Extra Pelea Familiar
Pelea familiar
Creo que esta es una de las peleas más fuertes que he tenido en toda mi vida.
- ¡tienes que volver niñita! – dijo Gill
- ¡no quiero! ¡prefiero que me muelas a golpes o que me apuñales, o que me hagas lo que se te venga en gana! Pero me rehúso, me niego a volver con ustedes malditos.
- ¡no te atrevas a hablarme así! – Gill corrió y me golpeó en el abdomen varias veces, esto no era una pelea jodidamente justa. Estaba atada de las manos a unas cadenas que cada vez se calentaban cuando me movía o intentaba hacerle daño a Gill. Ella comenzó a patearme en las costillas, ya no las sentía, sentí como un dolor realmente me recorría todo mi torso. Empezaba a costarme respirar, demasiado.
- E-esto no es justo – dije ocultando mi rostro
- ¿crees que me interesa?- escuché como agarraba una varilla de metal. Alcé la vista y era considerablemente gruesa, se veía pesada.
- ¿me golpearas? – ella asintió con una sonrisa.
- Hasta dejarte como lo que eres... un vil gusano, una escoria en el mundo, una cosa que no vale la pena – sonreí. Sé que lo soy, siempre lo supe. – pero no lo haré yo – alcé la vista. – lo hará tu padre.
Marius apareció con una sonrisa sádica en sus labios y agarró la varilla bruscamente.
- Hemos sido muy blandos – dijo, yo sonreí.
- Creo que si – me traté de estirar pero las cadenas me apretaban y me quemaban.- ¿por qué no hicieron esto antes?- ellos se miraron y seguí sonriendo- supongo que no hubiese sido tan divertido golpear a una niña de cinco años... se hubiese muerto muy rápido. – sonreí- aunque se hubiesen ahorrado energía, tiempo, y dinero, lo que más les interesa – sentí el primer golpe en mi espalda baja, se escuchó como algo se rompía, grité.
- Sé cómo no dejarte invalida, pero también sé cómo hacer para que sufras y ruegues por tu muerte. – sonreí.
- Siempre rogué en mi vida, no haría la diferencia Marius si lo hago ahora o no – sonreí de lado. Otro golpe en mi costado- ¿lo disfrutan? – pregunté y lo único que recibí fue otro golpe en las piernas, escuché como se rompían. Luego golpearon mis brazos y después mi cabeza, no recordé nada, absolutamente nada.
Me removí un poco y desperté en un hospital, me dolía todo, era lo más normal, a pesar de ser una semi demonio, dolía demasiado.
Mis piernas estaban suspendidas, mis brazos estaban envueltos en yeso, mi cabeza tenía una venda y tenía un lado rapado.
Maldije.
Un doctor entró y sonrió aliviado.
- Es un milagro que estés viva – dijo con una sonrisa - ¿Cómo te sientes?
- Como la misma mierda – dije, el sonrió y se sentó cuidadosamente a mi lado.
- Es entendible. No sé cómo alguien pudo causarse tanto daño al caerse de unas escaleras. – reí, es la excusa más barata que han utilizado.
- Que excusa más estúpida y sin sentido. – dije fríamente – supongo que eso se lo dijeron mis padres – asintió- ¿ellos ya no están cierto?- pregunté ilusionada de que la respuesta fuera que se habían largado
- Están en la sala de espera, se notan... - lo callé.
- Usted es el único que va a saber, y si sabe guardar el secreto, lo compensaré, le ayudaré con lo que necesite, con lo que más anhele... necesito que me haga dos favores.
- ¿Cuáles? – preguntó un poco precavido.
- Recéteme unos antidepresivos y ayúdeme a escapar – dije el frunció el ceño.
- ¿Qué ocurre? – rodé los ojos
- Solo ayúdeme – sonreí, ya había revisado en sus pensamientos – sanaré a su hija si me libera – dije fríamente – simplemente haga lo que yo le dijo
- ¿c-como sabe de m-mi...? – sonreí
- No hay tiempo de explicaciones, solo le digo que la curaré si me ayuda- el asintió e hizo lo que le dije.
- Debo decirte algo.- dijo antes de levantarse.
- Tus ovarios quedaron destrozados, ya no puedes producir más óvulos.
- Eso quiere decir que...
- No podrás tener hijos – dijo un poco triste. En cierta forma me entristece, no podré formar una familia y hacer todo lo contrario a lo que me hicieron a mí, no podré vivir en carne propia lo que significa ser mamá una buena mamá... maldita Gill, maldito Marius.
El doctor me recetó los antidepresivos y antes de irme me reuní con mis padres.
- Qué bueno que ya estés recuperada cielo – dijo una sobreactuada Gill
- Nos tenías preocupados.- sonreí al escuchar a Marius hablar así.
- Lo siento chicos pero... - rompí sus piernas y ambos cayeron – es mi turno de divertirme.
Partí sus brazos, agarré dos termómetros de mercurio que estaban en la mesa contigua a mi camilla y se los metí a cada uno un termómetro en la boca, lo partí e hice que se bebieran él mercurio.
- Son demonios, se recuperaran pronto – arranqué el yeso de mis extremidades y salté por la ventana. Abajo me esperaba el carro del doctor y me llevó al lugar donde le dije. Le ayudé a hacer la cura de su hija y me fui, desaparecí de allí... como siempre debió ser.
Sebastian
- ¿Cómo no murieron? – preguntó acariciándome el cabello
- Son demonios Sebastian, se necesita más que unos termómetros para matarlos y lo sabes – él sonrió. Y me dio un beso en la frente
- ¿y qué hiciste después?
- Me enteré de que en el instituto al que iba a asistir había un demonio, así que te investigué.
- Sabía que te gustaba – sonrió
- No lo sabias
- Pero lo sospeché – lo besé ligeramente en los labios
- Posiblemente...
:Ci
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