37 ~ Empieza otro capítulo

Fui demasiado duro con ella. Eso fue lo que pensé cuando al darme la vuelta ya no la encontré.

Ángela me dijo que la vio yéndose corriendo. Según ella, no tenía buena cara.

Le dije aquello creyendo que no la heriría. Supuse que no se vería afectada en lo más mínimo, pero me equivoqué...

Al recordar la noche anterior, pienso también en todo lo ocurrido hasta el día de hoy; en mi empeño en conquistar a Marlene.

Llegué a convertirme en un adicto a Wattpad por su culpa.

Estoy seguro de que no batallaré así por nadie más.

Aquella noche, al llegar a la habitación, Aleix vio que Marlene ya se había metido en la cama. Quiso disculparse, pero ella ya estaba dormida, así que se puso el pijama y se metió en la cama que habían improvisado para él en el suelo con mantas y sábanas.

—Buenas.

Al despertarse no la encontró en su cama. Marlene ya se había instalado en su sofá, y obviamente, estaba leyendo.

Ella no le respondió, apenas hizo un breve ademán con la cabeza sin mirarle siquiera.

Aleix había pensado que estaría malhumorada o triste, pero al parecer no era así. No notaba ningún cambio en su estado de ánimo.

Quizás me he preocupado en vano.

En compañía de sus padres, Aleix disgustó un desayuno ligero y después se sentó en la otra esquina del sofá, supuestamente para ver alguna película o programa entretenido, pero ya llevaba unos seis minutos haciendo zapping.

—Pensé que te ibas.

La voz de Marlene, fría como una ventisca, causó que el ambiente se volviera todavía más tenso.

—Bueno... —Aleix no se dejó intimidar y se mostró de lo más serio—te lo dije porque estaba enfadado. Siento haberte hecho daño.

No le gustaba nada el tono de voz de Marlene. Parecía que fuera la dueña de la razón.

—Vaya —Marlene se llevó una mano frente a los labios, fingiendo sorprenderse —Pensé que habías elegido a Ángela.

—Ella solo es mi amiga.

Aleix comenzaba a irritarse. En su opinión, Marlene no tenía el derecho de hablarle así ni de recriminarle nada.

Le estaba tocando un poquitito los huevos aquel interrogatorio absurdo y sumamente injusto.

—Aunque, ¿acaso te importaría? Me dijiste que me podía ir cuando así lo quisiera —decidió atacarle con su propia medicina: la indiferencia.

—Te recuerdo que me exigiste que te presentara como mi novio ante mis padres —le atacó Marlene, arrugando el ceño. No le había mirado en ningún momento. Como siempre solo miraba el maldito libro —No quiero que piensen que me estás poniendo los cuernos.

—Si ese es tu problema, no tengo cualquier inconveniente en decirles que hemos terminado. De hecho —se levantó de golpe. ¡Ya no podía más! —¡Se los diré ahora mismo!

Marlene se levantó de un modo más abrupto y se plantó ante él de brazos cruzados. Por su altura no intimidaba en lo más mínimo, aunque lo miraba como si quisiera asesinarlo.

¡Menudo idiota!

Aleix se iba. Realmente iba a dejarla.

Y lo habría hecho de verdad si Marlene no le hubiera empujado bruscamente para que se cayera en el sofá.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Otra vez me...!

Aleix se vio obligado a cerrar la boca al sentir el peso del cuerpo de Marlene recargándose sobre su regazo. Se sentó, mirándole de un modo distinto; como una fiera muy segura de sí misma.

—¡Eres un maldito acosador! —le clavó el dedo índice en el pecho, fuera de sí —Desde que me conociste, ¡no has parado de atacarme de las formas más descabelladas posibles!

Su respiración era un absoluto descontrol y tenía el rostro completamente rojo. Marlene estaba profundamente irritada, y la idiotez dibujada en el rostro de Aleix, aumentaba su estado de cólera.

—Me bajas los pantalones, me dejas notitas estúpidas, —comenzó a contar con los dedos —me gritas convencido de que cantas de puta madre, invades mi intimidad, me besas sin mi consentimiento, ¡¿y ahora quieres largarte?! ¡Escucha! —gritó, acercando el rostro perlado más al suyo, mientras le clavaba el dedo con más fuerza, como si quisiera hurgar en su pecho — ¡Ahora te jodes y te quedas conmigo!

Aleix estaba profundamente atónito, y más. Marlene le había dejado muy caliente. Le ponía mucho verla así tan alterada. Era doloroso tenerla encima de su guerrero. Muy doloroso.

—¡Idiota!

No imaginó que Marlene le fuera a dar una bofetada tan fuerte que le sacudió el cerebro.

—¡Lo...!

Aleix sintió una presión en los labios que lo calló.

Marlene lo había besado con una intensidad que no parecía la suya, y en ese beso supo qué sentía por él.

Fue un beso tan increíble que Aleix se quedó inmóvil como un idiota, incapaz de corresponderlo.

—Vaya... —Marlene se alejó apenas lo suficiente para mirarle a los ojos, esbozando una sonrisa divertida —Así que te he dejado en blanco, eh...

—Yo... —¿por qué estaba balbuceando como un estúpido? ¡Con lo experiente que era! —Marlene...

—No pienses que te daré otro beso —le dio dos toquecitos en los labios con la yema del dedo índice —Aunque tampoco dejaré que te vayas. Olvídate de lo que te dije. No puedes irte cuando se te pele la gana.

—¡No me iré! —la abrazó tan abruptamente que Marlene se ruborizó, visión que llenó el corazón de Aleix de alegría —¡No me iré nunca, Marlene! Mi ñoña linda —sonrió encantado, viendo el rostro de su novia pegado a su pecho.

—Qué pesado eres.

Eso dijo, pero lo cierto es que no intentó alejarse ni le pidió que la soltara.

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