Reencuentro
Hacía ya bastante tiempo que Satoshi había llegado a Alola, lugar donde forjó nuevas amistades, capturó a nuevos pokemóns y comenzó una aventura distinta plagada de pruebas y diversión.
Ese día el grupo de la escuela pokemón decidió hacer una actividad fuera del ámbito académico, adentrándose en el bosque de los Morelull para allí poder acampar. A pesar de las mil lunas que nuestro azabachce había pasado fuera de su casa, él estaba tan emocionado como todos los demás por esta experiencia. Sabía, desde luego, que lo importante no era el hecho en sí, sino con quién. Después de todo, cualquier nueva experiencia representaba algo novedoso para aprender.
—¡Satoshi, vamos juntos al campo! —propuso Kiawe emocionado tras salir de clases.
—¡Oh, claro que sí! —respondía el aludido.
—Oye, ¿podrás despertarte? Mira que saldremos muy temprano...
—No te preocupes, no dormiré.
La sorpresa podía verse refleja en el rostro del moreno. —¿En serio no dormirás?
—¡En serio!
—¿En serio, en serio no dormirás?
—¡Ya lo verás!
Pero su desafío le valió severos resultados al mostaza y esa misma mañana antes del campamento su rostro reflejaba los efectos de aquella pésima idea que lo había mantenido en vela toda la noche.
—Muy bien, ¡vayamos!
—Oye, ¿estás seguro que puedes venir así? —cuestionaba Mao—, tu rostro se ve fatal.
—No te preocupes, yo puedo con esto, ¿verdad Pikachu?
—¡Pika! —La rata amarilla se veía tan demacrada como su entrenador, mas eso no impidió que ambos insistieran en asistir al evento. No era la primera vez que se desvelaban por una causa que consideraban noble o divertida, pero hacía tanto que no ejercían que su cuerpo parecía haberse desacostumbrado.
—¡Muy bien, entonces vamos! —gritó Chris en un acto de liderazgo repentino mientras indicaba hacia adelante con una linterna en la mano.
Caminaron por largo rato desarmándose y reagrupándose continuamente en pequeños grupos o dúos para luego regresar al colectivo común. Pasaron por una zona escarpada repleta de vegetación frondosa, luego por las arenas blancas y calientes de la playa de Alola para más adelante bajar un pequeño acantilado hasta llegar al bosque donde ocurriría la cita prefijada. Satoshi se veía horrible, cada paso lo dejaba en peor estado, pero aún así no permitió que el cansancio lo venciera y avanzó a la par del grupo hasta alcanzar la zona de recreo, entre el bosque y la playa donde los varones comenzaron a armar las carpas mientras que las damas se dirigían al bosque por bayas y provisiones.
—Oye Chris, ¿tienes un martillo? —Quiso saber el azabache recibiendo una risotada por parte del entrenador de Charizard en consecuencia.
—¿Martillo? ¡No seas marica, esto es una campamento! Clavalo con tu zapato.
Al motaza no le agradó nada aquel desafío. —¿Con el zapato? ¡¿Y me dices a mí marica?!
—No me digas que le pedirás ayuda a tu Pikachu con su Cola de acero.
—No hace falta —aseguró Ketchum—, tengo algo mejor; ¡observen mi cabeza de acero!
Y tras un fuerte ¡Plop! todos se encontraron entre carcajadas acudiendo al botiquín de primeros auxilios para curar el hilo de sangre que le salía de algún lugar indescifrable en medio del cabello al joven entrenador de Pikachu. Terminaron de hacer sus labores con más delicadeza y con cierto aire de respeto generado entre ambos pelinegros.
—¡Oigan! Más cuidado que aún no está bien fijada al suelo —exigió Chris en tono de broma cuando sus pokemóns ingresaron a la carpa antes de que ésta estuviera completa. Sus compañeros rieron ante el innecesario exabrupto a sabiendas de que los pequeños no arruinarían nada que resultara irreparable.
En tanto, Lilie se esforzaba en vano por encender una fogata bajo la olla para el almuerzo hasta que Litten corrió a socorrerla. Ella era de todo el grupo la menos talentosa para las tareas hogareñas.
Comieron juntos llenando el ambiente de bromas y juegos infantiles, desafiándose mutuamente para ver quién se comía alguna asquerosidad (Kiawe ganó) o qué pokemón atajaba más botanas aventadas al aire por su respectivo entrenador para luego permitirse un tiempo de recreo caminando por el bosque, explorando las cercanías y más tarde reencontrarse e ir todos juntos a nadar.
Las chicas pretendieron verse sexis en trajes de baño, intentando así llamar la atención de alguno de los muchachos, pero para Satoshi no había diferencia entre ellas y su Pikachu. Era divertido ver a Lana jugando con su Popplio, si, pero eso no subía para nada su interés en ella o en la chica de rasgos albinos que permanecía calmada al resguardo de su sombrilla, sentada sobre una piedra, o de la dama peliverde que se divertía abiertamente sin pensar en el qué dirán, detalle que no compartía con el pequeño inventor amateur.
—Oye Satoshi, creo que Lilie no ha dejado de ponerte el ojo encima, ¿tú que dices?
Él prestó atención unos segundos antes de contestar. —Yo no la veo observarme. Me parece que es a ti a quien mira.
—¿De verdad? —chilló la patata con patas cuestionando algo que resultaba evidente a simple vista—. No imaginé que eso fuera posible estando Kiawe y tú aquí presentes.
—¿Por qué no te acercas a conversar con ella? —intervino el moreno nudista—. Yo creo que le gustas.
Chris se alteró. —¿Y qué le digo?
—¡Dile que quieres tener una batalla pokemón! —propuso Satoshi.
—¿Y eso de qué serviría? —inquirió Kiawe.
—No lo sé... Se divertirán juntos y acabarán por volverse muy amigos.
—¡No lo escuches Chris, él quiere enseñarte a friendzonear, es experto en eso!
—¡Tienes razón! Satoshi, ¿Por qué querías que fracasara lo mío con Lilie? ¿O acaso sólo sabes friendzonear a las mujeres?
Él reaccionó irritado. —Yo no sólo friendzoneo a las... ¡momento!... Oh, rayos —agregó tras meditar levemente sobre el asunto.
La tarde se les pasó volando sin que el dueño del nuevo Shipp de Pikachu lograra avanzar en lo absoluto, y cuando la noche hizo acto de presencia todos se reunieron a cenar para luego dejar la fogata prendida, alimentándola circunstancialmente al arrojar algún pequeño trozo de leña al fuego y pronto comenzar a hacer sobremesa entorno a él.
—¿Y si jugamos a la botella? —propuso la negra cocinera buscando que el ambiente no se viera forzado o incómodo.
—¡No, mejor a verdad o reto! —sugirió tímidamente la chica millonaria de la regla 34 sin sacarle los ojos de encima al frickie informático del grupo.
Kiawe no parecía tener intereses en común con ninguna de ellas. —¿Por qué no mejor jugamos al poker? ¡Traje un mazo de cartas original que me regaló uno de nuestros clientes tras su viaje por Unova...! Podríamos jugar por prendas.
—¿Cómo se juega a eso? —cuestionó Satoshi viéndose completamente ignorado debido al débil tono de su voz.
—Yo prefiero el ajedrez —planteó Chris.
—¿Y eso cómo se juega? —Otra vez nadie le respondió. El sueño que se negó aquella noche comenzaba a jugarle en contra haciendo que su voz perdiera el don de imponerse por sobre el barullo del grupo emocionado y los únicos en notarlo fueron Rotom y Lana.
—Satoshi... ¿te estás durmiendo? —Él negó con la cabeza en un gesto poco creíble—. ¡No te preocupes! Yo sé lo que necesitas —comentó la peliazul cargando de emoción su opiácea mirada—. Escuchen todos; ¡vamos a contar historias de terror!
Un leve vitoreo pobló la charla seguido de desafíos de masculinidad por parte de los muchachos y algunas quejas por parte de la rubia oxigenada. Ni siquiera el cobarde Chris se atrevió a achicarse ante el terror que prometían aquellas historias, por lo que el curso de los hechos prosiguió ese rumbo inesperado. Kiawe fue el primero en comenzar con la narrativa.
—Cuentan las historias que en otras regiones si un niño abandona a su juguete éste podría cobrar vida convirtiéndose en un pokemón que saldrá a vagar por los basureros hasta encontrar a quien lo abandonó para vengarse.
Satoshi lo interrumpió. —¡Oh, si! Hablas de Banette.
—¿Lo conoces? —preguntó Mao sorprendida.
—¡Claro que sí! El rival de una amiga tenía uno.
—Eso es imposible —bramó Kiawe mientras se desabrochaba lo pantalones lentamente sin que nadie lo notara—, no puedes haber visto uno así como así, las leyendas dicen que si te lo encuentras él se clavará agujas en su cuerpo para maldecirte.
—Pues tal vez sean ciertas, pero el que yo conocí no hizo eso. Es más, él era muy enérgico y amable, una mascota ejemplar —repuso el pierdeligas haciendo que la historia perdiera emoción, favor que el negro nudista no agradeció en lo absoluto.
—Mascota... —masculló el chico ofendido y luego giró su cabeza hacia otro lado en signo de no querer continuar con su relato.
—Bueno, yo conozco una historia —afirmó Lillie, una gran conocedora de los diferentes tipos de pokemóns hasta el borde de ser comparable a una enciclopedia ambulante—. Se trata de un pokemón aterrador que vaga por el mundo cargando con el cráneo de su propia madre...
—¡Cubone! —interrumpió el azabache—. Es un pokemón muy tierno y amigable que a veces llora porque se siente muy solitario. Por eso siempre es tan dulce con quienes consiguen atraparlo.
—Si... ese. Me había olvidado que eras de Kanto —refunfuñó la chica-tabla—. Pero hay otro de tu zona del cual cuantan las historias que si en las noches oscuras tu sombra iluminada por las luces de la calle comienza a moverse y a tratar de atraparte, ese es en realidad Gengar pretendiendo ser tu sombra —La niña sonrió al ver que todos estaban atentos a sus palabras, aunque el azabache seguía sin perder su gesto de confianza—, ¡para robar el alma de sus presas! Se mete en la sombra de su víctima y espera silenciosamente una oportunidad.
—¡Eso no es verdad! —gritó exasperado nuevamente el entrenador del Pikachu—. Él no quiere robar el alma de las personas, lo que en verdad quiere es jugar con ellos.
—¡¿Qué?! —cuestionó Lilie, quien no estaba acostumbrada a que alguien rebatiera los libros que tanto amaba.
—Una vez un Gengar me sacó el alma del cuerpo, pero no lo hizo por maldad, tan sólo quería que jugamos con Gastly, Haunter y Pikachu porque ya nadie venía a visitarlos. Pasadas unas horas, nos devolvió para que pudiéramos seguir con nuestros viajes en paz.
—Pero mis libros dicen que... —Ya no pudo completar su frase. Le resultaba confuso que Satoshi supiera más que ella sobre un pokemón, por lo que prefirió el silencio antes que romper con su imagen de niña adorable. Lana prosiguió con su historia.
—Muy bien, Satoshi, tal vez conozcas a los pokemóns de Kanto y Hoenn, ¿pero qué tal las historias de Alola? —Todos se acercaron a la peliazul interesados—. Cuentan los pescadores que aquí mismo, en este mismo bosque a altas horas de la noche es extremadamente peligroso adentrarse a explorar puesto que si te acompaña la mala suerte podrías encontrarte con Shiinotic, un aterrador pokemón con rostro humano y cuerpo de hongo —Hubo una pequeña exclamación de sorpresa y terror por parte del oriundo de pueblo Paleta y de su rata eléctrica—. Su luz confunde a los caminantes que terminan perdiéndose entre las arboledas, las esporas parpadeantes que despide tienen un efecto somnífero y si te duermes, él absorberá tu vitalidad hasta dejarte hecho un cadáver.
Kiawe, Lilie, Rotom, Mao, Chris y Satoshi gritaron aterrados ante la última exclamación de la pequeña pescadora, la cual pronto comenzó a reír. Se había propuesto desde un principio darles el susto de sus vidas y el ver que no había fallado en su cometido le resultaba altamente placentero.
—Muy bien, eso fue interesante, pero ¿es real? —cuestionó Chris abrazando sus propias piernas para no sentirse desprotegido.
—¿Quién sabe? —Le respondió la entrenadora del popplio—. ¿Por qué, te asusta?
El inventor negó con ambas manos. —A mí no, pero a Togedemaru estas cosas no lo dejan dormir. Siempre después de una película de terror se pone hiperactivo y acaba por pasar por una noche de pesadillas... mejor lo llevo a la cama.
—¿En serio? ¿Irás con él sólo hasta la carpa de los varones? —inquirió Mao admirada—. ¿No tienes miedo a que se te aparezca Shiinotic? ¡Qué valiente!
El chico dudó un momento antes de contestar. No quería quedarse ahí escuchando historias, pero tampoco se atrevía a irse sólo... definitivamente prefería quedarse. Para su fortuna, era su torno de contar un cuento de terror.
—¿Oye Satoshi, por qué lo no llevas tú mientras que yo cuento mi historia? Después de todo, iba a hablar sobre un pokemón de Kalos y tú ya lo debes haber conocido en persona.
—De acuerdo —respondió Satoshi, siempre dispuesto a ayudar.
Tomó al roedor con delicadeza por tratar de evitar aquellas espinas cargadas de energía eléctrica, para luego levantarse y atravesar el bosque en búsqueda de las carpas. No le costó mucho encontrarlas y al abrir el cierre de la puerta externa, un calor agradable lo recibió, invitándolo a apoyar la cabeza unos segundos.
Sus párpados le pesaban, la respiración se le hacía más profunda, sentía que las fuerzas lo abandonaban mientras su conciencia poco a poco se desvanecía, cuando de repente recordó la historia de Lana y se levantó de golpe.
—Esto podría ser obra de uno de esos Shiinotic —Reflexionó sabiendo que ya más de una vez se había encontrado con pokemóns peligrosos a lo largo de sus viajes—, mejor echo una mirada a los alrededores.
Salió de la carpa y efectivamente una figura con apariencia humana se escabulló hacia la hierba al notar su presencia. Satoshi la persiguió convencido de espantar a ese ser, a fin de que no fuera tras sus amigos pero extrañamente en lugar de adentrarse más y más en el bosque, la figura caminó a paso rápido hasta llegar a la playa donde la luz que reflejaba la luna le permitió diferenciar mejor algunos de sus rasgos; eso no era un pokemón.
Caminó por la arena con los pies descalzos, rodeado de las tonalidades azuladas que prosiguieron al ocaso, escuchando las olas romper contra la orilla en un danzar lento e interminable. Ya no se oían murmullos de pokemóns, todo estaba quieto en las costas de Alola a excepción de la figura del muchacho acercándose de a poco a la chica que lo había guiado hasta aquel lugar.
—Hola, Satoshi —Su voz le resultaba tan familiar como esos ojos celestes, esa piel clara, brillante y también esa cabellera corta que bañaba de un precioso color miel sus delicados hombros. No importaba la penosa penumbra en que se encontraban, la había visto tantas veces entre noches sin estrellas, cuevas, grutas y cavernas que no reconocerla sería un delito.
—Serena...
Ella no respondió. La voz de las olas atravesaba sus silencios volviéndolos aún más sórdidos, ahondando en el hecho de saberse un chico sin palabras frente a una amiga que por alguna razón, hace tanto tiempo no había vuelto a llamar, y ahora la tenía ahí, palpitante como un reclamo extendido de hojas en blanco y teléfonos limpios, sin rastros de huellas dactilares o siquiera intentos fallidos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó el mostaza al verse atravesado por esa hiriente mirada.
Su voz femenina volvió a imponerse frente al silencio imperante. —Pretendía hacerte la misma pregunta.
—Seguí con mis sueños, tal como tú.
—No digas que haces lo mismo que yo.
El clima se estaba volviendo tenso, algo que el azabache no recordaba haber atravesado con aquella dulce compañera a excepción de aquella dramática vez en medio del bosque congelado.
—¿Por qué piensas que hacemos cosas diferentes? Ambos estamos luchando por cumplir nuestros sueños.
—Yo si.
—Yo también.
—¿Cómo?
Extendió sus brazos a los costados de su cuerpo indicando que la respuesta estaba al rededor suyo, como diciendo «Es esto, así cumpliré mis sueños» pero ella no parecía estar de acuerdo a pesar de haber comprendido el significado de sus gestos a la perfección.
—Dime algo Satoshi, ¿cuántas medallas has ganado?
—Ninguna, aquí ni siquiera hay una liga, ¡pero he aprendido ataques muy poderosos!
—¿En serio? —preguntó ella en tono mucho más amable que el que venía trayendo, aunque también un tanto burlón—. Pero tú nunca precisaste de un poder superior para vencer a tus adversarios Satoshi, siempre te admiré por eso. Tú eres alguien que crea su propio camino. Por eso no usaste la mega-evolución durante la liga de Kalos, ni tampoco partiste a buscar una mega piedra, a diferencia de todos los demás competidores.
—No es cierto... eso sólo lo hice en Kalos.
—¿Ah sí? Entonces explícame, ¿por qué sigues sin evolucionar a tu Pikachu?
El silencio volvió a reinar. Ketchum sabía que el verdadero poder no estaba en evoluciones, mega-piedras, legendarios ni tampoco en los movimientos zeta, sino en el amor y la confianza que depositaba en los suyos. ¿Qué demonios estaba haciendo en Alola?
—Tal vez olvidé eso.
—Olvidaste muchas cosas.
—¿A qué te refieres?
—Olvidaste a tus amigos.
Ese comentario le dolió. —¡Eso no es cierto!
—¿No lo es? Entonces dime, ¿cómo le va a Yurika con su sueño de ser entrenadora?
—Yo... no lo sé.
—¿Citron sigue en el gimnasio? ¿Sabes si Citronic lo está reemplazando?
—No he hablado con ellos hace un tiempo.
—¿Al menos pensaste en Greninja?
Un golpe fuerte proveniente de una ola de gran tamaño rompiendo contra la arena a pocos metros hizo que la piel se le crispara por los escalofríos que le generaba la tensión de aquella incómoda situación. Satoshi no sabía qué decir.
—Hice nuevos amigos, ¿sabes? Siempre es así, estoy con quienes me acompañan en mi sueño. No es que me olvidara de los demás, es sólo que volveré a verlos en su momento.
—Nuevos amigos que te acompañan en tus sueños... ¿Y cuáles son los sueños de ellos?
—Míralos, están ahí, jugando al Voley en la arena. La de azul es Lana, ella quiere hacer burbujas que le permitan explorar el fondo del mar mientras pesca con su famlia. El chico de pelo naranja es Chris quien quiere ser un gran inventor y que parece que tiene algo con la chica rubia de allá, Lilie. Ella es una chica rica que adora a los pokemóns aunque tiene problemas para acercarse a ellos. No tengo idea de cuál sea su sueño, pero sí sé que tiene suficiente con sus problemas familiares. En cuanto a la chica de pelo verde, la que se parece a Shouta, ella es Mao. Es una cocinera que sueña con seguir la tradición familiar atendiendo el restaurante de sus padres y mejorando sus recetas. Siempre se preocupa por los otros, sobre todo por Lilie. En un principio pensé que le gustaba, incluso pensé en presentarle a Iris si lo suyo fracasaba, pero aparentemente no es así. En cuanto al chico con calzoncillos de dragones, su nombre es Kiawe y es un gran entrenador del tipo fuego, un trabajador responsable de la granja de sus padres y también un pervertido pedófilo incestuoso nudista —Hizo una pausa mientras contemplaba a sus compañeros de la escuela pokemón divertirse a lo grande para luego volver a mirar a Serena—. También campturé a un Rowlet, un Litten, un Rockruff y tengo un Rotom metido dentro de mi pokedex, y todos ellos son mis amigos.
Su aseveración lo tenía muy confiado, pero nuevamente la ternura casi maternal del rostro de Serena se hizo presente para indicarle sus errores con tenaces comentarios. —Entonces ellos te acompañarán en tu sueño de ser un maestro pokemón, ¿no es así?
—Bueno, no... —Él lo meditó unos segundos—. No lo creo. Mao no puede dejar el restaurante, Lana no abandonaría la pesca, Kiawe está atado a la granja y a su hermanita, Chris no soporta vivir sin tecnología mientras que Lillie no podría atravesar una montaña nevada montada sobre un Mamoswine o recorrer conmigo el archipiélago aprovechando la montura de un Lapras... Además, ellos tienen aquí sus sueños.
La chica se acercó con una sonrisa reconfortante en el rostro para luego sujetar las manos del joven entre las propias sin despegar su mirada de los ojos color canela del entrenador.
—Yo aún sueño con seguir viajando contigo.
—¡Serena!
—No hagas esa cara, ¿o ya te lo olvidaste? Tú eres mi objetivo.
—Yo no lo olvidé.
Una lágrima se le escapó por el ángulo de los ojos y comenzó a recorrer el rostro de la artista. —Y si no me olvidaste, ¿entonces por qué no me volviste a hablar?
—¡No es eso! Es sólo que no he tenido tiempo.
—¿Al menos puedes asegurarme que me has pensado siquiera una sola vez en lo que va de estos meses?
Él no supo qué decir, nuevamente el ambiente se volvía tenso y las cosas se le iban de control.
—No.
—Lo sabía. Tú me olvidaste.
—¡No es cierto, Serena! Yo nunca te olvidé.
—Si lo hiciste, me olvidaste, y yo no había dejado de pensar en ti.
Satoshi no podía contener la angustia, todo esto no tenía sentido.
—Yo no te olvidaría, ¡por favor créeme!
—No te preocupes —respondió ella volteándose hacia el mar—, ya nunca tendrás que volver a saber de mí.
—¡No!
Su grito desgarrador inundó el ambiente en la medida que la imagen de Serena desaparecía y todo se volvía oscuro. Satoshi se descubrió a sí mismo dentro de la carpa, solo y gritando a mitad de la noche mientras que un Shiinotic salía huyendo perseguido por uno de los Impacktruenos de Pikachu. Poco a poco sintió cómo la energía, vitalidad y buen ánimo regresaban a su cuerpo.
—Con que eso era. Gracias, Pikachu —La rata amarilla se acarició contra su brazo brindándole algo del calor que tanto necesitaba en aquel momento.
Una sensación horrible lo abordó abruptamente en la medida que se daba cuenta que todo aquello sólo había sido un sueño. Aún sentía el contacto de sus manos, la calidez de su voz, el peso culposo que le ocasionaba su mirada puesta sobre él. La sensación de vacío que le había ocasionado reencontrarse con todas sus culpas reflejas en las palabras de Serena le hacían daño.
—Yo no te olvidé, te juro que no te olvidé... ¿O sí? —Pikachu lo miró incapaz de comprender—. Pero si realmente no te pienso, ¿por qué te tengo tantas noches presente en mis sueños? —La ratita cuqui no daba más de la curiosidad mientras que el mostaza volvía a sonreír —. Ya comprendo; no es Serena la que me recriminó todas esas cosas hoy, fui yo. Soy yo quien realmente muere por volverla a ver.
Salió de su carpa, miró hacia afuera a los alumnos de la escuela de Alola contar historias alegremente entorno a la fogata mientras que las emociones lo abandonaban. Los quería, si, pero no eran los amigos con quienes debía estar.
—Vámonos Pikachu —susurró mientras salía en silencio. Pasaría mucho tiempo antes de que se dieran cuenta que él faltaba, que se había ido sin decirles nada, que al volver el próximo día al colegio tampoco lo encontrarían, que iría a donde sus sueños lo deberían haber llevado desde un inicio.
Entró en la casa de Kukui, no le importaba en lo más mínimo que no fuera el mejor horario para eso. Tomó sus cosas, dejó lo que no le pertenecía, volteó antes de salir nuevamente de ella y al ver el rostro confundido del profesor simplemente dijo «Gracias» y éste entendió.
El avión a Hoenn partiría en pocas horas, ya no había motivos para esperar.
Nota de autor: Hola, espero que les haya gustado este One-Shot. La verdad, mientras lo iba escribiendo se me ocurrió una trama cortita para otra historia... bien podría continuarlo como a los otros fics (al menos por cinco capítulos más), pero ya tengo muchas historias en curso. Lo que quiero hacer es dejarlo a decisión de ustedes; si quieren que lo siga díganme, si me lo sugieren al menos quince personas lo hago.
Aprovecho a invitarlos a leer mis otros fics ("Alcanzaré mi objetivo" y "El nuevo intento de Ash"), como así también cualquiera de mis obras. ¡Saludos!
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