Extra ~ Su hermano (2)
Después del excelente recibimiento, el hermano de Marlene, manteniendo una bolsa de hielo sobre su mano que le había dado Aleix, seguía mirando a su hermana con rencor. Por su parte, seguía sin verse arrepentida.
—¿Vas a seguir actuando como si tuvieras la razón? —Aleix la riñó una vez más como si fuera una niña.
—¡Ya te dije que tengo mis razones! —replicó Marlene, insultando a su hermano en susurros.
—Sus razones son: rencores de infancia —explicó su hermano, mirándola con fastidio. —Cielos, pensé que el matrimonio y la maternidad te habrían hecho madurar, pero no. Continúas siendo la misma insoportable de siempre.
—¡Cállate! —le acribilló con la mirada — ¡Fue un infierno tenerte como hermano!
Aleix apenas se mantenía como espectador. No comprendía por qué Marlene detestaba tanto a su hermano.
—Aleix, no debiste dejarle entrar.
—Si no lo hubiera hecho, habrías matado a tu hermano.
—Qué exagerado. Solo quería convencerlo a que se fuera.
—Sin un brazo.
Marlene encogió los hombros, restándole importancia. ¡Había enloquecido! ¿Cómo era capaz de hacerle daño a su hermano apropósito?
—Perdona su actitud —se disculpó en su nombre, cosa que a ella no le gustó en lo absoluto.
—No te preocupes. Es natural que actúe de esa manera —esbozó una sonrisa de burla. —Las mujeres como ella, que no gozan de buenos atributos, están enojadas todo el tiempo. Es su manera de desahogarse.
—¿Qué? —Aleix le miró como se mira a un idiota.
Porque lo era.
—Ahora me arrepiento de haberte dicho tantas veces que eres un degenerado. Lo siento —acarició el cabello de su marido. —Comparado con él, eres un santo.
—Déjate de tonterías —su hermano dejó la bolsa con hielo encima de la mesilla de centro y se paró frente a Marlene, a pesar de que lo miraba con sed de sangre. —No vine para visitarte. Solo quería invitarte a mi boda.
—¡¿Boda?! — gritaron Aleix y Marlene al unísono.
—No tenía la intención de invitarte, la verdad —les tendió dos invitaciones —, pero nuestros padres me lo pidieron, a pesar de que tú no me invitaste a la tuya. Sin rencores.
—Es muy amable de tu parte —rompió la invitación frente a sus narices —, pero estoy demasiado ocupada escribiendo.
—Qué tonta eres. Encima que vengo expresamente a traerte las invitaciones. En fin, tampoco es que me importe.
Marlene pensó que ya se iba, pero le entregó otro papel. Pensó que se trataba de otra invitación para la boda, pero no.
—No pienso hacerme un aumento de pecho, idiota —hizo una bola con el folleto y se la tiró a la cara.
— ¿Aumento de pecho? ¡¿Estás de broma?! —solo a Aleix se le ocurriría agarrarle los pechos frente a su hermano —¡Estos limones son más jugosos que todos los melones que he probado!
—Eh...
El hermano de Marlene no supo qué decir, apenas los miró con una mueca de desagrado y se marchó sin siquiera decirles adiós.
—Eh, ¿por qué os lleváis tan mal? —preguntó en un intento por dejar de sentirse incómodo.
Incluso él admitía que había exagerado, aunque a Marlene le daba igual. Había conseguido que se fuera, así que le estaba agradecida.
—Cuando éramos más jóvenes, siempre se metía conmigo porque no tengo grandes atributos, y también porque—su voz se llenó de más rencor—, me quitaba los libros y los arrojaba al barro solo para fastidiarme. Además, siempre que hacía algo malo, me culpaba a mí, y sonaba tan convincente que mis padres le creeían. Por su culpa me castigaron muchas veces.
A decir verdad, a Aleix tampoco le había caído bien. Era el típico chico guapo y creído que se cree el ombligo del mundo.
—Eh...
¿Era normal sentirse identificado?
—¡No! ¡Ni hablar! ¡Yo no soy como él! —exclamó asqueado.
—Tranquilo, no lo eres —Marlene le pinchó la mejilla derecha con el dedo índice y le miró con una sonrisa. —Si fueras como él, jamás me habría casado contigo.
—¡Ay, Marlene! —comenzó a llenarla de besos.
Marlene sabía que no debería exagerar a la hora de halagarlo, porque después no la dejaría leer en paz.
—Ya, ya —lo alejó con ambas manos. —Déjame leer en...
En cuanto le vio quitándose la camisa, la boca se le llenó de saliva. ¿Por qué la excitaba tanto el solo hecho de verlo sin camisa? ¡Si lo había visto mil veces!
—¿Lista para entrar al lado oscuro? —pasó la lengua por el labio inferior seductoramente.
—No tengo ganas —se hizo la dura.
—Sí, sí, seguro...
No tuvo que esforzarse mucho para hacerla caer en tentación.
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