41 ~ Algo pendiente...

Nada más llegar a casa, Marlene se tiró sobre la cama, agarró un libro y se dispuso a leer.

Aleix, que la había acompañado, dejó su equipaje en la entrada del apartamento y se sentó junto a su ñoña.

Ya la había perdido. Marlene ya había sido abducida por aquel libro. Como siempre.

—¿No quieres hacer nada? —sugirió sonriente. —Nada de libros.

Marlene, de mala gana, regresó a la estantería, el libro que se disponía a sugerirle, y cruzó los brazos con fuerza, molesta.

—No me mires así —Aleix no se dejó afectar por su actitud fría. —Podemos leer de vez en cuando, pero no siempre. Leeremos juntos. Pero no ahora —negó una vez más el libro que Marlene tanto quería que leyera. —Lo que me apetece hacer ahora, es tener una cita contigo. ¡Quiero salir contigo! —chilló como un niño.

Ella le miró como si cargara con todo el peso del mundo. Se veía de lo más agotada.

—Ya me estoy arrepintiendo de haber aceptado ser tu novia —murmuró para sí misma, aunque Aleix la escuchó perfectamente.

—Venga, no digas eso. No todo en la vida son libros, Marlene —le regaló un beso en los labios. Uno sencillo, pero muy agradable.

Aunque Marlene no pareció haberlo disfrutado tanto. No podía dejar por alto lo que acababa de decir.

Miró su enorme colección de libros. Le había costado años reunirlos. Había tenido que levantarse temprano y soportar el frío invernal, las lluvias infernales, e incluso había pasado noches frente a las librerías, temiendo que le fueran a quitar su ejemplar firmado. Solo le importaba leer y hacerse con sus libros favoritos. Solo eso, hasta que conoció a Aleix, quien ahora era su novio y le quitaría mucho tiempo. Tiempo valioso de lectura. Sabía que no estaba obligada a estar con él, pero...

Sumida en sus pensamientos, echó un vistazo a su novio. Sabía que no podía desprenderse de él. Lo amaba, y esa era una realidad. Aleix se había convertido en su segunda obsesión, y era tan o más importante que su amor por los libros. No era capaz de ignorarlo, ni de imaginarse sin él.

—De acuerdo. Tú ganas —asintió. —Pero solo por esta vez —alzó el dedo índice, dejándoselo claro.

Sí, sí, mi querida ñoña. ¡Hasta la próxima!

Está claro que Aleix solo fingió aceptarlo.

De dedos enlazados, recorrieron una de las cientos de calles que había en la ciudad. Él, con toda la ilusión del mundo. Ella, con toda la pereza del mundo.

—Ah, cierto —Aleix se detuvo repentinamente.

En cuanto Marlene captó el brillo intenso que había ocupado su mirada, retrocedió un paso, sabiendo que nada bueno podía venir de aquel cerebro.

—Ni se te ocurra pensar en acosarme sexualmente, eh —se liberó de su mano y se protegió los pechos con los brazos. Por si acaso.

—No haré nada de eso. Ven.

Marlene dejó que Aleix la guiara sin oponer resistencia al interior de una tienda de ropa femenina tan rosada y tan cursi que no pudo evitar poner mala cara. Jamás se habría planteado entrar allí.

—Deja eso.

Aleix tenía entre sus manos un conjunto de ropa interior rojo de lo más atrevido. Estaba loco si creía que se pondría algo así.

Sin perder la esperanza, bailó con las cejas, mientras sacudía la lencería, ganándose un no rotundo por parte de su novia.

A Aleix se le fue la pinza. Se puso a escoger conjuntos de lencería, y Marlene fue rechazándolos uno a uno, ya que, o tenían un escote tremendo, o dejaban parte de sus nalgas al descubierto.

En primer lugar, Marlene nunca le pidió consejo en lo que refería a su ropa interior.

—Me dijiste que me escogerías ropa discreta —Marlene rechazó otro trapito mirándolo con desdén. —Además, nunca te pedí que-

—¡¿Más discreto que esto?!

Aleix ya no estaba en sus cabales. Su cerebro había escapado de su cabeza (eso sí alguna vez había estado ahí realmente). Estaba empeñado en vestirla como una porno star.

—Yo misma escogeré algo.

Marlene se fue por su cuenta, dejando que Aleix siguiera fantaseando con un conjunto de lencería entre las manos.

Una dependienta, que en ningún le había quitado los ojos de encima, tenía el teléfono de cable en mano, (por si acaso).

Exactamente cinco minutos después, Marlene regresó.

—Ya estoy aquí —se anunció con cierta satisfacción.

Aleix abandonó su mundo erótico, solo para toparse con más prendas masculinas.

Y dale con los estampados de Spiderman...

—Marlene, —Aleix pidió paciencia. Mucha paciencia —¿a dónde has ido?

Como si fuera una niña pillada infraganti haciendo una maldad, Marlene desvió la mirada.

—Vale... —admitió, encogiendo los hombros —puede que me desviara un poco de la sección femenina...

—¿Un poco? —soltó con sarcasmo —Eres increíble. ¡Has ido a la zona masculina!

—¡Es que están en descuento! ¡En descuento! —recalcó, abriendo mucho los ojos, y señalando la placa de la sección masculina con mucha insistencia — Aquí los trapos valen quince euros, mientras que estas camisetas apenas valen cinco —abrió y cerró la mano derecha varias veces —Ahorrando unas cuatro perras, ¡podré comprar un libro o dos!

Algún día, en uno muy lejano, lograré cambiar el gusto de Marlene en lo que refiere a su vestuario. Hasta ese día, seré yo quien haga de su estilista.

—Marlene, ¿podrías dejar de pensar en los libros por un momento? —sabía que estaba pidiendo lo imposible, pero al menos tenía que intentarlo.

En efecto, Marlene le miró como si hubiera enloquecido.

—¿Cómo voy a dejar de pensar en los libros? ¿Estás fumado o qué?

—Marlene, deja ahora mismo esas camisetas. Estoy harto del Spiderman ese —las miró con repulsa sincera.

—¿Por qué? —miró el estampado de las tres camisetas —Pero si son geniales.

—Para los niños de cinco años, sí. Para ti, una adolescente, es un horror —confesó sin tapujos.

—Acabas de insultar a mi súper héroe favorito —le miró ofendida.

—Marlene, ahora en serio, déjame escogerte algo decente. Te prometo que ahora lo haré seriamente.

—Pero, ¿y qué pasa con el descuento? —Marlene se negaba a pagar de más por una de aquellas prendas tan cursis y que la hacían sentir tan incómoda.

—Olvídate del descuento. Yo no querría esas ropas ni regaladas —agarró las dichosas camisetas y se las entregó a una dependienta para que las colocara en su sitio.

De mala gana, como de costumbre, Marlene se fue probando los vestidos y demás vestuario que Aleix le iba sugiriendo. No estaba a favor de gastar un céntimo en ropa, pero al menos tenía que admitir que Aleix estaba encogiendo ropa discreta y que sin duda la hacía verse más femenina.

—¡Te queda todo perfecto! —Aleix no dejaba de elogiarla y de admirarla con una amplia sonrisa.

—Si tú lo dices... —Marlene se miró a través del reflejo del espejo con desinterés.

Aquel vestido rosado con flores blancas estampadas, era liviano, fresco y de tacto suave, no enseñaba escote y le cubría hasta por debajo de las rodillas.

—Pues, venga, me llevo este y ya está.

—¡Espera, no te lo quites, por favor! —agarró la cortina del probador —Llévalo puesto. Es que te ves tan linda con él.

—Cielos...

Aunque parecía que Marlene había aceptado de mal humor, en cuanto Aleix se dio la vuelta para ir a pagar, no pudo evitar esbozar una sonrisa alegre.

No estaba tan mal ser la novia de Aleix después de todo.

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