Especial año nuevo con Aleix y la ñoña ⛄

Los resoplidos eran constantes desde buena mañana. Alguien se había despertado con el pie izquierdo. Se suponía que la magia de la navidad y los bellos regalos literarios que había recibido, habían logrado apaciguar la fiera que se ocultaba en aquella ñoña, sin embargo, Marlene detestaba las tareas del hogar; y más la limpieza a fondo.

—OMG! — sus ojos se descolocaron al ver la camada de polvo que estaba sobre lo alto del armario. Marlene deslizó el dedo índice, trazando un camino — ¡Joder! —se quejó, al mismo tiempo que hundía el paño sobre la camada y estornudó tan fuerte que la silla en la que estaba de pie se tambaleó.

Sumida en sus quehaceres, vio un bulto encima del polvo. Por un momento pensó que se trataba de uno de aquellos libros que quiso desechar, pero que Aleix había guardado.

Estiró el brazo y se sorprendió al no sentir ninguna pizca de polvo sobre la superficie plana del libro, pero mayor fue su sorpresa cuando vio que era un diario con candado.

—¿Aleix tiene un diario? —se interrogó, incrédula, observando la tapa dura de color negro. De inmediato sintió una terrible curiosidad. — ¡Ábrete! —le exigió al candado, tirando de él con fuerza. —¡Maldita sea!

De un salto, bajó de la silla y fue a la cocina. Abrió cajón tras cajón hasta que encontró una herramienta con la que trató de manipular el cerrojo.

Media hora después, el candado se rompió y Marlene esbozó una enorme sonrisa.

El diario comenzaba un trece de noviembre de hace ya veinte y seis años.

Hoy he estando jugando videojuegos con mi amigo Jack hasta que nos hartamos. Después salimos a dar una vuelta por las calles nevadas de la ciudad y Jack se puso a construir un muñeco de nieve. Al principio me burlé de él, pero no tardé en echarle una mano. Fue bastante divertido, la verdad.

—No puede ser... —los ojos de Marlene se llenaron de lágrimas —mi esposo un día fue normal...

Era veinte y seis las páginas que habían sido ocupadas por las experiencias del Aleix inocente. Hasta que llegó el día en el que el menor de tan solo catorce años, comenzó a sentir interés por el mundo de los adultos.

Concretamente, el catorce de agosto, en sus vacaciones de verano.

Era la primera vez que una joven se le acercaba tanto. Su amiga Lucía, le miraba como si quiera devorarlo, haciendo que Aleix se sintiera sumamente incómodo.

—Lucía, ¿no vamos a estudiar? —trató de distanciarse de ella, pero lo retenía del brazo.

—Sí, pero antes me gustaría probar un juego que le encanta a mi hermana —le susurró al oído, imitando a su hermana.

—¿Y de qué se trata? —preguntó, a pesar de temer la respuesta.

Entonces, ocurrió, Lucía le besó inesperadamente, robándole así su primer beso.

La presión de sus labios, despertó una parte que hasta aquel momento desconocía de sí mismo. Los primeros segundos fueron de desconcierto, pero no tardó en ser dominado por el deseo, así que le tomó el rostro con ambas manos, profundizando el beso.

De todos modos, pensó que aquello no iría a más, pero estaba equivocado. Lucía se quitó la blusa sin pena alguna y exhibió su sostén rosado.

—¿Te gusta? —estiró ligeramente un tirante del sostén, encantada con la expresión atónita con la que la miraba.

Aleix asintió, excitado, haciéndola reír. Aunque no se rio por mucho tiempo, porque el deseo por pecar era más fuerte.

—¡Les traigo la leche y las galletas...! ¡Ah!

La madre de Lucía dejó caer la bandeja con los alimentos en cuanto se deparó con Aleix semi desnudo, acostado sobre su pequeña.

***

—¡Ha sido ella! —gritó Aleix por enésima vez, después de haber sido expulsado de la casa de mala manera.

—¡Cállate! —le ordenó la mujer, roja del enfado — ¡No quiero volver a verte cerca de mi hija!

—¡Pero-!

Aleix estaba dispuesto a relatarle todo lo sucedido, pero desistió de la idea cuando la mujer le lanzó todas sus cosas a la cara. Era evidente que no le escucharía después de que Lucía se hubiera puesto a llorar y le hubiera dicho que se le había lanzado encima.

Desde ese entonces, perdí el control de mis hormonas. No había llegado a copular, y eso me dejó bastante frustrado. No podía pensar en nada más. Si no terminaba con lo que había empezado, no iba a poder centrarme en nada más.

Es por eso, que al día siguiente, busqué a mi ex amiga Lucía. La encontré conversando con su grupo de amigas, y sin decirle nada, la arrastré hasta el almacén del gimnasio.

Al principio se hizo la estrecha y me amenazó con delatarme a su madre, sin embargo, no tardé ni cinco minutos en hacerla cambiar de actitud.

Cualquiera creería que aquel era el comienzo de un bonito amor de juventud. Eso fue lo que creyó Lucía, hasta que me vio días después morreándome con su mejor amiga, y aunque me insultó bastante, no me sentí mal en lo absoluto. Se lo merecía.

Después de aquel acontecimiento, las páginas estaban repletas de escenas lujuriosas. A Marlene le estaba asqueando tanto aquella lectura que estuvo tentada en hacer cenizas aquel diario. Sin embargo, al pasar página, cambió de opinión.

El día en el que se conocieron.

Hoy está lloviendo. Mis pectorales: ¡perfectos! Mis glúteos: ¡firmes y robustos! Mi rostro: no existe ninguna palabra perfecta para definirlo.

Ah... ¡Soy perfecto!

Decidí salir a dar una correría para mantener mi hermoso físico en forma.

Entonces, comenzó a llover con mayor intensidad y tuve que resguardarme en la parada de autobús. Allí conocí a una muchacha desaliñada que estaba leyendo, y se me ocurrió ligar con ella, solo porque sí y, ¡se atrevió a ignorarme! ¡A mí! ¡Está claro que no podía dejar las cosas así!

Marlene sonrió y siguió con la lectura, entusiasmada de poder leer todos los pensamientos que Aleix tuvo en sus encuentros.

—¡Buenas noches! —exclamó Aleix al entrar en casa.

Camino al dormitorio, se encontró con su hija Mavis y con su pequeño Alejandro, quienes estaban viendo una película animada.

—¡Buenas noches, cariño! —se aferró a la espalda de su esposa como una garrapata en cuanto la vio —¿Marlene

Que ella no le hubiera empujado o protestado solo podía significar un mal presagio.

—¿Sabes? Me acuerdo del día en que me robaste mi diario — Marlene, con toda satisfacción, le enseñó su diario.

—No puede ser... Pensé que lo había escondido bien —Aleix no era alguien que se ruborizara, pero lo hizo, y más cuando Marlene se rio. —¡No te rías de mí!

—¡No puede ser! —se cubrió los labios con una mano — ¿Mi marido también se sonroja? ¡Vamos, déjame ver tu bonito color! —se arrojó sobre Aleix, iniciando una batalla para poder verle la cara; y de paso tirarle una foto para guardar aquel momento histórico.

***

—Otro año que se acaba...

Aleix se desplomó sobre el sofá junto a sus dos hijos.

—Ah... Qué grande y hermoso soy. No solo he logrado tener dos bellos hijos, si no que encima son de mi querida ñoña.

Se le habían subido los humos debido a la dosis de mimos que Marlene le había dado.

—Sí, ya. ¡Cállate, que no me dejas leer!

Aunque después de aquel milagro, Marlene volvía a ser aquella persona a la que únicamente le interesaban las letras.

—¡Feliz año nuevo! —chilló en cuanto comenzaron a sonar las campanadas en la televisión.

—¡Cállate, estúpido!

Marlene se asustó tanto que sin pensarlo le tiró el libro a la cara.

Menudo comienzo de año para el pobre Aleix.

—¡Mamá! ¡¿Qué hiciste?! —Mavis sufría una crisis de nervios. Aunque sacudía a su padre por los hombros y le daba palmaditas en la cara, no despertaba. Su madre le había dejado en estado K.O.

—Cielos...

Mavis se quedó estupefacta cuando vio a su madre entrando en su habitación, probablemente para poder leer tranquila. ¡¿En serio no le importaba el estado de su padre?!

Aunque más atónita se quedó cuando regresó minutos después.

—¡Ho, ho, ho! —Marlene sacudió una pequeña campanilla. Se había puesto un vestido rojo navideño extremadamente corto, unas botas polares y un coqueto gorrito de Papá Noel. —Este año mi querido esposo se portó muy bien —le señaló con la campanilla. — Así que he pensado en darle un regalo suculento.

Aleix seguía tendido como un muerto.

—Oh, ¡no me lo creo! —fingió sorprenderse —¡Estoy a dos centímetros de enseñar las braguitas! —agarró el extremo del vestido y lo estiró para abajo, fingiendo apenarse —¡Qué vergüenza!

—Mamá — Mavis sintió mucha vergüenza ajena —, deja de hacer el tonto. Papá está...

Hace apenas unos segundos estaba allí, pero ya no estaba...

Su padre había despertado y estaba debajo de Marlene, observándole las bragas con una sonrisa de satisfacción.

—¡Papá! —se puso roja del coraje y la vergüenza.

—¡Ah, las braguitas de Marlene tienen renos estampados! — exclamó riendo como un bebé.

—Y también tiene una colita peluda —Marlene levantó el vestido para que él la viera. —No sé para qué inventan estas bragas y estas ropas tan estúpidas. Aunque lo que menos entiendo, es como te alegra tanto que me las ponga.

—¡Estás muy linda! —se alzó de repente, para poder admirarla desde todos los ángulos.

—Paren ya... —les pidió su hija, más apenada que nunca.

Era una suerte que su hermano estuviera muy entretenido leyendo un libro con ilustraciones.

—Era la única forma de revivir a tu padre —le explicó su madre, encogiendo los hombros.

—Por cierto, me duele la nariz —se quejó Aleix con casi diez minutos de retraso.

—¿Y ahora te quejas? Papá, no tienes remedio...

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