19.
Natasha.
Al llegar a casa me dejé caer en la cama, no despegué mi rostro de la almohada en aproximadamente toda una hora, que fue lo que mamá y Yelena aparentemente han tardado en el centro de la ciudad.
—¡Mira el bolso que mamá me ha comprado, Nutella! —habló mi hermana entrando en mi habitación. Sequé mis lágrimas y levanté la mirada.
—Anda, que lindo es, ca... Yels... —me corregí antes de decirlo.
Ella enarcó una ceja y dejó su bolso de los backyardigans sobre la cama.
—¿Estás triste?
—No, estoy bien.
—Ya, es que te cae agua de los ojos. —señaló ella y sonreí.
Yelena es absolutamente adorable. Creo que de pequeña jamás imaginé lo importante que era para mí el hecho de tener una hermanita, estaba feliz de tener a alguien para jugar, pero hoy que he crecido, noto que tengo a una mejor amiga de alma inocente que siempre intenta buscar soluciones simples a mis problemas absurdos.
—Ya, es que me han roto el corazón. —mencioné. Ella asintió lentamente.
—¿Eso cómo se cura?
—No lo sé, cuando lo descubra te lo digo... —susurré. Ella asintió y besó mi mejilla.
—¿Quieres que me vaya a mi habitación y estar tranquila tu solita? —asentí y ella me dedicó una sonrisa.
Salió de mi habitación. Me dejé caer nuevamente en la cama observando el techo. Bastaron solamente tres días con ella para que me destrozara por completo.
Quizá suena exagerado, pero... ¡Estoy enamorada de ella desde que llegó a la escuela! Claro que tenía otras ideas sobre ella, pero me convencí de que no eran reales, ella me hizo confiar en ella... Incluso ante mis dudas, incluso aunque le dije que agradecía no haber confiado en ella, lo hago.
Lo hice... ya no.
Ya sé que no le interesaba realmente. Fui una completa idiota...
—¿Cómo podrías haberte fijado en mí?
Observé mis piernas bajo aquella falda de uniforme, las vi demasiado anchas, vi mi cuerpo demasiado pequeño, cada pequeña parte de mí, incluso aquél grano que había aparecido cerca de mi mejilla parecía algo que me hacía entender por qué Wanda jamás se fijaría en mí.
A veces creo que soy demasiado superficial, pero... Mi espacio lo es, todo lo que me rodea son sólo rostros, nadie me nota, nadie quiere estar cerca de mí y no es que yo lo desee, pero sé que no soy del tipo que alguien invitaría a salir luego de verla releyendo Jane Eyre en la biblioteca o discutiendo con Clint sobre las bebidas o cantantes de moda.
Nunca me han invitado a una fiesta, nunca he querido ir a una, pero sí quiero tener un romance que me haga recobrar la esperanza en las personas... ¡No todos son como mi padre! Pero lo culpo, lo culpo por hacerme huir, lo culpo por hacerme creer que como él pudo dejar a mamá siendo la mujer más linda del mundo, cualquiera podría dejarme a mí.
—Dios... —sollocé de forma ahogada contra la almohada. ¿Realmente creí que ésto llevaría a algo más? Mientras una parte me reclama que ilusionarme por tres días y unas semanas de hablar y no hacerlo, otra me acaricia diciendo que no debería culparme por sentir, porque al final de cuentas... Era mi sueño, yo la quería, y ante lo mínimo... Era una posibilidad que acabaría ilusionada en que quizá y solo quizá Wanda podría llegar a gustar de mí. —Eres una idiota, Natasha Romanoff.
—Hey, no hables así de mi pequeña... —dijo mamá entrando en la habitación. —Yelena me ha dicho que estabas llorando y... Sé que tú tienes tus cosas, pero quería dejar claro que estoy aquí, para lo que necesites.
—Me siento... Horrible. —mencioné insegura de si era realmente la falta de autoestima o sólo la decepción hablando. —Me siento tonta y creo que debí escucharte... Lo siento, mamá...
Me eché a llorar contra su pecho, ella se recostó a mi lado y comenzó acariciando mi cabello antes de hablar.
—Cariño, no te trates así, no lo hagas... No te mereces éste trato absurdo. Es sólo una chica, como ellas hay miles, y mejores...
Suspiré sabiendo que tal vez pasaría, pero el proceso es doloroso. Sé que debe pasar, nadie muere de amor, pero obviamente deseo gritar y llorar por todo lo que no se dio, porque me avergüenzo de haber creído por un segundo que ella voltearía a verme.
—¿Qué hay de malo en mí? —pregunté.
—Nada, amor. No hay nada de malo en ti, mírate...—levantó mi mentón. —Tus ojos verdes, tu cabello pelirrojo, tu sonrisa... ¿Acaso no notas que además de ser increíblemente hermosa tienes una arma secreta? —negué. — Cariño, tú siendo solamente tú... eres un absoluto premio de la vida. No sé si te he criado muy bien o no, pero si sé que la mujer que eres, te hace magnífica. Tienes ideales y pensamientos coherentes, agradecida y esforzada, intelectual y amable, jamás he conocido a alguien como tú. —suspiré y dejé ir una sonrisa avergonzada. — Amor, hablo en serio, eres un absoluto premio para quien se enamore de ti, y necesitas notarlo... Ojalá alguna vez yo consiga ser la mitad de lo asombrosa que eres, hija.
Mis ojos se aguaron y aparté la mirada sintiendome maravillada por como ella siempre lograba dar en el clavo.
Me aferré aún más a ella.
—No quiero que sigas pensando en cosas malas acerca de ti, amor. Eres mucho más que lo que dice una simple niña de la escuela.
—Gracias, mamá...
—Tengo algo que te animará... ¿Puedo? —preguntó y asentí. —Llamaré a tus amigos y compraré lo que desees comer, iré al supermercado con Yelena, ¿qué te parece? —preguntó y negué levemente. —Oh, amor, vamos. Será para que te relajes. Te lo mereces, mereces descansar de ser excelente todo el tiempo.
—No sé que haría sin ti, mamá. Es que eres la mejor madre de todas.
Ella se levantó y se detuvo para observarme fijamente.
—Todo lo que hago, siempre es por el bienestar de ambas, tenlo claro.
—Lo hago.
[•••]
Wanda.
Sex on fire se repetía en la habitación mientras yo acababa mi segundo cigarrillo de los últimos diez minutos. No tengo ganas de fiestas, no siento que realmente me merezca salir a olvidarme de ésto.
Tengo la sensación de que aunque sé que suelo causar dolor a quienes amo o a quienes me aman, ésta vez no merezco ignorarlo. Es diferente.
—Te mereces recordar que eres una mierda. —dije observando el espejo frente a mi cama. —¿Lo sabes, no?
Oí el ruido de un coche aparcarse, y tuve la ilusión tonta de que fuese papá, quizá deseando correr a sus brazos y llorar.
Claramente no lo haría, pero pensarlo me parecía suficiente.
—Basta, concéntrate en algo más... —dije apagando el estéreo.
La soledad del cuarto me abrumó. Oí la voz de Charles.
No es papá.
No correré de forma imaginaria a recibir un consuelo imaginario en un momento imaginario que he creado en mi imaginación.
Son siete y treinta. Mis amigos me preguntaron si quería irme de fiesta, dije que no me sentía bien... Nadie preguntó, sólo se encargaron de seguir con el plan.
¿Acaso eso debería hacerme entender algo? Sé que soy reemplazable. Sé que soy útil cuando hago los mejores tragos, tengo a las mejores chicas y voy de mejores ánimos... ¿Y quién se queda con la chica rota?
—¿Y Wanda? —oí la voz de Charles a Pietro quien se encontraba en el salón pequeño junto a la escalera. Suspiré.
—No lo sé. No ha querido cenar y creo que duerme desde que llegamos.
—¿En su habitación?
No hubo respuesta de mi hermano. Aparté de una patada la caja de cigarrillos y luego vi la puerta. Él tocó, dudé en responder, pero al fin y al cabo no tenía nada que perder.
—Adelante.
Charles entró pidiendo permiso y disculpándose por molestar, observó todo revuelto. Mi cuarto es un desastre, por lo que ya imaginarán como está mi ment...
—No quiero ni preguntar como se encuentra tu cabeza en éstos momentos. —dijo él sorprendiéndome. —¿Quieres hablar de ello o necesitas algo?
Negué rápidamente aún algo espantada por su respuesta. Es como si leyera la mente.
—No leo mentes, leo espacios, y sé lo que el tuyo dice. Estás turbada. Muy triste, y entiendo aquello, yo también he tenido años duros...
Asentí observando mis pies.
—¿Y bien? ¿Puedo sentarme?
Señaló la cama y aunque usualmente habría arremetido contra él invitándolo a irse a la mierda, hoy no tengo ganas de discutir con el pelón.
—Adelante, calvito.
Él giró los ojos y se sentó en una esquina de la cama apartando mis camisetas.
—¿Qué ha ocurrido?
—Nada que sea de tu interés, sinceramente. —aclaré antes de que intentara darme alguna charla motivacional de la que sinceramente, paso.
—Wanda... Yo no busco que aceptes lo que ocurre con tu padre, sólo quiero que...
—¿Que te llame "mamá"? —dije con sarcasmo. Él suspiró. —Charles, lo que tengas con mi padre puede irse al carajo, yo...
—Tu padre y yo no estamos juntos, Wanda. —dijo él interrumpiéndome. Bufé. —Hablo en serio.
—Ya y Colón es...
—Tu amigo. Irina decía exactamente lo mismo. —sonrió. —Tu padre y yo hemos dejado todo en el pasado, yo no puedo seguir con ésto sabiendo que los lastima de tantas formas. Sé que no les gusta pensar en que su padre...
—Mira, me da igual lo que decida meterse por el culo, mi problema no es ese.
—Wanda... —habló sonrojado. —No... No lo digas así.
—Charles, es sexo. Basta de fingir que no es algo que los adolescentes no tenemos. —giré los ojos. —Mamá solía mencionar que debíamos ser abiertos a hablar sobre ello.
—Tu madre... Era todo un caso. —Charles sonrió. — Una vez huyó de casa por toda una semana para conocer a su cantante favorito...
—¡¿Es verdad?! —pregunté asombrada. Sabía que mamá era algo rebelde, pero no la veía de aquella forma.
—Ajá, ella simplemente me dijo "Charly, debo irme, dile a mamá que no viviré para siempre y que soy demasido joven. Te amo" —imitó la voz de mamá con aquél acento marcado. Sonreí.
De pronto la imaginé... Tan joven, tan llena de vida y siendo tan libre que ni siquiera los abuelos podrían atarla. Sonreí.
—Ella... Era asombrosa. —siguió Charles. —Siempre deseé ser más como ella...
—Ya... Por eso le quitaste a su esposo, ¿no? —contesté nuevamente sintiéndome molesta.
—No, Wanda... Las cosas no son como las piensas.
—Si vas a hablar de ésto intentando hacer que olvide que papá y tú... —me quedé en silencio. Ni siquiera quiero mencionar que la asesinaron. — Mejor vete.
—No, yo... Quiero ayudar. No volveré a mencionarlo. —susurró él y acarició su calva. Brilla demasiado... — ¿Sabes algo? Ella amaba bailar una canción... Yo se la enseñé, me la dedicó el amor de mi vida. —sonrió nostálgico.
—¿Cuál canción?
Tomó mi móvil y de pronto I want to know what love is comenzó a sonar en mi estéreo.
—Ella solía bailarla por horas... Incluso la bailó en su boda... Con tu padre... —mencionó Charles observando el suelo. — Como en un cuento de hadas... Donde la princesa conoce a su príncipe, cuidan del reino... Son reyes y... Tienen a sus herederos.
—¿Y quién eres tú en el cuento? —pregunté al verlo hundido en una tristeza que jamás había notado.
—Dijimos que ya no tocaría el tema. —aclaró. Asentí, tiene razón. —Bebí bastantes margaritas aquél día.
—Muy gay. —me burlé.
—Eres literalmente lesbiana.
Me observó ofendido y ambos comenzamos a reír. Tiene razón en eso también. Soy una jodida lesbiana con problemas amorosos y él un gay con problemas amorosos.
Además a ambos nos odia nuestra familia.
—Somos patéticos. — hablé yo y él siguió riendo mientras asentía. —El amor de tu vida... — me observó. —¿Qué pasó con él?
—Él murió. —balbuceó de forma extraña. — Lo mataron...
—¿Crimen de odio? — pregunté sintiendo lástima por Charles. Él negó.
—Prejuicios... Quiso complacer a todo mundo. Hacer feliz a su familia...
Me quedé callada.
—Es lo que debemos hacer en ocasiones. — hablé yo.
Charles asintió.
—Ya, sobretodo los homosexuales... Es lo que debemos hacer...
Nos quedamos en silencio observando a la nada mientras la canción pasaba.
—¿Sabes? Eres la definición de todo el amor que había entre tus padres. —dijo él. Enarqué una ceja, quise comentar algo al respecto, pero decidí quedarme en silencio para no arruinar la canción. —Eres tan práctica como tu padre y tan rebelde como tu madre. Sus ojos y corazón, eres todo.
Sonreí ante eso.
Ya me gustaría ser algo de mamá. Tener su valentía... Eso me gustaría
—¿Tienes más historias de mamá? —pregunté esperanzada. Él asintió.
Podría oír por horas que hablen de ella.
—Ésta historia es la razón por la que canto en un club los viernes.
—¿Cantas? —pregunté sorprendida.
—Ajá.
—¿Hace cuánto?
—Desde hace dos años, se lo había prometido antes y... Decidí cumplirlo, canto de viernes a lunes por la noche en un club a las afueras de la ciudad... Por si algún día quieres ir.
¡Vaya! No sabía aquello de Charles. No se ve del tipo que canta.
—Me lo pensaré, pero no prometo nada. —advertí y él asintió con un brillo de ilusión en su mirada.
—Bien, entonces... Hace años, estábamos en...
[•••]
Natasha.
—¡¿Qué?! —preguntó un exaltado Clint nuevamente.
—¡Que la dejes acabar la historia, imbécil! —dijo Mariah jalando su cabello.
Vision se encargaba de sus uñas mientras yo acababa todo mi drama romántico, lesbiano adolescente.
—¡Es una idiota!
—Lo es, pero... eso es todo. —susurré. Fuera de la habitación vi a Yelena pasar con su nuevo bolso, lanzó el viejo bajo la cama y se fue corriendo escaleras abajo. Clint cerró la puerta. — Sólo quiero relajarme y olvidar ésto, jamás debí hablarle. Jamás debí tener sentimientos por ella, era una estupidez y acabé lastimada.
—Jamás debiste verla de otra forma. —habló Mariah.
—Me huele extraño todo... —mencionó Vision.
—Uhm, Wanda es así, jamás ha tenido una novia estable. Siempre dice no estar lista y querer conocer gente, no es realmente una santa con las mujeres. —explicó Clint. Tomó mis manos y suspiró. —Lo lamento mucho, Nat. Si deseas que le haga algo a Sherlock, lo haré.
—No vandalismo, por favor. —aclaré y mis amigos bufaron.
—¿No hablaran más? —preguntó Vision y negué.
—¿Lo dices por tu noviecito? —se quejó mi mejor amiga y él negó.
—Thor no es mi novio, y no, no lo digo por él. Me gusta, y somos amigos, pero Natasha también lo es.
—No discutan, lo importante aquí es apoyar a Nat.
Clint detuvo la situación y yo me recosté nuevamente en mi cama. Clint y Vision compartirán el cuarto de invitados, Mariah y yo éste cuarto, mamá y Yelena han ido al parque un rato.
—¿Qué tal te sientes? —preguntó Mariah recostándose a mi lado. Me giré a verla y me encogí de hombros.
—Idiota. Así me siento. Tú me advertiste y yo no quise ver la realidad. Creí que yo en serio estaba conociendo a Wanda y... Lejos de conocerla, estaba... Creyéndome algo que ella no era.
Mariah acariciaba mi rostro de forma dulce mientras mis amigos charlaban sobre otras cosas.
—Ella no te merece, Nat. Mereces a alguien que te conozca bien y sepa... Todo lo que te hace feliz.
—Ya, es que el amor no es algo que quiera seguir buscando... —aclaré. —No lo buscaba tampoco, sé que no soy del tipo de mujer que Wanda...
—Eres el tipo de mujer perfecta, Nat. Me encantaría que lo notaras....
Nos observamos en silencio unos segundos y me sentí extraña. Algo había cambiado en la forma en que Mariah me decía las cosas, pero no lograba entender el qué.
O tal vez quería ignorarlo... Por temor o... Rechazo a aquella idea.
[•••]
Apoyada en el pecho de Mariah, podía oír roncar a Clint. Mamá y Yelena estaba dormidas también en su extremo de la sala. Stark, Mariah y yo permanecíamos despiertos.
—Deberíamos ir a la cama, Nat. —habló Mariah y levanté la mirada extrañada. Quería reírme de aquello. Ella se sonrojó. —Me refería a...
—Hey, sólo bromeaba. —aclaré.
Aquella broma Wanda la habría pillado... ¡Basta, Natasha! Es suficiente, detente. No más Wanda, lo sabes. ¡Natasha mala!
—Vamos. —me levanté y mamá abrió los ojos. Tomó a Yelena en brazos y pasó a despertar a Clint antes de subir las escaleras. Mis amigos fueron a su habitación al igual que Mariah y yo.
Luego de ponerme el pijama me recosté a su lado. Ella me observaba en silencio.
—¿Qué pasa? —pregunté al verla observarme de forma tan fija.
—Te ves preciosa con la luz de la luna entrando por allí... —señaló mi ventana. Sonreí algo nerviosa.
—Mariah... —comencé yo sin saber que decir.
—Déjame decírtelo antes de que el valor se me escape, Nat... —aclaró ella. —Me gustas, y me gustas mucho... No quiero que ésto arruine nuestra amistad, lo he callado por mucho, y te amo como mi mejor amiga, pero me gustas como nadie... Y sé que te acaban de romper el corazón... —siguió ella mientras nos sentábamos en la cama con las luces apagadas. —Pero si me permites esperar a tu lado... si me das la mínima posibilidad o luz de esperanza, juro que me encargaré de reunir cada pedazo de tu corazón roto y unirlo... Hasta que nuevamente lata por si solo...
Me quedé en silencio. Lo que ella decía era lo más bonito que alguna vez alguien ha pensado sobre mí, pero temía de aquella idea.. No entendía la razón... Sólo temía.
—Yo... No sé que decir...
Tal vez temía usarla para sanar mi dolor, tal vez temía no saber si realmente me sentí alguna vez atraída a ella o bajo la luz de la lástima o el conformismo parecía verse más interesante.
—Di lo que desees cuando desees, no te presiono a nada... Necesitaba que lo sepas...
—No confío en lo del clavo que saca otro clavo. —aclaré. Ella sonrió levemente. —Me gustaría que me dijeras que ocurre en tu cabeza...
Ella tomó mis manos llevándolas allí.
—Tu ocurres... Allí. —las bajó hasta su pecho. —y aquí, Natasha Romanoff.
De forma impulsiva la besé cayendo sobre su cuerpo. Mariah sonrió en medio del beso mientras yo pedía a gritos sentirme válida para alguien...
Al menos unos minutos...
Quería cubrir los labios de Wanda con los de Mariah.
[•••]
Wanda.
Me estiré nuevamente y bajé la escalera para prepararme el desayuno. La escalera es bastante amplia, la casa no es gigante, pero está bien organizada. Papá es un excelente decorador de interiores, él decoró nuestra vieja casa y también ésta.
—Buen día.
Pietro se encontraba sin camiseta en la cocina, encargándose de lavar lo que ha usado.
—Hola.
—¿Charles se ha ido? Creí que pasaría la noche aquí. —traté de romper el hielo.
—¿Ya te olvidaste? —preguntó en un tono serio.
—¿Debía hacer algo hoy?
—No. —contestó burlón. —Hablo de mamá.
—No entiendo tu comentario. —aclaré sintiéndome extraña.
—Veo que Charles y tu ya son amigos. Me sorprende lo rápido que has olvidado lo que le hizo a mamá.
Lo observé confundida. Él...
—Tú fuiste quien insistía en llevar todo por la paz.
—Ya, veo que no tienes ideales fuertes, además de que no eres leal a mamá, ya veo porque eres como eres.
Pietro salió de la cocina dejándome allí.
¿He hecho algo malo?
Tiene razón... Charles y papá asesinaron a mamá, no debí... No debí dejarlo entrar a mi habitación por un momento de debilidad. Soy una idiota.
—Pietro. —hablé rápidamente y él volvió a la cocina. —No volverá a ocurrir, yo sé cual es el lugar de Charles y el daño que le ha hecho a ésta familia... —murmuré.
—Ya, eso espero. Es que ya no te comprendo, Wanda. Parece que realmente nos odias.
Negué y él se dio media vuelta.
Yo... Yo no los odio... Haría lo que fuese por mantenerlo feliz.
Preferiría haber sido yo...
Nota de autor:
¡Hey! Buenas noches. Descansen <3
—Codex.
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