31.

Wanda.

—¡Bien hecho, Maximoff! — el entrenador festejó mi saque.

Corrí hasta Gwen quien parecía tener un problema en la pierna.

—¿Te sientes bien? — preguntó y se dejó caer al suelo.

—No, el golpe ha sido bastante fuerte. Creo que me he hecho daño.

—¿Tus rodilleras están mal puestas? — pregunté. Ella negó.

—Gastadas. No he tenido tiempo de comprar otras, al salir de aquí debo ir al hospital y del hospital hasta mi casa. — señaló.

Asentí lentamente sin decir más. Sé que su abuela está bastante enferma, y por lo que supe, durante el fin de semana empeoró.

—Ya... Mejor ve a sentarte. Dile a Howlett que te sientes mareada.

La ayudé a levantarse. Ella asintió con una sonrisa leve.

—Gracias, Wanda.

No entiendo el por qué me agradece, es decir, yo dije que podía tomar la banca, ahora debo llamar a un relevo y todo eso, pero ser capitana no significa que deba agradecerme, sólo he sido humana, y me preocupa que crea que me debe algo por ésto. No lo está pasando bien, ya me hubiese gustado ese tipo de consideraciones. Creo que sólo Vostokoff las tuvo en su momento...

Espero que Melina viese mi mensaje de hoy. Le hablé luego de nuestro encuentro en el hotel, sin embargo no contestó, no quise insistir, ya que sé que durante los fines de semana podrían ver su móvil, y en el fondo... Hay algo que siempre me inquieta el estómago y es el hecho de que Natasha pueda leer lo que nos escribimos. ¿Por qué? Porque en el fondo, y aunque no deseo admitirlo en voz alta, sé que lo que sucede entre ambas está mal debido a lo que Nat y yo tuvimos, pero... ¿Por qué siempre tengo que ser yo quien deja ir su felicidad? ¿Acaso no puedo ser feliz? No es justo, merezco ser feliz. Merezco tener a alguien... Sólo quiero ser feliz y Melina me hace feliz.

—Parker. Estás dentro.

El castaño se levantó no sin antes darle una mirada de preocupación a Gwen quien salió prácticamente huyendo del gimnasio. El maestro Howlett me indicó seguir el entrenamiento y él decidió ir tras la rubia.

—¡Bien, atención aquí! — llamé a mis compañeros de equipo.

Todo siguió con normalidad, Gwen no volvió, pero al acabar el entrenamiento he preguntado por ella. Su abuela empeoró, fue directo al hospital, espero que la situación mejore, creo que... Le compraré rodilleras nuevas al salir de aquí.

No hablé demasiado con mis amigos el fin de semana, mucho menos con Gwen, no es que quisiera ignorarla o algo, simplemente no quería molestarla, además de que no planeo acercarme demasiado aquí en la escuela, no pretendo mentirle a Melina, pero si espero no hacerla enojar o lograr que se aleje de mí debido a Gwen y todo lo que conlleva hablarle.

Vi a Melina entrar en el salón de maestros en cuanto me vio. Me quedé observando ese lugar. Realmente esperaba que fuese a su oficina para poder verla o algo. No lo sé.

W. ¿Hey? Que linda estás hoy.

—¡Hey, Wanda! — Thor palmeó mi espalda. — ¿Por qué no vienes con nosotros a jugar un rato?

—¿Qué? ¿jugar qué? — pregunté extrañada. Mi mejor amigo señaló sus cartas. Asentí.

—Has estado bastante extraña las últimas semanas, queríamos saber si estás molesta o...

—No, no lo estoy, sólo estaba ocupada.

—Ya, es que llevas muchos meses ocupada... Creemos que estás actuando extraño. — mencionó él. Nos observamos en silencio. ¿Extraño? ¿De qué habla?

—No estoy actuando extraño, no lo entiendo, he estado algo ocupada últimamente. — mencioné.

Sinceramente no he notado nada fuera de lo normal, ellos jamás están cerca, y nos vemos comúnmente en fiestas, a las cuales no voy, porque prefiero esperar por el llamado de Melina en caso de vernos. No quiero ser aquella Wanda fiestera, es demasiado inmaduro de mi parte.

—Ya no has ido con nosotros a mi casa en el lago, tampoco vienes los fines de semana a...

—No me gusta salir de fiesta, Thor. — mencioné mientras avanzaba a paso calmado por el costado. Él me miró extrañado.

—¡¿De qué hablas?! ¡Amabas festejar y emborracharte! Además... 

—¿Emborracharme y festejar? Thor. ¿Escuchas como suena aquello? —insistí. — Paso, no es lo que quiero.

No entiendo como es que en aquél momento creía que era la solución a todo, Melina siempre repite que odia aquella manía mía de solucionar todo con alcohol, y tiene razón, no es algo que debería hacer, debo controlar mis impulsos estúpidos.

Además de que cada vez que acababa ebria papá se veía un poco más arrepentido de ser mi padre...

Y con Melina y papá cabreados... ¿Qué es lo que me queda? Absolutamente nada. Absolutamente nadie...

Creo que he aprendido a suprimir mis emociones, eso pienso. Quizá no las suprimo, sólo las minimizo.

—Wanda... Somos adolescentes, es como nos comportamos. — insistió y bufé. — Sólo los aburridos no beben.

—En primer lugar eso es determinante. No todos los adolescentes que no van a fiesta son aburridos. — dije recordando lo bien que me la pasaba con Natasha, además de que Pietro tiene sus momentos. — Y yo no quiero formar parte del círculo de idiotas que beben sin hacer algo productivo por sus jodidas vidas, ¿bien? — pregunté molesta.

El rubio me dedicó una mirada extraña.

—No te reconozco. — bromeó nuevamente.  No sonreí, no me causa ni puta gracia. — Hey, Wanda, es una bromas...

—Ni puta gracia, Thor.

—¡Hey, preciosa! — Carol corrió hasta pasar sus brazos por mi cuello. Algo incómoda la aparté, intenté disimular mi molestia. No quiero que Melina la vea tomando mi cuello. — ¿Irás el viernes a casa de Thor?

—No, dice que somos inmaduros, o una mierda así. — se burló Thor. Lo observé fijamente.

—¿Cuál es tu puto problema, eh?

Lo empujé. Thor me observó molesto.

—¿Cuál es el tuyo, Wanda? ¡He sido amable contigo! — gritó.

—¡Pues deja de comportarte como un puto crío, no quiero beber y ya! — volví a empujarlo.

—¡Pues no es mi problema que tu mami no te deje hacerlo! — gritó él.

Oh, no...

— Thor... — regañó Carol. Vi a Loki quedarse de piedra detrás de su hermano. Apreté mis puños. Thor me observaba enrabiado. Me acerqué hasta él y le golpeé el mentón con el puño cerrado.

Thor cayó al suelo, subí sobre él y seguí golpeándolo.

—¡No hables de mi madre, hijo de puta! — otro puñetazo. — ¡No vuelvas a mencionarla! — otro puñetazo. Vi la sangre empapar su rostro y dientes. Él sonrió. Volví a golpearlo y no lograba distinguir si la sangre era suya o mía.

—¡Wanda, ya! — oía a Loki. Intentó alejarme pero no podía dejar de golpear a Thor.  —¡Wanda!

Sentí unos brazos apartarme. Vi a Melina y podía oírla regañarme, pero todo parecía como si fuese un paso bajo. No oía demasiado.

Melina observaba a Thor a los ojos. Me di media vuelta algo mareada, el entrenador me sostenía con fuerza. Me observó, se veía triste.

Decepcionado...

Me aparté de él, me di media vuelta y aunque la directora gritaba mi nombre, no quería regresar. Seguí avanzando de forma rápida. Me duelen los nudillos...

No tengo verdaderos amigos. Todos están rodeando a Thor, nadie pensó en cómo cojones me siento yo. Son sus amigos, no los míos, son amigos de las fiestas que di... No de mí.

Bajé las escaleras y seguí aquél pasillo de las oficinas. La de Melina esta aquí. Avancé, vi la puerta cerrada...

Me dejé caer contra ella. Estoy agotada. Escondí mi rostro entre mis rodillas... Necesito un respiro. Necesito que me dejen en paz. Necesito que alguien me diga que no estoy mal... ¡No quiero la lástima de los demás! Solo quiero estar tranquila. Déjenme en paz... Quiero estar tranquila, sólo eso estoy pidiendo... Yo..

—¡Wanda! — oí la voz de Melina. Levanté la mirada y no pude evitar comenzar a llorar. Ella se acercó hasta mí, me abrazó y busqué refugio sabiendo que sólo la necesitababa ella para recuperar mi paz por unos momentos. Melina me observaba en silencio.

Ni siquiera fui consciente en el momento en el que me hizo entrar a su oficina y comenzó a curar mis nudillos en silencio. Poco a poco mi llanto fue calmándose, pero seguía sintiendo que algo iba totalmente mal.

—Wanda... ¿Por qué lo hiciste? — preguntó y suspiré. No quería contestar, intenté acercarme a su pecho, pero ella me apartó evitando que busque un escondite. — Están considerando tu expulsión. Si te expulsan, perderás la beca... — dijo ella seria. Nos observamos en silencio.

—Hablo de mi madre.

—No justifica tu reacción. — comentó ella. — No fue una reacción madura, fuiste prepotente y...

—¡Ha mencionado a mi madre!

Luego de gritar sentí el nudo formándose en mi garganta otra vez. Melina se quedó en silencio, se puso de pie dejando ir un suspiro, avanzó hasta la ventana y luego volvió su mirada hasta mí.

—No puedes seguir así. — dictaminó. — A Thor se lo han llevado los paramédicos. No podía siquiera mencionar su nombre, tuviste suerte de no haberlo azotado o la historia no acabaría en tu expulsión, sino contigo en la cárcel por tus problemas de ira.

Me quedé callada, me sentí pequeña.

—Wanda, no debes volver a reaccionar de esa forma. Mamá está embarazada, tendrás un hermanito, no puedes estar celosa de él.

Observé mi habitación, todo estaba marcado por el maquillaje de mamá. ¡No quiero un estúpido hermano! ¡Estoy enojada!

—Wanda... — mamá habló. — ¿Por qué le has cortado el cabello a tu compañera?

—Ella...

—Cariño, debo castigarte. No importa lo que digas para defenderte.

¡Ella se ha burlado de Pietro, le ha dicho cosas muy feas y robó su almuerzo! ¡Lo haría otra vez!

—¡Wanda, alejate de allí! — dijo papá al verme intentar tomar un juguete de Peter de la piscina. —¿Por qué eres así con tu hermano? Wanda... Dios. Tendrás que irte con los abuelos unos meses.

—¡No es lo que piensas, papi! ¡Yo...!

—No excusas. Estoy cansado.

Observé mis manitos e hice un puchero. ¡Peter ha lanzado el cascabel el solito! ¡Lo juro! ¿Por qué nunca nadie me cree? ¿Por qué nunca importa lo que yo digo?

—¿Me estás escuchando, Wanda? — mamá me observó molesta.  — ¿Por qué entrenas en casa? Te he dicho mil veces que odio que lo hagas aquí, ve al parque la próxima vez. — dijo molesta. Vi a Peter dedicarme una mirada entristecida. — Estás castigada por cierto, y pagarás el cristal de la ventana con tu mesada.

Mamá salió de la habitación, Peter se quedó allí.

—¡Lo siento, Wanda, mi avioncito ha sido malo! — hizo puchero.

—No te preocupes, enano. Me gusta cuando construyes aviones de madera con papá... — mencioné y él suspiró. — Hey, no te sientas mal, me gusta cuidar de ti, no dejaré que te quiten aquello que tanto te gusta... Mereces una buena infancia. — señalé recordando las palabras de aquél libro de crianza respetuosa que leí mientras esperaba a mamá y Peter en la sala de estar de su pediatra.

—¡Ya, es que te has culpado y te han regañado por mi culpa! ¡No me gusta eso, quiero que seas feliz!

Sonreí.

Él realmente me ama.

—Te amo, Peter...

Mi pequeño hermano corrió a abrazarme con fuerza. ¿Qué son dos semanas de castigo y sin mesada? Él está bien, eso es lo que me importa.

—¿Wanda? ¿No notas todo lo que te digo? — volví a mi presente al sentir la mano de Melina tomando mi mentón. — Dios. ¿Estás consumiendo algo?

—¿Qué? No, claro que no. ¿Por quién me tomas?

—Por quien eres. Una adolescente impulsiva, inmadura y con serios problemas de ira.

Y de pronto, ella... Estaba comportándose como cada adulto que parecía odiarme...

—No.

—Sí.

—No, Melina. Estas siendo...

—Estoy cansada de ésto, Wanda. Tus intentos absurdos de madurez no son suficientes para lo que yo necesito, no quiero ésto en mi vida. No estoy para ésto.

—Melina, no. Yo... Estás siendo injusta. — me quejé.

—No, Wanda. Te estás comportando como mis hijas y no soy tu madre. — dijo ella.

—Yo... — me di media vuelta.  Ella suspiró.

—Ya basta de ésta mierda. — tomó sus cosas y salió de la oficina.

La vi alejarse. Oh, lo que me espera...

[•••]

Papá va en silencio a mi lado. ¿No dirá nada? No me han expulsado.

—Papá... — hablé.

—Wanda, quiero que estés callada, por favor. ¿Acaso no notas todo el daño que has hecho en un día? — preguntó.

Nuevamente aquellas preguntas retóricas.

¿Dónde queda lo que yo siento? ¿A dónde se escapan mis emociones cuándo ésto sucede?

—Papá...

—Debes agradecerle a ese muchacho Odinson que decidió culparse y no presentar acciones legales contra ti, porque juro por tu madre que...

—¡No te atrevas a jurar por ella, eres un maldito mentiroso de mierda! — grité.

Papá frenó de golpe, y el auto que venía tras nosotros no lo hizo del todo. Lo último que recuerdo es como nos golpeaba, el ruido de los cristales estallando y la bolsa de aire de papá golpeando su rostro mientras yo me iba hacía delante. Mi rostro se golpeó con algo.

Pero la mano de papá me detuvo. Su mano sobre mi pecho y pude oír como se quejaba por el dolor en su cuello.

Varias personas se acercaron para ayudar al conductor del auto trasero y a nosotros, por suerte – o no tanta – el conductor de atrás iba ebrio, papá no será castigado.

Al bajar del auto mi corazón iba a mil por hora, papá no dijo nada.

Él nunca dice nada.

Está como ausente.

Siempre.

Igual que todos...

Nota de autor:

¡Hey! ¿Cómo están?

—Codito.

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