Especial ~ 2 -¿Aleix saldrá vivo de esta?
Escrutaba por la vitrina como una acosadora. A través del cristal, podía divisar a su hombre sentado, aguardando a su cita con una sonrisa.
Marlene estaba sedienta de sangre. Quería abalanzarse sobre su marido y arrancarle la virilidad a mordiscos, y eso habría hecho si no fuera por la intervención de Ángela, la cual la había ablandado ligeramente al mencionar un supuesto "plan".
Ya llevaban más de media hora esperando allí afuera, y aunque hacía frío, Marlene estaba bañada en sudor. La sangre le hervía, la respiración continuaba saturada y su mente parecía una bomba parpadeante que amenazaba con explotar de un momento para otro.
—Qué estamos haciendo? —decidió cuestionarle a Ángela, después de una eterna espera. Ya no estaba lucida en aquellos instantes.
Incluso ya había pensado en la idea de asesinar a Ángela para poder abalanzarse sobre su principal objetivo.
La sonrisa que en los labios de Aleix se apreciaba en aquellos instantes, prendía más la sofocada llama que se ocultaba en su interior.
Ángela tembló al escucharla y se aferró al celular como si este pudiera protegerla en caso de necesidad.
—Espera solo un momento. Ya está a punto de llegar —su voz temblorosa quiso sonar suave, como una caricia para amansar al feroz animal.
—¿Quién?
—¡Ya estoy aquí!
La cuestión quedó suspendida en el aire con la aparición de una muchacha de perfectos rizos castaños y unos increíbles iris esmeraldas que eclipsaron lo restante de su persona. Era un poderoso imán.
—Pero, esta chica es...
—Ella es Esmeralda, una amiga mía —la presentó Ángela. —Y ella es Marlene.
—Es la de la foto —la identificó.
Ya no podría olvidar aquella cara. Era a aquella muchacha a quién Aleix esperaba ver. Era con ella que...
De repente, un odio injustificado nació en su interior y sus ojos se convirtieron en dos armas que apuntaban a la desconocida.
—Ángela, no puedo creer que Adler realmente haya caído en este plan. Pensé que era un buen tipo —comentó Esmeralda con decepción, y apoyó una mano sobre un hombro de su amiga.
—Oh, no. Adler apenas me dejó en visto...
Ahora, Ángela se sentía aliviada por ese lado. Comprendía que aunque su novio fuera un dolor de cabeza, al menos la respetaba. Era como decía Marlene, él no perdería el tiempo con segundos amorios. Era un milagro que le hubiera dado a ella una oportunidad para entrar en su vida.
De repente se bajó de su nube.
Marlene echaba chispas.
—¿Entonces por qué me llamaste?
—Por su marido. Él sí ha caído en la argucia.
La mirada verde de Esmeralda barrió el aire hasta llegar a Marlene, la cual tenía un horrible maquillaje natural de venas por la frente, un importante ceño y unos labios desfigurados por las emociones negativas que la invadían en aquel instante.
—Pero... Espera, ¿has usado mis fotos para hablar con otros?
Esmeralda arrugó la punta de la nariz, luciendo notablemente molesta.
—Te dije que solo podías usarlas con Adler.
—Ya...
La azulina mirada de Ángela se perdió en la lejanía.
No podía sentirse más culpable. Eso se lo podía asegurar a cualquiera.
Esmeralda soltó un largo suspiro y meció en la cabeza en desaprobación.
—Y bueno, dices que su marido me está esperando...
—Exacto. Mira —apuntó con el índice al interior de la cafetería. —¿Ves el chico de traje negro sentado en la esquina? Ese es.
—¿Qué?...
Los ojos de la mujer parecieron salirse de sus cuencas.
—¿Me estás diciendo que aquel cañón es tu marido? —le cuestionó a Marlene con notable estuperfacción.
La ñoña apenas blanqueó los ojos.
—Ese es —respondió Ángela por ella, agarrándole a su amiga de la muñeca para atraer su atención.
Esmeralda tragó profundo, viendo embelezada a aquel hombre que parecía sacado de una película, tomándose un café. No solo era su aspecto, si no también su forma de moverse, de sonreír...
—Vaya, en mis veinte y cinco años de vida, jamás había estado en presencia de un hombre tan increíble.
—¡Céntrate! —Ángela la golpeó en el hombro.
Marlene a duras penas podía permanecer parada. Las palabras de Esmeralda solo la calentaban más. ¡Había que bajarle la temperatura con suma urgencia!
—Qué sí. Qué sí.
Esmeralda se enderezó la falda roja y se encaminó hacía su objetivo. A medida que se acercaba, su taconeo se volvió menos constante y más torpe. Ella siempre había sido una mujer muy segura de sí misma, pero nunca antes había estado en presencia de un hombre tan especial.
—Buenas noches —le saludó con una sonrisa coqueta.
Pero en cuanto la mirada azul de su acompañante se centró en ella, se sintió desfallecer.
—Buenas noches.
¡Pam! Un golpe sonoro se escuchó en el interior de su pecho. Era demasiado para ser real.
Esmeralda tuvo que morderse el labio inferior antes de proseguir.
—Es un placer conocerte, Aleix.
Se sentó frente a él, manteniendo viva la sonrisa en sus labios rojizos.
Aleix le devolvió el gesto.
—El placer es mío.
—Te agradezco que me respondieras. Jamás pensé que lo hicieras, ya que tienes muchas fans en la página. Ni siquiera puedo enviarte solicitud —hizo un pequeño puchero que enfatizó la sonrisa de Aleix.
—¡Ya no puedo más!
Marlene ya había estallado. ¡Ahora sí que no podría mantenerse allí quieta como espectadora! ¡Ya no había necesidad de más pruebas! ¡Aleix era un maldito infiel y merecía ser castigado!
—¡Espera, Marlene! — Ángela la retuvo por los hombros con todas sus fuerzas, y aunque Marlene era una flacucha holgazana, en aquellos instantes parecía tener fuerza de deportista.
—¡¿A qué?! ¡¿A qué se quiten la ropa?! ¡No pienso esperar un minuto más!
—No, solo espera a que... ¿Eh? ¿Pero qué está haciendo?
Marlene se detuvo al instante y dirigió su mirada hacia la mesa donde su esposo charlaba con su futura amante.
—¡Va a llevarla a un hotel! —gritó Ángela escandalizada, sin poder dar crédito a lo que veía.
—¿Y esto?
Las mejillas de Esmeralda se tiñeron de rojizo al visualizar el folleto publicitario de un hotel que Aleix había tendido sobre la mesa frente a sus ojos.
—¿No es una increíble oferta? Apenas cuarenta euros por toda una noche, con derecho a spa, jacuzzi, sauna y piscina.
—Sí. Realmente está muy bien —afirmó, avergonzada.
La idea en sí le pareció demasiado atractiva, aunque no se sintió mínimamente emocionada. Ella también había sufrido en sus carnes la infidelidad, y aunque Aleix fuera totalmente su tipo, jamás se plantearía seguirle el juego.
—¿Quisieras ir? —le cuestionó él con sensualidad, acercándole más el papel hasta que llegó al final de la mesa.
Esmeralda se permitió respirar y alzó la mirada, sintiéndose abrumada por él. Por su poderosa presencia.
—Sí, podríamos ir y disfrutar de...
—¡Increíbles instalaciones, servicio de cinco estrellas y todas las comodidades! ¡El hotel Gran París, ha sido premiado por diez años consecutivos como el mejor hotel de cuatro estrellas de la zona! ¡No dejes escapar la oportunidad!
—¿Qué?...
¿Por qué de repente Aleix había pasado de hablarme como un hombre sensual a un hombre de la teletienda?
—Por solo una semana, podrás disfrutar de todo en compañía de tu pareja, amigo o familiar, por el icónico precio de cuarenta euros. Y —alzó el dedo índice —, también tendrás la oportunidad de comer sus increíbles manjares por la mitad de precio.
—¿Aleix?
—¿Sí?
El hombre sensual regresó con solo mencionar su nombre, como si lo hubiera invocado.
—La oferta está muy bien —se enderezó en la silla, cambiando el cruce de piernas. —Sería genial si pudiéramos ir.
—¿Pudiéramos?
Aleix pasó de la sonrisa al desconcierto y Esmeralda lució igual.
—Pues... Me refería a que me gustaría que pasáramos la noche juntos.
—¿Juntos?
El corazón de Esmeralda se sacudió al divisar una media sonrisa amaneciendo nuevamente en sus labios. Era imposible pararse rígida delante de ese hombre.
—No, lo siento. Yo estoy casado.
Cuando le mostró el anillo, Esmeralda se quedó en blanco. De todas las distintas posibilidades, nunca pensó en aquella. Nunca antes había visto a un hombre luciendo tan feliz al mostrarle el anillo a alguien más. A un posible ligue. A una noche prohibida.
Esmeralda sonrió enternecida.
—Entiendo. Siento haber malinterpretado tus intenciones. Aunque... ¿Me citaste para hacerme publicidad?
La mujer sintió un retortijón en el abdomen. Qué ganas de echarse a reír.
—Sí, lo admito.
Con qué descaro le sonrió. Ese hombre no tenía vergüenza alguna.
Esmeralda tomó el folleto y no pudo contener una pequeña carcajada. Qué maravillosa noche le había traído los jueguecitos de su amiga.
—Bueno, no tengo novio, pero me gustaría ir con mi madre. ¿Es posible?
—Novio, abuelo, nieto. La promoción está abierta para un acompañante sin importar la edad ni la relación.
El Aleix publicitario volvió a emerger y Esmeralda se permitió reír una vez más.
—Bueno —se alzó, todavía riendo —, ha sido un placer, Aleix. Espero que podamos volver a hablar. Sería un privilegio tener a un amigo como tú.
—Por supuesto —Aleix se levantó y estrechó la mano que la mujer le ofrecía. —Te pago el taxi como disculpa.
—No hace falta, tengo vehículo propio, y además, ha valido toda la pena venir. Hasta luego.
La mujer abandonó el lugar, sintiéndose enternecida. Aleix era un hombre increíble.
—¿Qué ha ocurrido?
Ángela asaltó a su amiga hecha una pantera.
Marlene, en cambio, lucía más tranquila. Ya no parecía tener ganas de asesinar a su esposo o atacar su masculinidad.
—Marlene —la ñoña la encaró sin expresión —, tienes un marido increíble. Qué suerte tienes.
Marlene giró el rostro, permitiéndose ruborizarse, y sonrió como una niña.
No había escuchado nada, pero no había sido necesario. El que Aleix le hubiera mostrado el anillo a la desconocida fue sin duda muy conmovedor.
—¿Pero qué ocurrió?
Ángela seguía queriendo saber qué había ocurrido, pero su amiga no paraba de reír.
—Me ha citado para hacerme publicidad del hotel donde trabaja.
Dos lágrimas producidas por la risa emergieron de sus ojos.
—¿Qué? —Ángela abrió mucho los ojos. —Marlene, ¿has...? ¿Marlene?
Para cuando se volteó, ella ya no estaba.
—Buenas noches.
Aleix bajó la taza de café y divisó el rostro de su esposa.
—¿Marlene? Vaya, qué agradable sorpresa.
La sonrisa de Aleix le llegó a lo más profundo de su corazón. Al sentarse, la mano le tembló sobre la mesa y las piernas le temblaron un poco.
—Solo pasaba por aquí. Andaba viendo librerías y te vi por casualidad.
—Pues, qué casualidad tan bonita.
Cuando Aleix le puso una mano sobre la suya, se le puso la piel de gallina.
Él siempre lograba azotarle el corazón.
¿Por qué un tipo tan pesado como él podía ser tan tierno?
—¿Me compras un libro?
Quiso sonar antipática, pero le habló en balbuceos que la pusieron colorada.
—Ah, está bien —asintió y le besó los nudillos de los dedos.
—Deja de hacer eso... —alejó la mano, muy apenada. —Sabes que no me gusta llamar la atención.
—Eres demasiado bonita como para pasar desapercibida, y más estando ruborizada —le tocó en la pierna con el zapato, haciéndola estremecer.
—Cállate, idiota, o me voy —le amenazó, escondiéndose detrás del menú.
—Vale, me callo.
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