58.

Natasha.

—¿Puedo llamarte hoy en la noche? —  preguntó Wanda sin observarme a la cara. No lo ha hecho en todo el viaje.

No la culpo, yo también siento vergüenza... Pero por lo que ha hecho mi madre, definitivamente me siento mal con ella, creo que hasta siento culpa de lo que hizo.

—Claro... — murmuré. Ella asintió y no me dijo nada más, simplemente mantuvo sus manos presionando el volante. Tomé su rostro y uní nuestros labios. Ella cerró los ojos. — Llámame en la noche... ¿Bien?

—Te amo... — susurró Wanda. No contesté, no es que no sintiera, no es que no lo hubiese pensado... Es que simplemente no sabía si debía o no contestar... No en las condiciones en la que nos encontrábamos.

Volví a besarla, unimos nuestros labios un par de veces de forma suave mientras cerrabamos los ojos y yo tomaba el valor suficiente para bajar del auto e ir hasta dentro de mi casa, sentarme delante de mamá y preguntarle por qué...

Por qué fingía ser la persona intachable que era. Por qué cometió este error tan grande. Por qué lastimar a Wanda. Por qué dañarla y dañarme.

Por qué no me ama tanto como dice.

Suspiré.

—Lamento que...

—Basta de disculparte por cosas que escapaban de lo que podías hacer, Wanda... Fuiste una víctima de...

—No quiero quedar como víctima. Ella... — Wanda suspiró. — Ella no me obligó a nada, y sé que... No estaba bien, pero aún así... Todo fue consensuado.

—Eso me quita un peso de encima, pero sigue estando mal, Wanda. Sigue estando moralmente mal, éticamente mal.

Ella se encogió de hombros. La abracé una vez más, acaricié su espalda. La tela de su camisa es suave, las otras la irritan, debe usar una de completo algodón o se lastima la piel. Wanda tiene piel de bebé.

—Gracias por no odiarme...

—No podría culpar a una persona que no tiene la culpa de nada, Wanda. Buscar culpables donde no es, no tiene sentido...

Ella suspiró.

—Me jode que seas menor que yo y seas más madura. No es algo que yo podría notar con facilidad y tengo veinte años casi.

—A diferencia de ti... Tuve al menos un padre presente... No ha sido lo mejor, pero...

Ambas observamos el suelo. No dijimos absolutamente nada, simplemente lo dejamos pasar. Un silencio incómodamente cómodo.

No me molestaba realmente estar en silencio con ella. Nunca es malo con Wanda.

—Bien, debo irme... Mamá irá en busca de Yelena a casa de su amiga mañana, tengo que hablar con ella.

Wanda tragó saliva.

—Yo no diré nada en la escuela. No quiero que crea que...

—Te lo agradezco, pero si debes decirlo, hazlo.

—Es tu madre...

—Y te dañó. — la corté. — Es mi madre y es una mala persona... No voy a protegerla de lo que se merece.

Wanda no contestó.

—No hagas algo estúpido... Ve a descansar o habla con tu terapeuta.

—¿Estás bien? — preguntó con temor en la mirada.

No supe que contestar. Realmente no lo estoy.

—Vete a casa. — acaricié su mejilla. Bajé del auto con el corazón a mil por hora, mis piernas temblaban de forma interna, ni siquiera entiendo como podía avanzar como si nada ocurriera.

Abrí la puerta de forma lenta, como si realmente quisiera evitar que la héroe de toda mi vida había resultado una impostora... Que no conforme con tener un padre de mierda, también tenía una madre de mierda.

Siento mi boca seca.

Tragué saliva. Humedecí mis labios. Sentí el aroma a comida. Mamá está cocinando...

¡Nat, ven aquí amor! ¡Hoy haremos galletas!

Sonreí y traté de apartar esas lágrimas mientras los recuerdos me inundaban la mente.

Te amo, Natasha. Haría lo que fuese porque tú y Yelena sean felices siempre... Son mi vida entera.

Sequé las lágrimas con mi mano y me quité las gafas. Avancé a paso lento. La vi allí, batiendo algo... Con aquél delantal que la proclamaba la mejor madre de todo el puto mundo.

La vi siendo una mentirosa.

La vi siendo simplemente lo que siempre ha sido. Un puto teatro de mentira, un... Un daño irreversible en los que la conocemos...

¿En serio me amabas tanto como decías, mamá? ¿Eres algo de lo que creí?

—Amor. Estás allí. — sonrió. La observé fijamente sin saber que contestar. — ¿Quieres venir a ayudarme? He comprado tu chocolate favorito y otros más para derretir. Haré un pastel de chocolate para Yelena, ya la extraño. — hizo puchero. — Hoy sólo seremos tú y yo, podríamos hacer una noche de chicas, ya sabes, películas y muchos abrazos... Extraño eso.

Mi mentón tembló levemente mientras la seguía observando cocinar.

—¿Por qué no me dijiste nada? — pregunté algo ronca. Ella levantó la mirada.

—Amor... ¿Estás bien?

Dejó absolutamente todo en la mesa, apagó el horno, se acercó a mí e intentó tocarme el rostro.

—Aléjate.

—Cariño...

Se sorprendió.

—¿Qué te sucedió? ¿Te han hecho algo, amor? ¿Te duele algo? ¿Estás bien? — comenzó a inspeccionarme.

Toda su preocupación parecía real... Tan real que me dolía.

—Sueltame, por favor... No me toques, me da asco.

—Natasha... — dijo sorprendida. — ¿De qué hablas? Soy...

—Una mentirosa, Melina. Una jodida y dañina manipuladora, una mujer que no tiene un puto respeto por sus hijas... Ni por el dolor ajeno.

Ella no contestó. Se quedó de piedra.

—¿Por qué lo hiciste? Mamá... Yo... Eras mi heroína... — susurré. — Eras la persona que más admiraba en todo el puto mundo, mamá...

—Amor... ¿De qué hablas? ¿Qué he hecho? Yo jamás haría algo para lastimart...

—¡Pero sí a Wanda! — grité. Avancé y ella retrocedió espantada.

—¿Q–qué?

—Mamá, lo sé todo. Te acostaste con ella... La hiciste sentir especial, le dijiste que la amabas... Te metiste con Matt, jugaste con sus sentimientos y de paso arrastraste los míos... ¿Por qué? ¿Qué te hicimos?

Sus ojos se cristalizaron, se aferró a la encimera con fuerza. Sus manos comenzaron a quedar de color blanco puro...

—Eres...

—Las cosas no son cómo crees, Natasha... Esto... Tiene una explicación... Te lo juro, tienes que creerme...

—¿De qué sirve que te crea? No tienes justificación, mamá...

De pronto ya no quería estar aquí, quería irme y cuanto antes mejor.

—Me iré donde papá.

—¿Qué? — preguntó ella extrañada y más mareada que antes. — ¿Lo sabías? ¿Lo buscaste?

—No, Yelena lo hizo...

—¡¿Por qué no me lo dijeron?!

—¡No sólo tú puedes tener secretos, Melina!

—¡Lo hice por ti! — gritó desesperada. — ¡No te vayas!

Pasé por su lado y subí las escaleras. Ella me siguió, suplicando porque me quede en casa, que la escuche, que en serio no quería que todo acabara así.

Era mi madre. Joder. Es mi madre. Verla llorar... Oírla suplicar. Me prometí que si alguna vez alguien la hacía llorar, yo con mis propias manos le haría pagar, y ahora... Llora por mí.

—Natasha, por favor. Cariño, no te vayas... Lo hice por protegerte.

Metí ropa en un bolso, metí las cosas de mi móvil y cosas de la escuela.

—¡¿Protegerme de qué?! ¡¿De la chica que más he amado en mi vida?!

—¡Wanda no era lo que creía! — gritó. — ¡Me equivoqué, lo admito!

—¡Pues es tarde, lo has hecho! ¡La has cagado!

Salí de la habitación y ella comenzó a seguirme.

—¡Me enamoré de ella! — gritó. Me detuve. Helada por completo...

No...

Me giré lentamente.

—Estás enferma...

—No puedes culparme por amarla si tú también lo haces, Natasha... — susurró. — Y sé que no debí jugar con ella, porque... Wanda es mucho mejor de lo que pensaba, ella no te habría lastimado, pero... — sentí ganas de vomitar. — No quería que te hiciera daño, no quería que sintieras lo que yo sentía a tu edad... Todo lo que veía en Wanda... Fue lo que vi en tu padre, Natasha... Tienes que creerme... Por favor, sólo quería cuidarte. — susurró. Sequé nuevamente mis lágrimas observándola llorar. — Amor... Siempre dije que haría lo que fuese por cuidarte y cuidar a Yelena, por favor... Ustedes lo son todo para mí, cariño... Son todo...

Tomó mi mano y yo quise esconderme en su cuello. Abrazarla... Perdonarla, porque entendía que mamá fue una víctima... Pero yo no tengo que cargar con sus traumas... Ni ella debió proyectarlos en mí o en Wanda...

—Te lleva casi dieciséis años, mamá... Ella podría ser incluso tu hija... Como yo...

—No... No...

—Mamá, la diferencia de etapas es enorme, nada te justifica...

—Natasha...

—No, mamá. Hiciste lo que te hicieron.

—Basta, Natasha.

—Te convertiste en papá. No puedo creer que me pasara la vida diciendo que agradecía que tú no fueses como papá y eres igual... Dios. Estoy tan jodida al tenerlos como padr...

—¡Pues yo no soy tu madre!

La observé fijamente. Ella cubrió su boca rápidamente.

—Mierda... — balbuceó.

—¿Qué?

—No, nada...

—Mamá, repite eso. ¿Por qué lo dices?

—No me hagas esto...

—Mamá... ¿Notas lo que han hecho tus mentiras? No sigas con esto... Deja de ocultarme cosas... — mencioné nerviosa. Quería que fuese una jodida broma de mal gusto... Todo parece una pesadilla.

—Yo no soy tu madre biológica... — susurró. — Pero Natasha... Te amo, te amo como si lo fuese, eres mi hija, eres mi primera hija, mi primer gran amor y haría lo que fuese porque me perdones, yo...

Dejé de oír lo que decía. La sensación de agobio no me abandonaba. Me dolía el pecho, me costaba respirar. Comencé a ver nublado. Nada parecía tener sentido, nada parecía un verdadero problema, pero a la vez todo lo parecía.

—Amor... ¡Nat, Natasha!

Oía a mamá hablarme. La vi sostenerme cuando mi cuerpo dejó de responder. Caí en la alfombra.

Puedo verla. Veo el techo de casa por dentro, veo las paredes... Veo la luz golpeandome el rostro...

Todo está oscuro ahora.

No veo nada...

No siento nada...

[•••]

Wanda.

—Wanda. Creí que otra vez llegarías tarde a la cena. Ve a lavarte las manos. —habló papá de forma hostil.

Contuve mis ganas de llorar. Mordí mi labio inferior, no contesté. Quiero a Charles.

Lo busqué con la mirada y lo vi de espaldas con su delantal de cocina, su cabello ha crecido, es canoso.

—Wanda. ¿Acaso no vas a contestar? ¿No puedes intentar hacerlo más fácil por una vez en tu vida? ¡Joder! — se quejó papá. Pasé por su lado, intentó tomar mi brazo. Fui más rápida.

Corrí hasta Charles, lo abracé con fuerza y me derrumbé contra él.

—Hey, cariño...

—¿Ahora qué? No la he tocado.

—Erik. — regañó Charles.

Sentí a Charles abrazarme. Solamente seguí llorando mientras él me permitía desgarrar mi garganta con gritos...

—Hey... Amor... No, no quería reaccionar así... — papá habló.

Conduje hasta casa temblando. Ni siquiera sé cómo no me he estrellado contra un poste.

Sollocé nuevamente y con fuerza. Me cuesta respirar.

—¿Qué pasa? — preguntó Pietro entrando a la cocina bastante asustado.

—¡No lo sé, se ha puesto a llorar y...! —  la voz de papá se quebró.

—Ya no quiero vivir... — susurré.

—Oh, mierda...

Papá salió de la cocina aguantando las lágrimas. Pietro me abrazó con fuerza y Charles me mantuvo contra su pecho.

Cerré los ojos sintiendo el oxígeno faltarme y creyendo que si ya era el momento de morir, quería que fuese rápido. Me costaba ver, no eran las lágrimas, sabía que estaba respirando de forma agitada y perdería el conocimiento, pero rogaba por no volver a despertar luego de esto.

Sé que perderé a Natasha. Le he jodido la vida. He jodido a su familia. Soy una mierda de persona y no creo merecerla, pero no soportaría perderla.

Siempre pierdo a los que amo, por eso me paso la vida entera intentando no amar a nadie, porque mientras más los ame, más cerca de perderlos estaré.

Y enamorarme de ella significó que sabía que debía dejarla ir, y hoy se lo he dicho todo, después de tenerlo por tanto tiempo en mi cabeza, porque no quería dejarla ir, pero entendía que no podía retenerla, porque no puedo darle lo que merece, lo que necesita, porque no soy nada de lo que piensa...

Mi cuerpo dejó de responder.

—¡Wanda! Mierda. Pietro llama a una ambulancia. ¡Wanda, no dejes de responder, no cierres los ojos! ¡Erik, una toalla!

Siempre creí que debía morir yo. No mamá y Peter.

Nota de autor:

Heey. ¿Cómo están hoy? Admito que si lloré escribiendo esto.

—Codito de Jesús.

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