13.

Natasha.

Observé el espejo nuevamente. Ni siquiera he hablado con mamá, y Mariah debe estar a diez minutos de llegar.

Observé nuevamente mi vestido, es normal, y luego de toda una semana en la que Wanda me ha evitado, y en la que claramente no he insistido en hablar con ella, supongo que me haría bien sentirme… ¿Linda? No lo sé, mamá decía que debía usarlo para sentirme increíble, porque así se me ve.

Observé mi coleta, sé que tal vez trenzado quedaría mejor, pero aún es algo que puedo decidir de camino a la fiesta, tomé mi abrigo y mis cosas.

Bajé las escaleras y podía oír a Yelena canturrear una canción del televisor, ella ama las introducciones de los programas para pequeños.

—¿Yels y mamá? — pregunté. Ella señaló la oficina de mamá. Era un cobertizo viejo, pero el verano pasado Yelena y yo comenzamos a sacar los juguetes viejos, cosas de papá y todo eso, para poder darle a mamá un espacio de trabajo, ya que siempre debía trabajar en la cocina con nosotras comiendo allí, y luego de que en ocasiones Yelena empapara sus hojas con jugo o demás cosas,  esperaba hasta que estuviésemos en la cama para hacer sus actividades escolares, lo que provocaba que durmiera muchísimo menos. —¿Mamá? — pregunté tocando la puerta de su oficina.

— Adelante. — habló ella. Ingresé y la vi ordenando algunas cosas, se veía en la pared un gran cuadro con la fotografía más linda del mundo según palabras de mi madre. Yelena con una sonrisa que dejaba ver sus dos dientes faltantes delanteros y yo la sostenía en brazos. — ¿Pasa algo, amor?

No levantó la mirada de su trabajo, pero sabía que estaba pendiente, mamá es como una superhéroe, puede realizar muchas cosas al mismo tiempo sin errar en una sola.

—Saldré con Mariah, y con Clint. — hablé esperando que no me viese. Levantó la mirada asintiendo lentamente. — Sé que quizá debí pedir permiso antes de…

—Cariño, tienes derecho a… — levantó la vista para verme. Se quedó callada y una sonrisa comenzó a crecer en sus labios. — Mírate, chica linda… Gírate.

Me sonrojé y traté de negarme, pero ella fue más rápida, se levantó y tomó mi mano, di una vuelta y la vi tomar su móvil. Quería evitarme ésto.

—Cariño, debo fotografiarte, por favor.

—Mamá…

—Natasha, no todos los días te pones un vestido que te hace ver aún más hermosa de lo que ya eres.

Las madres son tan amables…

Es decir, no creo que me vea tan mal, pero decir que me hace más hermosa de lo que ya soy es ser demasiado amable conmigo.

—Mamá…

Me obligó a ponerme junto a la puerta y me tomó tantas fotografías como pudo antes de que Mariah hiciera sonar el claxon de su auto. Agradecí enormemente que mi mejor amiga fuese arriesgada para conducir.

—Debo irme.

—¿Tienes dinero? — asentí. — ¿Necesitas que vaya por ti? Háblame antes de regresar y cuando llegues allí. También si necesitas algo, no dudes en decirlo. Envíame tu ubicación, ¿bien, amor? Estaré pendiente.

—Mamá, debes descansar, además hoy es viernes de películas. Yelena querrá ver algo y luego acurrucarse contra ti para dormir…

—Sí, y amo hacer eso con mi bebé, pero tengo una más grande a la que también debo cuidar, cariño. Puedo dormir hasta más tarde y…

—Mamá, de verdad, no es necesario, sé todo el trabajo que has de tener, ni siquiera te lo dije con anterioridad y yo en serio no quiero que…

Mamá me detuvo y puso sus manos en mis hombros descubiertos.

—Amor, hoy vas a divertirte, da igual si me lo has dicho o no, tú me has ayudado incontables veces, has cuidado de tu hermana y jamás me pediste explicaciones. Por supuesto que quiero que vivas tu adolescencia, te lo mereces, eres una mujer increíble, una niña, hija y hermana increíble. — insistió. No pude evitar que mis ojos se aguaran debido a sus palabras. Mamá tiene aquella manía de volver todo un ted talk. — Te amo, cariño.

—Y yo a ti, mamá.

El sonido del claxon volvió a sonar. Sonreí y me di media vuelta para salir de allí con mis cosas. Mamá me acompañó hasta la salida. Mariah bajó de su auto, y Clint conduciría. El mentón de ambos cayó.

—Nat… — habló Mariah algo nerviosa. Mamá se acercó.

—Cuida de mi muchacha, Hill. — se acercó a ella, susurró algo en su oído y Mariah comenzó a negar sonrojada. — no soy ciega.

Enarqué una ceja y sentí los brazos de mi mejor amigo tomando mi cuerpo y elevándome en los aires.

— ¡Clint, el vestido! — dijo mamá y mi amigo la ignoró. — ¡Clinton Barton!

—¡Clint, mi vestido!

—¡Estás hermosa, me importa una mierda! — dijo él haciéndome reír. — ¡Lo siento, maestra, me la robo!

—Soy tu madrina, Clinton. No soy tu maestra fuera de clases.

Él sonrió y me llevó hasta el auto cual novia luego de casarse.

—¡Cuidado, los amo!

Mamá volvió a casa y Mariah subió en el asiento trasero en silencio.

—¿Sucede algo? — pregunté bajando el espejo del asiento del copiloto. Necesitaba ver mi cabello. Solté la coleta y decidí que usaría una trenza. Clint aceleró y mi amado prendedor acababa de soltarse cayendo bajo mi asiento. Empecé a buscarlo.

—Nat, te ves… — comenzó Mariah y Clint frenó de golpe. Mi mejor amiga se golpeó en el asiento trasero. — mierda, Barton. Voy a matarte. Te he dicho que conduzcas con cuidado.

—Soy el único que beberá hoy, déjame conducir como quiero, ya lo traerás tú a la vuelta.

Giré los ojos y seguí buscando la cinta para mi cabello. ¿Dónde se ha metido? No puedo hallarla.

—Estamos cerca. Les dije que si yo conducía…

—Conduces como la mierda. — se quejó Mariah. Sonreí.

—Ya, pues bájate.

—Es mi auto, imbécil.

—Ambos basta, no encuentro la cinta de mi cabello, no podré amarrarlo y salir.

Levanté la mirada, mi cabello algo corto y despeinado no me gusta. Clint se estacionó y Mariah me observó en silencio. Comencé a frustrarme, ya he arruinado la mitad de la noche con ésto.

—Nat, te ves hermosa. No creo que debas atar tu cabello otra vez…

—Claro que sí, no me veo como me gustaría, no es agradable y…

Clint me observó también y sonrió.

—¿Qué?

—Me gustas, y te besaría. — dijo él. Enarqué una ceja. No se atrevería. — Si estás pensando que no me atrevería te equivocas, soy gay, pero veo bastante bien.

—Yo no he dicho nad…

Me detuvo con sus labios contra los míos. Se separó y bajó del auto. Okay…

—¿Suena extraño decir que ahora sí creo que me veo bien? — pregunté sintiéndome extraña. Mariah suspiró.

—No lo sé, ya bájate.

Bajó del auto, Clint abrió la puerta, estiró su mano y me ayudó a bajar.

Llegamos dentro los tres, uno junto al otro. De fondo sonaba Boulevard of broken dreams de green day, una banda estudiantil parecían ser quienes tocaban la canción. Es la casa de… ¿Thor?

Nos encontramos a Vision en uno de los sofás.

—¡Hey! — saludó y nos acercamos. — Aún no han llegado demasiadas personas…

De pronto el rubio vestido en toga y gritando como un animal se acercó a tomar la cintura de nuestro amigo, besó su mejilla.

—Hola, atractivo muchacho nuevo. Hola, amigas de éste espécimen y Clintoris.

Mi mejor amigo y él se saludaron de una forma bastante agresiva, supongo que así se llevan los deportistas de la escuela…

—¡Eh, yo te conozco, eres la amiga de Wanda! — habló Thor y me sonrojé. — ¡Wanda, ha venido tu chica! Casi no te reconozco sin… El uniforme.

Mariah se cruzó de brazos, levanté la mirada y vi a Wanda vestida con una toga de la misma forma. Todos los deportistas traían algo blanco, noté que Clint traía una camiseta blanca y shorts del mismo color. Wanda realmente parecía una diosa del olimpo, se veía como… Wow. La toga no era la misma que parecía un vestido como la de Carol Danvers, Wanda traía una similar a la de Thor, enseñaba su abdomen marcado, su sujetador deportivo color dorado como las muñequeras y tobilleras que traía, además de un collar con una enorme "M" en el centro. Noté un tatuaje que se veía en el inicio de su muslo pero que estaba cubierto por el short de la parte baja, su toga no se veía abierta en las piernas.

Tragué saliva y aparté la mirada pensando que probablemente parezco una rara observándola fijamente con la baba corriendo por mi mentón.

Wanda levantó la mirada y saludó con un asentimiento de cabeza.

—Bien, disfruten la fiesta, amigos… — habló Thor viendo a Wanda quien iba en busca de una morena a la entrada.

Auch.

—¿Volveré a verte? — preguntó Vision y Thor asintió bastante embobado ante la belleza de nuestro amigo. No lo juzgo, Vision es como nosotros, gafas, cabello despeinado, bastante extraño, pero muy atractivo, su mentón cuadrado, nariz refinada, labios delgados y ojos celestes como el cielo más soleado…

—Vendré por ti en un rato, ¿bailarías conmigo?

Vision asintió y el rubio quien ya tenía una melena bastante prominente se alejó con una sonrisa en los labios.

—Lleva una semana aquí y tuvo novio antes que Mariah. — dijo Clint recibiendo un golpe de mi mejor amiga. — bien, preciosas, me iré en busca de todo el alcohol que mi cuerpo soporte, disfruten de ésta velada.

Sex on fire de Kings of leon sonaba de fondo, aquella canción era la canción de mis padres… [PLAY]

Mi mejor amiga y yo lo vimos desaparecer. Observé a Mariah y ella apartó la mirada.

—¿Sucede algo? — pregunté. Ella suspiró. — ¿No me dirás porque prefieres ignorar a mi persona o ignorar el tema?

—Creo que no debería molestarme, pero… ¿Por qué le crees a Clint cuando te llama hermosa y no a mí? — preguntó tomando sus manos. — ¿Acaso no importa que tan linda te me haces, Natasha?

La observé fijamente.

—No, claro que importa. Eres mi mejor amiga, pero… No lo sé, supongo que… Clint no intentaría ser amable y ya…

—¿Y crees que yo soy solamente amable contigo? — preguntó ella bastante molesta. La música se elevaba. — No entiendes nada, no lo notas… Hasta tu madre lo hace.

—¿De qué hablas? —grité intentando que me oyese. Ella habló y no pude entenderla. — ¡No te oigo!

Levanté la mirada y vi en la planta de arriba como Wanda discutía por el móvil con alguien y colgaba molesta, pasó en medio de muchas muchachas quienes intentaban acercarla a ellas, Wanda se negaba pero ellas insistían, podía notar su incomodidad, no le gusta tanta atención…

—¡No te oigo, iré al baño! — dije yo. — Luego hablaremos.

Mariah tomó mi mano, pero me alejé de igual forma. Dije que debía hablar con Wanda antes de estar toda la noche con ella.

Tomé una copa de vino que había allí y la bebí de golpe, necesito que ésto me de el suficiente valor o estupidez como para hacer lo que deseo hacer.

Seguí a Wanda por la segunda planta, la vi entrar en una habitación y esperé unos segundos, toqué y nadie contestó, ingresé viendo un lugar con una mesa de billar y un oso enorme… La gente con dinero es extraña.

Salió por un balcón, y decidí seguirla. ¿Me estoy dando demasiada vergüenza? Tal vez, tal vez sí.

La vi encender un cigarrillo mientras se apoyaba en la baranda de allí y veía hacía fuera. Subió sobre la baranda, puso sus pies allí y la vi extender sus brazos…

¡Oh, no, no!

Abrí la puerta y salí, al tomarla por la cintura intenté echarnos hacía atrás, ella cayó sobre mi cuerpo y su cigarrillo sobre una fuente donde aparentemente algunos pajaritos iban a beber.

—¿Qué cojones?

Me raspé las rodillas y ella vio sus gafas en el suelo, estaban rotas y también las mías. Joder.

Me las quité viéndola a los ojos, ella tomó mis gafas.

—Mierda, las he roto. ¿Estás bien? — pregunté. Su voz sonaba ronca. — ¿Qué haces aquí? ¿Te he hecho daño?

Negué levemente y traté de rascar mis ojos con el dorso de mi mano, me cuesta enfocar.

—¿Estás bien? Mierda, tus rodillas. ¿Ves bien?

Negué y ella se levantó.

—Espera aquí.

Volvió con mis gafas y algo de cinta, las unió y las puso en mi rostro luego de sentarse en el suelo atrapando su lengua  entre sus labios, es linda concentrada, incluso si la veo borrosa, yo aún algo desorientada agradecí, quitarme las gafas tan de pronto hacen que me maree.

—¿Ya ves mejor? — asentí. — ¿Qué haces aquí?

—Te seguí, quería hablar contigo y… — observé la baranda. Wanda suspiró. — Perdóname por haberte hecho enojar antes, incluso si no entiendo que he hecho mal, no quiero saber que la causa por la que parece que me ignoras es porque…

—Creí que era lo que más deseabas, hablamos pocas veces y dejas clara tu posición sobre quien soy a tus ojos. — mencionó ella.

—No, yo…

—No te culpo. — habló seria. Se levantó nuevamente y me ayudó a levantarme, me obligó a sentarme en un sofá. — ya regreso.

Me senté allí observando el lugar, limpié mis gafas, ella llegó, se sentó delante de mí.

—¿Por qué no me culpas?— pregunté y la sentí soplar un poco antes de comenzar a curar mis heridas. Es como si ella supiese perfectamente cuidar de alguien, no se ve como… Pensaba que era. Es decir, como alguien que acostumbra a que hagan todo por ella…

—Sé como me ven todos. Chica linda, deportista, su mamá muere y es solitaria, misteriosa, todas quieren estar con ella, su vida es fácil porque nadie le dice que no jamás… — habló e iba a interrumpirla, pero no me dejó. — ¿Crees que es así? Claro que sí, pero qué sucede si… ¿No entienden cuando digo que no? ¿Qué sucede cuando yo no quiero? ¿Qué pasa si nunca quiero realmente?

Levantó la mirada, sus ojos verdes estaban aguados. Suspiré.

—¿Crees que yo siempre quiero que cada vez que paso las chicas crean que pueden probar algo de mí? ¿Crees que disfruto que me vean como un objeto?

Negó levemente. Su lengua pesaba. Tiene bastante alcohol en la sangre, y quizá luego se arrepienta de confesarme ésto…

Y creo que ya entiendo en que la he cagado…

—No… Yo no creo que disfrutes eso, tampoco es que te vea como un objeto, Wanda… Eres una chica linda, pero además de eso… Eres amable, y… Es por eso que no quería que las cosas quedaran de esa forma entre nosotras, porque… Siempre tuve una perspectiva estúpida de ti, y eres diferente a eso que creía.

Ella me dejó benditas sobre las rodillas y se alejó levemente. Tomé el valor suficiente para evitar que se vaya sin oírme por completo, no me quedaré tranquila si no logro decirle todo.

—Y entiendo que no me creas, pero Wanda… Realmente creo que eres genial, lamento haber dicho que todos dicen que sí, y lamento haber tenido una pésima perspectiva de ti, no juzgaría jamás que te niegues a lo que te hacen, ha de ser horrible que te vean como un objeto… — mencioné. Ella asintió lentamente. — Lo lamento por haberte hecho pensar que te veía como el resto…

Ella levantó la cabeza, de sus ojos desprendían algunas lágrimas que secó, me dedicó una sonrisa y yo a ella.

Me está sonriendo.

—Gracias por no verme como el resto, Nataska. Lamento haber huido de ti, así resuelvo mis problemas… — susurró y yo solté una risotada. Ella también comenzó a reír.

Nos observamos en silencio, de fondo sonaba alguna canción de cuyo nombre no puedo acordarme.

—¿Estás disfrutando de la fiesta? — preguntó luego de unos segundos sólo observándonos. Agradecí su intervención ya que muy probablemente habría preferido quedarme viéndola de forma eterna.

—No realmente, nunca vine a una, y sinceramente no esperaba terminar rompiendo mis gafas y raspando mis rodillas.

—Siempre alguien acaba con las rodillas raspadas…

Enarqué una ceja. Ella se refiere a…

La vi sonreír.

Oh. Me sonrojé.

—¡Lo siento, no podía no hacer el chiste!

No dije nada.

—Te he incomodado? Lo siento tanto, de verdad lo lamento tanto.

Negué rápidamente.

—Hey, no, todo está bien, no te preocupes. Me ha costado entender la broma, pero no me molestan…

Ella suspiró.

—Mis amigos y yo tenemos un humor algo neandertal, lo siento por ello, no quiero ser molesta.

—Nunca lo eres. — sus ojos brillaron de forma especial. — De verdad nunca lo eres.

—¿Por qué no traes coleta? — preguntó y suspiré.

—Perdí mi cinta, y me veo horrible de ésta manera, además de sentirme incómoda…

—¿Necesitas otra? — revisó sus bolsillos y sacó una la cual vi con ilusión. — ¿Puedo?

Asentí sin entender a qué se refería, se puso de pie y tomó mi cabello, de forma suave pasó sus dedos entre los mechones.

—Te ves linda con el cabello suelto, pero si no te gusta… — lo ató y luego con una de sus manos soltó dos mechones pequeños dejándolos colgantes. — Podrías probar esto, mírame.

Tomó mi mentón de forma suave y levanté la mirada, ella sonrió.

—Linda.

Tragué saliva y observé la luna. El frío me heló un poco.

—Tengo mi chaqueta de cuero dentro, ¿la quieres?

Oh, Dios. ¡Piensa rápido, Natasha! Si aceptas, dirá que entren y no volverán a hablar, quizá si te niegas decida quedarse.

¡¿Y qué harás si decide quedarse?!

—No tengo muchas ganas de entrar, sinceramente.

—Te la traeré, no debemos entrar, tampoco tengo muchas ganas de estar allí, he bebido bastante y el aire me ha hecho mejor. ¿Deseas beber algo aquí?

—Una coca cola.

—Ya regreso, señorita Romanoff. — habló y se detuvo. — Es decir, maestra Romanoff.

Sonreí.

—Fuera del trabajo no soy tu maestra.

Ella se giró y me dedicó una sonrisa que me provocó una serie de emociones que recorrieron mi cuerpo entero.

¿De verdad ésto está ocurriendo? No me quiero venir arriba, pero es que… Es ella, y parece una película, casi una obra maestra… Como todos los romances debiesen empezar, y aún así me sigue pareciendo absurda y vergonzosa la idea de creer que en algún momento ella podría verme de forma romántica… Es Wanda Maximoff…

Y yo sólo soy yo.

No dejaría que una posible amistad se arruinara por mis estúpidos sentimientos…

—Me encanta esta canción. — habló. De fondo sonaba sex on fire nuevamente.

—Es la canción de mis padres. — hablé yo. — La bailaron el día en que se conocieron.

Ella dejó las coca colas sobre la mesa de cristal y estiró su mano hasta mí mientras dejaba la puerta corrediza abierta.

—¿Te gustaría bailar conmigo?

—Yo no sé bailar.  — aclaré. Ella se encogió de hombros.

—Ni yo.

Bien, la vida es una y… Oh, qué diablos, no volveré a bailar con el amor de mi vida.

Tomé su mano y ella me ayudó a levantarme. Comenzamos a saltar de forma graciosa mientras ella tomaba mi cintura y me acercaba a ella.

—Tus padres tienen buen gusto musical.

—Gracias.

Sonreí. Es cierto, mamá tiene un buen gusto musical, creo que eso logró que ella y papá se entendieran bien, aunque claramente su relación no era lo que debía ser, las edades eran demasiado lejanas… No debían estar juntos. Mamá era sólo una niña cuando se quedó embarazada.

—Wanda. — hablé mientras ella seguía girando emocionada. Sonreí. Se le ve más feliz en éstos momentos. — Wanda.

Ella negó y tomó nuevamente mi cintura haciéndome girar con ella.

—Silencio. — habló con un gruñido que se me hizo la cosa más sexy además de adorable que he oído en mi vida. — Disfrutemos.

Seguimos bailando mientras la canción sonaba. Ella se veía relajada, no alcoholizada y molesta, o deprimida como hace unos minutos. Ella se veía mejor luego de nuestra charla.

—¿Lo disfrutas?— grité mientras ella seguía mirándome y yo me tomaba desde su cuello para no caer ante tantas vueltas.

—Mucho. Gracias.

La canción acabó y ambas nos detuvimos en silencio, agitadas, nos observamos. Ella observó mis labios y yo los suyos, tuve miedo en ese momento, me acerqué a ella y apoyé mi rostro en su pecho con la excusa de descansar.

—También me he cansado, debemos sentarnos.

Nos sentamos la una junto a la otra, ella subió los pies al sofá y descorchó las bebidas.

—Bien, entonces eres mi maestra otra vez. — asentí feliz de oírla. — ¿Te parece que nos conozcamos mejor? Es decir, sé muy poco de ti y tú…

—Y yo ahora sé mejor lo que debo saber de ti, y he cambiado toda mi perspectiva sobre ti.

Dicho ésto ella observó sus manos cual niña pequeña con una sonrisa dibujada en los labios.

—¿Qué quieres saber? — susurré recuperando el aliento luego de beber coca cola y que el gas me quemara la garganta.

—¿Qué te gustaría decirme sobre ti?

—No soy demasiado interesante…

—Yo creo que lo eres.

—Ni siquiera me notabas antes de que Clint nos presentara… — aclaré y me arrepentí, pero ella no lo hizo incómodo.

—Touché, pero en mi defensa… Todas las mujeres a las que conozco han intentado acostarse conmigo… Y… Uh… — se sonrojó. — Pocas veces las recuerdo, pero todas lo han conseguido, luego dejamos de vernos…

Suspiré.

Le es difícil hablar de ello.

—Bien, pues conmigo no te has acostado y no es por eso que no me recuerdes, simplemente soy… Algo invisible.

Ella negó.

—Mi entorno y el tuyo son diferentes. Debe ser eso, de no ser así, te habría notado.

Claro, ni siquiera me veía cuando nos presentaron, su vista estaba clavada en Mariah. ¡No estoy molesta! Es sólo que… Claro que me habría gustado ser tan bonita como para que me note.

—Wanda, por favor, he visto cómo veías a Mariah el día en que nos presentaron.

—¡¿Qué?! ¡Oh, vamos!

Enarqué una ceja y ella se quedó en silencio.

—Bien, en mi defensa, tengo muchos traumas y los soluciono intentando elevar mi ego.

—Eres bastante sincera.

—Extrañamente… No me cuesta demasiado contigo, quiero creer que es el alcohol y no que de ahora en adelante iré por la vida diciéndote todo lo que hago.

—¿Debería sentirme especial?

—Ya, es que ya eres la maestra Romanoff. Eso te hace especial, eres la única persona que no me ve con aquellos ojos…

—¿Qué ojos?

—Como si yo fuese intocable, o casi algo plástico…

Negué levemente.

—No te vería así… Pero sí debo admitir que me parece extraño estar hablando contigo… No creí que alguna vez ocurriría.

—¿Pensabas en mí antes de conocerme? — bromeó con una sonrisa coqueta dibujada en sus labios delgados. Me sonrojé y traté de negarlo mientras me trababa. Ella comenzó a reír. — ¡Es broma!

Suspiré. Joder.

—Ya basta de tus bromas, Wanda.

Ella hizo un puchero y giré los ojos con una sonrisa.

—Eres mala conmigo.

—Te lo buscas. — bromeé y ella me enseñó la lengua. — Bueno, vete buscando otra maestra.

—¡Lo siento!

Comencé a reír y ella gruñó en respuesta mientras se cruzaba de brazos.

—Basta de manipularme.

Sonreí.

—No lo hago, es broma.

—Ajá.

—¿Por qué no es una broma cuando yo lo hago pero si cuando tú lo haces?

—Porque yo he inventado las bromas. Son mías.

—Sí, claro.

—Es verdad, googlealo.

—No, estás mintiendo.

—Tú estás mintiendo. — insistió.

Sonreí. Ella también sonrió.

La noche pasó entre eso, una charla entre ambas que me hizo sentir la chica más afortunada del mundo. Wanda Maximoff acababa de compartir su tiempo en una fiesta conmigo, acababa de hacerme reír y de reírse de mis chistes. Sonaba como una comedia romántica…

Lástima que la única enamorada aquí soy yo.

Y siempre será así.

—Gracias por dejarme compartir esta noche contigo, Nataska. Ha sido una fiesta mejor que las que alguna vez he vivido.

Dicho ésto, me dejó subir al auto de Mariah quien iba en silencio. Se despidió con un beso en mi mejilla.

—Tu chaqueta…— hablé e intenté quitármela. Ella negó.

—Dámela el lunes, o antes si concretamos lo de las clases…

Me sonrió y yo a ella.

Se alejó y Mariah partió el auto. Clint iba durmiendo bastante ebrio, Mariah iba con la mirada fija en la calle y yo acaricié la tela de la chaqueta de cuero. Olí levemente su perfume impregnado en ella.

Huele delicioso, hay algo de cigarrillo mezclado en su aroma.

Huele a… Una chica linda.

Nota de autor:

¡Hey! Feliz cumpleaños cofieflores998 <3

¿Cómo están hoy? Hice el capítulo largo para no hacer dos y hacerlxs esperar, ¡nos leemos mañana!

—Codi.

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