanda... Sé que Alexei no debió meterse contigo, sé que eras una niña... Estaba mal, y no lo notamos, pero lo que tú has hecho no está lejos de ser lo mismo... Ella no pasa de los veinte. No importa todo lo que ambas hayan sufrido, jamás estarán en la misma sintonía, no están en la misma etapa y no es lo que necesitan. Déjala en paz. — dijo directamente. — ¿Cómo te sentirías si esto le ocurriera a una de tus hijas?
—Mataría a quien lo hubiese hecho... — susurré. Charles asintió.
—Wanda es mi sobrina, pero la amo como la hija que jamás tuve. Sé que tienes hijas, no me obligues a pasarlo por alto y tomar acciones legales.
Observé a la nada...
No me importa demasiado mi trabajo, o mi persona, sólo necesito que mis pequeñas no me vean como un problema. No quiero ser un problema para ellas... Quiero seguir siendo su héroe.
Me di media vuelta, me fui sin decir absolutamente nada. Estoy sintiéndome tan mal.
Subí las escaleras a duras penas sosteniendo mi abdomen, quiero vomitar. Llegué a la habitación y me encontré con otra enfermera.
No la señorita Palmer.
Me senté junto a mi hija, agradecí a la enfermera.
—Perdóname, cariño... Te amo...
[•••]
Natasha.
Abrí lentamente los ojos y me encontré con la figura de Alexei respondiendo a unas llamadas.
Busqué a mamá por la habitación, pero no la encontré. Sólo vi una nota a mi lado, la tomé.
Es la letra de mamá...
—Te despertaste.
Asentí de forma lenta.
—Tu madre ha dicho que quieres quedarte conmigo. He coordinado para un departamento de la cuidad, puedes mudarte cuando quieras. No me quedaré demasiado, debo volver por trabajo, pero podrás quedarte allí y todo eso, es un sitio seguro.
Lo observé en silencio.
—¿Mamá cree que es seguro?
—Me ha amenazado lo suficiente como para que yo me cerciore de ello.
—Okay...
—Bien, te darán de alta en un rato. Estaré fuera...
Asentí lentamente. Jamás había hablado tanto con él. No es que esperara demasiado, pero claramente a él y a mí nos ha tomado por sorpresa esto.
No hablaba tan en serio con irme a vivir con él, quería ponerle presión al asunto y acabé en el hospital.
Nat. Mamá. Debemos hablar.
El mensaje le ha llegado. Espero que conteste pronto. Acabo de despertar y realmente siento que al menos he reposado de... ¡Oh, mierda, Wanda!
Tomé mi móvil, no vi llamadas. Sólo mensajes.
Marqué rápidamente su número, y contestó a los segundos.
—¿Hola?
—¿Estás bien? Me enviaste demasiados mensajes. Acabo de despertar.
—Oh, creí que ya no querías hablarme. — dijo algo ronca.
—¿Qué? No, estoy en el hospital.
—¿En qué piso?
Miré al pasillo y vi el número que indicaba que era el tercero.
—El tres, ¿por q...?
Colgó.
Joder.
¿Y ahora qué?
—¡Alexei! — oí la voz del tío de Wanda y luego mi puerta fue abierta.
—Hey. — Wanda apareció delante mío con el rostro más pálido de lo normal, ojeras y algunas heridas en su mentón.
—¿Qué te pasó?
—Oh, me desmayé. — se encogió de hombros y avanzó hasta mí. — ¿Cómo estás?
—¿Cómo estás tú? ¿Por qué te desmayaste?
—No seas molesta. — dijo ella y acarició mi mentón. Estiré mis labios y ella me besó de forma corta. — ¿Te sientes bien?
—Eso creo. Dormí bastante, debo estar sedada, porque todo lo que ayer me parecía malo, ahora no lo es tanto, e incluso siento esperanza en el futuro.
—Tú siempre eres así. — suspiró Wanda. — Le ves lo bueno a todo, e intentas amar a los que estamos más dañados...
Giré los ojos.
—Pero ayer parecía que nada saldría bien... — murmuré sincera. Ella hizo una mueca. — ¿También te afectó?
—Comienzo a creer que lees mi mente. — enarcó una ceja recostando su rostro en mi abdomen. Acaricié suavemente su cabello.
—Eres fácil de leer...
—No es lo que diría mi psicóloga. — murmuró. — Ha dicho que me tendrá todas las tardes de la siguiente semana después de clases. Y papá también comenzará a ir a terapia.
—¿Hiciste algo estúpido? — pregunté segura de que Wanda había hecho algo.
—¿Vas a regañarme?
Jalé su cabello.
—¡Auch! Bien, bien. Te diré. — gruñó. — He tomado algunas pastillas de Pietro, no quería morirme... Bueno, no en ese momento, sólo no quería estar triste, tuve una sobredosis, pero lavaron mi pancita y estoy mejor.
—¡Wanda!
—¡Conduje rápido!
—¿Por qué hiciste eso?
Ella hizo un puchero y levantó su rostro.
—Temía estar echando a perder tu vida y la de tu madre. Papá la amenazó con ir a la escuela y...
Tragué saliva.
Claro que me preocupaba. Es mi madre después de todo... Y sé que debe pagar por lo que ha hecho, pero es mi madre... Bueno, no... No es mi madre.
—Cosa que le dije que no haga, porque aunque sé que tú opinas que debe hacerse cargo de lo que hizo... Yelena es pequeña, no quiero lastimarla también... — susurró. — Sólo quiero tener paz, Nat... No creo que sea necesario que tu madre pierda su trabajo, porque jamás la he visto tener aquellas intenciones con otros estudiantes.
—Dijo que se enamoró de ti.
Wanda bajó la mirada.
—No le creo... Cuando amas a alguien no lo lastimas así... Incluso si fuese de forma platónica... Mi psicóloga dice que debo entender que ella se aprovechó de mi debilidad... Y que me manipuló... Porque yo quería que me quieran... Y no sabía cómo quería que lo hagan.
Suspiré. Parece que habla de cualquier otra persona, no de quién me crió.
—Entiendo... — tragué saliva. — ¿Qué harás? Te apoyo en lo que...
Wanda me besó. Cerré los ojos.
—Te amo... — susurró contra mis labios. — ¿Me amas?
—Lo hago. — dije sin siquiera pensarlo. — Sí, lo hago.
—Bien... Sólo eso necesito saber. ¿Por qué estás aquí?
—Me están haciendo exámenes. Probablemente sufrí un ataque de epilepsia por estrés, es algo que deben averiguar... Quizá el estrés activó mi epilepsia o quizá no... No lo sé.
—¿Te sientes bien? ¿Cuándo te darán el alta? ¿Quieres algo? Puedo conseguirlo, tu solo...
—Wanda, estoy bien. Relájate... Acabas de salir de tu habitación, te habías intoxicado e intentas preocuparte por mí, basta de eso... Relájate.
—Tú siempre piensas en mí. Quiero cuidar de ti.
—Wanda. Yo puedo cuidarme sola. — murmuré segura. — ¿Acaso no confias en mí?
—Claro que sí, es sólo que... Yo no siento que pueda cuidarme sola... — susurró y noté lo triste que había sonado su voz durante toda nuestra charla.
—Tal vez... Absorbas eso de mí. Dicen que siempre te quedas con algo de tu pareja y ella se queda con algo de ti...
—¿Crees que así suceda con nosotras? — preguntó en un susurro cual niña pequeña.
—No lo sé... Aún no somos pareja.
Ella sonrió.
Yo también.
Aunque en el fondo sabía que necesitaba tantas respuestas, sólo quiero un poco más de fuerza emocional...
Sólo un poco...
Nota de autor:
¿Cómo están? Queda poco, no sé cuanto ok, no m presionen, pero poco
—Codito.
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