17 ~ Me delicia ese cambio de actitud

Después de unos cuantos pasos de baile más, Aleix entusiasmado, volvió a sentarse en el sofá para seguir leyendo el diario de su ñoña.

17 de Marzo

Como de costumbre, hoy Aleix se presentó en mi casa, solo para decirme que... Es gay. No sé qué pretendía al decirme algo así, pero está claro que no me lo creí. Aleix no es gay, eso lo tengo bastante claro.

Es imposible que lo sea.

Pero si convenció a alguien fue a un travestí que al parecer conoce a Aleix. A través de la mirilla vi la escenita y no pude dejar de reírme.

Hace mucho que no me reía tanto. Ver a Aleix incómodo no tiene precio. Me encanta verlo así. Se lo merece.

Aunque, a decir verdad... A veces, por extraño que pueda parecer, tengo la sensación de que estoy siendo demasiado dura con él e incluso me siento culpable de que haga tantas tonterías. Sé que pensar esto es sumamente estúpido, pero no puedo evitarlo.

¡¿De quién va a ser la culpa si no?! ¡Claro que es tu culpa!

Llevo más de un mes sin enrollarme con nadie y se atreve a dudar de que sea ella la culpable.

Se sintió frustrado, pero no le duró demasiado. Saber que Marlene en realidad era una jovencita dulce le tenía fascinado. Y lo mejor de todo era que se había convertido en el protagonista de su diario.

Cuando llegó a la última página escrita, soltó un suspiro de felicidad. Gracias a aquella lectura, no solo había logrado conocer lo que Marlene sentía realmente por él, también le había servido para darse cuenta de que existía una grande probabilidad de que a ella le costara socializar, y quizás era por esa misma razón que se pasaba los días leyendo libros.

Otro dato importante además, era el hecho de que odiara el pueblo donde vivían sus padres.

«Ding, dong.

El sonido del timbre irrumpió su ensoñación, haciendo que formara una mueca al pensar en su vecino, pero en cuanto abrió la puerta y se topó con el ceño fruncido de su ñoña, sonrió con todo su encanto.

Lo sabe.

Carla lo había delatado, como era lógico.

—Buenos días, Marlene —verla ahora era mil veces mejor que las anteriores ocasiones. Aleix no sería capaz de expresar en palabras lo tan feliz y dichoso que se sentía.

—Nada de "buenos días" —el tono de voz que empleó cortaba como cuchillos —¿Cuándo se supone que te dejaste olvidada la cartera en mi casa? Y, —alzó la mano, dando a entender que no había terminado —no te atrevas a decirme que te la dejaste el otro día, porque sé con toda certeza que no vi ninguna cartera, y aunque fuera verdad, la hubiera tirado a la basura.

A Aleix no le afectó para nada su forma nada amistosa de hablarle, porque ahora sabía que todo era pura fachada. Marlene solo estaba hablando desde la vergüenza.

Vergüenza que se destacó en sus mejillas en cuanto Aleix alzó el diario que había mantenido oculto tras su espalda.

—Tú... —quería decir algo, pero como comenzó a balbucear como una estúpida prefirió cerrar la boca.

Saber que él lo había leído todo era de lo peor. Sin duda era de lo peor. ¡Ahora quería morirse! ¡Se arrepentía horrores de haberlo convertido en el protagonista de su diario!

—Eres un... Un... —por accidente se mordió la lengua, cosa que la avegonzó todavía más y alegró más a Aleix.

¡Tenía una estúpida sonrisa en la cara! ¡El muy cabrón se veía como todo un triunfador!

—Yo también te quiero mucho, mi ñoña —se agachó para acercarse a su rostro y mirarla más de cerca, causando que el rubor en ella se intensificara.

—¡Dame mi diario! —trató de agarrarlo, pero Aleix esquivó su mano y alzó el brazo, manteniendo el libro lejos de su alcance, haciendo que Marlene se pusiera a dar saltitos que se le hicieron demasiado tiernos.

En cuanto se percató del espectáculo bochornoso que estaba haciendo, se detuvo de inmediato y agachó la cabeza, sintiendo que la pena se la estaba tragando.

—Marlene eres tan...

—¡Cállate!

En un momento de distracción, Marlene logró recuperar su diario y lo apretó contra el pecho de forma protectora.

En aquellos instantes se sentía violada. Aleix había invadido su privacidad con todo el descaro. Había hurgado en su corazón, y sin duda lo detestaba por ello. O al menos... Quería hacerlo.

¡OMG! ¡Tierra, trágame!

—Realmente eres un... —quería insultarle de la peor manera, pero su voz seguía sin colaborar.

—Lo sé...

Los ojos de Marlene se abrieron más en el momento que Aleix la tomó por la barbilla y la obligó a mirarle. Una mezcla de cariño y seducción iluminaba más sus ojos azules.

—Marlene, quiero mi cita, y no acepto un no por respuesta —reclamó con seriedad, acariciándole la barbilla con los dedos sin soltársela.

Hace ya un buen rato que Marlene había comenzado a temblar y se detestaba por ello. No le gustaba para nada que las personas conocieran sus debilidades, y mucho menos aquel idiota.

Sin duda aquel era el peor día de su vida. No podía creer que Aleix hubiera tomado las riendas de su extraña relación.

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