15 ~ Husmeando en su corazón
He estado leyendo una novela que me ha dado otra idea.
Aquel día Aleix no visitaría a Marlene. En verdad deseaba hacerlo, pero tenía que priorizar su misión, la que consistía, de momento, en esperar a que la ñoña abandonara su nido. Sabía que ella evitaba hacerlo a toda costa, pero era evidente que llegaba el momento en que se veía obligada a hacerlo, y una de las razones que la empujaban a tener que salir era la de ir al instituto.
A las siete y cuarto de la mañana, como Aleix adivinó, Marlene salió de casa demostrando abiertamente su desagrado a hacerlo. Llegó a suponer que seguía enfadada por lo de ayer, pero se quitó al instante esa idea de la cabeza. Marlene era una persona malhumorada por naturaleza, siempre y cuando no estaba leyendo.
En cuanto ella se alejó lo suficiente, Aleix abandonó su escondite y subió las escaleras rápidamente. Giró el pomo de la puerta del apartamento de Marlene para ver si tenía suerte, pero no, estaba cerrada.
Pero no era algo que no hubiera previsto. Tenía un plan B naturalmente. Aunque no le apetecía mucho llevarlo a cabo tenía que hacerlo.
—Hola —Aleix le mostró su mejor sonrisa a su plan B: Carla, en cuanto ésta le abrió la puerta.
Carla, la que no podía quitarse de la cabeza la cara de espanto que él le mostró en un pasado nada distante, no pudo evitar reírse interiormente y le miró con intensidad, interpretando el papel de una mujer cincuentona a la que le iban los jovencitos.
—Buenas tardes, querido. ¿Qué necesitas? —en su interpretación, se arregló el cabello con los dedos y se hizo a un lado para que él pasara.
Aleix tenía ganas de retirarse y abortar su misión, pero no lo hizo, ni tampoco demostró ningún tipo de disgusto.
—Verá, Carla, vine a ver a Marlene porque el otro día se me olvidó la cartera en su casa, pero ella ya no está, y necesito recuperar mi cartera de inmediato —explicó —Y me preguntaba si usted podría ayudarme.
—Bueno, ¿y no podrías esperar a que Marlene regrese de la escuela? —avanzó un mero paso hacia él solo para molestarle, cosa que consiguió, pero él no demostró.
—No, no puedo, porque sin mi carnet de alumno no puedo ir a clases. Ya sabe lo pesados que son con eso —como no veía a Carla muy decidida a abrirle la puerta de Marlene, optó por acercarse un poco a ella, buscando convencerla desesperadamente —No quiero que me marquen falta de material ni me riñan. ¿En verdad no puede ayudarme?
Carle no pudo evitar estremecerse al sentir su aliento acariciándole el rostro. Aleix tenía un poder de atracción destructor. A la mujer le pareció increíble que Marlene no se viera afectada.
—No dije que no pudiera.—se sintió tonta al balbucear por culpa de un adolescente —Como es urgente te ayudaré. Solo espera un momento, voy por las llaves.
Aleix había hecho bien al informarse por su cuenta, porque gracias a eso sabía que Carla, además de la vecina de Marlene, también era su casera.
Como prometió, Carla regresó poco después con las benditas llaves y se adelantó para abrirle la puerta.
—Muchas gracias, Carla. A ver dónde la habrá puesto Marlene —dijo eso para que le sirviera de excusa, porque iba a necesitar tiempo para encontrar lo que en verdad había ido a buscar.
—Bien, cuando la encuentres, llévame las llaves, por favor —le pidió, y una vez recibió una respuesta afirmativa se marchó.
Una vez dentro, Aleix analizó todo con ojos de lupa. El solo hecho de que Marlene viviera allí hacía que se excitara. Tenía ganas de registrarlo todo, incluso conocer la marca de sus champús, gel y pasta de dientes, pero tenía que priorizar su objetivo, así que fue directo a su habitación.
De inmediato notó el desorden y suciedad que dominaba el lugar. Solo los libros se mantenían ordenados y limpios. Incluso la cama donde dormía era todo un desastre.
Haciendo un esfuerzo, ignoró el caos y comenzó por revisar debajo de su cama, donde se deparó con más suciedad y desorden. Después abrió el único cajón de su mesilla de noche y comprobó que allí tampoco existía ningún tipo de orden. Se notaba que lo metía todo al tuntún. Habían gomas para el cabello, compresas, cajas de pastillas, alguna chuchería suelta, granos de azúcar blanco, entre otras cosas, como por ejemplo un muñeco muy feo del McDonald's.
Después pasó a sacar y a poner libros donde estaban inicialmente, hasta que se cansó y decidió revisarle el armario. Más que por el desorden, se horrorizó por su vestuario. No había camiseta sin un estampado de Spiderman u otro súper héroe y no tenía ni un solo vestido o falda. Solo se ponía jeans o pantalones deportivos. Ni siquiera se ilusionó cuando abrió el cajón de las bragas, porque desde aquella vez que le bajó los pantalones, supo que eran infantiles y para nada seductoras.
Estaba por tirar la toalla e irse a casa, pero su rostro se iluminó tras levantar una prenda. Allí estaba lo que tanto estaba buscando.
—Oh... —acarició el dichoso objeto, sintiéndose como el Golum con el anillo.
Se había hecho con el diario de Marlene, el que naturalmente tenía un candado para mantener su privacidad, pero de ese ya se iba a encargar Aleix de aniquilarlo.
No podría culparle de haberlo hecho, ya que ella era la única culpable al privarle de conocer sus sentimientos. Sentimientos que tenía seguro que estaban escritos en su diario.
Tras meterse el diario dentro del abrigo a sus espaldas, fue a revisarle el champú y demás productos de limpieza personal, y solo entonces abandonó el domicilio.
—Muchas gracias, Carla, me ha salvado la vida —le dijo a la mujer una vez le abrió la puerta.
—No ha sido nada —tomó las llaves y se las guardó en el bolsillo de su bata con estampados de frutas.
En cuanto se despedieron, Aleix se apresuró en llegar a su casa más emocionado que nunca. Tenía el presentiento de que disfrutaría de aquella lectura más que con ninguna otra.
Había llegado el momento de descubrir si para Marlene, él era tan indiferente como demostraba.
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