25.

Wanda.

—Debo irme. — mencioné observando como pronto comenzaría a amanecer. Tomé mi camiseta.

—Gracias por quedarte... — murmuró Melina mientras se levantaba para tomar su bata y encerrarse en ella.

Me senté en la cama mientras cerraba mis botas, ella pasó sus brazos por mi pecho dejando un beso en mi cuello. Su aroma dulce inundó mis fosas nasales.

—Hueles delicioso. — mencioné besando su antebrazo que traía el nombre de Yelena en un brazalete. — Ya me voy.

Me levanté y tomé su rostro uniendo nuestros labios de forma corta. Melina cerró los ojos, y yo también, me separé a duras penas sabiendo que me esperaba la soledad de casa. Pietro me ha dicho que se quedaron en un hotel, volverán hoy a la noche.

—No estaré a tiempo en casa si no me voy ya mismo.

—¿A tiempo para qué, amor? — preguntó Melina acomodando mi chaqueta alrededor de mí. Suspiré.

Es verdad. ¿Para qué? Para estar sola en casa. Para sentirme tan sola como mi casa.

Ese fue un buen chiste.

Al menos soy graciosa, ¿no? Algo es algo, es decir, podría ser triste y aburrida, pero no lo soy. Soy triste y traumada, pero graciosa. Algo es algo. No podía tenerlo todo.

—Para que mi casa no esté vacía y nadie pueda entrar a robar.

—Vives en un barrio más acomodado que éste, Wanda. Peligraba mucho más tu auto fuera que tu casa sola...

—No quiero que vean mi auto aquí al amanecer, no es conveniente para ti, ¿no?

Ella asintió lentamente y dejó un beso corto en mi cuello.

Suspiré. Mientras cerraba los ojos contra ella pensaba en lo bien que se sentía tener al fin a alguien que cuidara de mí de la forma en que sentía que nadie lo había hecho nunca.

Incluso aquella vez que con el pecho adolorido llegué hasta el estacionamiento. La sensación sigue tan fresca como aquél momento.

—No, no, no...

Avancé aturdida por el estacionamiento mientras sacaba las flores de mi bolso, los jodidos girasoles estaban aplastados al igual que mi esperanza de regresar con Natasha a lo que fuese que teníamos. No debí oír a Gwen, no debí hacerle caso, no debí... No debía, no.

—Eres una estúpida. Pietro va a odiarte cuando se entere...

Jalé mi cabello desesperada mientras una sensación extraña me presionaba el pecho, como si aquella ballena bebé hubiese crecido y me estuviese aplastando el torso por ambos lados.

Me cuesta respirar, siento un hormigueo constante en mis brazos, manos, cuello... Me cuesta ver. Dios. ¿Qué cojones me ésta pasando?

—No, no veo... — me quejé levantando la mirada al cielo. — Ayúdame. — supliqué a Dios, al cielo... Sin saber a quien realmente le pedía.

[PLAY: Romantic homicide — d4vd]

—¿Wanda?

Veía de forma borrosa, no podía enfocar nada, unas manos me ayudaron a ponerme de pie, no podía avanzar ni formular una sola palabra, casi no soy consiente de lo que sucede ahora mismo.

—¿Estás ahí? No cierres los ojos, mi niña. Estás a salvo, intenta respirar con calma.

Distinguía poco y nada de la voz, pero sabía que sólo dos personas algunas vez me habían apodado su niña.

Y mamá estaba muerta...

Definitivamente no era ella.

—¿En qué piensas? — preguntó Melina apartándome de aquellos tortuosos recuerdos.

—En ti... — susurré. El silencio de su habitación es bastante cómodo cuando estamos abrazadas.

—¿Por qué piensas en mi? — preguntó ella también en susurros.

—Porque te... — me detuve. Melina se alejó levemente. — Te ves hermosa. — mentí antes de siquiera pensar en decirle que la quería, incluso si en ocasiones pensaba que ella también podría sentirlo. Ésto no era de ese estilo. Sólo era sexo.

—Tú también te ves hermosa... — besó mi cabello y me alejé caminando hasta la puerta. La sentí caminar tras de mí hasta la entrada. — Conduce con cuidado y llámame cuando llegues a tu casa.

Me di media vuelta y le dediqué una sonrisa burlona.

—Hablo en serio, Wanda. Ve con cuidado.

—Ya, iré con cuidado... — mencioné levantando las manos a modo de rendición. — ¿Sabes lo caliente que te ves regañándome?

Ella sonrió y se acercó para besarme una última vez antes de que yo me diera media vuelta para salir.

—Nos vemos, maestra Vostokoff.

—Nos vemos, Maximoff.

Salí de allí para avanzar hasta el auto, encendí el motor y partí a casa. Apoyé mi rostro en mi mano mientras conducía con la mano sobrante. I wanna be yours de los Arctic Monkeys sonaba en la radio del descapotable. Suspiré.

Necesito tener las cosas claras, no quiero más estúpidos impulsos que me hagan querer decirle a Melina que la quiero. No puedo quererla, es mi maestra... Incluso dejando eso, es sólo un polvo. Yo soy sólo un polvo para ella y así debe mantenerse, lo acordamos... Sin palabras lo acordamos la primera vez cuando nos repetíamos que no volvería a ocurrir.

—Wanda... — habló ella mientras se vestía de forma apresurada. — No debíamos llevarlo a éste extremo, yo... Lamento que ésto ocurriera, debí ser más responsable, era la adulta, tuve que detenerlo y...

Asentí mientras me sonrojaba observando mis manos bastante avergonzada. Hace menos de cinco minutos la maestra Vostokoff me tenía gritando su nombre sobre el sofá de mi casa.

—Yo... Sí, no volverá a ocurrir, ambas lo sabemos y no es necesario que me lo repita. Yo la respeto muchísimo y jamás le faltaría el respeto... — dije apresurada. Me levanté para subir mi bragueta. Ella y yo nos observamos. — No le faltaría el respeto otra vez. —dije por impulso.

Mierda. Atrás impulso de creer que puedo manejar todo con ligoteos baratos.

—Yo, lo siento...

—Tranquila. Yo... Yo debería disculparme y...

Los bocinazos hicieron que apartara mis pensamientos de aquello. Joder.

Seguí mi camino, al llegar a casa dejé el auto en el garaje antes de entrar y lanzarme sobre el sofá.

W. Estoy en casa. Gracias por la noche increíble. Estaba ansiosa de ti.

Suspiré. Aún podía sentirla acariciándome... Joder.

Mi mano recorrió mi cuello pensando en sus labios, la bajé por mis senos y acabó sobre mi bragueta.

¿Debería jugar al solitario? Sólo un poco.

[•••]

Natasha.

—Buenos días, preciosa. — dijo Mariah con la voz algo ronca. Me giré y pude ver a Clint durmiendo. Mi mejor amiga se sentó en la cama con su camiseta levantada. Podía ver su abdomen tonificado. ¿Qué clase de pilates hace?

—Buenos días, Mariah. — murmuré y dejé ir un suspiro. Ella se acomodó nuevamente para observarme a los ojos. — ¿Qué?

—¿Te he dicho que eres la chica más hermosa cuando despiertas?

Me sonrojé.

—No, no me lo habías dicho... — murmuré y me acomodé viendo el techo. Ella soltó una risita suave. — Dilo más seguido... — murmuré recordando como la noche anterior ella no dejó de abrazarme y extrañamente, me sentí más cómoda de lo común.

—Anda. — dijo burlona. — ¿Ya no eres señorita fidelidad?

—Lo soy, has silencio. — me quejé. Ella comenzó a reír. — Vas a despertar a Clint.

—Eso no nos daría tiempo...

—¡Mariah! — gruñí.

Clint bostezó y se dio media vuelta molesto. Nos observó, tomó las sábanas y se cubrió de forma rápida. Sonreí. Clint odia que lo despierten, no hay nada que le moleste más que aquello, creo que eso lo pone de mal humor mucho más rápido que cualquier otra cosa.

—Perdónanos, Clinton... — murmuré.

—Déjalo, quiere dormir. Es un gruñón. — se quejó Mariah.

—Tú eres una ruidosa, idiota.

—Basta, ambos. Silencio.

Ninguno contestó, sin embargo Mariah me dedicó una sonrisa coqueta antes de levantarse y meterse al baño. Suspiré.

Tomé mi móvil y vi los mensajes de mi novia. Ella me saludaba al despertar y al ir a dormir, me contaba sobre su día y me dedicaba lindas cosas que me hacían pensar en que probablemente no la merezco. No la merezco, porque continuamente hago comparaciones intrusivas que como ya dije, aparté y asesiné... Pero cada tanto reviven.

Luego mamá preguntando que tal había dormido, contesté a ambas con un mensaje de buenos días.

Cerré los ojos y sonreí mientras mi mente se llenaba de lindos recuerdos al oír el audio que mi novia acababa de enviarme cantando.

—¿Sabes? Agradezco que aceptaras tener una cita conmigo, no pensé que lo harías sinceramente.

—¿Por qué? Eres agradable, y muy linda. Te lo he dicho, lo sabes.

Darcy sonrió tras sus gafas.

—Te ves preciosa así. — murmuró. Sonreí. — Exactamente esa sonrisa quería ver.

—Te gusta hacerme sonreír, eh.

—Me gusta cuando me sonríes. Específicamente por algo que dije, me pones de buen humor, siempre.

—Me gusta que te guste cuando sonrío.

Darcy avanzó algo nerviosa para detenerse delante mío mientras avanzábamos por el parque.

—Me gustaría decirte que me gustas mucho, Natalia.

No me gusta cuando la gente me llama Natalia, pero no he tenido tiempo de aclararselo. Nos vemos demasiado, diría que diario, pero pocas veces me habla por mi nombre, y cuando lo hace no dice Natasha, eso complica el panorama bastante.

—Yo...

—En serio, me gustas. Eres amable, eres dulce, tienes un sentido del humor único, te ríes de lo que sea y haces que cada momento cerca de ti parezca mágico. No puedo seguir esperando a poder besarte, y quiero... — suspiró. — ¿Podría besarte?

Me quedé casi de piedra al oírla. ¿Ella realmente quiere hacerlo?  Es decir, yo quiero. Claro que quiero. Disfruto mucho estando con ella.

Y cada vez duele menos pensar en Wanda y entender lo idealizada que la tenía.

Cada vez que conozco un poco más de Darcy, noto que Wanda no era buena para mi, eso hace que realmente quiera besarla ahora.

Quiero que me bese. Quiero sentirme viva... Incluso si un mes parece poco para olvidar, yo puedo olvidar, sólo necesito un empujoncito.

—Sí, si puedes...

Darcy sonrió, se acercó a mí y tomó mi rostro, nos besamos. Fue un beso lento, fue dulce, nada comparado a lo que fue con Wanda...

Pero aún sabía, en el fondo de mi corazón, que el beso de Wanda sólo al ser un recuerdo seguía provocando en mi tantas emociones como cuando estaba sucediendo.

Necesito apartarla de mi mente, necesito avanzar y Darcy me ayudará, Darcy me interesa y yo a ella, es mutuo, sé que puedo confiar en ella, porque ella es transparente en serio, ella no es una idiota como Wanda. Darcy es buena, de verdad.

—¿En qué piensas? — preguntó Mariah volviendo a la habitación. Dejé ir un suspiro.

—En mi novia.

Mariah giró los ojos y se rescotó en la cama observando el techo.

Al menos fui sincera.

[•••]

—¡En casa!

Entré y dejé mis cosas en la entrada antes de avanzar hasta el salón donde mamá y Yelena veían una película.

—¡Que sí, mami! Anoche he soñado con Wanda. La he oído llamarme peque y todo.

Mamá sonrió levemente y antes de que pudiese decir algo, las interrumpí para llamar su atención.

—Ya llegué.

—Ya te vimos. — contestó Yelena algo desinteresada en mi presencia. Entrecerré los ojos y ella se giró emocionada. — ¡¿Ya hiciste lo que te he pedido?!

—No, Yelena aún...

—¡Natasha mala, anda!

—Yels, aún no la he visto y no creo que debas presionarme a...

Hizo un puchero y sus ojos se cristalizaron. Mamá rápidamente la abrazó.

—Bebé, ¿qué sucede? — preguntó mamá y yo giré los ojos. Yelena es realmente buena manipulando, eh.

—Lo haré, Yelena. Sólo espera al lunes.

—¡Bien, pero no me mientas! — suplicó con un tono entristecido. Mi corazón se encogió.

—Claro que no, Yels. Hablaré con ella y te prometo que todo irá bien.

Realmente espero a que se le olvide y poder evitar a Wanda todo lo que más pueda.

¡Dije su nombre otra vez, joder!

—¿Qué planeas hacer? — preguntó mamá. Yelena rápidamente contestó que nada y yo suspiré.

—Iré a darme una ducha.

Mamá asintió algo extrañada y volvió la mirada al televisor. Huele a cigarrillo. Mamá no fumaba hace bastantes años, que extraño. Pasé por fuera de su habitación y vi el cenicero desde la entrada. Dos cigarrillos apagados. Consumidos hasta dejarlos pequeños.

¿Acaso mamá está intentando algo con alguien? ¡¿Y yo no sabía?!

—Sorpresa, Melina. Soy tan lista como tú después de todo. — dije emocionada.

Oh, Dios. Mamá conociendo a alguien. ¿Quién lo diría?

Nota de autor:

¡Hey! Me surgió una duda, ¿qué pronombres usan? Para poder referirme a ustedes correctamente al contestar comentarios, yo soy they / them, pero con que me digan codito soy feliz. ¡Buen día!

Codi.

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