56.

Natasha.

—Me gusta pasar las tardes contigo... Desde que mamá consiguió una niñera, todo ha sido más fácil en mis tiempos.

La vi sonreír.

Claro, porque puedes huir conmigo para poder besarnos por dos horas.

Asentí.

—Exactamente... Me gusta besarte. Ahora mismo me gustaría besarte. — solté de pronto.

¿Te gustaría besarme? Yo quiero besarte...

—Sí...

Wanda soltó una risita ronca.

Me gusta tenerte sobre mi cuerpo mientras nos besamos... Lo disfruto tanto.

Oh, mierda.

Me sonrojé y no observé la pantalla. Fingí buscar algo en mi mesa de noche. Es difícil no actuar como un animal en celo cuando nos besamos, pero que me recuerde la forma en que me trepo en ella cada que estamos solas... Eso es vergonzoso.

—No me digas esas cosas.

¿Por qué? ¿Te pone?

Volvió a reír. Conozco a Wanda. Sé que así es su humor. Pero la respuesta es sí, me pone. Me pone mucho subir sobre ella, me pone besarla, me encantaría que subiera un poco más sus manos cuando toca mis muslos, me gustaría que en ocasiones no fuese tan respetuosa y me provocara un poco, pero no puedo decirle aquello, porque yo espero que tome la iniciativa, y jamás lo hace.

¡Cariño a cenar!

Oí la voz del tío de Wanda. Ella apagó su micro y gritó en respuesta, luego volvió a encenderlo.

—Vale, debo irme, linda. Mañana seguiremos con esto en el auto, no se me ha olvidado todo lo que me debes...

Sonreí nerviosa. Lanzó un beso a la cámara y colgó. Dejé ir mi respiración contenida y pensé en cómo podría yo decirle todo lo que deseaba tener sexo.

Creo que es normal que en algún momento de la adolescencia lleguen aquellas ganas inmensas por sentir algo, siempre me pregunté que se sentiría, es algo que... Me interesa explorar y está bien, no sé demasiado sobre eso más allá de una o dos clases obligatorias que da la enfermera de la escuela cuando entras a primer año.

Estoy segura de algo que con Darcy o Mariah no ocurría, quiero estar con Wanda. Wanda despierta aquellas sensaciones en mí... Como si fuésemos compatibles incluso de forma sexual... Ella me excita.

La necesito...

Aparté la mirada de mi pared de fotografías. Tengo que pensar en como debería planteárselo. Es que... Ni siquiera sé como hacerlo, me atemoriza que sea demasiado pronto o algo. Sobretodo no quiero que me rechace o parecer que soy una necesitada, es decir, sé que ella... Sabe sobre esto, sé que estoy en desventaja, pero quiero hacerlo con ella.

Quiero que Wanda me haga el amor.

Suena incluso vergonzoso. ¡Oh, Dios! ¿Por qué nos diste un mundo que te obliga a pensar que querer tener sexo es malo? El placer no debería ser un hecho de pudor en la vida de un adolescente o adulto... La única cosa importante debería ser la responsabilidad mutua y el consenso... ¡No preocuparse por sentir vergüenza de uno mismo al desear!

¿Por qué debemos avergonzarnos del deseo al entrar en la adolescencia? Es totalmente absurdo...

Creo que aunque voy a arrepentirme de esto, sé a quien llamar, porque no me apetece tener una charla sobre esto con mamá. Porque mamá es heterosexual y ella no entendería sobre como debo cuidarme al tener sexo con una chica, y porque si llega a enterarse de Wanda... Probablemente me desherede, y con un nuevo participante del azar, no quiero perder mi espacio dentro de quién podría quedarse con la casa o el auto.

¡Que es broma! Claro que el auto es de Yelena y la casa es mía. Lo hemos hablado, además... El pequeño o pequeña tendrá padre. Nosotras no tenemos...

No del todo.

Alexei está aún en la ciudad, pero... ¡Bueno, ese no es el punto!

Debo llamarlos.

[•••]

—Te dije que remojaría la pistolita pronto. — dijo Clint.

—Te debo diez dolares.

—Veinte. Apostamos veinte si era antes de navidad.

—¡¿Apostaron sobre el momento más importante de mi vida?!

—¿No podíamos? Somos tus mejores amigos, ¿hola? — djo Mariah como si fuese lo más obvio.

—He ganado veinte dolares. No seas egoísta, Nat. ¿Qué paso con eso de "amistad es amigo"?

Golpeé la palma de mi mano en mi frente y lamenté haberlos llamado.

—Estoy perdida.

—Vamos, Nat. No es tan terrible. Es sólo sexo.

—¡Quiero que sea especial! — insistí. — No quiero velas o flores, pero... Me gustaría que fuese algo que puedo recordar, ¿sabes?

Mariah y Clint se observaron en silencio, luego a mí.

—¿Y qué te aterra? ¿Decírselo?

Clint me ofreció una gaseosa. Yo suspiré.

—Sí, me aterra que... Crea que soy una idiota o algo, no lo sé. Sé que tiene más experiencia que yo.

—Bueno, hemos aprendido después de tantas veces... — comenzó Clint. — Que las cosas se solucionan hablando y no dejando de hablar. Ya lo hiciste y todo fue un mal entendido.

—Perdóname por tener problemas de comunicación. Papá se fue sin decírmelo, ¿bien?

—Ay, el mío también. — Clint sonrió.

—¡Okay, basta de hablar de nuestros padres negligentes! Ya sabemos que son la causa de nuestras inseguridades, hagamos chistes luego... — Mariah se puso de pie y observó la ventana. — ¿No vendrá aún tu madre?

—Está en el doctor.

—¿Por qué? ¿Está enferma?

Suspiré.

—Algo así, bueno... No, no así... Está algo embarazada.

Mis amigos se observaron y luego a mí, ninguno dijo nada.

—Ya sé, ya sé. Mi madre tuvo sexo. Maduren. — gruñí.

—¡No dije nada! — se excusó Mariah.

—Yo me imaginé todo.

Bufé.

—Bien, a lo que veníamos... Nat y su virginidad. — insistió la pelinegra.

Mi estómago se contraía sólo de pensar en tener "la charla" con Wanda, no es que creyera que no podía... Es que me avergonzaba, estoy en la adolescencia, no pueden culparme por ello, a veces actúo por impulso, otras veces por idiotez... El punto es que... Me aterra que Wanda no crea que...

¡¿Por qué sobrepienso!? ¡La conozco! Sé que ella no se reiría de mí, ¿sino por qué querría acostarme con ella? Me gusta porque es idiota, pero no como los demás.

[•••]

Melina.

Observé mi móvil. Matt dijo que estaría aquí, no ha contestado mis mensajes después de decir que estaría en una reunión importante de negocios. Es el maldito tercer mes de embarazo... ¡No es que no entienda sus obligaciones! Pero podrían decirnos qué será nuestro bebé, debería ser importante. Joder.

—¿Melina Vostokoff? — oí la voz del doctor. Levanté la mirada y me encontré con Hank Mccoy. — ¡Melina!

—Hank... — sonreí. Me acerqué a él, nos abrazamos. — ¿Cómo has estado?

—Yo muy bien, gracias... Adelante. — señaló la habitación. Ingresé y dejé mi bolso sobre un sofá. — Veo que... Estás embarazada, tres meses hace dos días.

Asentí lentamente.

—Así es... ¿Cómo están tus hijos?

—Oh, ya sabes. Los pequeños... Crecen tan rápido. Uno de ellos es abogado, no creo que los recuerdes...

—Recuerdo sus rostros, de sus nombres es difícil, soy maestra. — bromeé. — me he aprendido tantos nombres...

—Ya, lo entiendo. — soltó una risita suave. — ¿Y tus hijas? ¿Cómo están?

—Natalia está en su penúltimo año en la escuela. Yelena ya tiene diez. — murmuré sonriente.

—Recuestate por favor, y descubre tu abdomen para poner el gel.

Obedecí a sus indicaciones. Él puso el gel frío en mi abdomen y vi la pantalla de mi móvil encenderse. Es Matt.

Matt. No podré llegar. Mi jefa ha insistido en venir por un café. Pasaré a tu casa.

Suspiré.

—¿El padre del niño es de por aquí?

—Sí, se mudó hace no mucho... Es un ex compañero.

Él asintió lentamente y me dio una mirada extraña.

—Lamento que lo tuyo con Alexei...

—Sí, está bien... — corté la conversación. No quiero hablar de eso.

—Él fue un idiota por huir así, él lo sabe y...

—¿Cómo está mi bebé?

—Oh, sí, claro. — observó la pantalla y sonrió. — Bueno, si mis cálculos no fallan y los años no me han pasado la cuenta... Podría decirte que tal vez tengas un niño. Debemos corroborarlo en siguiente mes hasta que a los seis o siete meses hagamos el chequeo definitivo.

Oh... Un... Un niño...

—Que sorpresa... — dije anonadada.

—¿Te gustaría oír sus latidos? — preguntó y yo asentí. De pronto los latidos de mi pequeño comenzaron a oírse. Mis ojos de forma casi automática se llenaron de agua haciéndome aún más sensible de lo que ya estaba.

Oh, Dios... Es... Es mi pequeño... Es mi hijo...

—Tiene un corazón muy sano, Melina.  Felicidades. Esperemos que todo siga así de bien...

—Es... Mi bebé...

Sonreí. Tendré otro pequeño... Estoy... Feliz... Por primera vez desde que lo supe, me hace completamente feliz..

—Necesito hacer algunas preguntas de rutina y luego de eso, podremos agendar una siguiente cita, si tienes dudas... — me extendió una tarjeta. — es mi número, ya sé que ya fuiste madre una vez, pero fueron casi once años.

Asentí lentamente secando mis lágrimas. Él me extendió papel para limpiar mi abdomen, mientras tanto me realizaba las preguntas correspondientes y yo respondía con entusiasmo, claro que me emocionaba recibir al pequeño ahora... Me aterraba no saber cómo y cuándo decírselo a Yelena, pero claro que deseaba verlos juntos... A ella, Nat y el pequeño...

Tenía tres grandes razones para ser feliz, eran mis pequeños...

Al acabar la consulta salí del hospital observando las ecografías.

—Mierda. Lo siento. — dijo una voz que pude haber reconocido incluso con tapones para los oídos.

Una oleada de recuerdos y malestares me golpeó mientras bajaba la mirada al hombre que estaba recogiendo mis ecografías, se puso de pie.

—Lamento... — nos observamos en silencio. — ¿Melina?

—Gracias... — tomé mis cosas y avancé de forma rápida mientras lo oía llamarme.

Mi corazón iba a mil por hora. Su voz no dejaba de taladrarme la cabeza.

—¡Eres mía! ¡¿Crees que no he notado lo qué haces en la universidad?! — gritó. — jaló mi brazo y yo solté un quejido. Natasha observaba desde la escalera.

—Alexei... Está Natalia, por favor. — susurré en tono de suplica. Él me soltó y volvió a beber. Avancé de forma rápida hasta la pequeña. — Hola, amor... Hey... ¿Quieres ir arriba y oír un cuento?

Toqué mi pecho tratando de acallar los latidos acelerados de mi corazón y volver a este momento. Al presente... Ya dejé todo eso atrás... Ya no es parte de mí... Ya no más...

No puede hacerme daño...

[•••]

Wanda.

—Eres un idiota, Pietro. No voy a depilarte el trasero.

—¡No alcanzo!

—Díselo a tu novio.

—¡Es para él!

Giré los ojos y mastiqué una manzana, observé mi móvil que no dejaba de sonar debido a las notificaciones. Todas son de Melina...

Tragué saliva.

Melina. Wanda. Necesito verte.

Melina. Por favor... Arreglemos esto, no tiene por qué acabar así, mi niña...

Melina. Te necesito... Por favor, Wanda.

—¿P–Pietro? — llamé a mi hermano espantada por no saber qué hacer. El castaño apareció en la cocina, le enseñé mi móvil.

El castaño me observó, luego al móvil y lo lanzó al agua.

¡¿Qué?!

—¡Pietro!

—¡Entré en pánico!

—¡Era mi móvil!

—¡Te comprarán otro!

—¡No, no es verdad!

—Bueno, tendrás una excusa para cambiar de número.

Bufé.

—Dile a Charles sobre esto, dile que fue un accidente y que necesito otro móvil.

—¿Y le digo de tu novia la señora?

Giré los ojos.

—No es mi novia, y tampoco lo fue, pero si quieres decírselo, adelante. No tengo problema alguno con ello. — le guiñé el ojo.

Pietro bufó.

—¡Bien, veré que hago!

Bueno, un problema solucionado, ahora debo decírselo a mi terapeuta y llamar a Natasha, la extraño.

Nota de autor:

¡Hey! ¿Cómo están? Lxs leo.

—Codito.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top