48 ~ Una visita inesperada

El fin de semana se fue volando. Marlene se pasó todo el tiempo leyendo, así que yo me limité a nadar.

Estaba encantada con sus tres nuevas adquiciones, mientras que yo no dejaba de lamentar el vacío que había dejado en mi cartera.

Miré varias veces a Marlene, esperando que ella hiciera lo mismo en algún momento, y realmente lo hizo. No se levantó de la toalla en ningún momento pero, tampoco me olvidó. Sé que ella me quiere, a pesar de su forma de ser tan irritante, y eso es suficiente para mí.

—¡Por fin!

Marlene se tiró en la cama en cuanto llegó a casa. Estaba agradecida de que el dichoso fin de semana hubiera terminado, aunque se la pasó leyendo.

Su novio lucía un bonito bronceado, mientras que ella estaba blanca como la cal.

—Ha sido una tortura—soltó, cansada, deslizando las palmas de las manos por las sábanas frías. —pero, ha valido la pena —abrazó a sus tres nuevas adquiciones con verdadero entusiasmo. —¡Vale la pena sacrificarse por vosotros, amados míos!

A pesar de lo exagerada que era, Aleix no podía dejar de mirarla con amor. Le satisfacía verla tan contenta.

—¿Y a mí no me mimas? —se sentó junto a ella, mirándola con una inocencia que ya había perdido hace años.

Tenía asumido que Marlene lo ignoraría, así que se sorprendió muchísimo cuando la vio dejando de lado sus libros para dedicarle toda su atención.

—Supongo que sí. Gracias —le obsequió un beso en los labios que lo envió al cielo.
 
Sin despegar los labios, Marlene se sentó en su regazo y lo abrazó por la espalda.

—Mi Marlene... —se le escapó un suspiro profundo. —Ojalá ya fueras mi esposa...

Era una tortura no poder hacerle el amor.

—Cielos, solo piensas en eso —se separó y le miró con mala cara. —Eres un pervertido.

—No lo digo solo por eso —encuadró el rostro de su novia con las manos y la miró a los ojos con sentimiento. —También lo digo porque te amo. Te amo tanto que quiero que seas más que mi novia.

Marlene se quedó un buen rato mirándole en silencio, y después le puso una mano en la frente.

—No, no tienes fiebre —confirmó, sorprendida.

—¿Por qué piensas tan mal de mí? —suspiró.

—¿Y aún te atreves a preguntármelo? ¿Quieres que te recuerde que me has hecho?

—¡No fue culpa mía! ¡Los culpables son los autores de Wattpad! —soltó, indignado.

Queridos escritores de la plataforma naranja, por favor, escriban historias más realistas. Nadie se enamora de alguien que le levanta la falda, que la salva de un drogadicto, que le hace spoiler de un libro, etc. Etc.

—¿Conoces el significado de la palabra ficción? —Marlene le miró como si fuera tonto. —Las historias de Wattpad son escritas por pubertas que se enamoren de todo aquel que las mire. Solo a un idiota se le ocurriría usar sus historias como referencia.

Menudo golpe.

—Marlene, tú eres tan ficticia como esos libros —le apretó la nariz con cierta frustración.

A pesar de todo, no podía dejar de mirarla con ternura. La amaba demasiado.

—Qué pesado eres —alejó su mano de un manotazo. —Déjame leer ya.

—Aún no te he mimado —la aprisionó entre sus brazos. —Quédate quieta y no te quejes.

Aunque le miró con una mueca de pereza, no batalló ni tampoco se quejó. Se quedó rendida entre sus brazos y disfrutó de sus caricias.

»Ding, dong.

Todo iba muy bien hasta que sonó el timbre.

—Iré yo —se ofreció Aleix al ver que Marlene pretendía levantarse. —¡Ya voy! —exclamó después de que tocaran por segunda vez. —Buenos días, papá.

Marlene sintió un escalofrío en la espalda al escuchar la última palabra. Dejó el libro de inmediato y se levantó de la cama.

¿Por qué no le había dicho que vendría?

—¡Buenos días, jovencita!

El hombre se presentó ante ella, antes de que pudiera prepararse mentalmente para recibirlo.

Se lo quedó mirando, anonadada por el increíble parecido que tenía con Aleix. ¡Eran casi idénticos!

—Buenas —respondió, sin esbozar ninguna expresión en concreto.

—Es un gusto conocerte. Marlene, ¿cierto? —le tendió la mano, mirándola con una amplia sonrisa.

Marlene se lo pensó un poco antes de tomarle la mano.

—Sí, ese fue el nombre que me pusieron mis padres que, en paz descansen.

—¿Fallecieron? —cuestionó sorprendido.

—No. Lo decía porque viven en un pueblo perdido en medio de la nada —aclaró, encogiendo los hombros.

El padre de Aleix se quedó en blanco durante unos segundos, y después comenzó a reír.

—Tienes un nombre muy bonito —la elogió.

Era evidente que solo estaba tratando de caerle bien, y a decir verdad, Marlene no tenía muchas ganas de hablar. Lo único que quería era leer.

—Gracias.

Disimuladamente, fue retrocediendo hasta que sus piernas chocaron contra la cama y se dejó caer en ella pero, cuando estaba a punto de agarrar uno de los libros, Aleix se lo quitó de inmediato.

—Marlene —Aleix la riñó.

No iba a poder seguir leyendo hasta que aquel hombre no se fuera. Qué remedio. Tendría que prestarle atención.

¿Qué le digo yo a este ahora?

—Señor, no se preocupe —le agarró la mano y le miró con seriedad — Yo me ocuparé de mantener controlado al desquiciado de su hijo.

Aleix frunció el ceño, pero su padre se rio a todo pulmón. Sin duda, le había caído bien Marlene.

—Sé que ya lo tienes controlado, porque nunca antes mi hijo había tenido novia. Me sorprendió muchísimo cuando me dijo que se iba a casar —tomó a Marlene por ambas manos, mirándola con afecto. —Muchas gracias por hacer madurar a mi hijo. Sé que contigo construirá una familia feliz y saludable.

Marlene sufrió un retortijón en las tripas.

No pienso hacerte abuelo.

Sentenció en su mente, asesinando discretamente con la mirada al padre de Aleix, el que, en aquel momento miraba a su hijo.

—Señor, —le llamó —tengo que hacerle una pregunta.

—Claro, ¿de qué se trata?

—¿La perversión es de familia o solo es cosa de Aleix?

Hubo unos instantes de silencio, hasta que el padre de Aleix comenzó a reírse otra vez.

—Bueno, —le dijo, en cuanto consiguió parar de reír —confieso que yo también fui un mujeriego cuando era joven. Así que supongo que lo heredó de mí.

—¿Y le ha sido infiel a su esposa en alguna ocasión?

Solo a Marlene se le ocurriría preguntarle algo así a su suegro nada más conocerle.

—Mis padres están divorciados —Aleix se anticipó a responder. — Y fue precisamente ese el motivo. —miró a su padre con los ojos fruncidos, criticándolo.

—Sí... No me porté bien. Lo reconozco —se rascó la nuca, mostrándose ciertamente incómodo —Pero bueno, no hablemos de mis errores. Vine para conocerte y para que hablemos un poco.

Marlene no era buena socializando, así que se limitó a responder a sus preguntas, sin esforzarse en ningún momento en sonreír ni en mostrar emoción alguna. Tuvo que soportarlo por más de una hora.

—Ahora mi confianza ha disminuido considerablemente —eso fue lo que Marlene le dijo a su novio en cuanto su padre se marchó.

—Yo no tengo nada que ver con mi padre. Puede que no me creas, pero estuve bastante tiempo sin hablarle por eso.

—¿Y tú nunca te has acostados con ninguna mujer comprometida? —lo miró con toda su desconfianza.

—Sí, lo he hecho —admitió con seriedad. —Pero eso no quiere decir que vaya a hacerlo cuando nos casemos. Yo no fallaré en mi compromiso contigo. Nunca lo haría.

—No sé...

—Marlene, ¿qué más puedo hacer para que confíes en mí?

La miró tan angustiado que a Marlene se le encogió el corazón. Era la primera vez que la veía de esa manera.

—Está bien, no seguiré comparándote con tu padre. No es justo —admitió, arrepentida.

—Muchas gracias —le acarició la frente lentamente, mirándola con una sonrisa tierna.

Iba a jugársela. Confiaría en él, a pesar de su temor a quemarse.

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