¡Lillie, compórtate con mi Pikachu!

Satoshi bajó la mirada sintiendo los hombros tensos por lo que acababa de oír.

—¿Estás segura?

La chica del otro lado no dudó en responder. —Si.

—Está bien. Procura llamarme si cambias de opinión, Serena.

—No quiero que te sientas mal por esto, es sólo que... Mira, el tiempo que levo aquí descubrí que en verdad me hacía falta estar sola para poder crecer. Sé que lo comprendes porque fuiste tú quien me enseñó eso. A mí también me tienta la idea de volver al pasado y con frecuencia recuerdo lo bien que la pasábamos en Kalos, pero ya aprendimos todo lo necesario de esa experiencia, ¿no crees?

—Tal vez tengas razón.

—No quiero que te vayas de Alola, al menos no por ahora. Estás siendo impulsivo en tus decisiones y no quiero que sea de ese modo. La gente se arrepiente de los caminos que toma cuando no piensa las cosas en frío, si nos volvemos a ver que sea por una decisión y no por un impulso, ¿de acuerdo?

—Serena... cuídate, ¿quieres? 

Ella asintió. El avión partió aquella mañana sin ningún oriundo de pueblo Paleta encima y los acontecimientos en su vuelo, tras perderse entre las nubes, fueron un completo misterio para Satoshi.

—Vámonos Pikachu. Esto no salió como lo había planeado.

—Pika pi...

Se sentía frustrado. A pesar de lo improvisado de su actuar, Satoshi ya se había hecho a la idea de su silente despedida de Alola y ansiaba volverla a ver. ¿Con qué cara enfrentaría a Kukui? ¿Cómo explicaría a sus amigos que los dejó y que casi se marcha sin decir nada? No lo sabía, no valía la pena meditar al respecto. A veces, cuando faltan las respuestas y no puedes ver el camino, lo mejor es simplemente cerrar los ojos y avanzar.

Llegó cabizbajo a la casa del profesor quien lo recibió con una taza de té y un abrazo reconfortante.

—No me cuentes los detalles si no quieres, a mí sólo me alegra que te quedaras —Le susurró al oído antes de desarmar su gesto fraterno y luego dirigirse a buscar unas mantas para que el azabache pudiera dormir un poco tras aquella disparatada noche.

Esa tarde no salió a entrenar, se sentía en deuda con el profesor y por ello se la pasó arreglando todo aquello que estaba a su alcance dentro del hogar, a pesar de sus complicaciones y malas experiencias con la limpieza y la cocina.

Cuando volvió al colegio le contó a sus amigos que se había encontrado un Shiinotic y afirmó con gesto cómico que tuvo que huir para que no le robara el alma. Ellos lo admiraron y eso lo hizo sentir un idiota.

—Oye, ¿no habrá sido una ilusión tuya? Aún sigues con cara de cansado —planteó Chris. Era cierto, desde que habló con Serena una sensación de angustia lo perseguía robándole el sueño noche tras noche. Ahora mismo tenía ojeras debajo de las ojeras.

—No te preocupes —contestó él en medio de un bostezo—, estoy bien.

La clase comenzó y Kukui Les planteó un nuevo proyecto: tendrían que cambiar pokemón con alguno de sus y lidiar con él por un par de días. El objetivo era aprender sobre otros pokemóns de los cuales hubieran visto mucho, sin tener el chance de interactuar de un modo más cercano a fin de salir de sus zonas de confort en lo que a la crianza pokemón se refiere.

—Profesor, ¿podemos elegir con quien intercambiar a nuestros pokemóns? —preguntó Lillie sin quitarle los ojos de encima a Togedemaru y a su entrenador.

—No, aprenderán más si su experiencia fuera con alguien completamente azaroso —respondió el hombre de los abdominales de acero.

—¿Y podemos hacer el trabajo en grupos? —Quiso saber Kiawe.

—Eso no tendría sentido, quiero que los entrenen ustedes solos y que luego me reporten sus resultados.

—¡Profesor! —interrumpió Mao—. Creo que Satoshi está necesitando ir a la enfermería.

Todos voltearon a ver al chico que se había sentado atrás y lo vieron desparramado sobre su escritorio, con los brazos bajo la cabeza.

—Parece dormido —opinó Kiawe—, me acercaré a ver.

Se levantó de su asiento, caminó hasta situarse al lado de Satoshi y con su mano abierta lo sacudió empujando su hombro.

—Oye, no... mejor sé mi amigo para siempre... —balbuceó el azabache.

—¡Oh por dios! —gritó el negro nudista—. ¡Ha subido de nivel y ahora también friendzonea dormido!

Todos reaccionaron sorprendidos para luego aplaudir en un merecido respeto. El profesor procedió a despertarlo e indicarle que esta noche fuera a dormir temprano y que no se quedara leyendo o usando ningún artefacto tecnológico, pero él bien sabía que eso no sería suficiente.

El timbre sonó y cuando estaban por salir Lillie lo frenó diciendo. —Oye Satoshi, espera. Me quedaré con tu Pikachu.

Se le abrieron los ojos como platos al tiempo que le saltaba encima a la oxigenada al grito de «¡Sabía que eras del equipo Rocket, si hasta tenías la R roja y gigante tatuada en la frente, maldita medusa traidora y desgraciada!». Sus compañeros lo frenaron y le explicaron la actividad que el profesor les había dado mientras dormía en clases y él se disculpó con Lillie por su reacción exagerada jurando que en realidad no pensaba eso, mientras que ella se alejaba asustada meditando sobre eso de si pertenecer o ser familiar de alguien con una agrupación malvada era lo suyo o no.

Cayó la tarde y aunque el manejar un tipo hielo no era nada nuevo para el azabache, jugar con as habilidades motrices de Shiron resultó ser algo muy entretenido. En tanto, Lillie no podía terminar de comprender a Pikachu; su velocidad doblaba y hasta triplicaba a las de su pokemón, el poder de ataque era distinto al igual que sus efectos, intentar calcular el alcance de sus habilidades le resultaba imposible hasta que después de varios intentos fallidos creyó que lo mejor para acercarse a un pokemón guerrero sería mediante una batalla. Llamó a su mayordomo y lo invitó al arena de combate.

—Muy bien, uno contra uno, sin límite de tiempo, ¿está bien señor Hobbes?

—Muy bien, señorita Lillie. Mi pokemón será Oricorio —El ave amarilla salió de su pokebola y danzó con gracia frente a la joven entrenadora.

La muchachita rica eligió a Pikachu y éste saltó emocionado por un nuevo combate, preparándose para recibir dócilmente las ordenes de su entrenadora pero aunque Oricorio ya había arremetido con su doble bofetón, Lillie no sabía cómo reaccionar y la ratita kamikaze recibió el golpe de lleno. Fuera de tiempo, la chica de la regla 34 temprana decidió intentar con un atacktrueno, pero el ave perteneciente al mismo elemento lo resistió sin problema para luego realizar su temible danza despertar la cual causó mucho daño en el roedor. Lillie buscó una cola de acero esquivada fácilmente por Hobbs para luego contrarrestar con movimiento espejo, acción que dejó en mal estado a Pikachu. No habían muchas opciones y cuando las cosas se ponían mal, Lillie decidió volver a intentar un ataque frontal el cual sí fue eficiente en primer momento por tratarse de ataque rápido, pero pronto la danza caos confundió a Pikachu, haciendo que fallara todos los próximos movimientos golpeándose sólo y luego el doble bofetón volvió a dar en el blanco dejando al pokemón de os cachetes rojos completamente fuera de combate.

—Creo que aún no estoy lista para utilizar a Pikachu —dijo Lillie entristecida—, traté de pensar como Satoshi, pero aún no lo conozco lo suficiente.

—Quizás en lugar de pensar como otros podría usar su propio estilo —propuso el mayordomo.

—Aún no sé cuál es mi estilo —Se lamentó ella.

—No se preocupe, lo descubriremos juntos.

Y así la tarde terminó feliz y en paz. Lillie premió al pokemón de chico del cabello alborotado con sus mejores manjares y luego siguieron probando diferentes estrategias contra aquel hábil entrenador, pero sin lograr hacerse con una victoria a pesar de sus esfuerzos. En tanto, Satoshi seguía entrenando a Shiron frente al sol que se ocultaba lentamente en las costas de melemele.

—Muy bien Shiron, inténtalo una vez más. ¡Ahora!

El zorro corrió aumentando más y más la velocidad a cada paso hasta que su cuerpo se vio cubierto por un resplandor blanquecino que lo acompañó en una aceleración exponencial la cual acabó por un estruendoso impacto contra un almohadón sostenido por el azabache.

—¡Muy bien, eso es una ataque rápido! Ahora vamos a intentar la siguiente parte —El chico de la gorra intocable se posicionó detrás de Shiron, trazó unas figuras en el aire y su energía se dirigió hacia el zorro, el cual tras recibirla se vio rodeado por un halo de poder zeta y repitió el movimiento anterior viéndose fortalecido por éste, abriendo un canal de varios metros entre las aguas de Alola.

—Lo hemos conseguido. Tú y yo, Shiron.

Vulpix en su versión de Alola fregó su cuerpo contra las piernas de Satoshi sabiéndose motivado y valorado. Nunca antes había experimentado tan de frente su propio poder, esta experiencia le había encantado.

El cielo se tornaba naranja y aunque el chico se vio forzado por Kukui a juntar sus cosas e irse a dormir, otro adolescente en un punto cercano de la isla, lejos de dormirse, acababa de comenzar un nuevo sueño.

—Muy bien, sé que es por aquí pero este mapa no es fácil de interpretar. Debo haber perdido la costumbre... —susurró el moreno mientras trazaba con su dedo una línea recta entre su punto de ubicación en el aeropuerto de Alola y la escuela pokemón de Melemele—. Satoshi, ¿dónde estás?









N/A: Les dije que lo seguiría y lo prometido es deuda. ¡Dejen sus comentarios! Andy fuera.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top