38.
Natasha.
—Yelena se ha tardado bastante. — comentó Wanda observando su móvil sin señal. — Ya no creo que regrese.
—No entiendo por qué.
—Tiene diez años. A los diez años yo iba comiendo tierra por la vida, no la juzgaría por olvidarse. — comentó Wanda burlona. La observé de costado. Me encogí en mi lugar mientras intentaba distinguir algo entre la oscuridad. Me quité las gafas para evitar el dolor de cabeza, Wanda pareció notarlo y encendió su linterna. — ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
—No, yo... Agradezco la luz.
Wanda asintió y se puso de pie comenzando a recorrer el espacio, hay cuatro puertas selladas. Una de ellas está pintada y es la salida de emergencia.
—Se supone que pagamos mensualmente, ¿por qué no pueden construir una puta puerta de emergencia?
—Porque así como en la política, el dinero es para otras cosas. — dije burlona. Wanda abrió los cubículos y luego de eso fue hasta una sección de artículos deportivos. Encendió una luz y sonrió.
—Ven aquí. — habló. Me levanté y tomé ambos bolsos comenzando a caminar hasta donde ella se encontraba. Colchonetas, balones, aros y muchos repuestos nuevos. ¿Qué es esto? — Joder. Esto es el paraíso de un deportista.
—Ya. El tuyo.
Wanda bufó y tomó algunas colchonetas para acomodarlas en el piso, usó todas las que encontró y creó una especie de cama relativamente amplia para ambas. Si es que usábamos poco espacio...
Vio un mueble al costado y con ayuda de uno de mis clips para el cabello, forzó aquella cerradura.
—¡Wanda! ¿Por qué no haces eso en la puerta de la entrada? — pregunté rápidamente.
—¿Se te olvida que se ha caído la manija? — preguntó sin apartar la mirada del mueble. — Ésto servirá.
—¿Por qué me ignoras? ¿Te has rendido tan pronto?
¡Podemos intentar salir de aquí! ¡Debo hablar con Darcy, presentar un trabajo mañana y...!
—Son las ocho de la noche. Ésto acabó siete y treinta, Yelena se fue, la escuela está cerrada y...
—Que pesimista.
—No, soy práctica. — me corrigió acomodando unas mantas en las colchonetas. — Y estoy construyendo tu cama, así que has silencio y no me hagas enfadar.
Bufé. Sin embargo la vi acomodar las mantas y tomar unas baterías y una linterna de emergencia.
—¿Por qué está todo ésto aquí? — pregunté extrañada. —Es una escuela.
—Escuela antigua. Mi tío estudió aquí junto a mi madre. Dice que era común que la luz se fuera en invierno, y recordaba que alguna vez dijo que existen lugares específicos de la escuela con muebles antiguos... — palmeó la puerta del macizo blanco tras ella.— Que guardan provisiones y repuestos para una tormenta. Además mamá siempre nos contaba la vez en que ella y Charles durmieron en la escuela.
Suspiré y observé las colchonetas. Sinceramente me duele la espalda, creo que mi busto ha comenzado a molestar luego de tantas horas usando sujetador.
—Recuestate si eso deseas. — dijo ella tomando su bolso y acomodandolo en una banca para recostarse allí.
—¿No dormirás aquí?
—No, es para ti. — mencionó cerrando los ojos y cruzando sus brazos por su pecho.
Aquello me hizo sonreír.
Me recosté sobre la colchoneta y observé el techo. Creo que ya no podré presentar mi parte del trabajo con Darcy... Mierda.
—Pues no, ya no podrás. — contestó Wanda.
Mierda. No lo pensé.
—Exacto, genio. Lo dijiste. ¿Ahora puedes hacer silencio? Quiero dormir. Anoche no he dormido bien. — murmuró Wanda.
—¿Por qué?
—Porque Pietro no se ha callado la puta boca hablando con tu amiguito el nadador. — murmuró ella. — Y tuve que oírlo toda la noche.
—De seguro él oía nuestras llamadas. No te quejes. — dije yo y me arrepentí casi de inmediato. Joder. Fue por impulso.
—Ya... Eso tendría sentido sobre la actitud de mierda que tenía conmigo. — murmuró Wanda. — De todas formas no duró tanto.
—Eso es verdad.
—Ya.
Nos quedamos en silencio. Ninguna dijo algo luego de ello, pero supongo que a ella le dolió tanto como a mí. Levanté la mirada y la vi frotar sus brazos. Tiene frío.
—¿Quieres la manta? — pregunté tomando la que había sobre mi cuerpo. —Puedo cubrirme con la que está abajo de...
—No, éstas colchonetas están aquí hace mucho, ni pienses en quitar esa manta de allí.
Suspiré. Incluso cuando deseo odiarla, se ha comportado bien conmigo, y claramente ella no tiene la culpa de todo. Las malas decisiones de hoy, las he tomado yo.
—Entonces ven aquí. — murmuré algo nerviosa. Ella abrió sus ojos y me di media vuelta pero antes palmeé el costado del lugar.
—No, no te preocupes por...
—No te pregunté.
Dicho eso, ella suspiró, se levantó y la sentí recostarse lentamente a mi lado para cubrirse de forma rápida. Su espalda chocaba con la mía.
—Gracias. Está cómodo.
—Lo has armado tú. Yo debería agradecerte por dejarme dormir aquí...
—Ya, es que no iba a dejar que duermas en el suelo o en una banca. Hace frío y llevas falda.
—Gracias por esa consideración...
No contestó absolutamente nada, simplemente se quedó en silencio y quizá por un momento, sentí que debía decir algo, pero no encontraba las palabras adecuadas para hablar.
—Quiero disculparme. — comenzó ella. — No puedo verte a la cara por el espacio, pero me encantaría decirlo de mejor forma que ahora. Lamento lo que ocurrió en el sótano de tu casa, y lamento haberme comportado así... — me sonrojé recordando la forma en la que ambas actuamos. — Sé que eres feliz con Darcy, y yo estoy feliz viéndote así, por lo que lamento mucho haberme comportado como una imbécil. — no contesté. — Pero creo que... Merecías que me disculpe por todo. Fui una idiota. ¿Podrías disculparme por eso? No quise molestarte ni molestar a Darcy ese día.
—Gracias por tus disculpas, las acepto. — contesté. — Darcy es una gran chica y estaba muy feliz con ella, pero ella cree que aún me gustas y...
—Yo también lo creía.
—Gracias por la aclaración. — bufé. — ¿No estabas disculpándote?
—Sí, lo siento. Me callo.
Sonreí. Es obediente.
—Me dejó, y... Aunque la extraño, sé que no puedo hacer que me crea, porque sabe que estuve a nada de besarte. — murmuré.
—¡¿Qué?! — Wanda se dio vuelta y me tomó por los hombros para dejarme frente a ella. — ¡¿Nos ha visto?!
—No, Wanda. Relájate. Es sólo que yo se lo he dicho, porque no quería mentirle, esa clase de relaciones no llegan a nada. Le conté todo y... Creí que era una buena acción de mi parte sobre nuestra relación, ser sincera. Joder. Mamá siempre me ha dicho que debo ser sincera, e incluso ella se molestó cuando se lo comenté. — Wanda tragó saliva y yo suspiré mientras me quedaba en silencio viendo como ella usaba sus manos de almohada. La imité.
—Es mi culpa. Lo lamento tanto, sinceramente no quiero causarte problemas, puedo hablar con ella y...
Negué.
—Si debo estar con alguien que cree que no voy a elegirla sin importar que tan atractiva puede parecerme alguien, entonces prefiero no estar con esa persona. — murmuré. — No creo que sea justo ni para ella ni para mí, ella tiene una idea del amor romántico diferente a la que yo tengo... — me quedé en silencio y no dije nada más. Creo que decirlo ha hecho que abra un poco más los ojos.
Wanda parecía turbada.
—¿Qué es lo que esperas del amor romántico? — preguntó casi en un susurro.
—Creo que quiero...— la observé a los ojos. De forma fija. — Una compañera, no alguien que me controle, no me molestan los celos y las inseguridades, me molesta la forma en que actúan ante ellos. Yo también he estado celosa, pero no me siento en derecho o autoridad de decirle a alguien que hacer o que no hacer. Es estúpido. — suspiré. — Simplemente quiero... Una compañera más que una novia, que sea tan mi amiga como quien me ama...
—¿Estás describiendo a Mariah Hill?
—Mariah no es tan graciosa... — murmuré y ambas comenzamos a reír.
—Pero es linda, ¿no?
—Lo es. — concordé. — Tanto que hoy la he besado en el baño del gimnasio donde Clint estaba nadando. — dije escondiendo mi rostro contra mi antebrazo.
—No pierdes el tiempo. — dijo ella burlona y la empujé levemente haciendo que se caiga de las colchonetas. — No eres justa, tengo frío. — se quejó y tomó mi cintura tratando de sacarme de allí. Me aferré a ella evitando que me descubra con las mantas.
—Mi falda. Se me verá todo. — chillé. Ella se detuvo. — Gracias.
—No entiendo como pudimos confundir el baño. — se quejó.
—¿Pudimos? Tú entraste aquí.
—Okay, comenzarás a discutir otra vez conmigo. Genial.
Ella se cruzó de brazos y observé el puchero leve que se formó en sus labios, mi mirada recorrió sus mejillas con pecas claros que recorrían sus pomulos y nariz, tiene un lunar en la mejilla.
—No voy a discutir contigo, Wanda. Quédate en silencio y hazme el favor de la paz.
Ella suspiró. Su aliento con olor a menta y probablemente un poco de cigarrillo, me hizo temblar por dentro, pero lo intenté disimular.
—¿Fumas? — pregunté y ella asintió lentamente.
—Siempre lo he hecho. Lo había dejado por un tiempo, pero creo que tuve que regresar a ello.
[•••]
Wanda.
Natasha asintió lentamente. Claro, volví a fumar luego de dejarlo por un mes y medio que fue todo lo que alcancé a estar con ella, pero con Melina es una costumbre fumar luego del sexo, ya no puedo dejarlo.
El estómago de Natasha hizo un sonido.
—Mierda. Tengo hambre.
Tomé mi bolso y observé las galletas que había comprado hoy temprano. Además de una coca cola que no abrí.
—Ten. — dije extendiéndole todo.
—No, no puedo aceptarlo. Debes comerlo tú...
—Estoy sacrificando mi coca cola por ti. Come eso y cállate o te haré comer. — dije con mi voz más autoritaria. La pelirroja se sonrojó y me dio una mirada que hizo que mi estómago se contrajera.
—Gracias... Wanda. De verdad, te estás preocupando más de lo que deberías por mi comodidad y realmente lo aprecio.
—Me importas, Nataska. — fui sincera. — No es más de lo que debería. Realmente te aprecio aunque todo entre nosotras acabara de esa forma, es por eso que me siento arrepentida de haber sido una imbécil en tu casa.
Ella suspiró.
—Creo que ya no puedo seguir enojada contigo por algo que ya pasó. De todas formas ambas avanzamos y... — jaló su cabello. — Me encantaría dejar las cosas bien.
—¿Crees que alguna vez podamos ser amigas?
—Sinceramente no creo que ni a mi madre ni a Darcy le parezca aquella idea.
—¿Por qué tu madre? — pregunté nerviosa.
—No eres realmente su persona favorita en el mundo, no para estar cerca de mí.
Esa ya me la sé.
—Podríamos ser amigas en secreto. —murmuré por impulso arrepintiéndome casi de inmediato. ¿Qué? Wanda, eres una idiota.
—Amigas en secreto. Lo pensaré. Nos debemos una charla importante. — dijo Natasha dejando ir un bostezo.
—Ven a la fiesta que daremos el viernes o sábado. Está por confirmarse, pero estaré libre. Una fiesta de amigas en secreto.
Ella sonrió.
—¿No te deja tu madre? — insistí.
—A todo ésto, ¿por qué tienes el número de mi madre?
—Cosas de clase. Mejoré mis calificaciones.
Natasha sonrió levemente y cerró los ojos.
—Felicitaciones por ello... — murmuró y comenzó a caerse del sitio por el poco espacio que había. La tomé por la cintura y ella se espantó.
—Que facilidad para dormir la tuya. — murmuré y la ayudé a acomodarse mejor. —Tengo una idea, y quiero que sepas que es netamente por fines científicos.
La ayudé a acomodarse casi sobre mi cuerpo, su rostro estaba escondido en mi cuello.
—Solo... Porque tengo sueño. — dijo bostezando y volviendo a cerrar los ojos.
Cerré los ojos también, sin embargo recordé la aplicación de mi móvil y a Yelena con su reloj.
—¡El reloj! — empujé a Natasha de forma suave y ella se espantó.
—¿Qué?
Tomé mi móvil, avancé hasta colgarme en uno de los muebles y conectarme al wifi de la biblioteca que se encontraba en el segundo piso.
—Conectate. Joder.
Cuando vi la pequeña línea que indicaba una señal débil me frustré, pero al ver como subía a la mitad, me metí directamente a la aplicación en donde grabé un mensaje para Yelena.
—Yelena, estamos encerradas en el baño del gimnasio de la escuela. Necesitamos que nos saquen de aquí. Enséñale este audio a tu madre o algo.
En cuanto apareció como recibido, dejé ir un suspiro. Había jugado mi última carta.
Me dejé caer en el suelo y apoyé mal mi tobillo, me quejé y Natasha se levantó para ayudarme a ponerme de pie.
—Hey. ¿Estás loca? ¿Te lastimaste? Déjame ver.
Me ayudó a sentarme en la banca y tomó mi tobillo para revisarlo.
No sé como explicar que en ese preciso momento desee con todas mis fuerzas regresar el tiempo atrás y no cometer el mismo error.
Porque estando con ella en este instante... Parecía que no era tan necesario que Melina cuidara de mí.
—Probablemente va a hincharse. Está caliente... Deberías recostarte. Ya hiciste lo que podías.
—Bien... — dije con un hilo de voz y ella me ayudó a recostarme nuevamente. Se acomodó a mi lado y yo la acerqué dejándola recostarse en mi pecho.
—Te aceleraste... — murmuró. — Tu corazón...
—La adrenalina, supongo.
Eso quería pensar.
[•••]
En mitad de la noche, cerca de las tres de la mañana, oí unos ruidos fuera, me aferré a Natasha algo asustada, ella me contuvo, sin embargo al sentir una luz darme directo en el rostro y oír la voz de Melina, el cuidador y un bombero quien aparentemente había dejado sus demás labores para venir a rescatarme.
—¡Nat!
Natasha quien seguía aferrada a mi pecho no levantó la mirada de inmediato, no hasta que yo intenté moverla. Vi a Melina avanzar hasta ella y abrazarla con fuerza.
—Cariño, Dios mío. Estaba tan preocupada. ¿Estás bien? — Melina revisó a su hija con preocupación mientras yo frotaba mis ojos para acostumbrarme a la luz potente del bombero. Melina no cruzó mirada conmigo, pues parecía mucho más preocupada de su hija, y lo entendí, sin embargo aquellas absurdas ganas de llorar me abrumaron, quizá porque deseaba que ella cuidara también de mí, pero no podía, o porque tengo bastante sueño y eso me pone de mal humor. —¿Ambas están bien?
—Sí, Wanda se lastimó el tobillo. Ella cuidó bien de mí. — dijo Natasha quien había recobrado el sentido mucho mejor. — ¿La llevaremos hasta su casa?
—No, yo tengo mi auto... — comencé, pero ambas me dieron una mirada molesta. Joder. Que miedo.
—No conducirás a éstas horas. Te llevaré a tu casa y ya. — dijo Melina quien realmente parecía molesta. Nos levantamos y ella abrazó con más fuerza a su hija. — Realmente creí que algo malo había ocurrido, cariño...
—Mamá, estoy bien...
El bombero me ayudó a avanzar hasta una silla de ruedas que estaba en la entrada del gimnasio. Yo iba más atrás que Melina y Natasha, pero podía oír su charla a la perfección.
—Nat, no vuelvas a perderte así otra vez. Te juro que... — la voz de Melina se quebró. — Si algo te ocurriese o a tu hermana, yo no podría seguir con mi vida... No podría perderlas.
—Mamá... Estoy bien, ya basta. — murmuró ella y besó a su madre.
Aparté la mirada.
¿Soy la culpable de ésto? Si pudiese cambiar algo con mi arrepentimiento, claro que lo haría, sólo quiero tranquilidad.
Sólo me gustaría sentirme plena por mí misma y no tener que recurrir a sentirme plena con alguna de ellas cuando siento que sentir lo que sea que siento por ambas, está mal.
Porque no me gusta sentir que mis emociones están mal, antes me entendía mejor que ahora, pero de pronto comencé a sentir de todo por Romanoff, me hizo daño y luego estaba Melina dibujando estrellas en todas esas cicatrices...
Aún así siento que estoy sangrando.
[•••]
—Bien, ¿cómo se quedaron atrapadas? — preguntó Melina observando por el espejo retrovisor a Natasha quien iba recostada en el asiento trasero. La vi observarme de reojo.
—Fuimos en busca de Yelena y ella estaba en el baño de junto. No hemos tenido tiempo de reaccionar. Nos quedamos encerradas. Eso fue todo.
—Yelena se ha olvidado de ambas. — contesté yo. Ella me observó levemente y luego suspiró.
—Le ofrecí chocolate y pizza al llegar a casa, creo que he hecho que se olvide de ustedes con la comida. Lo siento tanto, en serio... — puso su mano sobre mi rodilla. — ¿Qué tal está tu tobillo?
—Me duele. — admití sintiéndome algo incómoda al verla tocar mi pierna delante de Natasha. ¿Acaso ella no nota lo extraño que es?
—Lo lamento tanto, cariño. Espero que aquello mejore con descanso. Llega a darte un baño, ambas están justificadas para faltar mañana a clases. No las amonestaran por ello.
—Gracias, mamá. — dijo Natasha bostezando levemente antes de cerrar los ojos y comenzar a dormir.
Melina no quitó su mano de mi muslo en el resto del viaje, lo cual me hizo sentir terrible, no es que no quisiera tenerla cerca, es que el temor de Natasha enterándose me superaba.
—Melina... — susurré. Ella me ignoró.
—No hables ahora. Estoy molesta contigo.
Suspiré.
Al llegar a mi casa, abrí la puerta, me despedí de Natasha quien no contestó debido a que se encontraba adorablemente dormida con un puchero en los labios. Melina bajó del auto para tomar mi cintura y ayudarme a avanzar hasta la entrada de mi casa.
Abrí con la llave que se encontraba bajo la alfombrilla.
—Gracias por traerme. — murmuré y ella me besó de forma brusca. Me tomó por sorpresa pero traté de apartarla. —Hey. Tu hija va a...
—Silencio. — me hizo callar. Y aquí viene la discusión... — Gracias por cuidar de ella. — murmuró. — De verdad, incluso si no estoy contenta con haberlas visto abrazadas... Estoy feliz de que al menos se quedase encerrada contigo, porque sé que cuidaste bien de ella.
Suspiré.
¿Ella no va a reñirme de forma celosa? Ésto es nuevo.
—Okay... Yo... Okay. — dije insegura.
—Te quiero, amor. — susurró nuevamente contra mis labios. No pude negarme ante aquello y la besé de forma romántica y melosa antes de que ella dejara ir un suspiro contra mis labios para alejarse.
Me di media vuelta para entrar en casa y el silencio me inundó, eso hizo aquél beso más significativo.
En casa nadie notó que yo no estaba. Ella al menos me quiere...
Nota de autor:
Buen día, chinchulines mañaneros. ¿Cómo están hoy? ¿Desayunaron?
—Codito.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top