08 ~ Más cerca de tu co-co...

Ayer no fuí a visitar a Marlene. No estaba de humor. Sé que parecerá extraño teniendo en cuenta que no he dejado de hacerlo ni un solo día desde que me lo propuse, pero, es que, incluso yo tengo un límite, al igual que mi orgullo. Que asumiera que le haría algo tan monstruoso me afectó bastante.

Pero eso no quiere decir que me haya rendido. Hoy vuelvo a la carga.

Hace poco, en mi buzón de mensajes de mi perfil de Wattpad, recibí un mensaje de uno de mis lectores. Lectores que leen mi historial de fracasos, que escribo por capítulos como si de una historia se tratara. Dicho mensaje viene acompañado de una idea y apoyo moral.

Sí, así de bajo he caído, pero no importa. En menos de un parpadeo, Marlene se vuelve loca por mí.

No te lo crees ni tú

La voz de la escritora surgió en sus pensamientos, burlándose de él.

Cállate. No tienes el derecho de meterme en mi historia.

La autora se rió de él con la boca totalmente abierta, haciendo que Aleix desistiera de seguir respondiendo. Podría dirigir varios insultos a la autora, pero eso solo causaría mayores estragos en sus conquistas. De eso estaba seguro.

Sentado en su secretaria, Aleix sacó el monedero de uno de los bolsillos delanteros de sus jeans y abrió la cremallera, dejando que las monedas de varias cifras y los billetes de diversos colores cayeran sobre la superficie lisa de madera, y se dispuso a contarlo.

La cantidad causó que una sonrisa de satisfacción adornara sus labios, y sin más tiempo que perder, volvió a guardar el dinero en la cartera, la colocó en el mismo bolsillo y salió de su casa.

Deambulando de tienda en tienda, y tras varias pesquisas, obtuvo el regalo que según su punto de vista era el perfecto.

Una hora y cuarenta y pocos minutos después, con el regalo bien guardado en una bolsa de plástico, salió del establecimiento sonriendo con la misma ilusión que un niño, expresión que permaneció en toda la caminata hasta la guarida de la ñoña.

No dejó que el recuerdo de hace dos días le frenara a la hora de tocar el timbre, aunque su corazón se estremeció del miedo al escuchar los pasos acercándose a él desde el interior del apartamento.

O al menos le pareció escucharlos, pero tras un mejor reconocimiento, se percató de que se los había imaginado. Marlene no asomó el hocico aunque esperó unos seis minutos.

—¿No estará? — se preguntó ceñudo, sintiendo que el pecho se le desinflaba en la desilusión.

Esperó un rato más, pero por mucho que tocó el timbre, ella no apareció. No estaba en casa o... Tan solo fingía no estarlo porque no tenía interés en verlo. La segunda opción le dolió, por lo que decidió marcharse de inmediato, apretando la ala de la bolsa más de lo se exigía.

Pero aún así se negaba a desistir. Mañana volvería y Marlene le abriría la puerta. Esa esperanza le animó.

Sin embargo, algo mejor sucedió. Justo cuando caminaba por el centro, Marlene salió de una tienda de chucherías y se encontraron. Al principio, ella lucía entusiasmo por la compra que había hecho, pero se esfumó en cuanto lo reconoció.

—¿Vas a seguir acosándome? —le cuestionó con aspereza, retrocediendo por precaución —Te advierto que...

—Espera, —Aleix alzó el dedo índice de inmediato, con la necesidad de que le diera una oportunidad para explicarse  —antes de que me juzgues mal, déjame decirte que anteayer no tenía la menor intención de ultra pasarme contigo. Lo único que quería era invitarte a ver las estrellas conmigo. Y otra cosa más —levantó un segundo dedo —Tengo una sorpresa para ti —no pudo evitar sonreír de emoción al mencionarlo.

—Uy... —tan arisca como una gata desconfiada, se agarró la cintura de sus jeans.

Para Marlene, Aleix tan solo era un acosador sin moral ni límites, y no cambiaría de opinión. Él se lo había ganado a pulso.

—No te bajaré los pantalones —confesó con arrepentimiento. No podía creer que un día dicha acción le hubiera parecido una buena idea.

Que una chica se enamore de un acosador sin escrúpulos, era la mentira más garrafal que había leído, y eso mismo sucedía en el libro que le dio esa idea. Dicho desarollo abundaba entre muchas historias de Wattpad como la epidema de la peste.

Marlene alzó una de sus cejas, demostrando cierta curiosidad, pero no abandonó su posición defensiva. No se fiaba ni un pelo de él.

—Ten —le tendió la bolsa de plástico, y Marlene arrugó la nariz con desconfianza, pero terminó agarrándola, eso sí, evitando el más pequeño roce con su piel.

Siguió en esa actitud hasta que rompió el papel rosado de regalo del objeto que ni era cuadrado ni rectangular, pero en cuanto vio de qué se trataba, formó un o con la boca.

Deslizó los dedos por la superficie dura del libro, incapaz de convencerse de que fuera real. No podía creer que Aleix le hubiera comprado un libro, teniendo en cuenta lo caros que eran, además de sus constantes cagadas a la hora de conquistarla, o burlarse de ella, eso no lo sabía con certeza. Lo había juzgado como un cavernicola sin cerebro, pero quizás se merecía una nueva...

—¿Qué haces?... —la sonrisa, que como una flor había ocupado los labios de Marlene, se marchitó en cuanto sintió que algo había cambiado.

¿Cómo había llegado aquella mano intrusa a su cadera?

Aleix, como el cavernicola que era, llegó a pensar que lo había logrado. Que por fin Marlene se había postrado a sus pies. Intuyó eso solo porque la vio sonreír.

El detalle de regalarle un libro era sin duda digno de admiración, pero dicho sentimiento ya no existía en el corazón de Marlene, la que volvió a darle la espalda y se alejó de inmediato. Ni siquiera se dignó a insultarle o algo parecido. Solo se fue y ya.

—Maldita seas —Aleix se golpeó la mano derecha, culpándola de haberse adelantado, como si ésta tuviera vida propia.

Por aquella acción, unas chicas que le habían estado mirando con sonrisas coquetas desde hace rato, formaron una mueca, se dijeron unas a las otras que estaba loco, y se marcharon de inmediato, desencantadas.

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