11 ~ "La habitación de mi ñoña"

¡Estoy nervioso! ¡Estoy muy nervioso! ¡Yo estoy nervioso!

Hace rato que había dejado de ser yo, precisamente desde que Marlene me ha dejado entrar a su casa. Seguro que daba la impresión de que era la primera vez que entraba en la casa de una chica. Deberías verme virgen y todo.

Aleix, un joven apuesto y muy seguro de sí mismo, ahora sufría un ataque de nervios por el simple hecho de estar sentado en uno de los bordes de la cama de Marlene. ¡Estaba sentado en su cama!  Ese hecho causó que comenzara a piquetear los dedos en las rodillas. Estaba tan cegado por los nervios que no reparaba en el desorden abismal de la habitación.

Su mente, que contaba con voluntad propia, le hizo ver imágenes de una Marlene que no había visto nunca. La imaginó desnuda acostada en la cama, leyendo uno de sus tantos libros. Conforme avanzaba en la lectura, iba cambiando de postura, mostrándole todas las partes de su cuerpo, que causaron que su mejor amigo se pusiera duro.

No, no, ¡Para! ¡No puedes cagarla otra vez!

En un intento por serenarse, respiró hondo y se enderezó la espalda. Marlene no debía notar, ni por asomo, lo que estaba pensando. Aunque fuera una mentira, tenía que hacerla creer que pensaba en algo más allá del sexo.

Minutos después, Marlene llegó, trayendo una botella de un litro y medio de Coca Cola y patatas fritas, que ofreció a su invitado, el que, esforzándose por aparentar normalidad, agradeció y aceptó.

Aunque, en cuanto ella ocupó asiento junto a él, se le hizo casi imposible no dejar de imaginar en lo tanto que podría hacerle si ella se lo permitiera.

Por lo contrario, Marlene estaba muy tranquila bebiendo de su vaso de cola, mientras veía la película que Aleix había traído.

Que pechitos...

El pequeño escote en forma de V del pijama de Marlene exponía el principio de la raya que dividía sus limones. Limones que estaban libres de ataduras, sacudiéndose ligeramente a cada mínimo movimiento.

No lleva sostén.

Era imposible mantenerse cuerdo después de haberse percatado de dicho detalle.

¿Quiere tema?

Esa cuestión abordó su pensamiento, dándole vidilla al amiguito que hasta hace unos segundos dormía entre sus piernas.

¡No, no!

Sacudió la cabeza rápidamente borrando dicho pensar. Ya había tenido suficientes pruebas de que Marlene no era esa clase de chica, así que debía centrarse de una buena vez. 

—¿No quieres ver?

Quizás había existido más palabras antes y/o después de esas, pero la mente de Aleix solo captó lo que le interesó, y también era seguro que Marlene no le había hablado del modo sensual que él imaginó. Sabía que todo era un engaño fabricado por su mente, así que trató de controlarse.

Lo logró, se quedó con un dolor de huevos, pero lo logró como todo un campeón, y también consiguió concentrarse en la película, de la que ya ni se acordaba de qué iba. Era de crimenes y deducciones, lo perfecto para calmar su hambre sexual.

—Hey, que si quieres ver otra película —le habló Marlene con enfado después de haber sido ignorada.

—No, esta está bien —necesitaba tanto concentrarse solo en la película, que no notó que Marlene ponía mala cara, claro descontento de que se estaba aburriendo.

Totalmente ignorante de sus pensamientos perversos, Marlene se agachó para agarrar la botella de refrigerante que había dejado en el suelo. En esa acción seguro se le habían visto más los pechos, pero Aleix logró resistirse a no ver como todo un campeón.

Una vez sucedieron minutos de película, ya algo tranquilo, miró a Marlene con confusión.

—¿Por qué me dejaste entrar?

Marlene le miró con su expresión de desinterés de costumbre.

—Por qué, dices —distraídamente, se tocó la punta de la nariz, mirando en otra dirección en busca de una respuesta —Pues, porque tú querías que te agradeciera por haberme salvado. Además...

Aleix abrió más los ojos y dejó de respirar en el momento que Marlene acercó el rostro al suyo. Tenerla tan cerca era tan peligroso como para él como para ella. Sentir su respiración contra su piel le encendía demasiado y el aroma a canela que desprendía tiraba de él como un imán.

—Me debes un...

De repente, Marlene sintió que su mundo daba un vuelco tan rápido que la mareó. Un giro que la dejó por debajo del cuerpo de Aleix, bajo el dominio de su mirada intensa. Tenía la clara intención de mancillarla.

Desde un principio, sabía que dejarlo entrar era un error.

Lejos de verse intimidada o avergonzada, Marlene le tocó en un antebrazo, demándando que se apartara.

—Oye, sal de encima de mí ya —trató de moverlo, pero era duro como una piedra, así que trató de buscar otra alternativa.

En una inspección visual, se deparó con su móvil tirado junto a la almohada, por lo que estiró el brazo en un intento por agarrarlo. Quizás había llegado el momento de pedir una orden de alejamiento.

—Te lo advierto, si no sales de encima de mí ahora mismo lo vas a pasar muy...

Se mordió la lengua en el momento que Aleix la sujetó por ambas muñecas y le mordió el cuello como un depredador a su presa. Fue como una descarga eléctrica que se movió por todas las células de su cuerpo y que la hizo removerse con desesperación y sudar como si hubiera estado corriendo como una loca.

No podía estar en una situación peor.

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